La Videollamada de Ernesto

El reloj marcaba las cuatro de la tarde cuando Don Pepe, en un alarde de valentía mal calculada, se encontró en una posición que desafiaba tanto la lógica como la dignidad: medio cuerpo dentro de la estructura del armario, sus piernas regordetas agitándose en el aire como un bailarín de flamenco principiante en plena crisis existencial.

Sus pies, enfundados en calcetines desparejados (uno a rayas y otro con pequineses), dibujaban patrones absurdos en el aire. La camisa hawaiana, ya arrugada y medio desabrochada, se había enrollado hasta mostrar una franja de su barriga peluda.

—¡Me he quedado atascado! —su voz rebotaba dentro del mueble con un eco que lo hacía sonar como si estuviera cantando en la ducha—. ¡Ay, Martita, ayúdame!

La imagen era tan ridícula que Marta tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada. Sus ojos bailaban entre la preocupación genuina y la diversión absoluta.

—¡Don Pepe, por Dios! —exclamó, mientras observaba el espectáculo—. ¿Cómo se le ocurre meterse ahí dentro?

—¡Quería comprobar la calidad! —se defendió él, su voz amortiguada por la madera. Sus piernas seguían su danza improvisada, como si estuvieran participando en su propio concurso de talentos—. ¡Un buen mueble debe probarse desde dentro!

El tintineo característico de una videollamada entrante interrumpió la escena. Era Ernesto. La memoria de Marta viajó instantáneamente a tres días atrás, mientras observaba a Don Pepe hacer su imitación involuntaria de una sardina en lata.

[Tres días antes]

—Cariño, estoy estancada en los cinco mil seguidores —se quejaba Marta, recostada en el sofá mientras revisaba las estadísticas de su canal "Marta's DIY & Life"—. He probado de todo: tutoriales de cocina, decoración de interiores, hasta me puse a hacer origami con servilletas.

Ernesto, desde la pantalla del portátil, la miraba con esa mezcla de ternura y diversión que reservaba para sus momentos de frustración.

—¿Y si pruebas con algo más... ambicioso? —sugirió—. Algo que realmente llame la atención.

—¿Como qué?

—No sé, ¿un proyecto de bricolaje más grande? La gente ama ver transformaciones dramáticas.

Los ojos de Marta se iluminaron. —¡Un armario! Uno de esos modernos que parecen sacados de una revista de decoración.

—Exacto. Y ya sabes, si necesitas ayuda...

—Lo sé, lo sé, llamaré a un profesional —había respondido ella, ya navegando por Amazon.

[Presente]

—¡Di que soy tu ayudante de YouTube! —susurró Don Pepe con urgencia desde su prisión de madera, arrancando a Marta de sus recuerdos.

Con una sonrisa nerviosa, Marta contestó la llamada. —¡Hola, cariño!

—¿Qué es ese ruido? —la voz de Ernesto sonaba distorsionada por la conexión, pero su curiosidad era evidente.

—¡Estoy grabando un tutorial! —improvisó Marta, mientras observaba de reojo cómo Don Pepe intentaba liberarse con la gracia de un elefante en una tienda de porcelana—. Ya sabes, para mi canal...

Un crujido amenazador interrumpió su explicación, seguido por el sonido de madera protestando.

—¿Desde cuándo tienes un...? —comenzó Ernesto, pero fue interrumpido por un estruendo apocalíptico.

Don Pepe había logrado liberarse, pero en el proceso se había llevado consigo media estructura del armario. Yacía en el suelo como un náufrago en una isla de astillas y tornillos, su camisa hawaiana ahora decorada con lo que parecían ser virutas de madera estratégicamente colocadas.

—¿Qué ha sido eso? —la voz de Ernesto sonaba alarmada.

Marta, observando el desastre mientras Don Pepe intentaba mantener su dignidad entre los escombros de lo que debería haber sido su armario, improvisó:

—¡Efectos especiales! —exclamó con un entusiasmo que sorprendió incluso a ella misma—. Para hacer el vídeo más... ¿dinámico?

Don Pepe, cubierto de polvo como un buñuelo espolvoreado con azúcar, levantó un pulgar tembloroso desde su posición en el suelo. El polvo de madera danzaba a su alrededor como un halo travieso, dándole un aspecto casi angelical... si los ángeles vistieran camisas hawaianas dos tallas más pequeñas y tuvieran problemas con los espacios reducidos.

—Te llamo luego, cariño —se despidió Marta apresuradamente, sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo de contener la risa—. ¡Tengo que editar el vídeo!

Apenas colgó, el apartamento estalló en carcajadas. La risa de Marta, cristalina y liberada, se mezclaba con la de Don Pepe, más grave y entrecortada. El sonido rebotaba en las paredes como una melodía contagiosa, mientras sus cuerpos se estremecían con cada nueva oleada de hilaridad.

