Tras la traición de su padre y la ruptura de su familia, Rose se muda a la ciudad buscando un nuevo comienzo.
En el exclusivo colegio Goldline, todo podría ir bien… si no fuera por Malory, su prima, que la odia y está dispuesta a convertir su vida en un infierno.
Pero Rose no es tan frágil como parece.
Hay algo en ella que despierta cuando está en peligro… algo que no se detendrá ante nada.
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Viejas Heridas
—Smith Torres Malory Raquel —dijo la profesora.
La chica se levantó de su lugar y dijo, — Presente —volteó a ver a Rose y añadió —. Que bueno volver a verte prima.
Rose se quedo callada y solamente observó a la chica.
—Bien, puedes sentarte —dijo la profesora.
—Gracias —la chica se sentó—. Nos vemos en el receso primita —sonrió.
La profesora siguió con su clase y Rose evitó a toda costa el contacto con su prima durante todas las clases.
A la hora del receso.
Rose salió y se dirigió al jardín. Detrás de ella iba su prima acompañada de otras dos chicas (Lucy y Matilde).
—¿A dónde con tanta prisa, prima? —dijo Malory para después tomarle de las coletas y tirar de ellas llevándola a un rincón—. Que bonito peinado —ella tiraba cada vez más fuerte.
Rose empezó a forcejear para que su prima la dejara, pero fue en vano. Cuando menos lo sintió, las otras chicas ya la estaban golpeando.
—¡Déjenme, por favor! —suplicaba Rose.
—¡Cállate! —le gritó su prima.
Fue un largo rato para ella. La dejaron ir cinco minutos antes de que terminará el receso, no sin antes amenazarla para que no dijera lo que pasó.
—Pobre de ti si dices algo —amenazó Malory, la azotó contra el piso y se fue con las chicas.
Rose se levantó llorando para dirigirse al sanitario. Una vez ahí, trató de arreglarse lo mejor posible para que nadie sospechara.
—¿Qué es lo que yo hice? —sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¡Todo esto es tu culpa padre! —gritó enojada.
Rose vivió muchas cosas horribles desde la separación de sus padres. Entre ellas el que su prima con la que se llevaba de maravilla, la terminará odiando. Si bien ella no tuvo la culpa, Malory la culpaba, ya que su padre fue quien causo la separación de los padres de ella.
A pesar de todo lo que pasó, siempre fue alguien muy fuerte. Rose siempre se levantó de todas sus caídas y está no sería la excepción.
Se arregló, se limpió las lágrimas y volvió a su salón.
De camino a su salón se encontró a aquel chico que la había halagado antes.
—¡Hola! —dijo aquel chico con una inmensa sonrisa— Rose ¿Cierto?
—Sí, mucho gusto. Tú eres Agustín ¿No? —sonrió.
—Correcto —-su sonrisa se desvaneció—. Jugaste algo pesado en el receso por lo que veo —dijo mirando los rasguños y moretones de la chica.
—Sí, es que así me llevo yo —soltó una risa nerviosa y se puso su suéter para taparlos.
—Ya veo —sonrió levemente—. Vayamos al salón.
—De acuerdo.
Ambos se dirigieron al salón.
Rose se sintió mejor después de hablar con él, le transmitía alegría.
Todos entraron al salón de clases.
—Buenos días, jóvenes —dijo la profesora que iba entrando.
—Buenos días —respondieron los estudiantes.
—Yo soy la profesora Sarahí y les estaré impartiendo la materia de Matemáticas l —se sentó en la silla del escritorio—. Antes que nada quiero comentarles que tuvimos un reporte de que estaban jugando de una manera muy brusca, así que les voy a pedir de favor que no lo hagan para evitar accidentes, ¿De acuerdo?
—Sí, profesora —respondieron los alumnos.
Las clases pasaron volando y por fin llegó la hora de irse a casa.
Rose iba de salida cuando escuchó que alguien gritó su nombre.
—¡Rose!.
Rose volteo y al ver quién era sonrió de la manera más hermosa posible.
—Agustín.
—Se te olvidó esto —le dió un cuaderno.
—Gracias.
—Por nada. ¿Vinieron por ti?
—No, es que mi mamá está trabajando.
—Si quieres te puedo acompañar a tu casa.
—No es necesario, seguro te deben estar esperando en casa.
—No, mi padre está trabajando igual.
—Bueno, entonces supongo que está bien.
Los chicos pudieron tener una agradable conversación de camino a la casa de Rose.
Eran dos chicos que la mayor parte del tiempo se la pasaban solos, dos personas tan iguales y diferentes a la vez.
—Gracias por acompañarme —dijo Rose
—No hay de que, es un gusto para mí poder pasar tiempo contigo —sonrió el chico—. Cuídate —añadió.
—Igual —dijo para después entrar a su casa.
La chica sentía mariposas en su estómago, fue tan mágico ese momento. No podía dejar de pensar en él.
Pasaron las horas y la madre de Rose llegó.
—¡Rose! ¿Dónde estás, cariño? —gritó su madre.
—¡En la cocina! —respondió Rose.
La mujer se dirigió a la cocina—. Hola hija —se sentó en una silla—. Fue un día agotador —dijo soltando un suspiro.
—¿Gustas té?.
—No Rosie, gracias.
Tenía tan perdida su mirada, parecía no tener vida. Verla era como ver un zombie.
—Mamá... —dijo Rose llamando la atención de su mamá—. Te amo —abrazó a su madre con todas sus fuerzas.
—Yo más mi niña —soltó un par de lágrimas—. Sabes cariño... Eres lo más valioso que tengo en la vida. Nunca dudes de mi amor.
—Claro que no mamá.
Desde la separación de sus padres, Rose y su madre no habían tenido contacto con ningún familiar. Eran solamente ellas dos contra el mundo, solo ellas dos.
—Descansa mamá.
—Igualmente cariño.
Rose se acomodó en su cama y se tapó con aquellas sábanas suaves, frescas y con su exquisito aroma a flores. Poco a poco se sumergía en un profundo sueño.
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...—Mira que hermosa mariposa —dijo el hombre señalando la mariposa....
...—Es muy bella —dijo esa pequeña niña con una sonrisa llena de vida....
...—Tú eres tan bella como estas rosas, cariño, por eso te llamas Rose....
...—Estas rosas son mucho más bellas que yo....
...—Para mí, tú y tu madre son las más bellas del mundo —dijo abrazandolas....
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Rose se despertó algo exaltada.
—¿Entonces estabas mintiendo? —dijo con un nudo en la garganta para después soltar unas lágrimas—. Tú no mereces mis lágrimas —dijo limpiando las lágrimas de su rostro.
Rose jamás dejó de amar a su padre. Su verdadero dolor siempre ha sido el no poder tenerlo a su lado, el no poder verlo, abrazarlo, contar con él...
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Lyn 🥀