NovelToon NovelToon
Lo Que Debía Permanecer Oculto

Lo Que Debía Permanecer Oculto

Status: Terminada
Genre:Romance / Época / Fantasía épica / Edad media / Completas
Popularitas:585
Nilai: 5
nombre de autor: MIS HISTORIAS

Kaela Norwyn nunca buscó la verdad. Pero la verdad la encontró a ella.
Tras la muerte de su madre, Kaela inicia un viaje hacia lo desconocido, acompañada por un joven soldado llamado Lioran, comprometido a protegerla… y a proteger lo poco que queda de un apellido que muchos creían extinto. Lo que comienza como un viaje de descubrimiento personal, pronto se transforma en una carrera por la supervivencia: antiguos enemigos han regresado, y no todos respiran.
Perseguidos por seres que alguna vez estuvieron muertos —y no por decisión propia—, Kaela y Lioran desentrañan un legado marcado por pactos silenciosos, invocaciones prohibidas y una familia que hizo lo impensable para mantener a salvo aquello que debía permanecer oculto.
Entre la lealtad feroz de un abuelo que nunca se rindió, el instinto protector de un perro que gruñe antes de que el peligro se acerque, y el amor contenido de un joven

NovelToon tiene autorización de MIS HISTORIAS para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 2

El amanecer rasgaba las nubes como dedos pálidos, dejando ver trozos de un cielo aún gris. La niebla se aferraba al suelo, espesa y densa, como si el bosque no quisiera revelar aún sus secretos.

Kaela cabalgaba en silencio, la capa cubriéndole el brazo herido. A su lado, Niebla trotaba alerta, con las orejas erguidas y el hocico al viento. Lioran, unos pasos detrás, no la perdía de vista.

Tenía dieciséis años. Solo eso. Dieciséis años y ya había conocido la pérdida, la persecución, y la sangre. En otras circunstancias, pensó Lioran, estaría en una biblioteca, aprendiendo música o historia, no viajando con la noche sobre los hombros y una daga oculta en el cinturón.

Pero no era una jovencita ordinaria.

“Hay algo más en ella”, pensaba. “Algo que ni ella misma ha descubierto todavía.”

—Lioran —dijo de pronto, rompiendo el silencio sin volverse—. ¿Alguna vez tuviste que fingir ser menos de lo que eras… para sobrevivir?

La pregunta lo descolocó. Tardó un segundo en responder.

—Sí —dijo finalmente, con tono bajo—. Y es el disfraz más difícil de llevar.

Ella no dijo más.

Avanzaron por un sendero cubierto de hojas húmedas. Los árboles se cerraban sobre ellos, como si el bosque supiera que no debía dejar escapar la verdad tan fácilmente. En un claro donde los robles crecían torcidos y la luz apenas se filtraba, Niebla se detuvo en seco.

Gruñó.

Lioran desenvainó al instante. Kaela también.

Y entonces ocurrió.

Un silbido. Una flecha.

Lioran se giró a tiempo para desviar el proyectil, que habría impactado en el cuello de Kaela. Otra flecha se clavó en un tronco, y el bosque, antes en calma, se transformó en una emboscada de sombras y susurros.

—¡Agáchate! —gritó Lioran, tirando de Kaela hacia el suelo mientras los arbustos se agitaban como si respiraran.

Figuras encapuchadas emergieron entre los árboles. Ocho, tal vez diez. Sin emblemas, sin gritos de guerra. Solo silencio. Cazadores sin rostro.

Kaela rodó hacia un costado mientras Niebla saltaba sobre uno de los atacantes, derribándolo con brutalidad. Lioran bloqueó una estocada, giró sobre su eje y devolvió el golpe con precisión letal. La lucha fue rápida, contenida, como si sus enemigos quisieran herir, no matar.

Uno de ellos murmuró algo en una lengua que Kaela no reconoció, pero que hizo que su sangre se helara.

—¿Qué dijeron? —jadeó ella.

—Eso no era humano —dijo Lioran, su voz apenas un susurro—. No era una lengua de este continente.

Uno de los atacantes alzó una especie de talismán. Estaba cubierto de runas viejas, y al brillar por un instante, los árboles parecieron inclinarse levemente hacia él.

Pero antes de que pudiera usarlo, Niebla lo derribó de un salto. El objeto cayó, rodó por el suelo… y se partió en dos.

En ese instante, los atacantes retrocedieron. No huyeron. Se esfumaron, como si se disolvieran en la niebla. Como si nunca hubieran estado allí.

El silencio volvió, más profundo que antes.

Kaela se puso de pie, temblando. Su rostro, manchado de tierra, reflejaba más desconcierto que miedo.

—¿Qué era eso? ¿Por qué no dijeron nada? ¿Por qué se fueron…?

Lioran recogió los pedazos del talismán roto. El objeto vibraba levemente, aún tibio. En su centro, había una marca: una estrella de ocho puntas, con una lágrima negra en su núcleo.

—Esto no es cosa de simples bandidos —dijo con gravedad—. Esto… es una señal. Alguien ha invocado fuerzas que no deberían caminar entre nosotros.

Kaela lo miró. Sus ojos, grandes, oscuros, ya no eran los de una niña. Eran los de alguien que entendía que su viaje no era solo personal… era algo más antiguo, más profundo.

—Mi abuelo sabía cosas —dijo en voz baja—. Mi madre solía decir que él hablaba con personas que no venían por caminos comunes. Que había sellado algo… antes de desaparecer.

Lioran apretó la empuñadura de su espada.

