[Ciudad Elfica de Temarth]
Pov Felicia. (Cantante prodigiosa) (Seguidora del héroe.)
—Que agradable... —susurré para mí.
Gotas de sudor caían por mi rostro, algo que los últimos meses se había vuelto normal.
Sonreí.
Así lo deseaba.
Este clima al que antes no estaba acostumbrada tenía ese poder sobre mí.
Estirando los brazos ante una mañana de sol, no pude evitar comparar los cielos.
Si estuviera allá, tendría que llevar algún tipo de ropa muy gruesa para la nieve...
No es que no me gustase ese tipos de ropa, solo que parecía que los colores que usan en estos lugares combinan más conmigo.
Algo más luminoso.
—¡Trota! —grité a mi caballo.
Golpee suavemente con mis talones en sus costados y trone los labios indicando acelerar el paso.
¡Subiendo está colina seguro que ya se puede ver!
Debido a las historias con las que Zetcry me había estado alimentando la cabeza a lo largo del viaje, no pude evitar apresurarme para verlo.
Sintiendo pequeños golpes en el trasero de tanto correr en el caballo llegué a la cima de la colina y jalando las riendas del hocico lo frené.
Con mis ojos que seguramente estaban brillando volví la cabeza para mirarlo a la cara.
—¡La ciudad! —grité emocionada a la persona más importante para mí y para este mundo.
Me devolvió la sonrisa.
No pude evitar que mi corazón diera pequeños saltos.
Por fin tomaremos un buen descanso...
La ciudad era enorme.
—Es asombrosa, comparada con Somantia... No, siquiera se pueden comparar, este lugar es demasiado enorme.
Llegando a mi lado, Zetcry se burló de mí, como últimamente pareciera ser su rutina cada vez que me contaba algo relacionado a la ciudad de los elfos.
—ja, ja, Felicia, pareces bastante emocionada de nuevo.
—¡No se puede evitar!, la primera vez que vine solo llegamos un día y al siguiente nos fuimos sin poder ver nada...
Ante mi respuesta el héroe elfo me sonrió.
Tranquilamente.
Saltando de su caballo frente a mí, estiró sus brazos haciendo parecer, debido a la lejanía, que cargaba su reino.
—Bienvenida a la ciudad elfica de Temarth Felicia.
—¡¿Que estamos esperando?! ¡Vamos!
Exploté.
Con los caballos a toda velocidad llegamos a la puerta principal en la ciudad.
Al ver nuestra llegada uno de los dos guardias que estaban en la puerta, salió corriendo de dentro de la ciudad de Temarth y todo se volvió ruidoso.
Los niños, tanto humanos como elfos, se habían dado cuenta de que habíamos regresado y empezaron a correr fuera de la ciudad para recibirnos.
Hermosas melodías dignas del regreso del héroe comenzaron a inundar el ambiente.
Pasando el arco de la muralla, el guardia en la entrada que portaba una armadura de cuerpo completo no tardó en tomar aire para hacer sonar el cuerno indicando la llegada del héroe por la calle principal.
Muchas personas deseosas de ver al héroe se juntaban en la orilla de la calle principal siempre siendo restringidas por la guardia elfica para que no hubiera problemas.
Esta ciudad es impresionante, con tanta gente y estas hermosas melodías lo único que faltan son unas buenas letras para inspirar a la gente.
—Ja, ja, no sé por qué te sorprendes tanto Felicia—dijo Zetcry saludando con un brazo y cabalgando con el otro.
—¡Eso es inevitable!, después de todo, en mi pueblo nunca había personas tan animadas tocando estas hermosas melodías.
Aparte, esto es algo que aún no asimilo, ser recibida de esta forma tan animada hace parecer que estuviera en un sueño, tengo miedo de despertar.
—Aunque te parezca increíble será mejor que trates de acostumbrarte, tú eres mi compañera sin duda y la única. —dijo Zetcry mientras sonreía.
Aún cabalgando por la larga calle principal, se podían escuchar las impresiones de la gente en su mayoría positivas.
—¡Miren, es el héroe!
—¡Waaaa!
—¡¡Asombroso miren su espada!!
Los niños en las orillas corrían sin parar de mostrar su entusiasmo y ojos llenos de sorpresa mientras veían a Zetcry montando en su caballo blanco y portando su espada.
—Parece que te admiran mucho.
Sonriendo un poco por mis palabras, Zetcry rápidamente apuntó su espada al cielo.
—¡Gente de Temarth! —un grito salió de la garganta del héroe más genial en el mundo—.¡Juro por esta espada y por la magia de corazón que sin duda acabaremos con la bestia del odio!
Después de su vitoreo, la gente se puso loca.
Las palabras de Zetcry siempre borraban cualquier rastro de preocupación de sus rostros, dando paso a la celebración.
La seguridad que me dan sus palabras no es ninguna broma... Me parece asombroso.
El desfile de nuestra llegada de una de las misiones siguió así hasta llegar a la zona residencial de la raza elfica.
