Capítulo 17

Selko se pone de pie, aún un poco débil, pero decidido.

—Tenemos que irnos—, dice. —Este lugar ya no es seguro.

Mi madre y yo asentimos, sabiendo que tiene razón. Los vampiros pueden regresar en cualquier momento, y no podemos correr ese riesgo.

Partimos esa misma noche, caminando en silencio a través del bosque. Selko nos guía, su visión nocturna permitiéndole ver en la oscuridad.

Después de un rato, vemos una luz en la distancia. Selko se detiene, mirando hacia la luz.

—Es una capilla—, dice. —Pueden darnos alojamiento allí.

Llegamos a la capilla, una pequeña construcción de piedra con una cruz en la puerta. Selko se detiene, mirando hacia la puerta.

—No puedo entrar—, dice. —Soy una criatura de la noche.

Mi madre y yo entramos, encontrando un cura amable que nos da la bienvenida. Nos ofrece alojamiento, y nos dice que podemos quedarnos allí tanto tiempo como necesitemos.

Selko se queda afuera, en los alrededores de la capilla. Puedo sentir su presencia, incluso desde dentro. Sé que está allí, vigilándonos.

El cura nos trae comida y bebida, y nos habla de la capilla y su historia. Mi madre y yo escuchamos, agradecidas por su hospitalidad.

Mientras tanto, Selko permanece afuera, en la oscuridad. Sé que está allí, protegiéndonos, y me siento agradecida por su presencia.

Me abrazo a mi madre, tratando de calmarla mientras entramos en la iglesia. El cura nos mira con una expresión amable y nos acoge con los brazos abiertos.

—¿En qué puedo ayudarlas, hijas mías?—, pregunta con una voz suave.

Me siento incómoda, así que miento.

—Nuestra casa se derrumbó. Necesitamos un lugar para quedarnos.

El cura no hace preguntas, solo asiente y nos lleva a una habitación en la parte trasera de la iglesia. Me siento aliviada de que no nos haya interrogado.

Pero de repente, el cura saca un frasco de agua bendita y me rocía con ella. Me aparto, sorprendida y confundida.

—¿Qué hace?—, pregunto, tratando de secarme la cara.

El cura me mira con una expresión seria.

—Estabas rodeada de una aura maligna, hija mía. Una aura de las criaturas de la noche.

Me siento confundida.

—¿Qué quiere decir? ¿Criaturas de la noche?

El cura asiente.

—Vampiros, hombres lobo, demonios... criaturas que se alimentan de la oscuridad y el miedo.

Me siento como si me hubieran golpeado. ¿Qué tiene que ver esto conmigo? ¿Por qué me habla de esto?

Mi madre, que ha estado callada hasta ahora, habla.

—¿Sofía?

Me doy cuenta de que no puedo seguir mintiendo. Tengo que contar la verdad.

Respiro profundo y decido contarle la verdad al cura.

—Estamos huyendo de los vampiros—, digo, tratando de mantener la calma. —Nos persiguen porque quieren ofrecerme como sacrificio al próximo rey vampiro.

El cura me mira con una expresión seria, pero no parece sorprendido.

—Sí, sabemos sobre la leyenda de la sangre humana que potencia los poderes vampíricos—, dice. —Pero no sabíamos que eras tú la elegida.

Me siento un escalofrío al escuchar sus palabras.

—¿Qué saben sobre la leyenda?—, pregunto, tratando de obtener más información.

El cura se inclina hacia adelante, su voz baja y misteriosa.

—Sabemos que los vampiros creen que la sangre humana es la clave para obtener poderes divinos. Y que tú, Sofía, eres la clave para que ellos logren su objetivo.

El cura se levanta, su expresión determinada.

—No te preocupes, hijas mías. Están a salvo aquí. Esta iglesia es un refugio para aquellos que buscan escapar de las criaturas de la noche. Y nosotros somos los Cazadores de la Noche, dedicados a proteger a la humanidad de las sombras.

Me siento un poco más segura, pero sé que esto no ha terminado. Los vampiros no se rendirán fácilmente.

***

Me encuentro con Selko detrás de la iglesia, mientras rego las flores. Me sonríe, y yo siento un cosquilleo en mi piel. Me acerco a él, sin sorpresa, ya que sé que él me trajo aquí para que estuviera a salvo.

—Selko—, digo, sonriendo. —Te estaba esperando, ¿por qué tardaste tanto?. ¿Cómo sabías que estaba aquí?

Selko se acerca a mí, su mirada intensa. —Siempre te he estado cuidando, Sofía. Sabía que este era un lugar seguro para ti.

Me siento un poco abrumada por sus palabras, pero también me siento agradecida.

—Gracias—, le digo. —No sé qué hubiera hecho sin ti.

Selko me mira con una expresión seria.

—Sofía, debes tener cuidado. Los demás vampiros no se rinden fácilmente. Y el cura... no confío en él.

Me siento un poco incómoda, recordando las palabras del cura sobre los vampiros.

—¿Qué quieres decir?—, pregunto.

Selko se acerca a mí, su voz baja.

—Quiero decir que no todos somos enemigos. Y que debes estar atenta a tus amigos, porque no todos son lo que parecen.

Selko me mira con una expresión seria.

—Sofía, creo que el cura te podría estar utilizando como cebo para atraer a los demás vampiros. No es seguro que te quedes aquí.

Me siento un poco asustada por sus palabras.

—¿Qué quieres decir?—, pregunto.

Selko toma mi mano. —Quiero decir que te estoy preparando otro lugar para esconderte. Un lugar seguro. Solo espera un poco más—.

Me siento un poco aliviada al escuchar sus palabras.

—¿Por qué haces esto por mí?—, pregunto.

Selko me mira con una expresión de amor.

—Te quiero, Sofía. No quiero perderte. No puedo perderte.

Me siento conmovida por sus palabras. Le toco el pecho, donde hace unos días tenía una gran herida. Ahora está ileso, gracias al poder de mi sangre.

—También tengo miedo de perderte—, le digo, mirándolo a los ojos. —No quiero vivir sin ti.

Selko me abraza con fuerza, y yo siento su corazón latiendo contra el mío.

—No te perderé—, me susurra. —Te prometo que siempre estaré contigo.

Selko y yo nos besamos apasionadamente, olvidándonos de todo lo demás. Pero nuestro momento de intimidad es interrumpido por el cura, que nos sorprende con una expresión de ira en su rostro.

—¡Detente, demonio!—, grita, lanzando agua bendita a Selko.

Selko gruñe de dolor, apartándose de mí.

—¡Pare!—, le grito al cura. —¡No le hagas daño!

El cura me mira con una expresión de desaprobación.

—Estás hechizada por el vampiro, Sofía. No ves el mal que te está haciendo.

Me siento confundida y enojada.

—No estoy hechizada—, le digo. —Selko me ama y yo lo amo. No es un demonio.

El cura sacude la cabeza.

—Te has dejado engañar por sus artimañas. Debes alejarte de él antes de que sea demasiado tarde.

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