Tu guardaespaldas personal

-¿¡Qué, qué!?- preguntó y exclamó a la vez la muchacha con desconcierto.

-Lo que oíste niña, así que te repito, ¿vienes por las buenas o por las malas?- replicó Azael con tono muy autoritario y como respuesta lo que obtuvo fue una mueca llena de fastidio por parte de ella- ¡Por las malas será entonces!- afirmó él y sin darle tiempo a nada la tomó por la cintura para luego cargarla sobre uno de sus hombros como si fuera un costal de papas mientras ella pataleaba y gritaba improperios a diestra y siniestra sin obtener resultados.

-¡Ya, bajame! ¡Eres un bruto!- gritaba la muchacha mientras Azael se abría paso entre los asistentes a la fiesta sin que nadie se atreviera a interponerse en su camino.

Y no era para menos, el tipo era bastante más grande que muchos de los que allí se encontraban, aparte de ser muy guapo, cosa que a los hombres no les interesaba, pero a las muchachas presentes sí. Y obviamente por su porte ninguno se atrevía a enfrentarlo, menos por una chica que apenas conocían, Azael se abrió paso entre los universitarios fiesteros y cuando estaba llegando a la puerta se detuvo intempestivamente, ante la figura que le obstruía el paso.

-Creo que te dijo que la bajes- inquirió Jake, deteniendo la salida de Azael, quien lo miró arqueando una ceja e hizo una mueca algo extraña.

-¿Me estás hablando a mí?- inquirió el otro sin demostrar más que desconcierto ante el atrevimiento del muchacho.

-Obviamente- espetó Jake sin inmutarse tampoco- Por lo que todos pueden apreciar, eres el único aquí que lleva en su hombro a alguien que no quiere estar ahí- agregó y ante el silencio de Azael los murmullos de las chicas allí presentes se dejaron oír.

-Si yo fuera ella ni me quejaría- decía una de las asistentes a la fiesta

-Es cierto- murmuraba otra- ¿Quién no querría ser llevada de esa manera por semejante hombre?

Mirar a Azael era sin duda un deleite pata la vista, y ni hablar de sentirse atrapada entre sus brazos.

Mientras tanto aún sobre el hombro del muchacho, Adalyn hacía muecas reflejando su fastidio e indignación, jamás se le habría ocurrido pensar que su escapada terminaría frustrándose de esa manera. Azael, por su parte sopesaba en sus posibilidades sobre cómo quitar el estorbo que tenía en frente, sabía que no podía ni debía usar la fuerza, así que tras un largo suspiro acomodó a la muchacha sobre su hombro, afirmó su agarre sobre la cintura de ella con un brazo, y con la mano libre hizo a un lado a Jake de manera suave y sin decir nada salió del lugar como si no le debiera nada a nadie. Adalyn seguía protestando y maldiciendo intentando que la bajara, de pronto él detuvo sus pasos nuevamente, la muchacha creyó que había logrado convencerlo cuando se dio cuenta de que la estaba bajando de su hombro y la colocaba sobre el piso. Pero cualquier intento de alegría o festejo murió cuando él abrió la puerta de aquel coche, volvió a levantarla, la metió en el vehículo, la sentó en el asiento del copiloto y sin darle un centímetro de ventaja le ajustó el cinturón de seguridad para luego dirigirse al asiento del copiloto, dispuesto a conducir.

-¿Adónde me llevas?- preguntó la muchacha con exasperación-¡Detén el coche! ¡Me quiero bajar!- exclamaba ella, mientras Azael negaba con la cabeza ante los actos infantiles de ella- ¡Vas a ver! ¡Te voy a denunciar!- en ese momento él dejó de prestar atención al camino, clavó su mirada en ella y le dijo...

-¿Y por qué vas a denunciarme?- preguntó, la muchacha arrugó el ceño, el sonido de su voz le había dado un escalofrío

-Por...por ¡secuestro!- respondió ella-¡Sí, eso, voy a denunciarte por secuestro! ¡Por que me estás secuestrando!- agregó con orgullo.

-¿Y... Como podría estar secuestrándote, si soy tu guardaespaldas, niña?- indagó él dándole luego una sonrisa de lado que desconcertó aún más a la muchacha para luego volver su vista al camino. Ella se cruzó de brazos y se mantuvo en silencio al notar que el rumbo que llevaban no era otro más que el que llevaba a su propia casa. Adalyn observaba las casas pasar a su lado, mientras en su mente elucubraba la manera de deshacerse del sujeto a su lado, puesto que al parecer si era como había dicho o de lo contrario no estaría dirigiéndose hacia la mansión...

