Una semana había transcurrido desde que Linne, bajo el alias de Azrael, se unió al clan. Desde su primer día, enfrentó un régimen de entrenamiento implacable, casi militar, enfocado en potenciar su resistencia, aumentar su fuerza y agilizar su velocidad.
En aquel período de aislamiento forzado por las rigurosas prácticas, Rhys, se aseguró que Azrael no tuviera su propio espacio y lo confinó a compartir la habitación con los demás reclutas. Sabía que nadie acudiría en ayuda del novato; a los ancianos del clan poco les importaba y su padre no estaba cerca para supervisar su bienestar.
Los músculos de Linne ardían y la rigidez le dificultaba cada movimiento, acompañado de un quejido involuntario. Sin embargo, su determinación para encontrar respuestas y fortalecerse no flaqueaba. Mientras se movía lentamente con el cuerpo estirado bajo alambres de púas en un terreno embarrado, sintió que algo afilado se incrustaba en su pierna derecha. A pesar del dolor, su única opción era completar el recorrido. Cada gesto, cada esfuerzo hacía que el objeto se enterrara aún más profundamente. Para evitar un grito, mordió su lengua con tal fuerza que la sangre brotó por las comisuras de sus labios.
Al alcanzar el final del obstáculo, unas zapatillas aparecieron ante su vista. Al levantar la mirada, fue cegada por un sol inclemente y no pudo discernir quien se erigía frente a ella.
— Permíteme ayudarte, — ofreció Rhys, con una voz teñida de preocupación.
Ella se cubrió la frente para atenuar el deslumbramiento y poco a poco, la silueta ante ella se hizo clara, y Rhys extendía su mano para levantarla.
— Te observaba desde la distancia... pude ver cómo la sangre manchaba tu rastro, — confesó.
— Sabías... sabías que había algo mal en ese obstáculo y aún así, me amenazaste con mantener a todos en ejercicios hasta que yo terminara, — murmuró Azrael.
—Es cierto, lo sabía, — admitió Rhys con una sonrisa maquiavélica.
—¿Por qué? ¿Por qué hacer eso? — preguntó Azrael, frustración teñida en su voz mientras rechazaba la mano de Rhys y se ponía en pie por sus propios medios.
— Ambos ocultamos cosas el uno del otro. Este es mi castigo para ti y para ellos. No seas terco y deja que te ayude, esa lesión es más seria de lo que pensaba...
— No necesito tu ayuda. ¿Y qué es eso de castigo?
— Ellos huyeron del clan...
—¿Y a mí qué? No merecía tu castigo.
—Tú les cubriste.
—No intervine; simplemente no me inmiscuyo en asuntos que no me conciernen.
—El silencio te hace cómplice.
—¿Así?
—Sí, así es el destino. Esos idiotas ocultaron una botella rota en el barro para encubrir su fuga. Si no dices nada, ¿cómo se supone que yo deba saber que el campo estaba en ese estado?
—Ya es suficiente, ya he tenido suficiente de ti. ¿Rhys que ha pasado con la habitación que era para mi? Te aprovechas que no conozco a nadie en este lugar para reclamar, pero ...¿Que pasara cuando mi papa llegue hoy? Recuerdas el vendrá a visitarme casa semana...
—Mi castigo fue leve en comparación a lo que los mayores harían si se enteran; podríamos estar sin comida ni agua por una semana. ¿Crees que podrías sobrevivir a eso? Si es así, ve y cuéntaselo todo a tu 'papi' y asegúrate de llorar, eso le dará el toque final.
—Hemos terminado aquí. Solo entrégame mi habitación y ni tú ni yo tendremos que dar explicaciones a nadie...
—De todas formas, hoy te la habría entregado. Pero ahora déjame curar esa herida.
—La única ayuda que necesito de ti es que me muestres dónde está mi habitación.
—Pueden descansar, —anunció Rhys a los otros, que cesaron sus abdominales. —Sígueme, — le indicó a Azrael.
Guiado por Rhys a través de los pasillos, Azrael dejó un rastro de gotas de sangre a su paso. Al llegar, Rhys abrió la puerta de la habitación asignada — Como veras el lugar está bastante alejado de la zona de entrenamiento y de los dormitorios conjuntos, pensé que era mejor que pasaras tiempo con el resto primero para no aislarte por completo.
—Gracias por tu consideración, — respondió Azrael, entrando al cuarto para luego empujar a Rhys fuera y cerrarle la puerta en la cara. —Nos vemos mañana,— gritó a través de la puerta.