Don Pepe, aún en el suelo, observaba a Marta reír. Su cabello revuelto, las mejillas sonrojadas, y esa manera de echarse hacia atrás cuando la risa la dominaba, exponiendo la suave curva de su cuello... Un pensamiento pecaminoso cruzó su mente como un relámpago: si hubieran estado en una situación más... comprometedora, Marta jamás se habría delatado frente a su esposo. La idea le provocó un cosquilleo de satisfacción que se extendió por todo su cuerpo, haciendo que su bigote se agitara con renovado vigor.

Se incorporó con toda la dignidad que pudo reunir, sus rodillas protestando como bisagras oxidadas. Al sacudirse el polvo, sus manos regordetas se movían con una delicadeza sorprendente sobre su camisa, que ahora parecía haber sobrevivido a una guerra con una carpintería.

—Bueno —declaró con una seriedad profesional que contrastaba cómicamente con su aspecto empolvado—, creo que hemos comprobado que este armario no era de muy buena calidad.

Marta, todavía con pequeñas risitas escapando de sus labios, observó el desastre a su alrededor. Para su propia sorpresa, no sentía el disgusto que debería ante semejante caos. Había algo en la presencia de Don Pepe, en su torpeza encantadora y su descaro persistente, que le provocaba una extraña mezcla de diversión y... ¿anticipación?

—Don Pepe, creo que mejor llamo a un profesional —dijo, mientras se apartaba un mechón rebelde del rostro, un gesto que no pasó desapercibido para su improvisado ayudante.

—¡Pero si ya tienes uno aquí! —protestó él, ajustándose el bigote con un gesto que pretendía ser seductor—. Aunque quizás necesitemos más... práctica.

La palabra "práctica" quedó flotando en el aire, cargada de promesas no dichas y posibilidades apenas sugeridas. Marta sintió un hormigueo en el estómago que prefirió ignorar.

—Lo que necesitamos es un milagro —respondió, mirando los restos del armario, aunque sus pensamientos vagaban por territorios más peligrosos.

Don Pepe se dirigió hacia la puerta con un ligero cojeo, pero manteniendo esa dignidad peculiar que solo los verdaderos casanovas pueden conservar incluso cubiertos de polvo y astillas.

—Recuerda, Martita —se detuvo en el umbral, su silueta recortada contra la luz del pasillo—, que las mejores historias siempre empiezan con un desastre. Y si necesitas más... tutoriales —guiñó un ojo con picardía—, ya sabes dónde encontrarme.

Mientras lo veía alejarse por el pasillo, Marta se sorprendió a sí misma sonriendo de una manera que no debería. El armario estaba destrozado, sí, pero había ganado algo más que una historia para contar. Ese "algo" que no se atrevía a nombrar, pero que le provocaba un cosquilleo travieso en el estómago cada vez que pensaba en futuros "tutoriales" con su nuevo "experto en YouTube". 

Su canal necesitaba más seguidores, después de todo, y las mejores historias, como había dicho Don Pepe, siempre empezaban con un desastre. Aunque quizás, solo quizás, este desastre particular podría llevar a lugares más interesantes que un simple incremento de visualizaciones.

