DESCUBRIENDO

Yo hubiese preferido quedarme en el auto, esperando y agendando sus próximas citas, pero Christian insistió en que bajara.

Eran las seis en punto cuando él se sentó en su mesa. Pasaron diez minutos cuando ella llegó. Una mujer alta, rubia, de piel aperlada y labios pintados con lápiz labial rojo intenso. ¡Se veía muy guapa!

—¿Vienes solo? —Un mesero me preguntó.

—No. Estoy acompañado.

Él se quedó mirándome un poco sacado de onda, quizá porque me veia solo.

—¿Quiere que le traiga algo?

Había examinado el menú y me interesó un filete de arrachera.

—Claro.

Hice mi pedido. No tardo casi nada y la comida ya estaba frente a mí.

—Sí desea algo más, estoy para servirle.

—¡Gracias! Que amable.

Empecé a comer. El sabor de la carne era exquisito y estar sentado en este restaurante, eso era lo más increíble de esta noche.

Doy un bocado de comida y entonces, lo veo sentarse frente a mí. ¿Qué estaba haciendo aqui?

—¡Provecho! —Es lo primero que me dice.

Trago la comida y bebo un poco de agua.

—¡Gracias! ¿Por qué estás aqui?

—Juliana se fue.

—¿Se fue? A ella no…

—Aclaramos las cosas.

—¿Ustedes?

—No es mi novia. Tampoco me gusta. Fue una cita de trabajo.

¿Trabajo? ¿Por qué trabajaba tanto? Me ofreció el ramo de flores. Lo puso sobre la mesa.

—¿No le gustaron las flores?

—Ni siquiera se las ofrecí. Se me olvidó.

Me saque de onda.

—Pero…

—Puedes quedarte con ellas. ¡Te las regalo!

¿Qué? Me costo tanto trabajo poder encontrar una florería en mi segundo día de trabajo para que este zoquete no se las hubiese entregado a su cita. ¡Canijo!

—¿No te gustaron?

—Son bellas —noté que sonreía ligeramente—. Tenías razón. Esto no es común como las rosas.

Sus palabras me hicieron sonreír.

—Sí.

Hubo silencio. Metí un bocado de comida a mi boca y empecé a masticar.

—¡Gracias por venir conmigo! Tengo que irme.

Me sorprendió escucharlo decir eso.

—¿Te vas?

—Ya pague la cuenta. ¿Tomarás taxi?

—Supongo que sí.

Saco su billetera y me ofreció un billete de quinientos pesos.

—Para el taxi —pronunció mirándome a los ojos.

—No te preocupes. Yo…

Se levanto y comenzó a caminar.

—Buenas noches. Nos vemos mañana.

—Christian.

—Ese es mi nombre. ¡No lo gastes!

Fue en ese instante que me di cuenta de que algo no estaba bien. ¡Mi jefe estaba siendo muy afable conmigo!

...🍬🍬🍬...

Los días se habían pasado rapidísimo y ahora ya era viernes. Estábamos a minutos de terminar la jornada laboral.

—¿Que pendientes tengo para el lunes? —Christian me miraba con atención.

—No tienes ningún pendiente.

—¿De verdad?

Revise su agenda.

—Lo acabó de rectificar y, bueno, lo único es que tu mamá cambió la comida que habías planeado con ella para el Lunes.

Asintió.

—Sin problema.

—Eso es todo.

—¿Puedes comprar flores para mi madre?

Su pregunta me saco de onda.

—¿Yo?

—Sí. Creo que tienes buen gusto para las flores.

—Pero, pienso que lo más correcto sería que tú las eligieras. Es tu mamá. Regálale flores que a ti te gusten.

Nuestro contacto visual fue neutro.

—¿Qué harás mañana?

—Descansar.

—¿Podrías venir a mi casa? Necesito que me ayudes organizando algo.

—No trabajo los fines de semana.

—Te pagaré el triple.

—¿Por qué todo lo quieres solucionar con dinero?

Mi pregunta provocó que él arrugara su entrecejo.

—Porque dinero me sobra.

—¿Y quieres regalarme tu dinero?

—Sí. ¿No te agrada la idea?

Sonreí, negué ligeramente.

—Tengo que irme.

Sin decir nada más, salí de su oficina y me acerqué a mi escritorio. Apague mi ordenador, guarde mis lapiceros y tome mi portafolios. ¡Era hora!

—¿Que harás esta noche? —Erick se había acercado a mí.

—¡Hola Erick! Pues, no tengo nada planeado, solo, regresar a casa y ya.

—¿Quieres ir a cenar tacos?

—¿Ahora?

—Sí. Tómalo como una recompensa por tu primera semana en la empresa. ¡Yo te invito! —Y movió sus cejas.

—Bueno. Esta bien. ¡Vamos por tacos!

En la taquería, Jessi y Kevin ya nos estaban esperando. Pedí una orden de tacos al pastor y un vaso de agua de horchata.

—¿Y que tal? Sobreviviste a tu primer semana de trabajo —Kevin parecía emocionado.

Sonreí. Termine de masticar y tragué.

—Sí. ¡Estuvo fácil!

—¿Te acoplaste a Christian? —Jessi preguntó.

—Sí. Es buena onda.

—¿De verdad? Siempre parece estar enojado —Kevin estaba muy sorprendido.

—Pues, tiene su modo de ser, pero ya le estoy agarrando la forma de tratarlo.

Bebí un poco de agua.

—¿Y piensas quedarte después de la pasantía? —Preguntó Erick.

Me hice el pensativo.

—Sí. Me gustaría.

—Yo creo que si te van a ofrecer el puesto permanente. Lo bueno que Jessi se lleva bien contigo —dijo Kevin.

Sonreí. Mordi un taco. Mi celular empezó a timbrar. Era mi jefe.

—¿Hola?

—¿Donde dejaste las llaves de mi auto? —Christian usó un tono de voz fuerte.

—En tu escritorio. Las deje justo donde tu las habías puesto.

—No están. Llevo buscándolas desde hace rato y no las encuentro.

—¿Buscaste en el primer cajon?

—No hay nada. ¿Podrías venir? Es tu responsabilidad que mis llaves no aparezcan.

Deje escapar un suspiro.

—Pero…

Termino la llamada. ¡Me sentí molesto!

—¿Todo bien? —Pregunto Erick.

—Sí, nada importante —respondí.

Jessi pareció no creerme.

—Era Christian, ¿no? —Preguntó ella.

—Sí. Pero no es importante. Ya no estoy en horas laborales.

Y sin miedo, pedi una cerveza al mesero.

—¿Te piensas emborrachar? —Kevin me miraba con curiosidad.

—No. Yo no me emborracho.

—¡Pues yo sí! Hoy es viernes —Erick parecía demasiado animado.

Me acabé mis tacos. Me sentía mareado y feliz de celebrar mi felicidad con mi grupo de compañeros.

—¿Quieren ir a mi departamento? —Jessi nos estaba invitando—. Tengo tequila y vodka, para seguir con la fiesta.

Mi celular empezó a timbrar, él me estaba llamando.

—¿Hola? —Pregunté en tono de voz ebrio.

—¿Donde estas? Te estoy…

—¡No estoy! —Y me empecé a reír.

—¿Estas borracho?

—Quiero tequila. ¿No se te antojan unos tragos? —Pronuncie sin pena.

En ese momento, no hubo cordura en mí y mi cabeza estaba llena de muchos pensamientos. ¡Me sentía chido!

—Julen. ¿Donde estas?

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