—Entonces no solo te buscan a ti, Kaela. Buscan lo que llevas dentro. Memoria. Sangre. Herencia. Hay cosas que viven dormidas en los linajes antiguos. Y tú… no eres una simple nieta perdida.

La joven bajó la mirada, con el corazón latiéndole como un tambor en el pecho.

—Tengo que encontrarlo —murmuró—. Antes de que lo que sea que está detrás de esto… lo haga primero.

Lioran asintió.

—Y lo harás. Pero desde hoy, no confíes en nadie. Ni en los que sonrían, ni en los que te llamen por tu nombre verdadero. Los enemigos… no siempre tienen rostro.

El bosque volvió a cerrar su manto de silencio sobre ellos. Niebla caminaba adelante, olfateando las sombras.

Y Kaela, con solo dieciséis años, cabalgó sabiendo que lo que estaba por despertar… podría romper mucho más que su pasado.

**

El bosque cambió.

Ya no era solo un conjunto de árboles y sombras. Había un peso en el aire, un susurro constante que no provenía del viento, sino del mismo suelo. Como si los árboles recordaran. Como si observaran.

Kaela, aún pálida por el enfrentamiento anterior, notó primero el cambio. El sendero se abría hacia una colina cubierta de raíces retorcidas, y en la cima, lo vio.

Un roble blanco, antiguo como el mundo, se alzaba solitario, con la corteza pálida como hueso y ramas torcidas que parecían brazos en oración. A su alrededor, piedras talladas en semicírculo formaban un santuario olvidado por el tiempo.

—Es aquí —susurró Kaela, deteniéndose, con los ojos clavados en el árbol.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Lioran, bajando de su caballo.

—No lo sé. Solo… lo siento. Como si algo dentro de mí reconociera este lugar.

El silencio que rodeaba el roble no era natural. Ni siquiera Niebla ladraba. El gran perro caminó despacio, olfateando las piedras. Cada una de ellas tenía inscripciones talladas, apenas visibles por el musgo.

Kaela se acercó al roble, y sin saber por qué, posó la mano sobre su tronco. Una oleada de imágenes cruzó por su mente: un fuego lejano, gritos, una figura encapuchada entregando un libro sellado a un hombre de cabellos grises… su abuelo.

—Aquí estuvo —murmuró—. Él estuvo aquí…

Lioran se inclinó junto a una de las piedras. Sus dedos retiraron la hiedra hasta descubrir un símbolo: la estrella de ocho puntas con una lágrima negra en su centro. Exactamente el mismo que había en el talismán de sus atacantes.

—Esto no es solo un santuario —dijo con gravedad—. Es un punto de unión. Un nodo antiguo entre el mundo visible y lo que hay debajo.

Kaela lo miró, los ojos entrecerrados.

—¿Crees en esas cosas?

—No creía. Hasta ahora. Pero esto… esto es anterior a nuestras tierras. A nuestros reinos. Es de una época donde los nombres aún tenían poder.

Kaela se inclinó junto a otra piedra. Allí, tallado en una lengua que apenas recordaba de las lecturas con su madre, encontró un mensaje incompleto:

“Cuando el Guardián caiga y la sangre despierte, el Ojo Oscuro se abrirá desde el este.”

—¿El Ojo Oscuro…? —leyó Lioran en voz baja—. ¿Es eso lo que nos atacó?

—No… —Kaela negó lentamente—. No aún. Pero lo que vimos… eran solo los dedos de algo mucho mayor.

En el centro del círculo de piedras había una pequeña losa de piedra. Al tocarla, Kaela sintió una pulsación bajo su palma. Lioran se apresuró a observar. Un mecanismo oculto se activó con un leve zumbido, y la piedra se deslizó hacia un lado.

Dentro, protegida por un cilindro de vidrio roto y polvo de siglos, había una pluma negra, gruesa como una rama pequeña, cubierta de escamas en su base.

Niebla gruñó. Lioran se tensó.

—Eso no es de un cuervo —dijo el guerrero, tomando la pluma con cuidado—. Ni de ningún ave viva.

—Es de algo que vuela… pero no con alas mortales —susurró Kaela.

En el reverso del cilindro había un símbolo grabado: un lobo de perfil enfrentando a un dragón alado… y bajo ellos, las palabras en un idioma casi muerto:

“De la sangre del Guardián nacerá el último candado.”

Lioran miró a Kaela. Ella se apartó un mechón de cabello del rostro.

—Mi madre me llamaba así, a veces. “Mi pequeña Guardiana”. Pensé que era un apodo cariñoso.

Lioran no respondió de inmediato. Solo la observó, y por primera vez, no vio a una niña ni a una heredera.

Vio una pieza clave en un tablero que llevaba siglos en juego.

—Tu abuelo dejó esto para ti. No tengo dudas. Este lugar fue uno de sus refugios.

Kaela guardó la pluma con reverencia. Al hacerlo, la corteza del roble blanco brilló por un instante. Un viento repentino agitó las hojas.

Y una voz —lejana, casi un susurro— llegó a sus oídos:

“Kaela… el este… no vayas sola…”

Se giró, pero nadie estaba allí.

Lioran también había escuchado algo, aunque no pudo distinguir las palabras. Solo sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—Tenemos que movernos —dijo—. El santuario nos protegió… por ahora. Pero si ellos sabían que vendrías aquí, volverán. Y no vendrán solos.

Kaela asintió, aún con los ojos en el roble. Algo le decía que esto era apenas el inicio. Las piezas se estaban moviendo. La sangre antigua se agitaba.

Y el Ojo Oscuro… empezaba a abrirse.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play