Algo extraño

Luego de tener una charla con su amiga por teléfono, Adalyn decidió bajar a la cocina tenía hambre así que iría a ver que podía encontrar o prepararse sin molestar a nadie. Ya había pasado la hora de la cena a la cual ella no había asistido excusándose con que tenía mucho sueño y como ella siempre hacía lo que le venía en ganas nadie discutió su decisión. Cuando iba bajando las escaleras la muchacha no pudo evitar desviar su mirada hacia el despacho de su padre, justo en ese momento la puerta se abría y el joven hombre con el que su padre se encontraba fue el primero en salir. Ella se quedó viéndolo, ya que tal como le había dicho a Katrina el tipo no estaba para nada mal, Ethan pudo ver el momento exacto en el que ella pasaba caminando y también notó cuando la mirada de esta se detenía para observarlo, él sonrió de lado, con orgullo y satisfacción.

Aunque lo observó, Adalyn siguió caminando, no se detuvo, llegó a la cocina y como allí no había nadie comenzó a rebuscar algo para comer, se fijó en la heladera, pero lo que allí había no se le antojaba, luego rebuscó en la amplia alacena y nada, hasta que por fin vio en uno de los estantes superiores las galletas que a ella tanto le gustaban, pensaba acompañarlas con un gran vaso de leche fría, y aunque no comprendía por qué estaban guardadas tan arriba se propuso alcanzarlas. Miró por debajo de la mesa y las bancas tratando de encontrar un pequeño banquillo que las mujeres que trabajaban en la cocina solían utilizar cuando no podían alcanzar alguna cosa, pero no lo encontró. Entonces con mucha determinación se paró frente a aquel mueble, llevó el dedo índice a su barbilla y comenzó a pensar.

Mientras estaba en la cocina, perdida en sus pensamientos, ella observaba la alacena donde se encontraban guardadas sus galletas favoritas, quería comerlas, las necesitaba con urgencia, de pronto recordó al invitado de su padre, al cual había visto minutos atrás. El hombre le había resultado bastante extraño desde el momento en que lo vio, pero no era de su incumbencia juzgar a los socios de su padre, así que desechó cualquier pensamiento que la distrajera de su objetivo, el cual era comerse las dichosas galletas con leche fresca.

La muchacha se acercó un poco más a la alacena y cuando estuvo todo lo más cerca que pudo, evaluó la situación y tuvo que reconocer que las galletas estaban claramente fuera de su alcance. Después de unos minutos de contemplación, decidió probar parándose en puntillas para intentar alcanzarlas, ignorando completamente que alguien la observaba desde la puerta.

Con un par de intentos fallidos, Adalyn bufó frustrada y comenzó a despotricar contra Azael, su guardaespaldas, lamentando que no estuviera allí para ayudarla.

-¡Maldición, Azael!- se quejaba la joven- ¿Dónde estás cuando te necesito? ¡Andas todo el tiempo detrás mío! Y justo cuando más te necesito no estás- murmuró en voz alta, sin darse cuenta de que su lamento resonaba en la tranquila cocina.

Justo cuando estaba por hacer un último esfuerzo, volvió a ponerse en puntas de pie, pero sintió unas manos grandes rodear su cintura y levantarla en el aire para moverla de su sitio. Un escalofrío recorrio su espalda al sentir la respiración cálida de alguien rozar su oído.

-¿Necesitas ayuda, preciosa?- susurró una voz profunda y desconocida antes de colocarla nuevamente en el piso.

Adalyn se quedó inmóvil por un momento, sorprendida por la intervención inesperada. Lentamente, se volvió para encontrarse con los ojos oscuros y penetrantes de Ethan.

-Oh, no, gracias, puedo manejarlo- respondió rápidamente, sintiendo una mezcla de incomodidad y curiosidad por la presencia repentina del hombre.

Ethan la miró con una sonrisa pícara, sin soltarla. -Parece que estás teniendo algunos problemas con esas galletas. Déjame ayudarte- le dijo con confianza mientras la bajaba suavemente al suelo.

Adalyn se apartó, sintiendo una oleada de calor en sus mejillas.

