Es la historia de Nico, el hijo de Anna y Enzo, aunque no es necesario leer la anterior para comprender esta.
Nicolas Parisi un CEO que no creía firmemente en el amor, concentrado en su trabajo, un día se fijó demás en su secretaria, una joven con una belleza inigualable que él empezó a desear.
Cada vez era más las veces que él se perdía en sus pensamientos al pensar en Helena, su secretaria, una chica con noble apariencia y que aparentaba inocencia, él empezó a sentirse más atraído por ella.
Helena empezó a invadir sus pensamientos con más persistencia, lo que hizo que el interés de él fuera aún mayor. ¿Podrá Nicolas conquistar a Helena?
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Dos
Helena era una chica como otra cualquiera, hija de emigrantes y criada con mucho sacrificio para que pudiera llegar a donde no llegaron sus padres. Logró entrar a la universidad y estudiaba Licenciatura en negocios internacionales, conseguir trabajar a medio tiempo en Parisi SA era un gran aval para su carrera, lástima que sus abuelos habían enfermado en Brasil y sus padres tuvieron que regresar, lo que provocó que Helena necesitara aumentar sus horas de trabajo y solicitar un cambio de beca para un horario nocturno.
Por suerte, el departamento en el que vivía era propio, sus padres se habían sacrificado mucho para comprarlo y al no estar ellos, lo tenía para ella sola y el dinero que se habría gastado pagando una renta, se lo enviaba a sus padres.
No era una chica de muchas fiestas, tenía poco tiempo para eso, tampoco para amores, había tenido un novio que primero fue todo cariño y cortesía, pero al ver que ella no llegaba hasta la cama, se volvió casi agresivo, y un día logró zafarse de él, gracias a que su vecino y amigo llegó cuando él intentaba violentarla en el mismo pasillo de su piso. A ella no le interesaba tener una relación por el momento, pero tampoco le interesaba andar acostándose con nadie.
Aunque pensándolo bien, si se fuera a interesar por alguien, sería por su jefe. Nunca conoció a nadie tan serio, pero tan guapo y sexi tampoco,a ella le había gustado desde que lo vio, pero ella era solo la secretaria, a veces, cuando estaban en alguna junta, perdía la noción de lo que sucedía a su alrededor mientras lo miraba escuchándolo hablar, por suerte las juntas se grababan o no podría transcribir algunas cosas que se habían tratado.
Pero el hombre ni siquiera la veía, ella era invisible a sus ojos, él estaba en una relación a su ver bastante rara, pero era fiel a aquella mujer, en la empresa nadie nunca la había visto, ellos solo se comunicaban por teléfono, mediante citas que la misma Helena se encargaba de concertar. Cada vez que él le pedía que la llamara o esa mujer lo llamaba, a Helena se le encogía el pecho recordándose que ella no era suficiente para él, que debía mirar hacia otro lado.
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Esa noche, cuando Nico salió de casa de Samantha, iba más estresado que cuando llegó. No sabe porqué, cuando la tenía de espaldas, con su pelo rubio enredado en su puño para sujetarla bien mientras la embestía, le vino a la cabeza como sería tener en su mano el pelo negro y rizado de Helena, y como sería estar acariciando sus anchas caderas con la mano que tenia libre y que sus grandes glúteos fueran los que rebotaran contra su pelvis. Le parecía que se iba a volver loco, terminó a duras penas con Samantha, se sacó el preservativo y sin siquiera ir al baño, se puso la ropa y se fue sin decirle ni una palabra.
Al otro día en la oficina, tenía un dolor de cabeza de los mil demonios, cuando salió de casa de Samantha, antes de ir a su casa, fue a la de Helena, sabía donde era pues la había llevado muchas veces si el trabajo se alargaba, estuvo más de una hora aparcado afuera mirando su ventana encendida, hasta que la vio apagarse, después se fue y ni con el baño que se dio cuando llegó o con la casi media botella de whisky que se tomó pudo dormir.
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- Señor Parisi, recuerde que hoy cenará con sus padres- él levantó la vista para mirar a su secretaria- Lo sé porque su madre me encargó que no lo olvidara.
