Gabriel, de algún modo, había logrado que los ancianos anularan el compromiso de Azrael y pospusieran el de Zion. Linne cumplió con la petición de su padre: se distanció de Zion tanto como le fue posible, aunque cuando tuvo que informarle de esta decisión, él reaccionó con una tristeza profunda, pareciéndose a un cachorro abandonado. No obstante, este sacrificio resultó ser para bien, ya que Linne necesitaba este tiempo para permitir que sus poderes descansaran durante las noches, evitando así el agotamiento que sufría.
Lo que acontecería unos días después era algo que Linne jamás habría imaginado.
Una noche, como tantas otras, ella dejó de lado su transformación y se acostó a dormir. En sus sueños, una voz suave comenzó a llamarla, murmurando: "Ven hacia mí... Te has tardado demasiado".
"¿Quién eres?", preguntó Linne en su sueño.
"Encuéntrame y lo descubrirás", respondió la voz.
Mientras Linne permanecía inconsciente, su cuerpo comenzó a moverse, sus ojos se abrieron y brillaron como gemas. Caminó por los pasillos sombríos, iluminados únicamente por la tenue luz de la luna, hasta llegar a la mansión principal. Descendió las escaleras hasta la planta baja, dirigiéndose al corazón de la casa, donde se encontraba la enigmática piedra oscura.
El lugar parecía como los corredores de un castillo, pisos y paredes hechos de mármol blanco que brillaban con destellos dorados. Un lugar completamente mítico.
No tenía ni la mínima pinta de ser un sótano.
Allí se detuvo, esperando la llamada que le permitiera seguir la voz. Zion apareció detrás de ella y colocó su mano en el hombro de Linne para girarla hacia él. El movimiento brusco hizo que ella despertara de su sonambulismo
"¿Quién eres y qué haces aquí? Te vi atravesar el campo de entrenamiento y te seguí", dijo Zion, evaluando con sospecha. Al examinarla de arriba abajo, notó que llevaba una remera blanca y shorts, y la ausencia de un sostén debajo de su blusa hacía evidente el contorno de su figura. Al levantar la vista hacia su rostro, se percató del parecido con Azrael. "Respóndeme, ¿quién eres? ¿Por qué te pareces tanto a Azrael?", exigió en voz alta, sacudiéndola ligeramente.
Linne permaneció en silencio, intentando comprender la situación y lo que estaba pasando.
"¿Vas a decir algo?", insistió Zion.
"Maldita sea, estoy jodida", pensó Linne.
Zion se acercó más a ella, intentando desentrañar su identidad. "Te pareces a Azrael", murmuró, inclinándose para oler su cuello. "Y hueles a él... ¿Qué está sucediendo? _ analizó _Lo tengo. ¿También puedes transformarte como tu padre? _ concluyo _ Eso es impresionante, pero... ¿qué más puedes hacer? Eres un misterio, no me cuentas nada, y se supone que somos amigos", _ se quejó, su mirada volvió a posarse en el pecho de Linne. _ "Parecen muy reales", comentó, bajando su mano hacia ellos y tocando con delicadeza. _"Se sienten reales, aunque son pequeños. ¿Podrías hacerlos un poco más grandes?"_ pregunto curioso
Linne, que luchaba por mantener la compostura, pensó: "Este insensato me está tocando. No reacciones, o se dará cuenta". Sin embargo, la sensación era tan extraña que, casi involuntariamente, dejó escapar un gemido.
Zion, sorprendido por su propio atrevimiento y la reacción de Linne, retrocedió, sonrojándose. "Lo siento, no pensé en lo que hacía. Me dejé llevar por lo real que parece... Cuanto más lo pienso, más preguntas surgen. Además, no deberíamos estar aquí, es un lugar prohibido. Solo se nos permite bajar para realizar el pacto".
"Lo siento, ni siquiera sé qué hago aquí o cómo llegué a esta forma", se disculpó Linne, y rápidamente procedió a transformarse en Azrael.
Esto hizo que Zion se cuestionara cuál era su verdadera forma. "¿Eres...?", comenzó a preguntar, pero Linne no pudo escuchar el resto de sus palabras, ya que su atención se desvió hacia la imponente puerta blanca redondeada, adornada con un diseño de grietas doradas.
_¿Lo vez también?
Zion siguió la mirada de Linne y exclamó: "Eso sí que es extraño. La última vez que vine, eso no estaba aquí".
_ No estoy hablando de la puerta si no de esa línea dorada que lleva hasta ese lugar.
_ ¿De qué hablas?
_ Es como si me dijeran que lo siga... _ dijo en un tono muy bajo
Los pies de Linne se movieron automáticamente hacia la llamativa habitación, y Zion intentó detenerla agarrándola de la muñeca. _ "No deberíamos estar aquí, es tiempo de irnos", le advirtió.
Pero Linne, con un rápido movimiento, torció su brazo y lo arrojó al suelo, corriendo luego hacia la puerta. Esta se abrió cuando ella se acercó y se cerró tan pronto como cruzó el umbral, dejando a Zion afuera.
Dentro se reveló una biblioteca de magnitudes insondables, aparentemente infinita. Las ventanas redondeadas mostraban un paisaje de galaxias, como si estuvieran en el espacio exterior. Linne, asombrada, se frotó los ojos, preguntándose si aún estaba soñando.
Desde la distancia, escuchó unos pasos acercándose y las luces del sector de donde provenían comenzaron a encenderse. Un joven alto, vestido con una camisa blanca y pantalones negros, caminaba lentamente mientras hojeaba un libro. Su cabello blanco, tan largo que lo llevaba atado con una cinta, caía más allá de su cintura.
"Por fin te dignas en aparecer...", dijo el joven, bajando el libro para mirarla a través de unas atractivas gafas con montura dorada que realzaban sus ojos del mismo color.
"Te pareces a mí...", observó Linne.
"Sí, pero no somos iguales. Yo soy más lindo", contestó el joven con un guiño.
"Oye", se indignó Linne, intentando mantener la calma, "¿Qué hago aquí? ¿Tú me trajiste?"
"Por supuesto. Estaba cansado de esperarte...", confesó con una sonrisa misteriosa.
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