Azael por su parte, sonreía de lado, negando en su mente, ya que él tenía acceso a los pensamientos de la muchacha en esos momentos y tenía claridad absoluta sobre las intenciones de ella. Se mantuvo en silencio hasta que por fin llegaron a la mansión, él se bajó del coche, la muchacha se apresuró a abrir la puerta de su lado y descendió, para luego meterse a la casa sin siquiera esperar al muchacho, ella corrió directamente a encerrarse en su habitación, suponiendo que por ser casi las cuatro de la mañana su padre estuviera durmiendo o tal vez ni siquiera estuviera allí. Y no se equivocó, su progenitor se hallaba en esos momentos disfrutando de una alegre velada con un socio extranjero, lo cual no impidió que recibiera el mensaje de Azael comunicándole que la muchacha ya estaba a salvo en su hogar.

Adalyn, se encerró en su habitación, frustrada, enojada con aquel sujeto que había interrumpido la que ella creyó que sería su mejor noche. Sacándose el vestido y el calzado, sin hacer demasiado protocolo se metió en la cama y por suerte estaba tan agotada que apenas apoyó la cabeza en la almohada el sueño la venció.

Casi cerca del mediodia, la muchacha despertó entre las suaves sábanas de su cama, con la cabeza aún mareada por la agitada noche anterior. El resplandor del mediodía se colaba por las cortinas, revelando la habitación familiar en la que se encontraba. Un golpecito en la puerta la hizo sobresaltarse, y la figura de Marta, una de las empleadas de la casa, apareció.

-Adalyn, niña, tu padre te espera en su estudio- anunció Marta con una expresión de advertencia. Adalyn rodó los ojos, ignorando momentáneamente el recordatorio de las consecuencias de sus acciones.

-No necesito ser regañada, Marta. ¿No puedes decirle a papá que estoy enferma o algo así?- pidió la muchacha a la mujer que de alguna manera había sido la figura materna. Marta suspiró con una sonrisa comprensiva, pero firme.

-Lo siento, cariño, pero tu padre está bastante ofuscado. Mejor no lo hagas enojar más.

Luego, Marta le dio un toque suave en el hombro. -Solo asegúrate de no cruzar límites. Tu padre solo se preocupa por tu bienestar- le aconsejó la mujer mayor. Y con un suspiro resignado, Adalyn se levantó de la cama, se dirigió hacia el estudio de su padre, preparándose mentalmente para enfrentar la tormenta que la esperaba.

Adalyn irrumpió en el despacho sin ceremonias, su mirada chocando con la figura familiar de Azael, quien la observaba con una calma imperturbable. Ignorándolo, depositó un beso en la mejilla de su padre y preguntó con indiferencia.

-¿Qué se te ofrece?- indagó. Su padre, con ceño fruncido, comenzó a regañarla por su escapada nocturna. Antes de responder, Adalyn, con sarcasmo en la voz, preguntó...

-Debo dar explicaciones delante de él?, señalando al joven. Su padre asintió con firmeza.

-Lo hago porque me siento sola y aburrida. Además, ni siquiera me dejas salir, papá. ¿Qué esperabas que hiciera?- se excusó ella.

-Entiendo- le replicó su progenitor- Pero no te preocupes eso va a cambiar, a partir de ahora vas a poder hacer muchas cosas de las que dices que no puedes- agregó, la muchacha esbozó una enorme sonrisa, se colgó del cuello de su padre y comenzó a besar sus mejillas en agradecimiento

-Pero siempre en compañía de Azael- dijo él hombre, señalando al susodicho.

La expresión jubilosa de Adalyn se desvaneció al escuchar las palabras de su padre. Azael, en silencio, observaba la escena con la misma imperturbabilidad con la que se había mantenido desde el principio. Con un suspiro de resignación, el padre continuó

-Adalyn, te daré más libertad, pero he contratado a Azael como tu guardaespaldas personal. Quiero asegurarme de que estés segura en cada paso que des.- dijo con firmeza. Adalyn se separó de su abrazo, mirando a Azael con incredulidad antes de volver la mirada hacia su padre. La libertad recién prometida parecía desvanecerse, reemplazada por la sombra de la seguridad constante.

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