- Gracias Helena, no sé que haría sin ti.
- ¿Contratar otra secretaria?- le dijo ella en broma y él sonrió.
- Me alegra que me hagas reír, hoy tengo un mal día y sí, lamentablemente tendría que contratar otra secretaria pero te extrañaría.- ella lo miró con la boca un poco abierta y no supo que contestar, pestañeo varias veces y solo dijo.
- Gracias señor.- dejó las carpetas que tenía en la mano sobre el escritorio y salió de la oficina.
- Dios¿ Que me pasa? Ella no va a aguantar mi vida, no puedo seguir pensando en ella.- habló para él cuando ella salió.
El resto del día había sido un infierno, y ahora estaba sentado con su padre, hablando mientras su madre avisaba que ya podían cenar.
- Papá¿ Como se tomó mamá la noticia de la vida que llevabas cuando se lo dijiste?- le preguntó a su padre sin mirarlo, no quería que él intentara buscar nada en sus ojos y sacara conclusiones erróneas.
- Nunca tuve que decírselo, ella lo supo desde siempre, recuerda como fue que llegó a nuestra casa, me imagino que cuando abrió los ojos y vio a tu tío Angelo frente a ella, sacó sus propias conclusiones. ¿ Porqué esa pregunta ahora?- él sabía la respuesta pero quería escucharla de su hijo.
- No es nada, no te hagas líos, es solo curiosidad.
- Vamos a decir que te creo ¿Esa curiosidad lleva faldas o ropa de deporte como tu madre ?- le dijo tratando de bromear con la manera de vestirse que usaba Anna en ese tiempo.
- Déjalo papá, no sé para qué te pregunto nada.
- Te diré lo mismo que le dijo tu madre a Angelo cuando se enamoró de Lucía, si no lo hablas con ella, no te vas a enterar que es lo que piensa.
- Gracias por el consejo, pero no, es mejor dejarlo así.
- Si tú lo dices.
- Hombres de negocios- entró Anna a la sala- dejen de hablar de cosas serias y vengan a cenar, Nico, por favor avisa a tus hermanos.
- ¿ Puedo gritar desde aquí?
- No, no puedes, eso lo habría hecho yo, sube y búscalos.- le dijo su madre con las manos puestas en la cintura.
Cuando subió las escaleras, la primera habitación que encontró fue la de su hermana.
- Enana, puedo pasar- dijo con la cabeza adentro y eso le alcanzó para ver a la chica limpiarse el rostro - Ciara¿ Estás llorando?
- No, no te preocupes, no pasa nada.
- Si pasa Ciara, y es mejor que me lo digas, al final lo voy a averiguar y va a ser peor.
- Solo- dijo la chica y comenzó a llorar otra vez- solo es que, yo tengo veinte años ¿ Tú crees que es justo que llore por un chico de dieciséis?
- ¿ Dieciséis Ciara?¿ Sabes que es menor de edad verdad?
- Lo sé, no es que lo vaya a violar ni nada, solo que lo amo y él ni me ve y a veces hasta siento que me usa para que sus amigos crean lo que no es y sentirse importante. - decía mientras pasaba sus manos por la cara para limpiar las lágrimas.
- Hay Ciara, es un chiquillo todavía, déjalo que madure algo y tú mientras ve mirando otras cosas, quizás no lo ames tanto como tú crees.
- ¿Será ?
- Prueba a ver y si piensas que te está usando no te dejes, si quiere sentirse importante que luche y se lo gane.¿ Puedo saber quién es?
- No, no puedes, tú y papá son iguales, y no quiero que al otro día él venga a suplicar mi perdón por algo que a lo mejor ni sabe que hizo.
- Tienes razón, mejor no me digas, ahora lávate la cara y baja a cenar o la señora Parisi subirá a por tí y a esa sí tendrás que decirle el nombre del causante de esas lágrimas y créeme, eso es peor.
- Gracias Nico, cuando tengas una novia va a ser la mujer más feliz del mundo. - él solo le sonrió y pasó su mano por el pelo de la chica y antes de salir de la habitación en busca del hermano le dijo.
- No estés tan segura de eso hermanita.
dónde tiene la vivacia y la astucia