A partir de allí llegamos rápidamente al castillo elfico.
Era enorme.
Cada trote de mi caballo lo hacía verse más y más grande.
Así que este es el castillo del Rey...
Llegando a la puerta principal del castillo, dos filas de elfos mayordomos y maids nos recibieron.
—Príncipe Zetcry es un honor verlo de vuelta y...—Con la mano en la nariz y un mal gesto en la cara hablo el mayordomo—. También a usted, señorita Felicia.
—...
—¡Oye! ¡Ya te dije que es de mala educación hacer tales gestos frente a mí!
—No, pero amo Zetcry —El mayordomo anciano, estupefacto, no supo qué hacer aun con la mano en la nariz.
—Olvídalo Luter, esta vez no tenemos mucho equipaje, por el contrario, ¿podrías preparar y tener listas nuestras provisiones?
—Claro que sí, sin retraso, eso está listo siempre.
—Muy bien, entonces aunque me da algo de pereza subir hasta allá arriba, creo que debo saludar a padre, verdad.
—Claro príncipe, de igual forma nuestra reina estará encantada de verlo en buen estado.
— Sí, lo sé —Dandole las riendas del caballo al Elfo mayordomo, se volvió hacia mi—. Bien Felicia, vamos.
Extendiendo su mano para ayudarme a bajar del caballo, todos los elfos presentes se impactaron en diferente medida.
—Ah... Pero... Príncipe, su compañera... —Zetcry lo interrumpió.
—Espero que no quieras decir que Felicia va a esperar afuera, verdad Luter.
—¡Ah, sí, eh, no, adelante, ¡no es nada!
Así que esa es la famosa condición elfica...
......................
Caminando por los finos pisos relucientes del castillo, tardamos unos diez minutos en llegar a la sala de conferencias del Rey.
Al llegar, lo que había eran dos increíbles puertas de madera café adornadas y grabadas con oro, solo la había visto una vez antes pero seguían siendo gigantes, un poco más altas que los pinos de mi pueblo natal.
—Aguu~ ¡Zetcry no te apartes de mi!, esas cosas, si se caen por alguna razón sería papilla aplastada en segundos...
—Ja, ja, no Felicia, estás puertas no se caerían por nada del mundo, sin duda son bastante resistentes.
Volvió a sonreírme.
Siempre que hace eso mi corazón se calma.
Lo más raro que había sentido nunca.
Al vernos en la entrada, caballeros elfos de armadura brillante marcharon frente a ellas y al llegar al centro, a dos manos, las empujaron dejando escuchar el rechinar de las maderas con un sonido tan fuerte que podría cegar las palabras de cualquiera.
Entonces nos indicaron pasar.
Siendo escoltados por los mismos guardias, caminamos sobre una alfombra verde esmeralda con grabados dorados y estatuas vistosas hasta llegar frente al Rey Elfico Zandred quien era el único en la sala.
Zetcry bajó a una rodilla y coloco las manos en el piso en forma de saludo real.
Seguí su ejemplo.
—Es un honor estar frente a tu presencia, mi Rey.
Zetcry que parecía demasiado apegado a las normas de los caballeros se inclinó aún más.
—Mm... Hijo mío, parece que te ha ido bien en el viaje, puedes descansar.
Poniéndose de pie, el rey lució la tela de alta calidad de su túnica color blanco, dorado y verde.
Realizó su trabajo.
Impuso su presión sobre todos los presentes en la sala, incluidos caballeros armados con lanzas a los lados de la alfombra y nosostros en medio.
—¿Has cumplido con tu deber?
Con un vocabulario demasiado serio como para ser una conversación entre padre e hijos siguió contestando las preguntas.
—Claro que sí, mi rey, eliminé a todas las criaturas del pueblo de Fresnos y limpie los bosques cercanos, como se solicitó en la misión del Gremio.
—Mmm... Eso es bueno, eliminar a toda esa escoria debe ser un trabajo duro, verdad, ¿por qué no tomas un descanso?, ¿acaso no ves que tienes preocupada a tu madre?
¡Ahh qué lindo padre tiene Zetcry! Sin duda se ve que se preocupan por él...
—No padre, es cierto que es un trabajo duro, pero no debo fallar con ésto, después de todo, obtener este poder no fue ni será un juego.
Levantandose a dos pies y golpeando su pecho, juró como siempre.
—En nombre de la diosa Gaia, juro que eliminaré a la bestia del odio como estoy destinado.
—Mmm...
Con una cara difícil, ambos se pararon el uno frente al otro.
—Pero es cierto padre, si mi madre está preocupada la visitaré hoy para calmarle los nervios.
—Oh... Felicia, ya puedes levantarte, es suficiente que hayas mostrado tu respeto.
—Ah, gracias, su majestad.
Nerviosa me levanté de la ovación real para verlos mejor.
Sin más formalidades, Zetcry dejo su espada a uno de los caballero a los lados y momentos después de mirarse, ambos rieron con un abrazo.
