Una tarde como cualquiera, Andi escuchó el grito de una niña que le decía "papá" a su esposo. En ese momento, ella sintió que el amor era egoísta y cruel. Pero nadie sabia que ese encuentro cambiaría sus destinos.
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Pelota rosa
Nadie está preparado para ser madre o padre. Muchos manuales pueden describirte cómo iniciar ese viaje largo, pero nunca los entenderán hasta que se pongan ese traje. Ese traje que muchos no quieren ponerse por miedo o por temor a cargar con una responsabilidad tan grande, que es criar otro ser.
Andi, una joven de unos veintiocho años, soñaba con ser madre algún día, pero las posibilidades cada día eran más difíciles, debido a sus problemas de ovulación.
Una tarde salió del trabajo más temprano de lo común debido a problemas de baja tensión eléctrica en la zona donde trabajaba. Decidió pasar por un parque antes de regresar a casa. Su mente quería disfrutar del ruido infantil y hacer una pequeña parada para ordenar ese dolor que la hacía sentir vacía. El día soleado y la temperatura perfecta hacían que la tarde se vea más hermosa. Sonrió sola cuando sintió el saludo del viento golpeando su rostro y meciendo su linda cabellera.
Estaba por dar un paso cuando una pelota choco contra sus pies; ella se agachó para levantar la pelota rosa con muchos brillos. En ese instante, una niña de ocho años aproximadamente se paró frente a ella.
—¿Es tuya?— preguntó Andi a la niña con su voz encantadora.
La niña asintió con su cabeza.
—Tienes una hermosa pelota. ¿Quién te la compró?— intentó hacer conversación con la niña.
— Mi papá— respondió la niña recibiendo su pelota.
—¿Con quién viniste al parque?
—Con mi mamá—señaló a su madre. Una mujer casi de la misma edad de Andi. Andi observo a la mujer; era muy hermosa.
—Tienes una madre muy linda— dijo Andi.
—También vine con mi papá. Él está haya comprando un helado— la niña volvió a señalar.
Andi levantó la vista para ver al hombre, sus ojos se humedecieron al ver a su esposo. Sintió un golpe muy fuerte en el pecho que le costaba respirar. La niña se dio cuenta de su mal estar.
—¿Estás bien?— preguntó.
Andi solo observaba a su esposo, ignorando la pregunta de la niña. De pronto, un huracán azotó su noble corazón. Quería correr hacia él y pedirle explicaciones, pero se contuvo. Muchos niños serían testigos de las disoluciones de la vida y de las monstruosidades del ser humano. Intento sobrevivir a esa pesadilla; tomó la calma, antes de que su esposo diera la vuelta, ella se alejó de la niña.
La niña la observaba como se alejaba, noto su tristeza y sintió algo de pena por ella.
—¿Con quién hablabas, mi amor?— preguntó Dennis a su hija mientras le daba el helado en sus manos.
—No me dijo su nombre papá, pero cuando te vio se puso muy extraña y se fue.
Dennis observaba cómo la mujer se alejaba lentamente; la miró con mucha atención, jamás olvidaría esa figura y ese vestido único en la ciudad. Dejo a su hija con su madre y corrió tras de ella, pero no logro alcanzarla. Se subió a su auto y fue a esperarla en su casa.
Andi no pudo contener las lágrimas; recordó todas las promesas que se habían hecho con su esposo. En cuestión de segundos, todo se había quebrado. Quería florecer echando raíces, pero ahora el engaño le había quitado toda esperanza.
Una pelota rosa había roto el lugar que solía llamar hogar. Cuando llegó a su casa, su esposo, con lágrimas en los ojos, la esperaba. Él estaba seguro de que las cosas no volverían a ser de la misma forma, su peor miedo había dado un paso para mostrarle que no todo lo podía controlar.
Andi cerró la puerta. Dennis pensaba que su esposa perdería el control, que se abalanzaría hacia él para golpearlo y reclamarle miles de cosas, pero la vio tan callada y serena que lo único que vio fue su tristeza.
—¿Andi? Mi amor.— dijo Dennis, acercándose a ella para intentar abrazarla.
—¡No me toques, Dennis!— respondió alejándose.—Quiero que tomes tus cosas y te vayas con tu hija— continuó Andi.
—Déjame explicarte mi vida, no es lo que piensas.
—¿Cuántos años tiene la niña?— preguntó Andi mirando directamente a su esposo.
—Ocho— respondió.
—Ocho años engañada, Dennis. ¡Lamento mucho no haberte podido dar un hijo! Pero mentirme en la cara como a una estúpida fue lo más cobarde que hicist.
—Mi amor, Lara no es mi hija biológica. Déjame explicarte por favor.
—No creo poder soportar lo que tengas que decirme, Dennis. En estos momentos solo tengo ganas de tomar un cuchillo y clavártelo, pero dejaría a una niña sin padre y eso jamás me lo perdonaría— dijo Andi con la voz llorosa y sus lágrimas cayendo por su rostro.
—Será la última vez que me escuches, después de esto me iré, pero por favor déjame hablar. Muchas veces intenté decírtelo, pero tienes razón, fui un puto cobarde.
—¡Te escucho!
—Lara no es mi hija biológica; es la hija de Aylin, la amiga de mi hermana. Le prometí a mi hermana que siempre cuidaría de Aylin. Cuando se enteró de que estaba embarazada, quiso abortar, pero yo la detuve; le dije que cuidaría de ella y de su bebé, que yo sería el padre de su hija. Todo esto pasó a días de casarnos, no quise decirte nada por temor a que me dejarás. Sabes que te amo con mi vida; no quería perderte. Tampoco quise que un hermoso angelito sea sacrificado por una madre que no la quería. Muchas veces intenté decirte, pero Aylin me amenazaba con apartarme de niña si lo hacía.
—¿Quién es él verdadero padre de la niña?
—Kevin Gonza, el gran empresario.