Una guerra declarada

Mientras Adalyn comía con gestos de fastidio, Azael la observaba con una mirada calculadora. En medio de sus pensamientos sobre el trabajo por venir, recibió una comunicación telepática de su amigo Jofiel, su mejor amigo.

-¿Cómo va todo con la muchacha?- le preguntó Jofiel, transmitiendo sus palabras directamente a la mente de Azael.

Azael emitió un suspiro lleno de fastidio que no pasó desapercibido para Adalyn, quien al oirlo, dejó de comer y luego negó con su cabeza, pero siguió comiendo.

-Tal cual como esperaba- respondió Azael claramente frustrado y resignado- Parece que la señorita no está muy entusiasmada con la idea de ser protegida.

-Es lógico, amigo mio- le dijo Jofiel intentando animarlo- debes tener en cuenta que la muchacha siempre se ha valido por sí misma, su padre jamás la controló en nada.

-Sí, pero eso no le quita lo caprichosa, malcriada y malhumorada que es- replicó Azael, emitiendo juicio sobre la muchacha de acuerdo a lo que había interactuado con ella.

-Amigo, no emitas juicio, aún no la conoces- le aconsejó el otro ángel- De todas maneras, sé que tú vas a poder con este desafió- agregó, para luego despedirse.

Mientras continuaba su vigilancia, Azael se preguntaba cuánto tiempo le tomaría ganarse la confianza de la testaruda joven y cumplir su misión celestial.

Mientras el tiempo corría, Azael observaba a la muchacha comer, a pesar de la inconformidad de ella, él ocupó un lugar en la barra americana de la cocina y mientras ella comía, el muchacho se entretenía con el móvil.

-¿Piensas permanecer por mucho tiempo ahí?- preguntó ella, él alzó la mirada.

-No tengo adonde más ir- le respondió encogiéndose de hombros, ella arqueó una ceja en señal de disconformidad.

-¿En serio? ¿Cuánto te paga mi padre por andar detrás de mi?- indagó la muchacha, con la absurda idea de que tal vez pudiera sobornar al joven, ofreciéndole una cantidad mayor, él quien conocía sus intenciones le sonrió casi con burla.

-Te aseguro que nunca podrías igualar la paga que recibo- le respondió, mientras ella ignoraba que a él lo que menos le interesaba era el dinero que su padre le pagaría, ya que su verdadero interés residia en la paga de Miguel, la cual no era otra más que retirarle el castigo que le había impuesto. Así que su misión no era solamente cuidar de Adalyn, sino más bien hacer entrar a aquella rebelde muchacha en razón para que fuera capaz de evitarse malas juntas y a su vez malas decisiones. Luego de eso el podría regresar a ocupar su lugar en las alturas, a esperar alguna otra misión menos "exigente". Lo que él no imaginaba era lo mucho que le costaría lograr eso.

-¿Así que no puedo igualar su paga?- replicó Adalyn.

-Nop- respondió él con absoluta seguridad en su tono de voz.

-Oookkk- dijo ella- entonces prepárate- agregó, Azael ladeo su cabeza en señal de incomprensión- Puedes apostar que te darás cuenta de que lo que mi padre te paga es poco, comparado con lo mucho que vas a tener que trabajar- le refutó, y tras darle una última mordida a su sándwich salió de la cocina con una media sonrisa llena de malicia.

Azael observó a la muchacha salir, y ese gesto que fue todo un desafío, le pareció demasiado, pero él estaba bien preparado para lo que fuese que ella estuviera tramando. La dejó marcharse, teniendo absoluta certeza de que ella iría directamente a su habitación, afuera llovía a cántaros, por lo tanto, no había riesgos de que se fuera a escapar.

Por su parte, Adalyn, quien tenía todas las intenciones de escabullirse por la ventana de su cuarto, vio frustrados sus planes cuando al asomarse pudo observar la lluvia torrencial en el exterior.

-¡Rayos!- exclamó con frustración, dejándose caer bruscamente sobre su cama- Tal parece que hoy no voy a poder hacer nada- agregó con resignación- Pero mañana... vas a comenzar a ver de lo que soy capaz- murmuró como una amenaza, el cansancio de la noche anterior le pasó factura y se quedó dormida profundamente.

Al día siguiente, Adalyn se despertó con una sonrisa traviesa dibujadaen su rostro, recordando su decisión de hacerle la vida difícil a Azael. Luego de ducharse y vestirse, con un toque suave de maquillaje y un peinado impecable, descendió las escaleras, dispuesta a llevar a cabo su plan. Al llegar a la cocina, encontró a Azael de pie, con una expresión serena.

