En el reino de Sardônica, Taya, una princesa de espíritu libre y llena de sueños, ve su libertad amenazada cuando su padre, el rey, organiza su matrimonio con el príncipe Cuskun del reino vecino de Alexandrita. Desesperada por escapar de este destino impuesto, Taya hace un ferviente deseo, pidiendo que algo cambie su futuro. Su súplica es escuchada de una manera inesperada y mágica, transportándola a un mundo completamente diferente.
Mientras tanto, en un rincón distante de la Tierra, vive Osman, un soltero codiciado de Turquía, que lleva una vida tranquila y solitaria, lejos de las complicaciones amorosas. Su rutina se ve completamente alterada cuando, en un extraño suceso mágico, Taya aparece de repente en su mundo moderno. Confusa y asustada por su nueva realidad, Taya debe aprender a adaptarse a la vida contemporánea, mientras Osman se encuentra inmerso en una serie de situaciones improbables.
Juntos, deberán enfrentar no solo los desafíos de sus diferentes realidades, sino también las diversas diferencias que los separan.
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Capítulo 3
Taya...
Estaba a punto de morir de miedo, nunca me habían despertado de esa manera, ¿dónde estoy? ¿Quién es este loco gritándome? ¿Y dónde está su ropa? Me cubro los ojos inmediatamente y me giro para no verlo. Está prácticamente desnudo, vestido con un pequeño trozo de tela sobre su cuerpo.
—¡Escucha aquí, hija mía! No sé quién eres ni cuánto te pagó Burak para hacerme esta broma de mal gusto, ¡así que será mejor que desaparezcas de mi vista! —dice él.
—¡Deja de gritar! ¡Escúchame tú a mí! ¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera? ¡Y ponte algo de ropa! —Digo todavía de espaldas a él.
Ríe como un loco y, de repente, siento su mano en mi brazo girándome. Sus ojos se encuentran con los míos, su mirada trae un extraño escalofrío hasta el final de mi columna vertebral.
—¿Quién eres tú? ¿Qué haces en mi casa? —pregunta.
—Soy la princesa Taya, del reino de Sardonia.
—Debes tener problemas mentales, ¡seguro que sí! Nadie en su sano juicio se atrevería a tanto. Te daré otra oportunidad, ¿quién eres, qué haces en mi casa? —pregunta.
—Soy Taya, del reino de Sardonia. —Digo ya sin ninguna paciencia.
—¿Vas a seguir con este jueguito, eh? Está bien.
Está hablando cuando una cosa pequeña, rectangular y negra empieza a hacer ruido, como un instrumento tocando; nunca había visto eso.
—Un minuto. —Dice señalándome con el dedo, agarra esa cosa pequeña, se la pone en la oreja y empieza a hablar con ella. Después, soy yo la loca.
—Tienes el descaro de llamar para saber si tu broma ha funcionado, ¿verdad? Esto no ha tenido gracia, Burak. —Habla con esa cosa.
—¿No sabes de qué estoy hablando? Sé que estás detrás de esto, esta vez has ido demasiado lejos. —grita.
—¡Ven a mi casa ahora mismo, Baruk! —Grita y tira esa cosa encima de esta cama tan rara.
Luego se vuelve hacia mí.
—Y tú no te vas a ir de aquí hasta que aclaremos todo. —Dice señalándome la cara con el dedo, eso me irrita tanto que agarro su dedo y casi se lo rompo.
—¡Ay, loca! —Dice retirando el dedo.
—¡No vuelvas a señalarme con ese dedo! —Le digo con firmeza.
—Eres muy atrevida, te voy a demandar.
Dice unas cosas que nunca he oído en mi vida.
¿Demandar?
Sale de la habitación en la que estamos y cierra la puerta de golpe, luego oigo un ruido, corro para intentar abrir la puerta y entonces me doy cuenta de que me ha encerrado.
Mi estómago hace un ruido absurdo, tengo hambre, sed y ganas de orinar. ¡Necesito hacer pis!
Busco debajo de esta cama y no encuentro el orinal. ¿Dónde hace sus necesidades este loco?
Empiezo a golpear la puerta y a gritar.
—¡Abre esta puerta! ¡No puedes encerrarme aquí!
Este anillo de Asnam me ha traído a un reino completamente desconocido. Mirando el lado bueno, es que me he librado del imbécil del príncipe Cuskun.
