Capítulo 9

Me puse a pensar que todo era tan misterioso en Peace... Si no fuera porque yo era alguien con una mentalidad fuerte, tenía miedo de que alguien más en mi lugar se hubiese vuelto loca hace mucho tiempo. Después de todo, mi destino era morir, y ¿quién no le tiene miedo a la muerte?

Pensé en todas las cosas extrañas que había sucedido desde que llegué a Peace: la forma en que todos parecían saber algo que yo no sabía, la manera en que me trataban como si fuera una especie de sacrificio, la forma en que Selko y los demás vampiros me miraban como si fuera una presa.

Me sentí como si estuviera viviendo en una pesadilla, como si todo fuera una especie de juego macabro en el que yo era la pieza principal. Y lo peor de todo era que no sabía cómo escapar, cómo cambiar mi destino.

Pero entonces recordé las palabras de Olivia:

—Voy a ayudarte a salir de aquí, Sofía. No te preocupes—. Y me aferré a esa esperanza, a la idea de que todavía había una manera de escapar, de cambiar mi destino.

Cuando fui al baño, alguien me encerró. Grité en busca de ayuda, pero nadie vino. Me sentí atrapada y sola.

Mientras veía cómo el cielo se oscurecía a través de la ventana, empecé a extrañar mi vida en el pasado. Extrañé a mi familia, a mis amigos, y sobre todo a Sebastián. Me sentí vulnerable y asustada, y deseé que él estuviera allí para protegerme.

Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, y me sentí impotente. ¿Por qué me habían encerrado? ¿Qué querían de mí?

Justo cuando pensé que no podía soportarlo más, la puerta del baño se abrió. Me limpié las lágrimas y miré hacia la puerta, esperando ver a alguien que me ayudara. Pero en lugar de eso, vi a Selko parado en la entrada.

Se sorprendió al verme llorar. Nunca me había visto así, y parecía no saber cómo reaccionar. Me miró con una expresión extraña, como si no supiera qué hacer con mis lágrimas.

—Tu eres el que me hace más daño—, le dije a Selko, mi voz temblando de rabia y dolor. —No quiero tu ayuda. Te odio y odio a todos.

Selko se sorprendió aún más por lo rota que me encontraba. Me miró con una expresión de shock y confusión, como si no supiera cómo reaccionar.

Por primera vez, Selko se preguntó si esto estaba bien, si la tradición que había existido durante todo este tiempo era correcta. ¿Era justo condenar a una persona a muerte solo por ser la elegida?

Me miró fijamente, buscando algo en mis ojos. Y por un momento, vi una chispa de duda en su mirada.

—Sofía...—, empezó a decir, pero no pudo terminar la frase.

Me levanté y me alejé de él, dejándolo solo en el baño. No quería su ayuda, no quería su compasión. Solo quería escapar de ese lugar y de la cruel tradición que me había sido impuesta.

Selko fue detrás de mí y me tomó de la mano.

—No me gusta verte así—, me dijo, su voz suave y preocupada.

Me sorprendió su gesto. La forma en que me miraba era entre arrepentida y temerosa. Sus acciones confundieron mi mente. ¿Por qué se comportaba de esa manera?

Solo asentí y le pedí que alejara su mano de mí. Selko me hizo caso y me soltó. Luego me alejé de él y fui rumbo a mi casa.

Mientras caminaba, sentí que algo había cambiado en la relación entre Selko y yo. No sabía qué era, pero podía sentirlo. La tensión entre nosotros había disminuido, y en su lugar, había una especie de... incertidumbre.

No sabía qué significaba eso, pero estaba decidida a descubrirlo. ¿Qué había cambiado en Selko? ¿Y por qué?

Llegué a mi casa y me encerré en mi habitación, tratando de procesar lo que había sucedido. Pero mi mente estaba en blanco. Solo podía pensar en la mirada de Selko, en la forma en que me había tocado la mano.

***

A la mañana siguiente, me encontré con Olivia en el pasillo de la escuela. Me sonrió y me dijo:

—Sofía, ¿sabes lo que pasó?

Me encogí de hombros.

—No, ¿qué pasó?

—Mirtha ha sido suspendida por tiempo indefinido—, me dijo Olivia con una sonrisa maliciosa.

Me sorprendí al escuchar la noticia. ¿Por qué habrían suspendido a Mirtha? Y entonces, recordé la conversación que había tenido con Selko el día anterior. Me di cuenta de que esto era obra suya.

En mi interior, pensé que Selko había cumplido su promesa. Me había dicho que haría que Mirtha pagara por lo que me había hecho, y ahora, ella había sido suspendida.

Me sentí un poco aliviada, pero también confundida. ¿Por qué Selko había hecho eso por mí? ¿Qué significaba eso para nuestra relación?

Olivia me miró con curiosidad.

—¿Sabes algo al respecto?

Negué con la cabeza.

—No, no sé nada.

Pero en realidad, sabía que Selko estaba detrás de todo esto. Y eso me hacía sentir un poco más esperanzada. Tal vez, solo tal vez, Selko no era el enemigo que pensaba.

***

Las clases pasaron de forma amena ahora que Mirtha había sido suspendida. Ya no tenía que soportar su acoso y sus insultos. Me sentía más relajada, más libre.

Mientras iba a la sala de música, me encontré con Selko en el pasillo. Me miró intensamente, como si quisiera decirme algo, pero no dijo nada. Solo me miró y pasó de largo.

Me quedé mirando su espalda en retirada, con emociones encontradas. Me sentía confundida, no sabía qué pensar de Selko. ¿Por qué me miraba de esa manera? ¿Qué quería de mí?

Me sacudí el pensamiento y entré en la sala de música. Allí me encontré con Roy, el chico que siempre me sonreía. Me dio un asentimiento y me senté a su lado.

—¿Qué tal?—, me preguntó.

— Bien—, le respondí. —Me alegra que Mirtha no esté aquí.

Roy asintió.

—Sí, es mejor sin ella.

Me sentí cómoda con Roy, como si pudiéramos hablar de cualquier cosa. Me di cuenta de que era una de las pocas personas en Peace que no me juzgaba, que no me veía como la —elegida— para el sacrificio. A Roy no le parecía importar le nada más que su música.

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