Subiendo las Escaleras

El botón rebelde no fue el único percance. Mientras Don Pepe se inclinaba para recoger una maleta, su walkie-talkie se enganchó en el picaporte de la garita, y al girarse bruscamente, el aparato salió volando, aterrizando directamente en el bolso abierto de Marta.

—¡Mi comunicador! —exclamó Don Pepe, lanzándose dramáticamente hacia el bolso.

—¡Mi intimidad! —respondió Marta, abrazando su bolso protectoramente.

El forcejeo resultante provocó que el walkie-talkie comenzara a transmitir:

—Aquí Don Pepe, repito, Don Pepe en una situación comprometida con la nueva vecina del 3ºB, cambio.

La voz resonó en todos los walkie-talkies del edificio, incluyendo el de María Alejandrina, que se escuchó desde algún piso superior:

—¡PEPE!

El ascensor, como si fuera cómplice de las intenciones de Don Pepe, eligió ese momento para estar fuera de servicio. Un cartel escrito a mano rezaba: "Averiado por causas técnicas (y románticas)". La última parte estaba tachada, pero aún era legible.

—¡Vaya por Dios! —exclamó el vigilante, con un entusiasmo sospechosamente exagerado—. Tendremos que subir por las escaleras. Yo iré delante para... marcar el camino. Aunque quizás sería más seguro que vaya detrás, por si alguna maleta se cae hacia atrás, claro.

—Vamos a organizarnos —dijo Ernesto, consultando su reloj por enésima vez—. Marta, cariño, tú delante para que marques el ritmo. Don Pepe en medio con las maletas, y yo detrás para... supervisar.

El vigilante contuvo una sonrisa mientras sus ojos brillaban con anticipación mal disimulada. La disposición no podía ser más perfecta si la hubiera planeado él mismo.

Los tacones de Marta comenzaron su ascenso rítmico por los escalones de mármol. Su falda lápiz rosada, esa que Ernesto había insistido que se pusiera esa mañana ("Es lo más adecuado para dar una buena primera impresión", había dicho), se tensaba con cada escalón conquistado. Don Pepe, estratégicamente ubicado en medio de la comitiva, se encontró de pronto con una vista que ningún calendario de su garita podría igualar.

—Cuidado con ese escalón, está un poco... resbaladizo —advirtió Don Pepe con voz entrecortada, aunque el escalón en cuestión estaba tan seco como su garganta en ese momento.

Marta subió el siguiente escalón con especial cuidado, provocando que la tela de su falda se estirara aún más. Un destello de encaje color crema se insinuó por un segundo, como un relámpago de tentación en una tarde de verano.

Don Pepe tropezó con sus propios pies, casi dejando caer la maleta.

—¿Todo bien ahí? —preguntó Ernesto desde su posición, ocupado con su propio equipaje.

—¡Per-perfectamente! —respondió Don Pepe, ajustándose el cuello de la camisa—. Solo estaba... admirando la... arquitectura.

—Es verdad que el edificio tiene unos acabados preciosos —comentó Marta inocentemente, inclinándose para acariciar la barandilla modernista.

Don Pepe ahogó un gemido que intentó disfrazar como tos. La "arquitectura" que estaba admirando no tenía nada que ver con el estilo modernista del edificio.

—La... la verdad es que cada escalón ofrece una perspectiva única —balbuceó, mientras sus ojos seguían el hipnótico vaivén rosado que ascendía delante de él.

Un rayo de sol atravesó la vidriera del rellano, proyectando un caleidoscopio de colores sobre la figura de Marta. La tela de su falda, ahora semi transparente bajo la luz, revelaba el contorno de una diminuta prenda interior que parecía más sugerir que ocultar.

*Bendito sea el arquitecto que diseñó estas escaleras*, pensó Don Pepe, *y bendito sea Ernesto por su brillante idea de la formación*.

La escalera del edificio era un laberinto vertical de mármol gastado y barandillas modernistas que serpenteaban hacia arriba como una invitación a la aventura. Cada rellano tenía una pequeña ventana con vidrieras de colores que proyectaban manchas de luz como confeti sobre las paredes de papel pintado vintage. El eco amplificaba cada sonido, cada suspiro, cada tacón contra el mármol, convirtiendo la subida en una sinfonía de intenciones no declaradas.

Mientras iniciaban el ascenso, una voz estridente resonó desde el primer piso.

—¡Nuevos vecinos! ¡Qué maravilla!

Era Elvira, que apareció en el rellano vistiendo una bata de peluquería tan llamativa que habría hecho parecer discreto a un árbol de Navidad. Su sonrisa brillaba tanto como los rulos dorados que coronaban su cabeza, y su escote competía en profundidad con el Gran Cañón del Colorado.

