Capitulo 11

—Quizás tu cansancio se deba a que no has vuelto a tu forma original desde hace una semana —le explicó Gabriel a su hija mientras caminaban por los jardines del clan—. ¿Qué sucedió?

—Nada, solo hubo muchos malentendidos en el medio… Los chicos me recibieron muy bien, estaban tan emocionados que ni tiempo me dieron para explicarles que ya tenía un cuarto.

—¿Me estás diciendo que compartiste el mismo lugar con esos salvajes? —dijo muy sorprendido y algo enojado—. ¿También la ducha?

—Me las arreglé de alguna forma, no tienes que preocuparte por eso. ¿Mejor dime cuándo podré obtener la información que necesito? El reloj sigue avanzando.

—No seas impaciente. Primero necesitas mejorar un montón. Aquí esperan nada más y nada menos que habilidades de un dios. Debes destacar en todo lo que hagas y cuando sea el momento te harán una prueba para ver tu nivel en todos los ámbitos antes de que hagas tu pacto con la piedra. Ese será el momento donde más cerca estarás de la biblioteca. Debes aprovechar esa oportunidad. Esa biblioteca es un tanto especial, nosotros no elegimos quién entra, es ella la que elige. Solo necesitas acercarte y ver si la puerta se abrirá para ti y yo estoy completamente seguro de que lo hará.

—¿Y si no lo hace?

—Lo hará…

—¿Cómo estás tan seguro?

—Todo pasa por algo… ese es el lema de este clan. No estarías aquí si no hubiera algo para ti.

—¿Cuánto tiempo puede tomar todo este proceso?

—Como mínimo seis meses.

—Es demasiado tiempo —pronunció Linne indignada.

—Créeme que pasará en un abrir y cerrar de ojos.

La reunión con su padre fue más larga de lo que había pensado. Para cuando Linne se dio cuenta, el sol ya se había escondido.

—Recuerda, es importante que descanses tu poder o podría fallar en el momento que menos lo esperas.

—Sí, entiendo.

—Azrael —gritó Zion que se acercaba con rapidez moviendo su mano para que lo notara.

—Creo que ya va siendo hora de que me retire, nos veremos pronto. Trataré de ver si puedo por lo menos dejarte un teléfono la próxima vez que venga, para que me hables si pasa algo en lo que necesites ayuda.

—Sobre la piedra de Rhys… ¿Todo está bien con él? —le preguntó Linne antes de que se retirara su padre, recordando que por ella se había roto su collar. El que ya le había dado la espalda para alejarse, giró su rostro por un momento y con una sonrisa forzada le respondió.

—Sí, no hay nada de qué preocuparse.

Linne se preguntó internamente: “Su mirada estaba muy tensa. ¿Me estará mintiendo? ¿O simplemente no se tomó las molestias de averiguarlo? Creo que no estaré tranquila hasta que lo averigüe por mí misma”.

—¿Está bien que use tu amuleto? —preguntó preocupada de que el incidente pueda volver a pasar. Ella sentía que estaba cargando demasiado peso en su cuerpo.

—No lo pienses demasiado, soy consciente de todas las probabilidades que puedan pasar. Es mi deber cuidar de mi hija, y elijo hacerlo. Debo irme.

—Nos vemos —se despidió resignada, dado que parecía que su padre no tenía planeado compartir mucha información con ella.

Para cuando Zion llegó al lugar, ya ni quedaban rastros de Gabriel.

—Qué mala suerte, me hubiera gustado conocer a tu papá.

—¿Por qué?

—¿En serio me preguntas eso? Somos amigos, quiero conocerte más.

—Creo que estaba apurado, pero ya tendrás tiempo de conocerlo. ¿Es por eso que me buscabas tan emocionado? —preguntó incrédulo.

—No. Verte con tu padre fue una coincidencia. Vine a buscarte porque hoy podré cumplir mi promesa que hice contigo el primer día y eliminar los malos rumores que hay de ti en este lugar.

—¿De qué rumores hablas?

—Los chicos empiezan a sospechar que eres gay, y como tu amigo debo demostrarles que no es así. Así que, como te dije el primer día, te llevaré a un buen lugar con muchas chicas para tu fiesta de bienvenida.

—¿Por qué piensan que soy gay?

—Te lo dije, tus actitudes son las de una niña. Cualquiera te malinterpretaría. Cosas como gritar cada vez que veías a alguien desnudo o sonrojarte cuando veías a los chicos sin remera no son precisamente normales. Por eso muchos mantienen la distancia. Pero vamos, concéntrate en lo importante: ¡la fiesta! Mataremos dos pájaros de un tiro.

—No quiero. Tengo sueño y no me importa lo que piensen de mí.

—No seas amargado.

—No saldré, en especial cuando seré yo quien pague los platos rotos. ¿Ya olvidaste lo que pasó hace unas horas?

—Por eso es que solo iremos tú y yo. Rhys no puede ver nada si no tiene contacto de piel a piel, solo debemos hacer que no nos toque.

—No me dejarás tranquilo, ¿verdad?

—Solo ríndete.

Salir de los terrenos de la familia Fénix fue mucho más sencillo de lo que esperaba Azrael. Lo difícil fue entrar a un lugar que le recordaba al club donde tuvo una muy mala experiencia. “No pasa nada. Solo se parecen, pero no es el mismo lugar. No seas tonta”, pensaba para sí misma intentando calmarse.

—Ven, sígueme. Vamos a sentarnos en una mesa para pedir unos tragos —dijo Zion.

Mientras se movían a través de la pista de baile, Azrael miraba todo el entorno preocupada, sin saber por qué estaba sintiendo una muy mala sensación de que algo iba a salir mal, eso o ella estaba siendo muy paranoica.

Tan pronto se sentaron en la mesa, Zion llamó al mesero y pidió unas cervezas.

—Quizás deba advertirte de antemano, las chicas en este lugar son muy traicioneras —se quejó Zion—. Yo solo quería poder mantener una sola relación seria antes de que mi destino sea decidido, pero todas me engañaron. Se desahogó. Ahora todas las mujeres piensan que soy un mujeriego, por lo que no puedo estar con nadie en serio… —dejó salir un suspiro.

—Ya veo… tu vida sí que es complicada —dijo Azrael tomando un trago de cerveza.

—¿Y cuál es tu excusa? Nunca hablaste de alguna chica y no me vengas con que es porque eres nuevo en este lugar. Podrías haber tenido a alguien en tu antigua ciudad.

—Quizás porque no hay una chica como tal. No sabes, soy gay.

—Sí… no me digas —dijo incrédulo.

—No me crees, pero sí me gusta un chico.

—Maldición —se quejó.

—¿Tanto te molesta? —preguntó sin siquiera inmutarse, solo seguía tomando.

—Sí, porque invité a mis amigas para que vinieran, no llamé a ningún chico. —se burló.

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