Seducida por un Mafioso

Matteo entra al baño y Beatrice continúa allí apoyada en la puerta, inmóvil. Sacude la cabeza. "Contrólate Beatrice", se dice a sí misma en voz baja. Luego levanta la cabeza y da unos pasos ligeros hasta la cama. Arregla la cama, abre las cortinas y recoge algo de ropa tirada en el suelo. Espera para poder colocarla en la cesta, que para su mala suerte está en el baño, entonces, como si la adivinara, Matteo sale del baño con unos pantalones de vestir negros que, por casualidad, marcan bien lo que tiene delante y una camisa blanca. Los primeros botones están abiertos, dejando ver un poco de su pecho. Su cabello está perfectamente peinado. En cuanto él sale, Beatrice coloca la ropa en la cesta rápidamente y ordena el baño, ¡que parece tener casi el tamaño de la habitación!

Matteo se sienta en una silla y cruza las piernas.

Beatrice piensa en voz alta: "Para ser un baño de hombres, no está tan desordenado. Ahora, ¿qué voy a hacer cuando termine aquí? Él me encerrará de nuevo, necesito ver a papá, él necesita sacarme de esta prisión". (Respira hondo)

Ella termina todo rápidamente y sale.

Beatrice: ¿Qué está haciendo todavía aquí?

Matteo: ¡Ésta sigue siendo mi casa!

Beatrice: Su café se enfriará.

Matteo: ¿Ya terminaste?

Beatrice: Sí.

Matteo: Estupendo, vamos a tomar el café.

Se levanta y camina hacia la puerta, la abre y se da cuenta de que ella sigue parada.

Matteo: ¿Qué pasa? ¡Ven ya!

Beatrice: Voy a tomar el café con Juana, ¡en la cocina!

Matteo sonríe y sacude la cabeza negativamente, mirando a Beatrice. Se mete las manos en los bolsillos y sigue mirándola.

Beatrice: ¿Qué he dicho de tan gracioso?

Matteo: No te he preguntado si quieres tomar el café conmigo, ¡es una orden! Ahora vamos.

Se gira de nuevo.

Beatrice: Y yo he dicho que voy a comer con Juana en la cocina.

Matteo se detiene pasándose la mano por el pelo recién peinado.

Matteo: ¿Me estás poniendo a prueba?

(Dice enfadado)

¿Quién te crees que eres? Ven ahora, vamos a tomar un café juntos.

Beatrice: No voy a ir, ¡aquí sólo soy una empleada!

Matteo: Tú te lo has buscado.

Camina hacia las escaleras.

Beatrice va con cuidado, cierra la puerta y baja las escaleras.

¡Matteo está furioso!

Matteo: ¡ANTONIO, ANTONIO! (Grita en la casa)

Antonio: ¡Estoy aquí, señor!

Matteo se da cuenta de su presencia y habla lo suficientemente alto como para que ella lo escuche.

Matteo: Llama al Señor Leonardo y dile que no podrá venir hoy.

Ella se queda helada al oír aquello, ¿cómo que su padre iba a ir a verla hoy?

Beatrice: No, ¿cómo? ¿Mi padre iba a venir aquí?

Baja las escaleras rápidamente.

Matteo: No es asunto tuyo, pero sí, pensé que sería bueno, pero ya veo que no te lo mereces. Mientras no me obedezcas y entiendas que el que manda aquí soy yo, no verás a nadie. Y empieza a rezar, porque si te pasas de la raya conmigo, tu hermana será la siguiente.

Beatrice: Por favor, desayunaré con usted, pero deje que mi padre venga a verme.

Matteo: ¡No!

Beatrice: ¡Bastardo!

Se abalanza sobre él golpeándole varias veces en el pecho. Él intenta sujetarle las manos, pero ella está furiosa.

¡Bandido, mafioso asqueroso, te odio, te odio! -dice mientras le golpea-

Hasta que su mano impacta en su rostro. Cuando se da cuenta de lo que ha hecho se aparta de él con las manos en la boca.

Él se lleva la mano a la cara, sus ojos están cerrados, pero cuando los abre se nota la rabia que siente. Se acerca a ella, mientras ella da pasos hacia atrás...

Matteo: ¡Si das un paso más, será peor!

A pesar de todo el miedo, se detiene e intenta contener las lágrimas que insisten en caer.

Matteo la agarra del brazo y camina hacia la parte de atrás.

Matteo: Hay gente que sólo aprende por las malas.

Beatrice: Me estás haciendo daño.

Matteo: ¡Mi querida, no tienes ni idea de lo que es el daño!

¡Aprieta con más fuerza!

Beatrice: ¡Paraaaa!

Saliendo de la mansión, hay una pequeña casa en la parte de atrás. Abre la puerta, hay una silla con brazos, cadenas en el techo, un barril con agua, varios bates de béisbol y herramientas que probablemente son para torturar, sin contar las manchas de sangre que hay en el suelo.

Beatrice: No lo hagas, por favor.

En su cabeza, él la va a torturar, pero entonces abre la puerta de una pequeña habitación y la tira al suelo.

Matteo: Te quedarás aquí hasta que aprendas quién manda.

Sale cerrando la puerta. Ella corre y golpea la puerta, pero él se va dejándola totalmente a oscuras. En esta habitación sólo hay un viejo colchón, ni mantas ni baño, es ahí donde dejan a los traidores o a cualquiera que se salga de la línea o haga alguna tontería.

Beatrice sigue golpeando la puerta: "¡Déjame salir, déjame salir!", grita varias veces. Viendo que todo es en vano, no le queda otra que sentarse a llorar.

Matteo vuelve a la casa y toma su café, ya satisfecho sale y deja a sus empleados al tanto de que nadie debe ir allí.

Ya en la sede de la mafia, intenta averiguar si hay alguna noticia de Francesco.

Lorenzo: Nos hemos enterado de que está trabajando para la mafia de los Mancini.

Matteo: ¡Lo quiero vivo! Nadie dispara a mi familia y sale impune.

Siguen buscando al tal Francesco, pasan dos días y nadie tiene noticias de él.

Matteo: ¡Qué demonios! No puede desaparecer como un fantasma. Escúchenme bien, quiero que encuentren a ese desgraciado para ayer, o será uno de ustedes en su lugar.

Los hombres escuchan con los ojos muy abiertos.

Matteo: ¡VAYAN, ¿A QUÉ ESPERAN?!

Los hombres salen rápidamente.

Lorenzo: ¿Qué te preocupa?

Matteo: ¿Que esté rodeado de incompetentes no es suficiente?

Lorenzo: Aparte de eso, ¿qué te preocupa? ¿Todavía esa mujer?

Matteo: No quiero hablar de eso. Me voy a casa, cualquier cosa avísame.

Lorenzo: Claro que sí, hijo.

Matteo sube al coche y se dirige a casa...

Continuará...