Emma Raducanu, es una joven que sufre un terrible trauma por culpa de su novio. Lo que la lleva a padecer un gran rechazo hacia los hombres.
Emma se prometió a ella misma, no volver a enamorarse, ni confiar nuevamente en un hombre otra vez.
¿Qué pasará cuando Emma conozca al jefe de su hermana?.
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¿Encontrar el amor?.
🔞
Madrid, España.
Saúl Graviotto.
La mejor manera de terminar un día cargado de mucho estrés, es tener sexo con una mujer, aunque no lo crean está científicamente comprobado. Ella es una buena amiga que siempre está dispuesta a satisfacer mis necesidades, y yo no siento nada de emoción cuando mis amigos están teniendo sexo con una mujer, o mejor dicho cuando hacen el amor con sus mujeres. La emoción de la que hablan se llama amor ¡y no sé lo que es!.
—¡Eres tan bueno, Saúl!— dice Sara la mujer con la que estoy en estos momentos.
—¡sé que lo soy!— respondí estoy de acuerdo con ella. Sé muy bien que las mujeres quieren mi cuerpo. Desde que era un crío (adolescente) supe cómo llamar la atención de ellas.
—¿¡No quieres tener, sexo!?— pregunta con voz suplicante. Por supuesto que quería. Después de todo un hombre como yo sabe cómo dar una buena sesión de sexo. Ni siquiera necesite tocarla para saber que ya estaba lo suficientemente exitada.
Mis amigos dicen que aún voy a encontrar el amor de mi vida, y yo solo me río de sus caras, para mí esa historia de amor, no existe. Después tener una buena noche de sexo decido irme.
—¿¡Te vas!?— me pregunta, y lo odio.
—¡Sabes que no me acuesto con ninguna mujer!— respondo cortantemente.
—¡Y yo, pensaba que era importante para ti!— dice la muy ridícula.
—¡No querida, ninguna mujer es especial para mí!— es lo que respondo, ella no necesita decir nada, su mirada lo dice todo, sus ojos están llenos de lágrimas.
—¿Estás enamorada de mi!?— le pregunté.
—¡Te amo, Saúl!— responde secando algunas lágrimas que ha derramado.
Debería haberme dado cuenta, que cuando teníamos sexo, una, dos, tres y varias veces, ella ya pensaba en que me tenía atado.
—¡te dije, cuando empezamos tener relaciones sexuales, que seríamos amigos con beneficios y no habría amor!— respondí un poco molesto por su actitud.
—¡Saúl, lo sé! — dice con pensar sentándose a la orilla de la cama y haciéndome mirar su cuerpo. Sabía que era hermoso.
—¡Entonces ya sabes que es mejor no volver a vernos!— digo simplemente. Agarro mi reloj me lo coloco, tomo las llaves de mi auto y me dirijo a la puerta. Cuando me voy, la oigo llamarme me doy la vuelta para mirarla.
—¡Un día te vas a arrepentir de la forma en que me estás tratando! —
—¡Sea lo que sea que teníamos, se acabó! — digo fuertemente, giro de nuevo para irme, por fin estoy saliendo de la habitación cuando la oigo gritarme de nuevo y le pregunto, ya sin paciencia —¿¡Qué es lo que quieres de mí, Sara!?—
—¡Te juro Saúl, que haré de tu vida un infierno, y pronto volverás a ser mío!—
—Nunca fui, ni seré tuyo, Sara ¡adiós!— digo, y me alejo al llegar a la recepción de hotel, le dejo el diario y el día siguiente pagado y lo que debe comer, me dirijo hacia la salida y me voy, para no volver jamás.
Tan pronto como salgo del hotel, el ayudante viene a recibirme. Le doy las llaves de auto y no tarda en llegar con el, le agradezco y le doy una generosa propina, salgo de allí lo más rápido que puedo.
Cuando estoy en mi auto, enchufo mi celular y prendo la radio para escuchar algo de música para relajarme en el camino. Llegó a casa en menos de veinte minutos. Vivo en un condominio de lujo. Incluso antes de llegar, la puerta ya está abierta. Entro, me detengo saludo a los guardias de seguridad.
—Buenas noches, señor Graviotto.
—Buenas noches, Daniel ¿todo en orden por aquí?— apagó la radio y desconecto mi teléfono celular.
—¡Gracias a Dios, todo está bien!— dejo escapar un suspiro de alivio.
—¡Que bien!— Le agradezco y me despido. Subo a mi habitación, tomo una ducha de agua tibia que hace que mi cuerpo se relaje. Finalmente, estoy consiguiendo una buena noche de sueño. Había demasiadas fiestas por aquí. A veces considero mudarme a un apartamento.
Escucho que toca mi puerta, me levanto todavía con mucho sueño, veo el reloj y son las seis de la mañana, abro la puerta de mi cuarto. Allí está ella, mi siempre fiel Olivia. Mi ama de llaves con una bandeja en sus manos, me preparo un rico desayuno.
—¡Gracias Olivia, te lo agradezco!— tomo la bandeja con mi desayuno la colocó en la mesa, mientras voy al baño a lavar mis dientes y cara. Después del desayuno me preparo para otro larga jornada laboral.