A sus 30 años Dennis Donovan se mantiene soltero y en buen estado físico, mantiene en secreto su obsesión por la sobrina latina de su vecina.
Penélope una chica curvilinea de 20 años cruza por una etapa fuerte en su vida, luego de perder a su padre.
Dennis quiere acercarse a ella pero la idea de perder el control estando cerca lo lleva a alejarse aún más, pero encontrará la manera de acercarse. Solo espera lograrlo.
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Pelea.
Dennis volvió del trabajo cansado y completamente estresado, sabía muy bien que al volver escucharía música en la casa de su vecina, música Argentina y que estaría toda la noche, por lo que decidió salir a correr antes de acostarse a dormir. Al llegar t encontrarse todo en silencio y el auto de Rogelio estacionado en la entrada de su garaje, le pareció muy raro. Pensó que tal vez, su sobrina no vino. Se acomodó las agujetas de sus zapatillas y comenzó a cargo, pensando que pudo haber pasado el día hoy.
—Capas que llegue mañana. — se detiene y mira hacia ambos lados.
Continuó corriendo hasta llegar al camino que se encuentra al costado de la costa, agitado y menos estresado, disminuye la velocidad de su corrida mirando el mar, y como de a poco se oscurece mientras que el sol, se esconde del lado contrario. A lo lejos ve el cuerpo de una chica caminando, pero mirando hacia el mar. Sin tomarle importancia continua, pero lo contó con que la chica se cruzaría en camino chocando con ella.
En un reflejo por no hacer que ella se lastime, deja que caiga encima de él. La joven levanta la cabeza y se lleva la sorpresa de encontrarse con Penélope, pero está completamente cambiada. A como la recordaba
—¿Dennis? —
—¿Croissant? —
Pasó una de sus manos por detrás de su cabeza, mirando aquellos ojos tristes, los cuales notó con rapidez. Penélope se quitó de encima, para sentarse en el suelo sacudiendo sé la ropa, Dennis sonríe pero de a poco esa sonrisa se apaga al notar que ella ya no sonríe. Se arrodilla con una pierna en el suelo y la otra la usa de apoyo para su brazo. Se acerca a Penélope y nota que está aguantando las lágrimas, se siente culpable por lo que paso.
—¿Penélope estás bien? — levanta su cabeza, desde el mentón.
Ella evita el contacto visual y aparta la cabeza mirando a su derecha, Dennis observa las piernas de Penélope y nota el gran raspón que tiene en su pierna derecha. Ahora entiende del porqué sus lágrimas. Observa para todos lados buscando algún policía de guardia que pudiera ayudarlo, pero son solo ellos dos en toda la costa.
—¿Penélope quieres que llame a tu tío? — ella niega moviendo la cabeza. — Entonces déjame ayudarte, a levantar te llevaré a la casa de Sofía. —
—No gracias, puedo sola. — respondió con la voz ahogada en lágrimas.
—Pen deja...— ella lo interrumpe.
—¡No me llames así! — grito molesto.
—Solamente intentó ayudarte — hablo con voz baja.
—¡Déjame sola! — se levanta, cojeando de su pierna.
—Como quieras. — continúa corriendo.
Ambos se alejan, mirando el suelo molesto y confundidos por el comportamiento del otro, Dennis se detiene luego del unos cuantos pasos y mira hacia aras, notando que Penélope continúa caminando, lento pero camina. Suspiro por el trato que le dio la menor, con sus manos en la cadera, camina a la velocidad de ella, un paso a la vez. Mira el horario en su celular, y suspira a metros de ella, esperando a que llegará a la senda peatonal. La presencia de un chico con dos más, acercándose a Penélope, lo hace detenerse. Un chico moreno con rastas se acerca a Penélope, tocando su hombro.
—Oye ¿Necesitas ayuda? — el joven, se acerca un poco más a ella. —No, espera tienes lastimada la rodilla permite que te ayude. — ¿En dónde vives? —
—Soy Penélope. — sé presento secándose las lágrimas. — Vive en la casa con los portones verdes. —
—Un placer Penélope soy Evan López. — la ayuda a sentarse. — Bueno ahora te acompaño. —
Evan voltea para mirar a sus amigos y decirles que los al cansara más tarde, sus dos amigos se fueron y Evan se queda con Penélope, del bolsillo de su pantalón saca un pañuelo de tela y venda la rodilla de Penélope, evitando que siga sangrando. Ella se levanta para caminar, aunque su pierna tiembla el viento de la playa golpea la espalda de la chica haciendo que pierda el equilibrio. Evan en un reflejo la sujeta de la cintura, haciendo que las mejillas de la chica se sonrojen.
—¡PENÉLOPE! — la voz de su tío la hace levantar la cabeza. — ¿Qué te paso? —
—Tío, no es nada solo me caí… no vi por donde caminaba y me tropecé. — confeso, sintiendo culpa por mentirle.
—Hola señor García, buenas noches. — Evan saluda a Rogelio.
