Una mirada diferente

Tal como lo dijo, Azael salió del centro comercial para dirigirse directamente a la mansión ( bueno, no era que tuviera algún otro lugar adonde ir) pero llevaba consigo una inquietud que le hacía sentir algo que hasta ese momento no había sentido, era una incertidumbre la cual él no era capaz de reconocer, lo atribuyó a la posibilidad de que Adalyn estuviera a punto de hacer alguna tontera que la pusiera en peligro, y como su misión era protegerla de esas malas decisiones que ella pudiera llegar a tomar, pues ahí se encontraba conduciendo a mucha velocidad como un mortal cualquiera.

El viento helado azotaba las paredes de la mansión mientras Azael bajaba del coche que conducía y apresuraba sus pasos hacia la puerta de servicio. Su corazón latía con fuerza, cargado de la sensación de incertidumbre y ansiedad. Mientras estaba con Jofiel en el centro comercial haɓia tenido la sensación de que Adalyn estaba a punto de meterse en problemas, y cada paso que daba lo acercaba más a ella, pero también a un abismo de preguntas sin respuestas.

Sin detenerse a respirar, Azael subió las escaleras hasta estar finalmente frente a la puerta de la habitación de la muchacha. Sin perder un segundo, golpeó la puerta con la esperanza de que Adalyn le abriera. El eco de sus golpes resonaba en el silencio de la amplia casa aumentando su nerviosismo con cada segundo que pasaba sin respuesta.

-¡Adalyn! - exclamó el joven- Abre, ¿estás ahí? ¡Soy yo, Azael!-gritó, con su voz cargada de urgencia y desesperación. Esperaba con todas sus fuerzas que ella estuviera al otro lado, y que le abriera de inmediato para comprobar que se encontraba allí.

El tiempo parecía detenerse mientras Azael esperaba una señal, cualquier indicio de que Adalyn estaba bien. Pero el silencio persistía, envolviendo la mansión en una atmósfera de misterio y suspenso.

Con el corazón en un puño, Azael golpeó la puerta una vez más, más fuerte esta vez, como si pudiera forzarla a abrirse con la pura fuerza de su deseo. -¡Adalyn, por favor, abre, necesito saber que estás bien- suplicó, su voz temblando con la angustia.

Sopesando todas las posibilidades, Azael decidió entrar a la fuerza, así que tomó un poco de impulso y empujó la puerta con su hombro hasta que esta se abrió. Él entró, miró hacia todos lados sin encontrar señal de la muchacha, cuando se disponía a salir nuevamente oyó la puerta del baño abriéndose.

-¡Aahhh!- gritó Adalyn exageramente al salir de allí- ¿Qué rayos haces en mi habitación?

Azael se quedó mirándola, la observó por unos minutos y luego habló.

-¿Qué, qué hago? - espetó- Estoy cuidando de ti.

-¿Y para hacerlo necesitas entrar a mi habitación sin tocar la puerta?- indagó la muchacha olvidando que llevaba puesta nada más que una enorme toalla alrededor de su cuerpo.

-¡Sabes que!- dijo Azael mirando a otro lado- Mejor te vistes y después hablamos- agregó y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

-¿Y a este que le pasa?- murmuró la muchacha- pareciera como si me hubiera visto sin ropa- comentó para sí misma y entonces se dio cuenta de que eso había sido exactamente lo que había ocurrido-¡Oh, por Dios!- exclamó y procedió a vestirse. Pero no bajó, se puso un pijama liviano y se acostó a dormir dejando a Azael esperando en la sala.

Después de casi una hora esperando, Azael subió hasta la habitación de Adalyn, tocó la puerta y aunque ella no respondió a su llamado se fue de allí tranquilo, ya que hacía poco tiempo la había visto y sabía que estando él en la sala no existía forma de que la muchacha escapara. Así que se retiró a su habitación.

Al día siguiente era día de universidad, así que Adalyn se levantó temprano, se vistió sencillamente tomó su bolso y bajó a desayunar. Al hacerlo, se abrió la puerta de una de las habitaciones de invitados, por pura curiosidad la muchacha miró, y se sorprendió al ver al socio de su padre salir de allí, en un elegante traje azul.

-Buenos días, preciosa- la saludó Ethan pasando a su lado y guiñándole un ojo.

Adalyn se quedó mirándolo desconcertada preguntándose ¿por qué el sujeto era tan atrevido?

-Esta guapo el condenado, pero creo que Azael se ve mucho mejor- murmuró y luego se dio un zape mental al darse cuenta de lo que había pensado sobre su guardaespaldas.

-¡Demonios! ¡Lo único que me faltaba!- exclamó y se decidió a bajar para desayunar o se le haría tarde.

Adalyn bajó las escaleras con paso ligero, el suave roce de sus zapatillas era apenas audible en la mansión silenciosa. Al doblar en la esquina hacia la cocina, una escena poco común la detuvo en seco.

Azael, su joven guardaespaldas, estaba sentado en una banqueta junto a la mesa, con una expresión serena mientras hojeaba un periódico. Su cabello rubio estaba peinado hacia atrás de manera impecable, y los rayos de sol que se filtraban por la ventana hacían resaltar los tonos dorados en su melena. Adalyn se quedó inmóvil, observando en silencio los músculos que se delineaban bajo la tela de su camisa.

Sacudiendo la cabeza con un suspiro silencioso, Adalyn trató de apartar esos pensamientos no apropiados de su mente. No podía permitirse perder el foco en un momento crucial como este.

-Buenos días, Adalyn - saludó Azael, plegando el periódico con elegancia y ofreciéndole una sonrisa amistosa.

Adalyn se sobresaltó ligeramente, como si la hubiera sorprendido en medio de un acto prohibido.

-¡Oh, buenos días, Azael! - respondió, forzando una sonrisa mientras se aproximaba a la mesa.

La cocinera, una mujer robusta con una sonrisa cálida, ya estaba ocupada preparando un desayuno abundante. El aroma tentador de café recién hecho llenaba la habitación.

-Buenos días, niña- saludó la mujer con cariño- ¿Qué le apetece para desayunar hoy? —preguntó luego con voz jovial.

Adalyn tomó asiento frente a Azael, tratando de ignorar la manera en que su corazón latía con fuerza en su pecho.

-Me gustaría un café y algo ligero, por favor - respondió, evitando mirar directamente a su guardaespaldas.

La cocinera asintió y rápidamente le sirvió una taza de café humeante, junto con una selección de frutas frescas y un croissant recién horneado.

Mientras desayunaba en silencio, Adalyn sintió la mirada de Azael sobre ella. Finalmente, después de terminar su desayuno, se armó de valor y se dirigió a él.

-¿Estamos listos para ir a la universidad? - preguntó, tratando de mantener la compostura.

Azael se puso de pie con elegancia y asintió con una sonrisa confiada.

-Por supuesto, señorita Adalyn. Estoy a su disposición - respondió, ofreciéndole un gesto cortés para que lo siguiera. Mientras en su interior se preguntaba qué bicho le había picado a la niña como para que estuviera tan amable.

Adalyn se puso de pie, dispuesta a enfrentar el día con determinación, aunque una parte de ella seguía intrigada por los pensamientos que se habían deslizado furtivamente en su mente esa mañana.

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