*Al menos no seré la única que llame la atención*, pensó Marta con cierto alivio.

—Soy Elvira, del 1ºA —se presentó, gesticulando con tanto énfasis que uno de sus rulos amenazó con convertirse en un proyectil—. ¡Tenemos que tomar un café! Conozco todos los secretos del edificio. Como por qué el ascensor se "avería" misteriosamente cuando hay mudanzas de vecinas guapas.

Don Pepe, que había conseguido subir tres escalones con la maleta, se detuvo para recuperar el aliento y defenderse.

—Los ascensores tienen... criterio propio... —jadeó, mientras se secaba el sudor de la frente con el dorso de la mano—. Como mi corazón, que late más fuerte en presencia de la belleza.

—Tu corazón va a latir en urgencias como sigas subiendo escaleras con esa barriga, Pepe —respondió Elvira con una carcajada.

La peluquera se acercó a Marta con la confidencialidad de quien está a punto de revelar un secreto de estado:

—Querida, en este edificio las paredes no solo oyen, ¡toman notas! ¿Ves esas manchas en el papel pintado? —señaló unas marcas que parecían manchas de humedad—. Son mapa de todos los romances que han florecido aquí. Ese corazón borroso del tercero es de cuando la señora del 4ºA se fugó con el repartidor de bombonas.

—¡Elvira! —interrumpió Don Pepe, que seguía jadeando dos escalones más arriba—. No asustes a los nuevos vecinos con historias...

—¿Historias? —Elvira alzó una ceja perfectamente delineada—. ¿Como la vez que te quedaste encerrado en el ascensor con la profesora de yoga del 2ºC y "casualmente" se fue la luz?

—¡Fue un problema técnico! —se defendió Don Pepe, aunque su rostro había adquirido el color de los geranios del patio.

—Tan técnico como tu repentino interés por el yoga... —murmuró Elvira con una sonrisa maliciosa.

En el segundo piso, Rogelio asomó la cabeza desde su puerta, aparentemente ocupado en arreglar una cerradura. Sus ojos se detuvieron en Marta como si hubiera encontrado la tuerca que llevaba buscando toda su vida. El destornillador bailaba nerviosamente entre sus dedos manchados de grasa.

—Si necesitan... cualquier cosa... —murmuró, antes de que un ruido metálico delatara que había dejado caer su herramienta—. Especialmente si el grifo gotea, o la cama rechina, o... cualquier cosa que necesite un hombre con... herramientas.

Marta sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el aire acondicionado del pasillo. *¿Es mi imaginación o en este edificio todo suena a doble sentido?*

El taller improvisado de Rogelio en el pasillo era un caos organizado de herramientas y deseos no expresados. Mientras fingía concentrarse en la cerradura, una llave inglesa se deslizó de su caja de herramientas, rodando directamente hacia los pies de Marta.

—Yo... eh... la recogeré —se ofreció, agachándose al mismo tiempo que Don Pepe, resultando en un choque de cabezas que resonó por todo el edificio.

—¡Ay! —exclamaron al unísono.

—Los únicos tornillos que tienes sueltos están en la cabeza, Rogelio —comentó Don Pepe, frotándose la frente.

Capítulos
1 Bienvenidos al Edificio
2 Subiendo las Escaleras
3 Regañando a Don Pepe
4 Las Reglas de la Comunidad
5 Desafiando las Leyes de la Física
6 El Vestido Veraniego
7 La Peculiar Rosario
8 Desnudando a una Gacela
9 Las Llaves Perdidas
10 El Mueble Rebelde
11 La Videollamada de Ernesto
12 Transmisión en Vivo
13 Risas y Malos Entendidos
14 Un Éxito en las Redes Sociales
15 Fiesta para Ernesto y Marta
16 Accidentes en la Fiesta
17 Inusitadas Ocurrencias
18 Recuerdos de la Fiesta
19 El Sueño del Edificio
20 Invitación no Rechazada
21 Triángulos Amorosos
22 En Salón Comunitario
23 Los Primeros Vecinos
24 Se Pone Interesante
25 Escaneo y Recuerdos
26 ¿Empieza la Sesión o los Enredos?
27 Los Gemelos al Ataque
28 Final de Sesión de Yoga
29 Un Mensaje de Amor
30 ¿Tantos Sospechosos?
31 Todos se Acusan
32 El Misterio Continuará
33 Cine en la Azotea
34 Pequeños Inconvenientes
35 Apagón en la Azotea
36 Y se Hizo la Luz
37 Salón de Eventos del Edificio
38 Entre Marta y Rosario
39 Un Espectáculo Maravilloso
40 Una Bailarina de Porcelana
41 Regalos y Resignación
42 La Noche de las Confesiones
43 Por Las Noches Alguien La Sigue
44 Admirando la Creatividad
45 Masajeador de Cuellos
46 Los Nombres Cambiados
47 Sonidos Muy Sospechosos
48 El Misterio de los Mensajes
49 Material Educativo y Balcón Ajeno
50 Movimientos Extraños y Encajes de Colores
51 Las Tuberías de Agua Pueden Esperar
52 El Beso
53 Discreción, un Concepto tan Extraño
54 A Ignorar los Chismes
55 ¿Enseñar Matemáticas u Otra Cosa?
56 Pensamientos Prohibidos
57 El Hallazgo Que Desata El Caos
58 Cómo Un Reguero De Pólvora
59 Se Generaliza Murmullos y Chismes
60 Un Pensamiento Inquietante
61 Cuatro Veces Negado
62 El Descubrimiento
63 Propuesta Indecente
64 Un Juego Peligroso
65 Un Chivo Expiatorio
66 Acorralado
67 Nada es Gratis
68 ¿Y si Esa Prenda Fuera Mía?
69 Enredos Con La Prenda Íntima
70 Aparece la Dueña de la Prenda
71 ¡Atención, lectores apasionados de "Abriendo Placeres en el Edificio"!
72 Crónica de un Desastre Anunciado
73 Presagio De Una Tormenta
74 Telarañas De Secretos
75 Esta Noche, Encaje Negro
76 ¿Quiénes Son Esos Admiradores?
77 El Tribunal Del Deseo
78 Reunión Vecinal Aburrida
79 Una Reacción En Cadena
80 El Robo De La Intimidad
81 Desaparición De Una Prenda Roja
Capítulos

