Capítulo 5

Llegué a la mansión donde se celebraba el baile. La entrada estaba llena de personas con rostros sonrientes, pero la aura que emanaban era siniestra. Mi madre me tomó del brazo y me dijo que no me alejara de ella.

Pero después de media hora, me sentí aburrida. La música era monótona y las conversaciones parecían vacías. Decidí beber una copa de vino para pasar el tiempo.

Selko se me acercó y se burló de mí.

—¿Sabes qué es lo que estás bebiendo?—, me preguntó con una sonrisa maliciosa.

—Vino—, le respondí, confundida.

Selko se rió.

—No, no es vino. Es sangre.

Me sentí horrorizada. Escupí el vino de inmediato, pero Selko se rió de nuevo.

—Fue una broma, Sofía. No hay sangre en el vino.

Me sentí tonta y enojada al mismo tiempo. Erwin se unió a nosotros y regañó a Selko por ser malo. Me ofreció un pañuelo para limpiar mi boca y me agradecí su amabilidad.

Mientras le agradecía, la música del baile cambió. Roy se había puesto a tocar el piano. La melodía era hermosa y triste al mismo tiempo.

Erwin me pidió bailar, pero lo rechacé.

—No sé bailar—, le dije, intentando sonar convincente.

Erwin sonrió de manera pícara.

—No importa—, me dijo. —Te enseñaré.

Insistió en bailar conmigo, y yo no tenía más remedio que aceptar. Sentía que si lo seguía rechazando, algo malo podría ocurrir. Aunque los labios de Erwin estaban llenos de sonrisas, sus ojos me veían de manera fría.

Cuando tomó mi mano, sentí que el aire se volvía mucho más frío. Selko nos miraba como si fuéramos una mala broma. Me sentí incómoda, pero Erwin me atrajo hacia él y comenzamos a bailar.

La música de Roy era hipnótica, y me sentí atrapada en un mundo de sueños. Erwin me guiaba con facilidad, y yo me dejé llevar por la música y el movimiento.

Pero no podía sacudir la sensación de que algo estaba mal. De que Erwin me estaba manipulando de alguna manera. Me sentí como una marioneta en sus manos, y no me gustó.

Bailé solo una pieza con Erwin y luego me excusé, diciendo que tenía sed. Pero en realidad, salí al jardín, un lugar apartado pero no tan lejos como para no poder pedir ayuda si algo malo me llegaba a pasar.

Mientras miraba la luna, alguien se sentó a mi lado. Cuando voltee para ver quién era, me di cuenta de que era Roy. Sin mirarme, me dijo:

—Debe ser difícil para ti este tipo de ambiente. Debes sentirte cansada.

Le respondí:

—En realidad, tú eres el que parece agobiado—. Roy me miró por primera vez y me dio una sonrisa vacía. Luego, halagué su música, diciendo que era hermosa y emotiva.

Roy solo me escuchó, sin decir nada. Se quedó sentado a mi lado, en silencio, mirando la luna. Me sentí incómoda, pero al mismo tiempo, me sentí atraída por su misterio.

Quise preguntarle muchas cosas a Roy, pero sentí que me vería muy intensa si lo hacía, ya que era la primera vez que intercambiábamos palabras. Así que solo me senté a su alrededor y seguí mirando la luna.

Roy rompió el silencio y me preguntó:

—¿Cómo era tu vida afuera?

Le conté sobre mi vida, mis amigos, mi familia. Me burlé de que en Peace no hay sol.

—Es como si estuviéramos en un mundo sin luz—, le dije.

Roy se rió de mi chiste.

—Hay una barrera que impide la entrada y salida de lo extraños—, me explicó. —Es por eso que no podemos salir de aquí.

Me sorprendió su respuesta.

—¿Una barrera?—, le pregunté. —¿Qué tipo de barrera?

Roy se encogió de hombros.

—No lo sé. Nadie lo sabe. Pero está ahí, y nos mantiene atrapados en este lugar.

Me sentí intrigada. Quería saber más sobre la barrera y por qué estaba ahí. Pero Roy se levantó y me dijo: —Deberíamos regresar al baile. No queremos llamar la atención.

Sentí que Roy me estaba mintiendo, pero no insistí en el tema. Decidí hacerle caso y volví al baile, donde me encontré a Selko mirándome de una manera que me hizo sentir temor.

Pronto, extendió la mano. Me pregunté qué significaba su gesto. Selko, entre dientes, escupió: —Baile.

Me di cuenta de que lo que deseaba era un baile. Me quise negar de nuevo, pero al mirar el aspecto lúgubre de Selko, supe que si lo hacía, no escaparía con vida.

Así que acepté. Mientras bailaba con aquel vampiro, no pude evitar preguntarme la razón por la que ellos se acercaban a mí. ¿Qué querían de mí? ¿Por qué me elegían a mí?

Selko me miraba con una intensidad que me hacía sentir incómoda. Me sentí como una presa en sus garras. Pero traté de mantener la calma, de no mostrar mi miedo.

La música parecía una melodía macabra, una canción de muerte. Me sentí atrapada en un mundo de pesadilla, un mundo del que no podía escapar.

Mientras bailaba con Selko, comencé a pensar sobre los intercambios entre los tres vampiros y yo. Y llegué a la conclusión de que en esta historia había más. No podía creer que ellos se acercaran a mí para capturar mi corazón o porque me encontraban irresistible.

Había algo más, algo que no podía ver. Debía haber una razón por la que todos eran tan insistente en que me convirtiera en un vampiro. Algo que les interesaba de mí, algo que les hacía creer que era especial.

Pensé en mis conversaciones con Erwin, Roy y Selko. En las palabras que habían dicho, en las miradas que me habían lanzado. Y supe que estaba en lo cierto. Había algo más, algo que no podía ignorar.

La música terminó y Selko me soltó. Me miró con una sonrisa siniestra y me dijo: —Hasta luego, Sofía. Pronto serás uno de nosotros.

Me estremecí al escuchar sus palabras. Pero supe que no me daría por vencida. Descubriría el secreto que se escondía detrás de sus acciones. Y lucharía por mi libertad, por mi humanidad.

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