-Gracias, pero realmente puedo hacerlo yo misma- insistió, tratando de mantener la compostura.

Ethan simplemente se encogió de hombros y extendió su mano hacia la alacena. Con un movimiento fluido, alcanzó las galletas y las bajó, ofreciéndoselas a Adalyn con una sonrisa.

-Aquí las tienes. Un pequeño acto de caballerosidad- dijo, guiñándole un ojo.

La muchacha aceptó las galletas con una mezcla de gratitud y desconcierto. ¿Quién era este hombre y por qué se estaba comportando de esta manera tan amistosa? Con una sonrisa forzada, agradeció y se apresuró a alejarse de la cocina, sintiendo los ojos de Ethan en su espalda mientras se marchaba.

Ethan esbozó nuevamente una sonrisa llena de satisfacción.

Mientras tanto Azael se encontraba en un centro comercial, estaba allí por pedido de su amigo Jofiel quien le había rogado prácticamente que se encontrarán allí.

El bullicio del centro comercial envolvía a Azael mientras caminaba junto a su amigo Jofiel. Ambos ángeles habían decidido disfrutar del breve descanso de sus misiones divinas y explorar el mundo humano, más que nada porque Jofiel no tenía experiencia en las cosas de humanos, él era algo así como un ángel de oficina. Jofiel, siempre curioso y entusiasta, estaba emocionado por experimentar algunas de las actividades terrenales.

Sentados en una acogedora heladería, Azael y Jofiel disfrutaban de sus helados mientras observaban a la gente pasar. No pasó mucho tiempo antes de que notaran las miradas furtivas de algunas mujeres, atrapadas por la irresistible presencia de los dos ángeles, cuya belleza parecía resplandecer incluso en medio de la multitud.

Jofiel, con una sonrisa traviesa, tocó a Azael con el codo.

-¿Has notado cómo nos miran esas mujeres? Parece que nuestra presencia aquí ha llamado su atención- comentó, con diversión en su voz.

Azael asintió con una leve sonrisa, pero no parecía tan interesado en la atención que recibían.

-Sí, lo he notado- le respondió, observando a las mujeres con discreción.

- Parece que nuestro aspecto físico despierta cierto interés en ellas.- agregó Jofiel riendo entre dientes.

-Bueno, no es de extrañar. Somos ángeles, después de todo. Nuestra apariencia es bastante... celestial- bromeó Azael, echando un vistazo a su reflejo en el espejo de la heladería.

-¿Alguna vez has sentido curiosidad por experimentar los sentimientos humanos? La emoción, el deseo, la pasión... ¿alguna vez te has preguntado cómo sería sentir eso?- preguntó Jofiel con una nota de sinceridad en su voz.

Azael se tomó un momento para considerar la pregunta de su amigo antes de responder con seriedad.

-No, nunca lo he hecho- admitió finalmente.-Sé que los humanos experimentan una amplia gama de emociones, pero también he visto que son complicadas e impredecibles.

-¿Y no te gustaría experimentarlas?- insistió su amigo.

-Prefiero mantenerme fiel a mi deber y no distraerme con cosas que podrían comprometer mi misión- respondió Azael con seriedad.

Jofiel asintió comprensivamente, respetando la postura de su amigo.

-Entiendo- dijo con una sonrisa- Pero aun así, a veces es divertido imaginar cómo sería vivir como ellos, aunque sea por un momento.

-Sí tú lo dices- replicó Azael encogiéndose de hombros.

Los dos ángeles continuaron disfrutando de su helado y de la compañía del otro, sumergidos en pensamientos sobre el mundo humano y lo extraña y complicada que podía ser la experiencia terrenal.

Precisamente se hallaban absortos contemplando diversas situaciones que ocurrían a su alrededor cuando de repente Azael miró a su amigo y le dijo.

-Debo irme- esto le salió en un tono bastante preocupado.

-¿Por qué? ¿Está todo bien?- indagó Jofiel.

-No lo sé- respondió Azael- acabo de sentir cierto temor y una fluctuación de sensaciones que provienen de parte de Adalyn- continuó y tras ponerse de pie y un asentimiento de cabeza de ambos, él se marchó.

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