—¡Sácame de aquí!
Entonces oigo pasos acercándose. La puerta se abre y es el loco con otro hombre, que va vestido muy raro. ¿Qué lugar es este? ¿Por qué esta gente es tan extraña?
—Hermano, esta princesa es muy hermosa. Encantado, soy Burak. —Se acerca, me coge la mano y me besa en la cara.
¡Qué atrevido! Le doy una bofetada en la cara.
—¿Cómo te atreves? Respétame, no soy tu esposa para que me trates con tanta familiaridad. —Digo y él me mira masajeándose la cara.
—Mano dura, ¿eh, princesa...? —dice.
—¿Seguro que no fuiste tú quien le pagó para que hiciera toda esta escenificación? —pregunta el loco al atrevido.
—No, hermano, nunca había visto a esta chica.
—Si él no te pagó, ¿quién lo hizo? —Se vuelve hacia mí.
—No sé cómo he llegado hasta aquí, sólo sé que mi padre me había obligado a casarme con el príncipe Cuskun de Alexandrita, el último recuerdo que tengo es que estaba en el carruaje con ese asqueroso, fue entonces cuando empecé a desear que mi destino cambiara, y entonces fui despertada de forma irrespetuosa por ti. —Digo.
—Hermano, esta mujer debe estar drogada o loca de remate. —Dice el tal Burak.
—¡No estoy loca, y esa otra cosa que has dicho tampoco lo soy!
—Ya sé cómo averiguar cómo has entrado aquí. ¡Ven conmigo! —Dice el idiota que hasta ahora no se ha puesto ropa. Me coge de la mano y me saca arrastrándome. Aparto mi mano bruscamente.
—No voy a ir a ninguna parte, un paso más y voy a hacer pis encima. —Digo.
—Está bien, puedes usar el baño. Está ahí.
—¿Baño?
—Sí, hija mía, baño.
—No sé qué es un baño.
—Ay, Dios mío. ¿Quieres volverme loco? Deja de fingir. El baño está ahí. —Dice señalando la puerta.
Voy hasta este baño y cuando entro es un lugar con un espejo, una cosa que parece del mismo material que los orinales de Sardonia. ¿Será este su orinal?
Vuelvo a la habitación para preguntar.
—¿Esa cosa blanca clavada en el suelo es el orinal?
Los dos idiotas se miran y empiezan a reír.
—¿Qué tiene de gracioso? —pregunto.
—Por favor, Burak, preséntale el baño a esta loca.
Como no quiero discutir más y estoy a punto de hacer pis encima, ignoro el hecho de que me haya llamado loca.
—Entonces, princesa, le voy a enseñar el baño, este lugar es donde hacemos toda nuestra higiene y necesidades fisiológicas. Traduciendo: aquí nos bañamos, y esto de aquí es el inodoro donde se hace pis y caca. —Lo dice de una manera tan graciosa que acabo sonriendo.
—Estás aún más guapa cuando sonríes. —Dice y entonces mi sonrisa se desvanece y da paso a un gesto serio.
—Demasiados halagos. —Dice.
—Ahora que lo sé, ¿puedo pasar?
—Por supuesto. Sólo un detalle más, este botón de aquí tira de la cadena, cuando termines, púlsalo. Y aquí te lavas las manos. —Dice y se va, dejándome sola.
Ya desesperada, me levanto toda la ropa y me siento en esa cosa, que es bastante cómoda, parece que estoy meando toda el agua de Sardonia.
Después de terminar, apreté donde me dijo, ¡y caramba! ¡Eso es como magia! Si Asnam viera esto, se quedaría tan sorprendido como yo.
Esto sí que sé para qué sirve, la diferencia es que no hay una criada sujetándolo, es la toalla con la que nos limpiamos nuestra zona íntima después de hacer nuestras necesidades. Me limpio, me lavo las manos y no sé cómo sale el agua caliente, ¡este reino está mucho más evolucionado!
Vuelvo a la habitación y entonces, sin decir nada, él simplemente me hace una seña para que lo siga y así lo hago.
Me quedo observando todo. Es muy diferente, no hay oro ni piedras preciosas, no hay molduras como en el castillo, las paredes son grises como las nubes en los días de lluvia, hay cuadros garabateados en colores blanco y negro. Este castillo parece muy triste y sombrío.