Capítulos
1 Bienvenidos al Edificio
2 Subiendo las Escaleras
3 Regañando a Don Pepe
4 Las Reglas de la Comunidad
5 Desafiando las Leyes de la Física
6 El Vestido Veraniego
7 La Peculiar Rosario
8 Desnudando a una Gacela
9 Las Llaves Perdidas
10 El Mueble Rebelde
11 La Videollamada de Ernesto
12 Transmisión en Vivo
13 Risas y Malos Entendidos
14 Un Éxito en las Redes Sociales
15 Fiesta para Ernesto y Marta
16 Accidentes en la Fiesta
17 Inusitadas Ocurrencias
18 Recuerdos de la Fiesta
19 El Sueño del Edificio
20 Invitación no Rechazada
21 Triángulos Amorosos
22 En Salón Comunitario
23 Los Primeros Vecinos
24 Se Pone Interesante
25 Escaneo y Recuerdos
26 ¿Empieza la Sesión o los Enredos?
27 Los Gemelos al Ataque
28 Final de Sesión de Yoga
29 Un Mensaje de Amor
30 ¿Tantos Sospechosos?
31 Todos se Acusan
32 El Misterio Continuará
33 Cine en la Azotea
34 Pequeños Inconvenientes
35 Apagón en la Azotea
36 Y se Hizo la Luz
37 Salón de Eventos del Edificio
38 Entre Marta y Rosario
39 Un Espectáculo Maravilloso
40 Una Bailarina de Porcelana
41 Regalos y Resignación
42 La Noche de las Confesiones
43 Por Las Noches Alguien La Sigue
44 Admirando la Creatividad
45 Masajeador de Cuellos
46 Los Nombres Cambiados
47 Sonidos Muy Sospechosos
48 El Misterio de los Mensajes
49 Material Educativo y Balcón Ajeno
50 Movimientos Extraños y Encajes de Colores
51 Las Tuberías de Agua Pueden Esperar
52 El Beso
53 Discreción, un Concepto tan Extraño
54 A Ignorar los Chismes
55 ¿Enseñar Matemáticas u Otra Cosa?
56 Pensamientos Prohibidos
57 El Hallazgo Que Desata El Caos
58 Cómo Un Reguero De Pólvora
59 Se Generaliza Murmullos y Chismes
60 Un Pensamiento Inquietante
61 Cuatro Veces Negado
62 El Descubrimiento
63 Propuesta Indecente
64 Un Juego Peligroso
65 Un Chivo Expiatorio
66 Acorralado
67 Nada es Gratis
68 ¿Y si Esa Prenda Fuera Mía?
69 Enredos Con La Prenda Íntima
70 Aparece la Dueña de la Prenda
71 ¡Atención, lectores apasionados de "Abriendo Placeres en el Edificio"!
72 Crónica de un Desastre Anunciado
73 Presagio De Una Tormenta
74 Telarañas De Secretos
75 Esta Noche, Encaje Negro
76 ¿Quiénes Son Esos Admiradores?
77 El Tribunal Del Deseo
78 Reunión Vecinal Aburrida
79 Una Reacción En Cadena
80 El Robo De La Intimidad
81 Desaparición De Una Prenda Roja
Capítulos

Updated 81 Episodes

1
Bienvenidos al Edificio
2
Subiendo las Escaleras
3
Regañando a Don Pepe
4
Las Reglas de la Comunidad
5
Desafiando las Leyes de la Física
6
El Vestido Veraniego
7
La Peculiar Rosario
8
Desnudando a una Gacela
9
Las Llaves Perdidas
10
El Mueble Rebelde
11
La Videollamada de Ernesto
12
Transmisión en Vivo
13
Risas y Malos Entendidos
14
Un Éxito en las Redes Sociales
15
Fiesta para Ernesto y Marta
16
Accidentes en la Fiesta
17
Inusitadas Ocurrencias
18
Recuerdos de la Fiesta
19
El Sueño del Edificio
20
Invitación no Rechazada
21
Triángulos Amorosos
22
En Salón Comunitario
23
Los Primeros Vecinos
24
Se Pone Interesante
25
Escaneo y Recuerdos
26
¿Empieza la Sesión o los Enredos?
27
Los Gemelos al Ataque
28
Final de Sesión de Yoga
29
Un Mensaje de Amor
30
¿Tantos Sospechosos?
31
Todos se Acusan
32
El Misterio Continuará
33
Cine en la Azotea
34
Pequeños Inconvenientes
35
Apagón en la Azotea
36
Y se Hizo la Luz
37
Salón de Eventos del Edificio
38
Entre Marta y Rosario
39
Un Espectáculo Maravilloso
40
Una Bailarina de Porcelana
41
Regalos y Resignación
42
La Noche de las Confesiones
43
Por Las Noches Alguien La Sigue
44
Admirando la Creatividad
45
Masajeador de Cuellos
46
Los Nombres Cambiados
47
Sonidos Muy Sospechosos
48
El Misterio de los Mensajes
49
Material Educativo y Balcón Ajeno
50
Movimientos Extraños y Encajes de Colores
51
Las Tuberías de Agua Pueden Esperar
52
El Beso
53
Discreción, un Concepto tan Extraño
54
A Ignorar los Chismes
55
¿Enseñar Matemáticas u Otra Cosa?
56
Pensamientos Prohibidos
57
El Hallazgo Que Desata El Caos
58
Cómo Un Reguero De Pólvora
59
Se Generaliza Murmullos y Chismes
60
Un Pensamiento Inquietante
61
Cuatro Veces Negado
62
El Descubrimiento
63
Propuesta Indecente
64
Un Juego Peligroso
65
Un Chivo Expiatorio
66
Acorralado
67
Nada es Gratis
68
¿Y si Esa Prenda Fuera Mía?
69
Enredos Con La Prenda Íntima
70
Aparece la Dueña de la Prenda
71
¡Atención, lectores apasionados de "Abriendo Placeres en el Edificio"!
72
Crónica de un Desastre Anunciado
73
Presagio De Una Tormenta
74
Telarañas De Secretos
75
Esta Noche, Encaje Negro
76
¿Quiénes Son Esos Admiradores?
77
El Tribunal Del Deseo
78
Reunión Vecinal Aburrida
79
Una Reacción En Cadena
80
El Robo De La Intimidad
81
Desaparición De Una Prenda Roja

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