Regañando a Don Pepe

El tercer piso tenía una personalidad propia. Las puertas de madera noble, aunque algo desgastadas, guardaban historias tras sus mirillas de latón. El papel pintado, con su patrón de flores art nouveau, parecía cobrar vida bajo la luz que se filtraba por la claraboya del techo. Un antiguo banco de madera descansaba junto al extintor, testigo silencioso de encuentros furtivos y conversaciones susurradas.

Cuando por fin alcanzaron el tercer piso, María Alejandrina los esperaba en el rellano, sosteniendo lo que parecía ser un bizcocho con aspecto sospechosamente chamuscado y una mirada que podría haber derretido el polo norte.

—Bienvenidos al edificio —dijo con una sonrisa que ocultaba tanto veneno como azúcar—. Don Pepe, ¿no tenías que arreglar el grifo del baño? ¿O prefieres seguir "vigilando" a los nuevos vecinos?

—Estoy... prestando un servicio... comunitario... —respondió él entre jadeos, apoyándose en la pared mientras sus ojos seguían magnetizados hacia Marta.

—El único servicio que vas a prestar es el de urgencias como sigas haciendo esfuerzos —replicó su esposa, para después volverse hacia Marta con renovada amabilidad—. El bizcocho está un poco tostado, pero el sabor está intacto. Como el matrimonio: aunque se queme por fuera, lo importante es lo de dentro, ¿verdad, Pepe? Aunque algunos prefieran probar pasteles ajenos...

Ernesto miró su reloj por tercera vez en los últimos cinco minutos, ajeno a la tensión que podría cortarse con un cuchillo de mantequilla.

—Cariño, tengo que irme ya o perderé el tren —dijo, besando a Marta en la mejilla con la pasión de quien besa un sello—. El viaje a Valencia no puede esperar.

—¿Ya te vas? —Marta no pudo ocultar su decepción, aunque una parte de ella se preguntaba si no sería una bendición poder explorar este peculiar edificio por su cuenta—. Apenas hemos llegado...

—El trabajo es el trabajo —respondió él, mientras sacaba su maleta de viaje del montón—. Don Pepe, ¿podría ayudar a mi esposa con el resto de las cosas?

Los ojos del vigilante se iluminaron como los de un niño en una tienda de dulces, o más bien como los de un lobo ante un rebaño sin pastor.

—¡Por supuesto! —exclamó, recuperando milagrosamente el aliento—. Es mi deber velar por el bienestar de todos los vecinos... —enfatizó la palabra "todos" mientras sus ojos se desviaban hacia el escote de Marta, donde aún se escondía su botón prófugo.

María Alejandrina carraspeó sonoramente.

—Y el grifo sigue goteando, Pepe. Como tus babas. Aunque ya veo que prefieres "arreglar" otras cosas.

Mientras Ernesto se despedía apresuradamente y desaparecía escaleras abajo, Marta se quedó en el rellano, rodeada de maletas, un bizcocho quemado y un vigilante que intentaba disimular su sofoco mientras su esposa lo fulminaba con la mirada. El edificio parecía vibrar con una energía peculiar, como si las paredes guardaran secretos que poco a poco irían saliendo a la luz.

*Quería un cambio en mi vida*, pensó Marta mientras buscaba las llaves en su bolso, sintiendo aún el peso del botón entre sus pechos, *y parece que el cambio viene con extras incluidos*.

Mientras Marta organizaba su nuevo hogar, los sonidos del edificio comenzaron a revelarse como una orquesta urbana: el tintineo de las tuberías antiguas, el murmullo de conversaciones que se filtraba entre las paredes, el eco de pasos en la escalera, el zumbido del ascensor que, milagrosamente, había vuelto a funcionar justo después de que ella terminara de subir todas sus cosas.

A través de la ventana de su nuevo salón, podía ver el patio interior del edificio, un pozo de luz donde las cuerdas de tender formaban un entramado de historias entrelazadas: ropa interior de encaje junto a calzoncillos gastados, sábanas blancas que bailaban con la brisa como fantasmas traviesos, y una camisa hawaiana solitaria que parecía señalar acusadoramente hacia la ventana de Don Pepe.

El viejo sillón de cuero crujió bajo el peso de Don Pepe como si compartiera el mismo agotamiento de su dueño. Las manchas de sudor dibujaban mapas de geografías imposibles en su camisa, testimonio mudo de las cinco veces que había subido "casualmente" por las escaleras para ayudar a Marta, la nueva inquilina del 3ºB.

En la cocina, María Alejandrina masacraba una cebolla inocente contra la tabla de cortar. *¡Tac-tac-tac!* El cuchillo bajaba con la precisión de una guillotina revolucionaria, mientras las lágrimas —culpa de la cebolla, se repetiría después— le corrían por las mejillas.

—¿Sabes, querida? —Don Pepe se desabrochó el primer botón de la camisa, luego el segundo, como si cada uno pesara un quintal—. Creo que este edificio necesitaba algo de... aire fresco.