Azrael se desplomó en la cama de dos plazas, soltando un suspiro profundo. "La herida sanará," se quejaba, "pero ese maldito trozo de vidrio sigue ahí, moviéndose y desgarrando mi piel mientras se regenera. ¿Qué debo hacer? No puedo soportar esto," lamentó, contemplando la dolorosa posibilidad de tener que reabrir la herida para extraer los fragmentos de vidrio por sí misma.
La puerta se abrió con cautela, y pasos se acercaron a Azrael.
—¡No necesito tu ayuda! — gritó Azrael, levantándose bruscamente y lanzando una almohada en dirección a la puerta sin mirar.
— ¡Oye! — exclamó sorprendido Zion al recibir el impacto. —¿Qué te he hecho? Y mas importante aun ¿Que hizo esa almohada? — sonrió
—Lo siento, pensé que eras Rhys.
—Esta vez sí que se ha excedido, — comentó Zion sentándose a su lado en la cama. —Déjame ver esa herida, —dijo, tirando de la pierna de Azrael para examinarla mejor.
—Espera, ¡suéltame!" —se resistió Azrael, luchando por ocultar su condición, pero sin éxito ante la fuerza de Zion.
—La herida ha desaparecido, —observó Zion, asombrado. —¿Eres un sanador? — preguntó entusiasmado. —Dijiste que no tenías poderes, — se quejó de la mentira.
—No soy un sanador, es algo diferente y difícil de explicar.
—Ya veo... ¿y eso tiene que ver con que te dieran una habitación propia, como al heredero?
—No puedo hablar de eso... lo siento.
—Está bien. Pero espero que confíes en mí para eso estoy. Si necesitas algo, no dudes en buscarme.
—De hecho, hay algo con lo que me podrías ayudar, — admitió Azrael con timidez.
—¿Qué es?
—La herida se curó, pero... el vidrio sigue dentro. Está muy profundo, no puedo sacarlo solo.
—Te ayudaré, — prometió Zion, su voz fuerte y segura.
—Gracias, — respondió Azrael, una chispa de alivio iluminando su rostro.
—Pero a cambio, tienes que permitirme dormir aquí de vez en cuando, — propuso Zion, con una sonrisa traviesa. —Este lugar es increíble y me encantaría saber qué se siente tener una habitación tan espaciosa.
—Pensé que eras un buen amigo — replicó Azrael, semi-ofendida.
—Lo soy, pero sería un desperdicio no aprovechar esta oportunidad, — razonó Zion, con una pizca de humor.
—¿Solo algunas veces, ¿verdad? —insistió Azrael, buscando confirmación.
—Te lo aseguro, — confirmó Zion.
—Está bien... — concedió Azrael, aunque a regañadientes.
—Perfecto, iré a buscar algunas cosas que nos serán útiles. Espera aquí, — dijo Zion antes de salir de la habitación.
—Zion... — lo llamó Azrael, deteniéndolo en seco.
—Sí?
—No le digas a nadie sobre mis habilidades de curación, ni siquiera a Rhys.
—No te preocupes, ¿para qué están los amigos? — aseguró Zion, y salió de la habitación.
Zion regresó con un botiquín de emergencia y una navaja en la mano. Se sentó en la cama, acomodando la pierna de Azrael sobre sus propias piernas para tener mejor visibilidad. —Te recomiendo que muerdas algo,"—aconsejó con seriedad.
Azrael tomó una almohada y la presionó contra su rostro, comenzando a morderla.
Con manos firmes, Zion desinfectó el cuchillo con alcohol y procedió a hacer una incisión donde los fragmentos de vidrio se habían alojado. Azrael se retorció de dolor bajo la mordaza de la almohada.
—Perdóname, debo hacer otro corte; tus heridas sanan demasiado rápido. No te preocupes, ya vi dónde están los fragmentos; son tres piezas grandes y será fácil extraerlas, —explicó Zion, intentando aliviar la tensión del momento.
Azrael asintió levemente, su cabeza apenas capaz de moverse. Esta vez, Zion tenía un plan más eficiente. Realizó el corte y, con su mano izquierda, usó su poder del viento para expulsar rápidamente los fragmentos, envolviéndolos en un pequeño torbellino que giraba alrededor de su mano hasta que se desvaneció lentamente, dejando caer las piezas suavemente en su palma. —Ya está, —anunció Zion con un suspiro de alivio.
Sin embargo, Azrael había perdido el conocimiento debido al intenso dolor. Zion se percató de su estado y decidió dejarlo descansar, cubriéndolo con una sábana y recostándose a su lado en la cama. —Esto es bastante interesante, justo cuando creí que moriría de aburrimiento en este lugar —murmuró, contemplando a su amigo dormido mientras le acomodaba suavemente el cabello.
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