Updated 81 Episodes

1
Bienvenidos al Edificio
2
Subiendo las Escaleras
3
Regañando a Don Pepe
4
Las Reglas de la Comunidad
5
Desafiando las Leyes de la Física
6
El Vestido Veraniego
7
La Peculiar Rosario
8
Desnudando a una Gacela
9
Las Llaves Perdidas
10
El Mueble Rebelde
11
La Videollamada de Ernesto
12
Transmisión en Vivo
13
Risas y Malos Entendidos
14
Un Éxito en las Redes Sociales
15
Fiesta para Ernesto y Marta
16
Accidentes en la Fiesta
17
Inusitadas Ocurrencias
18
Recuerdos de la Fiesta
19
El Sueño del Edificio
20
Invitación no Rechazada
21
Triángulos Amorosos
22
En Salón Comunitario
23
Los Primeros Vecinos
24
Se Pone Interesante
25
Escaneo y Recuerdos
26
¿Empieza la Sesión o los Enredos?
27
Los Gemelos al Ataque
28
Final de Sesión de Yoga
29
Un Mensaje de Amor
30
¿Tantos Sospechosos?
31
Todos se Acusan
32
El Misterio Continuará
33
Cine en la Azotea
34
Pequeños Inconvenientes
35
Apagón en la Azotea
36
Y se Hizo la Luz
37
Salón de Eventos del Edificio
38
Entre Marta y Rosario
39
Un Espectáculo Maravilloso
40
Una Bailarina de Porcelana
41
Regalos y Resignación
42
La Noche de las Confesiones
43
Por Las Noches Alguien La Sigue
44
Admirando la Creatividad
45
Masajeador de Cuellos
46
Los Nombres Cambiados
47
Sonidos Muy Sospechosos
48
El Misterio de los Mensajes
49
Material Educativo y Balcón Ajeno
50
Movimientos Extraños y Encajes de Colores
51
Las Tuberías de Agua Pueden Esperar
52
El Beso
53
Discreción, un Concepto tan Extraño
54
A Ignorar los Chismes
55
¿Enseñar Matemáticas u Otra Cosa?
56
Pensamientos Prohibidos
57
El Hallazgo Que Desata El Caos
58
Cómo Un Reguero De Pólvora
59
Se Generaliza Murmullos y Chismes
60
Un Pensamiento Inquietante
61
Cuatro Veces Negado
62
El Descubrimiento
63
Propuesta Indecente
64
Un Juego Peligroso
65
Un Chivo Expiatorio
66
Acorralado
67
Nada es Gratis
68
¿Y si Esa Prenda Fuera Mía?
69
Enredos Con La Prenda Íntima
70
Aparece la Dueña de la Prenda
71
¡Atención, lectores apasionados de "Abriendo Placeres en el Edificio"!
72
Crónica de un Desastre Anunciado
73
Presagio De Una Tormenta
74
Telarañas De Secretos
75
Esta Noche, Encaje Negro
76
¿Quiénes Son Esos Admiradores?
77
El Tribunal Del Deseo
78
Reunión Vecinal Aburrida
79
Una Reacción En Cadena
80
El Robo De La Intimidad
81
Desaparición De Una Prenda Roja

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