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Entre Siglos Y Maldiciones

Entre Siglos Y Maldiciones

Status: En proceso
Genre:Romance / Época / Pareja destinada / Brujas / Reencarnación / Fantasía épica
Popularitas:3.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Lya RB

Desde que tiene memoria, Catalyn Spencer ha tenido poderes que la han llevado a ser discriminada incluso por su propia familia, pero solo su mejor amigo, Derek, la ha aceptado tal y cómo es. Sin embargo, cuando se encuentra con la bruja Victoria, su futura mentora, y la invita a unirse al aquelarre Eclipsis, descubrirá que Derek guarda más secretos de los que esperaba y podrían estar relacionados a una maldición mucho más oscura y peligrosa.
Los caminos de las personas están conectados por algo mas que el destino. Las mejores historias de amor a veces no tienen un final, a veces, ni siquiera tienen un comienzo y el hilo rojo podría romperse más de una vez.

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Prólogo: Origen

No le dolía, aunque sabía que debía de hacerlo. No sentía remordimiento, no sentía nada más que alivio y esperanza. Su razón le decía que estaba siendo cruel y despiadada, pero, en realidad, no sentía ningún pesar por la criatura quemándose frente a sus ojos. Su vida, su poder, su linaje importaban más que ella, aunque esa mujer fuera su espejo. Aunque pudiera ver sus ojos castaños reflejados en los suyos y su magia tirara de ella misma como una horca, no iba a dejar que el poco cariño que sentía por ese ser la obligara a arriesgar su vida. Aunque sus instintos que la unían a ella reaccionaran ante el dolor, estaba satisfecha con lo que había sucedido. Su propósito estaba a salvo, su vida estaba alejada de las antorchas de la Inquisicion.

Ella sufría y pagaba por lo que había hecho, teniendo mil vidas para seguir sufriendo.

Él..., él había aprendido que molestar a una bruja era una maldición.

Lucienne había aprendido su lección. El fuego quemaba los restos de su pecado y sus gritos harían eco como pago por el sufrimiento que le había hecho pasar a Florence.

Florence sonrió para sus adentros, sabiendo que jamás habría de preocuparse por ellos nunca más. Se alejó, con los gritos haciendo eco en sus oídos y con el delicioso olor de la carne calcinada llenando sus pulmones. La gente celebraba, el peligro se había ido de sus hogares y sus hijos estarían protegidos de la maldad del diablo. Eso murmuraban. Bailaban como si hubieran erradicado el mal, ¡pobres almas ignorantes!

Aceleró el ritmo, pues pronto terminaría la muerte de esa chica Lucienne y no demorarian en llevarlo a él, a Alistair, a su destino final. Se sentía tan satisfecha consigo misma que juraba que había encontrado la paz, que su poder se transmitía a través de su respiración. Crecía, tan salvaje y placentero. Cada paso que daba se convertía en muerte. La tierra se secaba, las plantas se marchitaban. Sabían que obedecían a sus órdenes, que ella controlaba la vida a su antojo, que su dueña había regresado y que su linaje se extendería hasta los confines del tiempo. Ella tendría el poder, y solo ella. Había aceptado a su retorcida magia, por fin.

Pasó por las deprimentes casuchas que conformaban su aldea, cada una más destrozada y podrida que la anterior. Podría arreglar cada una de las vidas que rogaban por sobrevivir cada día, aprendería cómo hacerlo. Ahora ella tenía el control y el poder suficiente. La querrían, tanto como alguna vez quisieron a la mujer cuyos gritos se desvanecían.

Siguió caminando por el camino empedrado, ignorando el hedor, ignorando los gritos de emoción de la gente al escuchar que un nuevo engendro del mal se quemaba y aullaba de dolor. Podía escucharlos hablar tan fuerte y claro como si estuvieran a su lado: su mala suerte se terminaría con el fin de esa diabólica vida y la primavera llegaría más temprano ese año, haciendo crecer sus cosechas, sus esperanzas, sus vidas. La bruja se había ido, ya no quedaban rastros de la huella del diablo que pudiera traerle más desgracias a aquella desolada tierra a la que algunos llamaban Abandonada por Dios.

¡Si tan solo pudieran saber por qué la quemaban en realidad!

La mujer rió y se cubrió con la capucha de su desgastada capa, no podía arriesgarse a que la reconocieran...