El *tac-tac-tac* se detuvo abruptamente. María Alejandrina emergió de la cocina blandiendo el cuchillo como un cetro real, con trozos de cebolla adheridos al delantal que rezaba "La Mejor Esposa del Mundo" (regalo de Don Pepe, que siempre tuvo un sentido del humor peculiar).

—Lo que necesita es que arregles el dichoso grifo —espetó, señalándolo con el cuchillo—. Lleva goteando desde que nuestra nieta Alejandra nació. Y no me vengas con "aire fresco", que te he visto la cara de quinceañero hormonal cada vez que subes a "revisar las tuberías".

Don Pepe se removió en el sillón, que volvió a quejarse como un anciano con artritis.

—Mujer, es una inquilina. Su esposo Ernesto, salió disparado al trabajo, me encargó que le ayudara a subir sus maletas. Es mi deber como casero asegurarme de que esté... cómoda. 

—¿Cómoda? —María Alejandrina soltó una carcajada que hubiera helado la sangre de un pingüino—. Si te he visto subir más veces hoy que en los últimos treinta años juntos. ¡Y mírate! Sudando como un pollo en el asador. ¿Cuántos años crees que tienes? ¿Veinte?

Se acercó al sillón, amenazante, con el cuchillo todavía en la mano.

—Te lo advierto, Pepe. Como te dé un infarto subiendo escaleras para ver a esa... *señora*, te remato yo misma. Aunque viendo cómo las mirabas, casi prefiero el infarto —hizo una pausa dramática—. Al menos así cobraría el seguro de vida.

Don Pepe tragó saliva. El sudor ya no era solo por las escaleras.

—Alejandrina, mi amor, exageras. Solo estaba siendo amable...

—¿Amable? —cortó ella—. ¿Y por eso viniste corriendo a echarte la colonia que te regalé en navidad? ¿La que guardabas "para ocasiones especiales"?

El silencio que siguió fue tan denso que podría haberse cortado con el mismo cuchillo que sostenía María Alejandrina.

—Bueno... —tosió Don Pepe, aflojándose aún más el cuello de la camisa—. Es que... hoy es jueves.

—¡Jueves! —exclamó ella, alzando las manos al cielo—. ¡San Jueves, patrón de los caseras nuevas!

Volvió a la cocina murmurando algo sobre la menopausia masculina y la estupidez crónica. El *tac-tac-tac* se reanudó con renovada furia.

Don Pepe se hundió más en su sillón, pensando que quizás, solo quizás, debería empezar a usar el ascensor. O mejor aún, arreglar ese maldito grifo antes de que su mujer decidiera probar si el seguro de vida cubría los "accidentes domésticos".

Luego sonrió para sus adentros, recordando el vaivén de la falda de Marta mientras subía las escaleras. Su botón perdido era un pequeño precio a pagar por semejante visión. Quizás el ascensor debería seguir "averiado" unos días más…

—¿Decías algo del grifo, mi amor? —preguntó distraídamente, mientras su mente divagaba entre escalones y encuentros casuales.

—Que como no lo arregles hoy, dormirás en el rellano —fue la tajante respuesta de María Alejandrina—. Y allí no hay ascensor que valga, ni vecinas nuevas que admirar.

El sonido de una gota cayendo rítmicamente en el baño acompañó las fantasías de Don Pepe como una peculiar banda sonora. En el 3ºB, Marta deshacía las maletas en soledad, sacando el botón travieso de su escote y guardándolo en el cajón de su mesita de noche con una sonrisa traviesa. Quizás este edificio, con sus vecinos peculiares y sus ascensores selectivos, era exactamente el cambio que necesitaba en su vida.

El edificio número 23 de la calle Velarde se preparaba para la noche como un teatro después de la función: las luces se atenuaban gradualmente, las cortinas se cerraban como telones sobre escenas inconclusas, y los sonidos se transformaban en susurros y promesas. En algún lugar, un grifo seguía goteando su particular cuenta atrás, mientras los vecinos se retiraban a sus respectivos escenarios privados, cada uno llevándose consigo un pequeño secreto de aquel primer día con su nueva vecina.

