Capítulo dos: Emperadores. Parte cuatro.

—No pareces emocionada, pero tampoco aburrida. Lo he notado desde que te empecé a visitar para hablar de cosas delicadas, pero ahora no me queda duda. Es como si supieras sobre política, ¿será porque regresaste en el tiempo? Pero eso no tendría sentido, una dama de la alta sociedad jamás está interesada en asuntos políticos —interrumpe sus quejas para hacer ese pequeño intervalo de tiempo y saciar su curiosidad.

Me encojo de hombros sin mucha emoción, llevo la taza a mis labios y bebo un sorbo del té.

—Ah, debe ser porque anteriormente estudie sobre la política. Quería ayudarlo tanto como me fuera posible que me vi involucrada en los problemas políticos y financieros del Imperio —dejo la taza en su lugar, Dreg me observa interesado.

—Es cierto, tu alma ya ha pasado por esto mucho antes de que ocurriera, a veces olvido quién eres, pero eso me recuerda, hace ya dos años que te conozco y durante ese tiempo, jamás habías mencionado sobre tu otra vida, ni cómo moriste —me tenso, es cierto que puedo compartir mis secretos con Dreg porque es el único que me creería, sin embargo, no quiero recordar nada de la tragedia, puedo evitarla, pero no hablaré sobre ello.

—No hablemos de eso.

—Tengo curiosidad, llevo mucho tiempo sintiendo curiosidad, ¿cómo moriste? —se inclina hacia delante, bastante emocionado queriendo que le diga algo, sin embargo, no es mi plan revelar nada de lo que ocurrirá, si no me afecta directamente o a mi familia, no me interesa volverme una heroína. Este Imperio no ha hecho nada por mí, por lo que no le debo nada, ni a la familia real, ni a sus habitantes—. Bueno, parece que he tocado un tema bastante delicado, será mejor que me detenga si no quiero que me eches la siguiente vez que venga. Fue bueno hablar contigo, Catarina —se acerca a mí y toma mi mano, hace una pequeña reverencia mientras besa mi dorso, lo miro molesta. Antes de que me suelte, las puertas se abren de par en par.

—¡Catarina! —Dreg se tensa y ambos miramos a mi padre que se ve molesto y agitado. Dreg me suelta.

—Buenas tardes, gran duque Andersen. Justo ahora me estaba despidiendo de lady Catarina. Nos volveremos a ver, mi lady —camina a toda prisa para alejarse de mí, mi padre lo sigue con la mirada. Se ha vuelto muy sobreprotector conmigo, no me molesta—. La próxima vez que venga, será con una solicitud formal de matrimonio para Catarina —se que esta bromeando con mi padre, porque sonríe divertido y se marcha corriendo antes de que mi padre lo alcance.

—A partir de ahora se tiene prohibida la entrada a ese pequeño demonio —ordena mi padre, sonrío divertida, me acerco hasta mi padre y lo abrazo.

—Supe que te fuiste desde temprano al palacio, ¿estás bien? —su mirada se suaviza cuando me observa, me levanta y me sostiene con sus brazos, le doy un beso en la mejilla y rodeo su cuello con mis manos. Estoy temblando. Mi plática con Dreg me ha dejado pensativa. Es cierto. En este año, es cuando comienza mi desdicha y la de mi familia.

—¿Por qué no lo estaría? Solo me hicieron enfadar, pero eso es común cuando voy al palacio —salimos de la sala y camina llevándome, tal vez, a su despacho—. Por cierto, hable con tu profesor. Me ha dicho que eres muy buena en todo lo que te deja, que vas muy avanzada para alguien de tu edad —miro a otro lado avergonzada, la verdad es que ya lo sé todo eso, por lo que es bastante aburrido volver a estudiar y por eso me adelante, aunque ahora estoy viendo cosas que no sabia en mi vida pasada, pero la carga es al doble—. Eres un niña genio, ¿no? —me río y niego con la cabeza, pego mi mejilla a la de papá, tengo que aprovechar este cuerpo de niña, porque cuando sea grande será difícil tener el mismo contacto que ahora.

—Es porque me parezco a papá —se ríe encantado, cuando llegamos a su despacho un sirviente ya lo esta esperando. Por la ropa que lleva puesta, puedo deducir que el Emperador lo envió.

—Gran duque Andersen, lady Andersen, el Emperador solicita la presencia de ambos en el palacio imperial —me tenso y me aferro más a papá.

Volver al palacio. Desde que regrese a este cuerpo he evitado a toda costa pisar el palacio. No quiero ver a los príncipes, ni encontrarme con Grover, porque de verlo, querré asesinarlo por lo que le hizo a mi familia. Me estaba preparando psicológicamente para el debut de Karl, que será en el palacio, pero habría tanta gente que sería poco probable encontrarme con alguno de esos bastardos, pero la situación ha cambiado ahora.

—¿Hay algún motivo en especial?

—Son órdenes directas del Emperador —tenemos que ir.

—Está bien, papá. Iré a arreglarme —le doy una palmada en su hombro, señal para que me suelte, me deja en el suelo y me mira preocupado. Debe de sospechar algo—. Enseguida vuelvo.