El bullicio de la gente se convirtió en apenas un leve susurro cuando salió a las llanuras más alejadas de la aldea, donde vio, con una pequeña punzada en el pecho, como arrastraban a Alistair hasta la Iglesia. Sí lo estaban llevando a ese lugar, significaba que las cuatro horas solares habían transcurrido y el cuerpo de ella yacía hecho cenizas. Ya no existía, habia muerto. Él, en cambio, era un mar de sangre, pero se aferraba a la vida. Tal vez por dolor, tal vez por venganza. Lo conocía lo suficiente como para saber que cada sentimiento y acción que proviniera de él era tan intenso y apasionado que hasta quemaba. Pero no le interesaba, de hecho. Ya no. Y nunca de nuevo. Se acercó a los hombres con sotanas negras e hizo una pequeña reverencia, juntando sus palmas frente a ella y evitando hacer una mueca de disgusto al notar las cruces colgando de sus cuellos.

- ¿Qué hace por aquí, señorita? - le preguntó uno de ellos, arqueando las cejas y deteniendo su caballo. El cuerpo de Alistair dejó de arrastrarse por el suelo; un bulto de carne sin importancia que se merecía cada tortura.

- Tengo unos asuntos pendientes con él.

- Ah, ya veo -. El hombre sonrió y la invitó a subirse a su carreta.

No le gustaba tener a personas tan desagradables tan cerca, pero era el último sacrificio que requería de su atención para cumplir su destino. El hombre juntó su hombro contra el suyo e hizo galopar a su caballo, hablando todo el camino. La mujer no escuchó ni una sola palabra, ¿qué podría decirle un hombre cómo él que ella ya no supiera? Había sido su cometido, su plan. Sin su intervención seguirían persiguiendo un camino en círculos, como perros rabiosos persiguiendo su cola. Y ella tenía más poder ahora. Estaba protegida y confiaban en su palabra, en su encanto, en su inteligencia. Su poder no era una herejía, sino más bien una ayuda. Un don.

Al llegar a las puertas de madera de la Iglesia su estómago se revolvió, pero se obligó a mantener la compostura y a bajarse de la carreta sin ayuda del pobre y desgraciado hombre. Escuchó los gemidos de dolor de Alistair, pero también como maldecia al mundo entero. Más cardenales llegaron para levantarlo del suelo y lo tiraron contra la baldosa de la Iglesia. Él escupió sangre, se arrastró por el suelo e intentó ponerse de pie. Sorprendentemente, tuvo éxito.

La bruja volvió a sonreír. Claro que lo haría, ¿quién había logrado arrebatarle la dignidad y el coraje a ese hombre? Ni siquiera humillado y moribundo podían quitarle su fuego.

- ¿Para qué me trajeron aquí? - habló él con la voz destruida, ronca, como si hubiera llorado por horas, pero con la suficiente fuerza como para que sus palabras hicieran eco.

- Sabes para qué - contestó una voz sombría desde el altar de la Iglesia.

Florence reconoció esa voz y corrió a su encuentro. El hombre la rodeó con sus brazos y le indicó que se hiciera a su lado. Le encantaba mirar a Alistair desde arriba. Todo estaba saliendo maravillosamente bien.

- Solo matenme, ¿para qué tenerme aquí manchando su sagrado santuario? - dijo él con ironía escupiendo sangre - Un hereje manchando la casa de Dios, que desgracia.

También le encantaba verlo sangrando, pero sonriendo como un caballero que aún no se rendía. Tenía la suficiente valentía y fuerza como para pararse erguido y hablar con autoridad, como si su masacrado cuerpo no estuviera a punto de colapsar. Florence abrió más los ojos y extendió las manos, y su fuerza se rompió. Él cayó de rodillas con un grito desgarrador y vomitó sangre.

El sacerdote a su lado le apretó la cintura y sonrió.

Cuando Alistair alzó su mirada, Florence pensó que le gritaría hasta quedarse sin voz, pero no lo hizo. Solo jadeo y escupió, intentando volver a pararse. Ella no se le permitió, dejándolo oprimido contra el suelo, empujando sus huesos y músculos a arrodillarse y rendir cuentas.

- Eso sería muy benévolo para ti - le contestó el religioso a su lado, bajando las escaleras. Con su sotana ondeando tras de sí, el hombre se acercó a Alistair y lo pateó en el rostro. No sería tan apuesto después de eso.

- Tienes que pagar más - continuó diciendo Florence, siguiendo al sacerdote y arrodilladonse frente a él. Le alzó la barbilla hasta hacer que sus ojos se encontraran y curvo sus labios en una sonrisa que sabía a victoria -. Tienes que sufrir más.

Él le escupió en la cara.

- Hipócritas, ¿me van a juzgar por el pecado que todos ustedes han cometido?