......................
—Está es su habitación.
—Gracias.
Después de despedir a la maid que me habia guiado a mi cuarto cerré la puerta.
—Haa... por fin se terminó esto...
Suspirando y dejando libre el cansancio del viaje me dejé caer en la silla frente al espejo.
Respiré hondo disfrutando de unas agradables fragancias dulces en el aire y sonreí.
Una vez más estoy en la habitación del castillo que me fue dada cuando me encontró Zetcry y me trajo como una de los destinados.
—¡Esto sin duda es genial!, aunque esas peleas son bastante cansadas... Creo que dormiré toda la noche por fin en un lugar cómodo.
Solté la cinta de mi flequillo y mi cabello naranja como el sol se pudo extender a sus anchas.
—Auch... —Primera cepillada—. Auch... —Segunda cepillada—. Ich... —Tercera.
Cepillando mi cabello enredado no pude evitar recordar a cierta chica irritable.
Sonreí.
Solo bromeó.
Entonces quitándome la ropa pesada y las botas de hierro me puse algo más cómodo.
Viendo la increíble cama enorme no pude evitar la tentación.
—Je je...
Abrazando la almohada supersuave y cómoda salte sobre la cama lujosa y me puse a jugar un poco antes de dormir.
Espero poder hablar más con Zetcry mañana... Tal vez podamos ir un poco por la ciudad también...
Caí dormida.
......................
—Señorita Felicia, ya es de día.
—Mm... cinco min...
—El príncipe Zetcry la espera en el comedor junto a su majestad.
—¡¡Ah!! ¡¿Su majestad también?! ¡En un momento!
—Señorita Felicia, me ordenaron decirle que esta vez se pasará por alto el código de vestimenta, es necesario que aliste su armadura de batalla.
Escuchando la rara voz nasal de la maid fuera de mi habitación entendí lo que pasaba.
La condición elfica.
—¡¿Eh?! ¡¿Paso algo?!
—Disculpe Señorita Felicia, un sirviente no dispone de esa información, solo me han dicho eso.
—Ah, sí, lo siento, en un segundo voy.
Después de un largo recorrido por pasillos lujosos y grandes, por fin se empezaba a oler un aroma tan delicioso que no podía imaginar a lo que sabría la comida preparada.
—Señorita Felicia, su boca.
—¿Eh?, ¡ah! —Limpiándome con la servilleta que me ofrecía la criada con su única mano libre, me limpie la baba—. Qué hambre...
Llegando al comedor se podía ver un banquete exorbitante.
Filas de platillos de comida deliciosa con pedazos de deliciosa carne y verduras eran la base, para acompañar había algunas frutas que no sabía que existían y botellas de bebidas que nunca había visto en la taberna de Antell.
Un festín por el cual seguro ambos, (Zetcry y yo) ayer estábamos ansiosos por probar.
O... Eso pensaba.
Al entrar a la sala, aunque el banquete era abrumador y hermoso, a esto, no se le podía llamar celebracion.
Había una melodía de preocupación en el aire.
Zetcry que estaba cerca de la entrada me lanzó una mirada y aunque no era algo con intención, pude leer la falta de entusiasmo en él.
Llegando a su lado donde se había colocado mi silla me dispuse a poner mi plato en forma y a acomodarme mientras discretamente por debajo de la mesa jalaba un poco de su chaqueta.
—¿Pasa algo...?
Mirándome con unos ojos serios no dijo mucho.
—Sí, hay algo de lo que debemos hablar, pero primero tenemos que comer, repongamos nuestras fuerzas.
Está no era la misma sensación fresca que Zetcry emana a normalmente.
Después de una reverencia al Rey y la Reina que estaban del otro lado de la mesa gigante, siguió una comida silenciosa y con muchos sonidos de cubiertos.
Una vez todos terminaron de comer y los platos fueron recogidos, su majestad se puso de pie dispuesto a dar el golpe.
—Ahora que la comida ha terminado los espero en la sala de conferencias, prepárense para su partida.
—Si padre.
El rey y la reina salieron del comedor y por fin en confianza hablé.
—¿Zetcry pasa algo malo?
Lo sujeté de la magna.
Aunque parecía que tenía malas noticias, no dude en preguntar, después de todo soy una de los que han sido elegidos, es mi trabajo.
—Felicia... Han llegado dos nuevos avisos sobre la impregnación desde el gremio...
Ah, mira, verdad que es del trabajo, cosas de este tipo no se deben de guardar a las personas que se encargan de eso.
—Han señalado un aumento de impregnación en Antial, un pueblo a un mes al norte.
—Awa... Parece que esto se pondrá incómodo sobre caballos de nuevo...
Ignorando mis quejidos siguió hablando.
—Y el otro lugar...
Mis hombros me están matando...
—También con nuevos avistamientos es tu tierra natal, Somantia...
—Y mi trase... ¿Eh...?
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