Nathaly se despierta en un mundo completamente diferente al suyo, en donde habitan las criaturas mágicas como las hadas, los demonios y los ángeles, pero resulta que es el personaje negativo de una novela que había leído y de la cual no le había gustado el final que había tenido éste personaje.
Ahora convencida de cambiar su destino, vivirá como Áine y se librará de su triste final.
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Capítulo 2: El inicio del fin
Áine mira su reflejo en el espejo, era muy linda su apariencia, pero dentro podía sentir un maná increíble. En su mente estaban grabados miles de hechizos y encantamientos; al parecer, a la Áine original le gustaba el poder. A ese cuerpo solo le faltaba el combate cuerpo a cuerpo, y gracias a su experiencia pasada, sabía perfectamente cómo lograrlo. La pelirrosa es sacada de sus pensamientos cuando escucha una voz dulce que le habla.
—Áine, cielo, me tenías preocupada. —Una bella hada de cabellera similar a la suya se acerca con cara de angustia; era su madre, la Reina Hada, Titania.
—Madre, estoy bien, sólo fue un pequeño susto, prometo que no volverá a pasar. —Su madre se acerca y pone las manos de Áine entre las suyas. Áine siente una calidez agradable; hace tiempo que no sentía el amor de una madre, entonces se acerca más a la reina y la abraza mientras piensa para sí.
[No te preocupes, madre, esta vez no sufrirás por mí.]
La reina le corresponde el abrazo. Luego de un rato, Áine sonríe y le dice a su madre:
—Madre, necesito que me ayudes. —La reina la mira extrañada y Áine continúa—. Quiero entrenar con armas y combate cuerpo a cuerpo.
—Pero... Áine, ¡qué cosa más rara quieres! —Áine hace un puchero y un gesto tierno, tratando de conseguir lo que quiere—. Vale, mi pequeña, no me pongas esa carita, que sabes que tu madre es débil ante ti.
Tiana, que había llegado junto a la reina, mira divertida la escena, aunque también se extraña de la petición de la princesa.
—Con su permiso, majestad. —Tiana hace una reverencia a la reina y continúa—. La princesa tiene ahora una cita con el Duque Blackstone, necesita cambiarse para el encuentro.
Al escuchar Áine que tenía una cita con el Duque Román, hace un gesto de desagrado, y éste no pasa desapercibido por la reina.
—Áine, hija, ya sé lo que se comenta, pero no debes creer esas palabras de gente chismosa, ellos solo quieren el mal ajeno.
—Madre, no es sólo chisme, no quiero casarme con el Duque, es arrogante y narcisista. ¿Acaso quieres que tu hija sea infeliz en un matrimonio sin amor y sin respeto?
—Poniéndolo así, claro que no quiero verte sufrir, hija, hablaré con tu padre. Espero que esto no traiga consecuencias negativas.
Áine sonríe y le agradece a su madre. Si algo sabe que debe hacer, es salir de ese compromiso. Además, ella ya tiene en mente a alguien mejor como candidato para lograr sus objetivos. Áine cambia su expresión al pensar en él, y es que si había algo bueno que recordaba de la novela, era al Rey Demonio, ese sería su mejor aliado, y es quien ella quiere ganar su confianza.
En la novela lo describían como alguien valiente y osado, además de que era muy guapo y sexy. Poseía un poder increíble al punto de que solo pudo ser derrotado debido a que se unieron el Rey de los Ángeles, el Duque Román y el Rey de las Hadas.
Al ver la cara que ponía Áine, la reina la llama:
—Hija, ¿acaso me has escuchado? Prepárate para la visita del duque. No te preocupes, que hablaré con tu padre, pero mientras mantén la cordialidad con él.
La reina sale de la habitación. Tiana comienza a buscar en el guardarropa un vestido elegante, pero sencillo; ella conocía muy bien el gusto de su amiga.
—Tiana, ¿crees que si voy al Reino de los Demonios, el rey me acepte como visitante?
Tiana deja lo que estaba haciendo y mira a la princesa.
—Áine, ¿estás bien? ¿Segura que no te dañaste con la caída? —Tiana la mira seria.
—¡Uys, Tiana! Era una broma. —Y se comienza a desvestir mientras su amiga la mira preocupada.
Más tarde, mientras Áine leía en su estudio, anuncian la llegada del Duque Román de Blackstone. La chica se levanta y hace una leve inclinación como saludo cuando el duque está frente a ella. Era un chico delgado, de cabello platinado y ojos verdes; vestía uniforme, ya que era el general de las tropas del Reino de las Hadas. Guapo, pero para nada se asemejaba al gusto de Áine, por lo que hace una pequeña mueca cuando el duque le toma la mano para besar el dorso de ésta.
—Un gusto saludarlo, duque Blackstone —dice Áine mientras esconde la mano para limpiarla con la tela de su vestido.
—El placer es mío, alteza —Román sonríe de forma socarrona y se sienta frente a la princesa. Ella regresa a su asiento y pide que les sirvan el té y los postres.
—Espero que al duque no le moleste que lea, es que a veces se encuentra mayor placer en una buena lectura que en otras cosas más mundanas —Áine sonríe de satisfacción al ver la cara de molestia del duque; al parecer no es tonto y se dio cuenta de su insinuación.
—Prima, ¿pero qué cosas dices? El duque podría malinterpretar tus palabras —En la puerta entra una chica de cabello rubio, ojos verdes y de apariencia tierna; era obvio que se trataba de Amelia. Áine voltea los ojos, toma su taza de té con elegancia y le responde.
—Al menos yo no me escondo para decir o hacer las cosas, querida prima. —Bebe de su taza elegantemente. Amelia se pone roja de la ira y el duque mira hacia un lado, tratando de ignorar la situación.
—Disculpa las palabras de mi prima, Román, no las tomes en cuenta, debe ser que le duele algo por la caída que tuvo. —Amelia intenta mofarse de Áine, pero la princesa no estaba dispuesta a permitir que la rubia saliera ganando.
—¡Oh, por el contrario, prima! Ahora estoy con mis sentidos más activos que antes, incluso puedo notar si estoy cerca de alimañas. Quizás es hora de hacer una limpieza en el palacio, porque siento que muy cerca de mí hay algunas.
El duque y Amelia estaban más rojos que antes. La pelirrosa se levanta de su sitio, toma el libro y hace una reverencia pequeña al duque.
—Disculpe, Duque Blackstone, al parecer mi presencia se ha tornado incómoda. Quizás podamos hablar en otro momento, pero no se preocupe, creo que se sentirá mejor con Amelia. Viendo que lo tutea, debe tener más confianza con ella. —Áine se marcha, dejando a Amelia hecha una furia. A lo lejos puede escuchar los gritos de enojo de la chica, entonces una sonrisa se dibuja en el rostro de la princesa y comienza a dar brinquitos mientras camina.
Tiana, que la seguía, estaba impresionada; su amiga nunca se había comportado así, pero estaba muy alegre de verla defenderse. Ella sí conocía la verdadera cara de Amelia y sabía que no era buena, siempre estaba haciendo quedar mal a Áine y envidiaba todo lo que la princesa tenía.
Para Áine, este era el principio del fin de Amelia y el duque. La venganza contra aquellos que la habían hecho menos y el camino hacia su libertad. Ahora debía planear todo con mucho cuidado y entretejer los hilos de su plan meticulosamente.