- Nosotros nunca haríamos lo que te atreviste a hacer.

Él miró al sacerdote con desdén, rodando los ojos.

- Querida mía - la llamó el hombre con la sotana -, ¿me harías los honores?

- Será un placer -. Se puso de pie, se alisó la falda, se ajustó la blusa y se paró justo en frente de la gran cruz de madera de roble que se erguía frente a ella. Alzó las manos y las velas se encendieron.

Sentía la mirada de él sobre ella. Perfecto.

Entonces, empezó a cantar, tan fuerte, tan nítido y tan feroz que su voz atravesó cada rincón y llenó la Iglesia con su poder. Se sentía de maravilla, tanta magia corriendo por sus venas. Ya no tenia que canalizar objetos, su poder era solo suyo. Algunos cardenales se cubrieron los oídos y otros empezaron a rezar, como si con eso pudieran protegerse. Pero su hombre sólo la admiró y lanzó un suspiro de alivio que significaba un futuro libre de amenazas. Florence continuó, pero esta vez se volteó para verlo a la cara.

Nunca lo había visto asustado.

Sus ojos estaban más abiertos y su respiración se cortaba. Un atisbo de lágrimas se adueñó de sus ojos y soltó un grito ahogado.

Por un momento, Florence sintió tanta satisfacción que casi pierde su concentración. Pero entonces se dio cuenta, ¿él podía entenderla?

- No... - rogó él -, ¿qué estás haciendo?

Sí la entendía. ¡Eso era aún más excitante!

- ¿Cómo puedes saber lo que dice? - preguntó el sacerdote.

Pero él no respondió, solo empezó a suplicar como un animal herido.

- No, no puedes hacer esto. Detente. ¿Por qué me haces esto? ¡Detente, por favor!

La mujer siguió hasta que las llamas consumieron las velas y las puertas de roble se abrieron con estruendo, destruidas por un vendaval que chocó contra el cuerpo de él y que lo hicieron gritar con furia. Después, en el suelo, empezó a quejarse y a sostener su cabeza con desespero.

- ¡Quema! - gritaba -, ¿qué me estás haciendo?

- Lo que mereces.

Él gritó y alzó su cabeza hacia el cielo, para luego empezar a retorcerse como una lombriz muriendo.

En el momento en que Florence terminó el hechizo, él yacía inconsciente en el suelo, rodeado de un mar de sangre.

- Lo hiciste - le susurró su hombre.

- Lo hice.

Y, entonces, su corazón se detuvo.

Y Florence cayó, justo como Alistair.

1
Andrexenx
Sii por fin
Andrexenx
😥
Andrés Felipe Hernández
"Te vamos a matar si sigues con tus chingaderas, mamón. Ponte con tus mamadas y te descuartizamos y tiramos de comer a los perros. Andate con cuidado porque no sabes con quién te metes, krnal"

-Victoria (2024)
Andrés Felipe Hernández
VIVAN LOS NOVIOOOOOOOOS!!
Andrés Felipe Hernández
Algo no me agrada aquí... >:v
Andrés Felipe Hernández
Eh, esa es mi frase
Andrés Felipe Hernández
"Para aprovechar la corriente del rie, no corres en su contra; te dejas llevar por el impulso de su cauce"
Andrés Felipe Hernández
So Easy (Soy ese)
Andrés Felipe Hernández
"Gracias a ti, Andrés pasó sus parciales; si eso no fue magia, ¿entonces que fue?"
Andrés Felipe Hernández
"Esto está mal, muy mal"
¿Es normal que las shippee?
Andrés Felipe Hernández
Auch
Andrés Felipe Hernández
¡¡Empieza el entrenamiento, pongan la canción de Rocky Balboa!!


*Motivational Música intensified"
Andrés Felipe Hernández
Imagino la escena en mi cabeza y la cara de Catalyn tipo: :0
Andrés Felipe Hernández
Fue un suspiro de "Dios, menos mal que aún tiene"
Andrés Felipe Hernández
Rutina de skincare y 10 ave Marías Bv
Andrés Felipe Hernández
De noche: Un aquelarre de magia
De día: Call Center de portabilidad de Claro :v
Andrés Felipe Hernández
No digas eso, chiquita
Andrés Felipe Hernández
Golpe bajo :v
Andrés Felipe Hernández
¿Que quien es Catalyn?
para unos, una extraña
para mi, mi diosa
mi aire vital para respirar
mi corazón palpitante
mi medicina
mi uso de razón
Andrés Felipe Hernández
AGARRENME que la mato :)
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