-¡Buenos días!- la saludó Azael con amabilidad, pero ella lo ignoró por completo. Él mantuvo la compostura, sin inmutarse ante la frialdad de su protegida. Adalyn tomó un sorbo de café, eligió unos panecillos con mucha prisa y salió de la cocina sin dirigirle una sola palabra. El muchacho observó su actuar con calma, como si estuviera acostumbrado a tales actitudes.

-¿Lista para otro día en la universidad?- le preguntó, intentando romper el hielo mientras Adalyn se dirigía hacia la puerta. Ella lo ignoró nuevamente, salió al estacionamiento de la mansión, subió a su automóvil y arrancó el motor. Azael se mantuvo imperturbable, despidiéndola con una ceja levantada. La muchacha aceleró, decidida a llevar todo hasta las últimas consecuencias sin importar cuanto le costara hacerlo.

Adalyn disfrutó del trayecto desde su casa hasta la universidad, saboreando su libertad, pensando que al parecer su guardaespaldas se había rendido. Al llegar, saludó alegremente a sus amigas y se sumergió en la primera clase. Después de la primer lección, junto con sus amigas, se dirigió al comedor del lugar.

-¿De verdad tu papá te puso un guardaespaldas?- le preguntó Katrina su mejor amiga y cómplice en todo mientras hacían la fila frente a la barra del comedor.

-Sí, no sé que le picó de querer controlar mis pasos ahora. Luego de que por mucho tiempo no se interesó en nada que tuviera que ver conmigo- respondió la muchacha.

-¿Y dónde está?- indagó la muchacha.

-En casa, supongo- respondió Adalyn- ahí lo dejé cuando me subí a mi automóvil y me marché sin él- agregó y las tres jóvenes rieron ante las acciones de la muchacha.

-¿Lo dejaste?- preguntó con una sonrisa Katrina- ¡Pero se supone que es tu guardaespaldas!

-Y bueno...¿Qué culpa tengo yo si él es lento?- dijo la muchacha sonriendo. Su amiga negó con la cabeza ante la respuesta de la muchacha.

Una vez sentadas en una de las mesas del lugar, mientras las dos conversaban sobre lo que había ocurrido en la fiesta luego de que Adalyn " se marchara", las muchachas disfrutaban de su almuerzo, pero no pudieron evitar escuchar los murmullos y comentarios que llenaban el comedor sobre el guapo desconocido que se paseaba por los pasillos de la universidad. Adalyn alzó la mirada con curiosidad, intrigada por la charla generalizada.

-¿Alguna de ustedes lo ha visto?- preguntaba una de las muchachas que se hallaba en la fila-

-Yo lo ví- respondió otra- Es increíblemente atractivo, tiene un cuerpo y unos ojos que... ¡Guau!- comentó haciendo ademanes con sus manos captando aún más la atención de Adalyn.

La muchacha intrigada por los murmullos, se acercó a una de las chicas en la fila y le preguntó con una mezcla de interés y curiosidad sobre lo que acababan de decir. La chica, con una sonrisa cómplice, le contó sobre el "bombón muy comestible" que ha estado rondando los pasillos desde la mañana.

-Mira, ¡Ahí está!- exclamó la chica, señalando hacia la puerta. Adalyn se giró con expectación, pero su expresión cambió abruptamente al ver a Azael de pie, sonriéndole de lado con satisfacción. Su corazón latió con furia mientras maldecía en voz alta, atrayendo miradas curiosas.

-¡No puedo creer que estés aquí, arruinándome la diversión- le reprochó la muchacha luego de acercarsele, furiosa, mientras muchos observaban la escena. Azael, imperturbable, se limitó a mantener su sonrisa.

-¿De verdad pensaste que iba a dejarte venir sola?- le preguntó mientras caminaba unos pasos detras de ella- solamente cumplo con mi deber, incluso en la universidad- respondió Azael con calma, siguiéndola cuando Adalyn salió del comedor a paso rápido. La joven avanzó furiosa por los pasillos, siendo observada por los presentes. Azael la siguió con determinación, listo para enfrentar las consecuencias de su deber.

-Pero ¿también aquí?- espetó la muchacha ofuscada.

-Así es, también aquí- respondió él- Debo protegerte de todo, de todos, incluso de ti agregó y la muchacha indignada se metió en una de las aulas, sabiendo que al menos allí adentro él no podría ingresar.

-¡Esto no se va a quedar así!- murmuraba la muchacha- Esto es la guerra...

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