—Evan, gracias por ayudar a mi sobrina. — estrecha sus manos y ayudan a la joven. — Vamos Penni, tienes que comer algo. —
—Gracias Evan. — ella le sonríe.
—Cuídate Penni. —
En el camino de regreso a la casa de su ti, Penélope pensó un poco en todo lo que había pasado ese día, desde que llego a España. Ceno en silencio mientras que su prima Gloria y su novio James, hablan de cosas que pensaban que a ella podría llegar a lastimarle. Aunque provenía de una familia Argentina, Penélope aprendió que la discriminación viene de la mano con la crianza, su abuela le explico que habrá personas que envidiaran su autoestima, que le molestara su presencia, y que crearan rumores que ella jamás habría hecho, y que ella no debería reaccionar como ellos esperan, que demuestra que no es Española, sino Argentina.
Su tía le pide que descasara que mañana sería un nuevo día y que todo estaría mejor. Cuando se acostó en la cama luego de bañarse, miro su maleta abierta en el suelo con su ropa un poco desparramada y recordó del porqué está ahí, busca su celular y no lo encuentra, en los bolsillos de su pantalón, dentro de su mochila incluso en la cocina, la sala. En donde buscara su celular no estaba.
—Estoy en problemas. — paso su mano por su cabeza.
Volvió a su cama, resignada y se quedó dormida, no podía seguir aguanto todo lo que estaba pasando. Ya no quería sufrir más. A la mañana siguiente, Dennis se levantó a la misma hora de siempre y se preparó para salir a correr pero un fuerte dolor en un muslo, lo deja sentado en la cama. Mira su pierna y nota un gran moretón en su muslo, recordando el accidente de ayer, sonríe por la manera en que Penélope reacciono y comenzó a vestirse, se puso un traje de color gris oscuros, una camisa negra, y una corbata del mismo color que el traje, sus zapatos y negros.
Su celular en la mano, se detiene al sujetar el picaporte y mira su mesa de noche, en donde hay un celular con la pantalla rota. Se acerca y se lo lleva mirando el fondo de pantalla, sonriendo al ver que es de Penélope, pero su sonrisa desapareceré cuando recuerda haber visto ayer a la noche a Penélope con Evan López.
La puerta de la habitación de Frederik, está cerrada por lo que supone que él no está. Se apresura para irse a empresa y sin desayunar sale y se sube a su auto, pero no logra ver a la familia García en la casa, vuelve a suponer que no están. Se detiene a comprar café y pasa por un local en donde arreglan celular y lo deja para que le cambien la pantalla. Cuando vuelve a salir, descubre que Penélope está trabajando en un local de velas, que son artesanales.
—¿Sabes trabajar gordis? — chistea de manera molesta.
Penélope atienda algunas personas, pero algunas chicas que entraron a la tienda, entraron solo para reírse de ella y luego salir, se miró en el gran espejo que se encuentra cerca de la puerta de servicio, y no se sintió bonita. Su vestido color negro, unas pantimedias del mismo color y sus borcegos negros, que la hacen ver como una chica Dark. Se dejó el cabello suelto, sus risos a medio armar le dieron la sonrisa que nadie más le dio y su maquillaje suave pero no tanto. Las horas fueron pasando, y su tía llego al local entrando un poco molesta. Penélope la observa confundida, hasta que mira el celular de su tía y se anticipa al regaño.
—¿Pen y tu celular? — pregunto con voz suave.
—¿Qué? Ah, ayer cuando me caí creo que lo perdí. — revelo, y su tía suspiro. — ¿Está todo bien? —
—Si solo me preocupe, nada más. Te veo en la casa. — Penélope, solo asiente y su tía se marcha.
Cuando su tía sale de la tienda, ella trae cajas de la parte de atrás, que es en donde hacen las velas, al volver escucha la puerta abrirse y deja la cajas en el suelo, sacudiendo sus manos levanta la mirada para encontrarse con el mismo hombre que anoche la choco.
—Hola Croissant. — levanta la mano saludando.
—Hola — ella observa al hombre que tiene en frente. — ¿Te conozco? —
—Lo dudo, pero vengo a traerte eso. Ayer se te callo. — deja el celular encima del mostrador. — No lo vuelvas a perder. —
—Gracias. ¿Necesitas algo más? — pregunto, de mala manera.
—¿Qué te sucedió? ¿Tú no eras así? — agrego, haciendo molestar a la joven. — ¿Dime que te paso? —
—¿Qué yo cambie? ¿Me lo dice el idiota que… — se acerca a él. — Si te quedaste con la idea que seguiré siendo la misma gorda que viene a romper con tu paz, estás equivocado porque nunca tuve tantas ganas de no venir a un lugar. —
—¿Croissant que sucede? —
—Si no tienes a quien molestar, será mejor que te marches. — sus ojos se llenaron de lágrimas. — Y no vuelvas a hablarme. Y no te preocupes que cuando tengo el dinero te pagaré. —