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Comments

Alba Hurtado

Alba Hurtado

se ve excitante vamos a leer que pasa con la vecina del tres b

2025-01-06

2

Total
Capítulos
1 Bienvenidos al Edificio
2 Subiendo las Escaleras
3 Regañando a Don Pepe
4 Las Reglas de la Comunidad
5 Desafiando las Leyes de la Física
6 El Vestido Veraniego
7 La Peculiar Rosario
8 Desnudando a una Gacela
9 Las Llaves Perdidas
10 El Mueble Rebelde
11 La Videollamada de Ernesto
12 Transmisión en Vivo
13 Risas y Malos Entendidos
14 Un Éxito en las Redes Sociales
15 Fiesta para Ernesto y Marta
16 Accidentes en la Fiesta
17 Inusitadas Ocurrencias
18 Recuerdos de la Fiesta
19 El Sueño del Edificio
20 Invitación no Rechazada
21 Triángulos Amorosos
22 En Salón Comunitario
23 Los Primeros Vecinos
24 Se Pone Interesante
25 Escaneo y Recuerdos
26 ¿Empieza la Sesión o los Enredos?
27 Los Gemelos al Ataque
28 Final de Sesión de Yoga
29 Un Mensaje de Amor
30 ¿Tantos Sospechosos?
31 Todos se Acusan
32 El Misterio Continuará
33 Cine en la Azotea
34 Pequeños Inconvenientes
35 Apagón en la Azotea
36 Y se Hizo la Luz
37 Salón de Eventos del Edificio
38 Entre Marta y Rosario
39 Un Espectáculo Maravilloso
40 Una Bailarina de Porcelana
41 Regalos y Resignación
42 La Noche de las Confesiones
43 Por Las Noches Alguien La Sigue
44 Admirando la Creatividad
45 Masajeador de Cuellos
46 Los Nombres Cambiados
47 Sonidos Muy Sospechosos
48 El Misterio de los Mensajes
49 Material Educativo y Balcón Ajeno
50 Movimientos Extraños y Encajes de Colores
51 Las Tuberías de Agua Pueden Esperar
52 El Beso
53 Discreción, un Concepto tan Extraño
54 A Ignorar los Chismes
55 ¿Enseñar Matemáticas u Otra Cosa?
56 Pensamientos Prohibidos
57 El Hallazgo Que Desata El Caos
58 Cómo Un Reguero De Pólvora
59 Se Generaliza Murmullos y Chismes
60 Un Pensamiento Inquietante
61 Cuatro Veces Negado
62 El Descubrimiento
63 Propuesta Indecente
64 Un Juego Peligroso
65 Un Chivo Expiatorio
66 Acorralado
67 Nada es Gratis
68 ¿Y si Esa Prenda Fuera Mía?
69 Enredos Con La Prenda Íntima
70 Aparece la Dueña de la Prenda
71 ¡Atención, lectores apasionados de "Abriendo Placeres en el Edificio"!
72 Crónica de un Desastre Anunciado
73 Presagio De Una Tormenta
74 Telarañas De Secretos
75 Esta Noche, Encaje Negro
76 ¿Quiénes Son Esos Admiradores?
77 El Tribunal Del Deseo
78 Reunión Vecinal Aburrida
79 Una Reacción En Cadena
80 El Robo De La Intimidad
81 Desaparición De Una Prenda Roja
Capítulos

Updated 81 Episodes

1
Bienvenidos al Edificio
2
Subiendo las Escaleras
3
Regañando a Don Pepe
4
Las Reglas de la Comunidad
5
Desafiando las Leyes de la Física
6
El Vestido Veraniego
7
La Peculiar Rosario
8
Desnudando a una Gacela
9
Las Llaves Perdidas
10
El Mueble Rebelde
11
La Videollamada de Ernesto
12
Transmisión en Vivo
13
Risas y Malos Entendidos
14
Un Éxito en las Redes Sociales
15
Fiesta para Ernesto y Marta
16
Accidentes en la Fiesta
17
Inusitadas Ocurrencias
18
Recuerdos de la Fiesta
19
El Sueño del Edificio
20
Invitación no Rechazada
21
Triángulos Amorosos
22
En Salón Comunitario
23
Los Primeros Vecinos
24
Se Pone Interesante
25
Escaneo y Recuerdos
26
¿Empieza la Sesión o los Enredos?
27
Los Gemelos al Ataque
28
Final de Sesión de Yoga
29
Un Mensaje de Amor
30
¿Tantos Sospechosos?
31
Todos se Acusan
32
El Misterio Continuará
33
Cine en la Azotea
34
Pequeños Inconvenientes
35
Apagón en la Azotea
36
Y se Hizo la Luz
37
Salón de Eventos del Edificio
38
Entre Marta y Rosario
39
Un Espectáculo Maravilloso
40
Una Bailarina de Porcelana
41
Regalos y Resignación
42
La Noche de las Confesiones
43
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45
Masajeador de Cuellos
46
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47
Sonidos Muy Sospechosos
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El Misterio de los Mensajes
49
Material Educativo y Balcón Ajeno
50
Movimientos Extraños y Encajes de Colores
51
Las Tuberías de Agua Pueden Esperar
52
El Beso
53
Discreción, un Concepto tan Extraño
54
A Ignorar los Chismes
55
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56
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57
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60
Un Pensamiento Inquietante
61
Cuatro Veces Negado
62
El Descubrimiento
63
Propuesta Indecente
64
Un Juego Peligroso
65
Un Chivo Expiatorio
66
Acorralado
67
Nada es Gratis
68
¿Y si Esa Prenda Fuera Mía?
69
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70
Aparece la Dueña de la Prenda
71
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72
Crónica de un Desastre Anunciado
73
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74
Telarañas De Secretos
75
Esta Noche, Encaje Negro
76
¿Quiénes Son Esos Admiradores?
77
El Tribunal Del Deseo
78
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