Capítulo 11

A la mañana siguiente, mientras me preparaba para mi clase de gimnasia, que era un martirio total, me encontré con Erwin en el pasillo. Me saludó de manera agradable y me preguntó qué estaba sucediendo entre Selko y yo.

—Sofía, ¿qué pasa entre tú y Selko?—, me preguntó con curiosidad. —He visto que él te trata de manera... diferente.

Me encogí de hombros.

—No sé, Erwin. Selko es un enigma. A veces es amable, pero otras veces es... aterrador.

Erwin me miró seriamente.

—Sofía, debes tener cuidado. Un cazador seguirá siendo un cazador, sin importar cuán dulce y tierna sea la presa. No te dejes engañar por su amabilidad.

Me sentí un poco incómoda con su advertencia, pero sabía que Erwin solo quería protegerme.

—Gracias, Erwin. Lo tendré en cuenta.

Erwin asintió.

—Buena suerte en tu clase de gimnasia. La necesitarás.

Me reí y me fui a mi clase, tratando de olvidar la advertencia de Erwin. Pero sus palabras seguían resonando en mi mente. ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué secretos escondía Selko?

En la clase de gimnasia, me encontré con Olivia, que me dijo que tenía algo importante que decirme. Asentí, esperando que la clase terminara pronto.

Pero antes de que pudiera hablar con Olivia, el profesor llegó y inició el martirio. Como era la única humana en la clase, los ejercicios que hacíamos no eran aptos para mí. Los demás estudiantes eran sobrenaturales, con habilidades y fuerzas que yo no podía igualar.

El profesor nos ordenó hacer una serie de saltos y giros, que para los demás eran fáciles, pero para mí eran un desafío. Me esforcé por seguir el ritmo, pero era claro que no podía competir con los demás.

Olivia me miró con preocupación, pero no podía ayudarme. Estaba atrapada en su propio ejercicio, un salto mortal que parecía fácil para ella, pero que para mí era imposible.

El profesor me gritó, exigiendo que me esforzara más. Me sentí humillada y frustrada, pero no podía rendirme. Tenía que seguir adelante, no importaba cuán difícil fuera.

Después de la clase de gimnasia, me reuní con Olivia en la biblioteca. Queríamos hablar de lo que estaba pasando, pero no queríamos que nadie más escuchara nuestra conversación. Así que decidimos comunicarnos por medio de notas.

Le escribí a Olivia: —¿Qué pasa, que me tenías que decir?

Olivia respondió: —Este fin de semana la barrera será abierta. Apareció otro candidato al trono y con su llegada abrirán la barrera. Aprovechemos esto para que puedas escapar.

Me sorprendí al leer sus palabras. ¿Un nuevo candidato al trono? ¿Qué significaba eso para mí?

Le escribí de vuelta: —¿Y mi madre? Sabes cómo quitarle la hipnosis o lo que le hayan hecho.

Olivia respondió: —No te preocupes, estaremos recibiendo la ayuda de alguien.

Me intrigó saber quién podría ser esa persona. Le escribí: —¿Quién?

Olivia sonrió y escribió: —Roy.

Me sorprendí al leer su nombre.

Le pregunté a Olivia si Roy era confiable. Me respondió con un simple —sí—. Me pareció suficiente, pero aún tenía mis dudas.

Pronto, tuvimos que dejar de escribir nuestras notas por la llegada de un grupo de estudiantes. Olivia y yo nos separamos, cada una por nuestro lado.

Mientras caminaba por el pasillo, no pude evitar preguntarme la razón por la que Roy me estaba ayudando. Se suponía que él también era un candidato al trono, ¿por qué me estaba ayudando a escapar? ¿Qué ganaba con eso?

Me parecía extraño, pero al mismo tiempo me sentía agradecida. Tal vez, solo tal vez, Roy no era como los demás. Tal vez era diferente.

Seguí caminando, perdida en mis pensamientos. No sabía qué iba a pasar, pero sabía que tenía que estar preparada. La barrera se abriría pronto, y yo tenía que estar lista para escapar.

Cuando regresé a casa, me encontré con mi madre en la sala. Me sonrió y me preguntó:

—Sofía, ¿has pensado en los futuros candidatos al trono? ¿Hay alguno que te agrade?

Me encogí de hombros, tratando de parecer indiferente.

—No sé, madre. No he pensado mucho en eso.

Mi madre se rió.

—Bueno, es hora de que comiences a pensar en tu futuro, Sofía. Eres una joven inteligente y hermosa. Tienes mucho que ofrecer.

Me sentí incómoda con la conversación.

—Madre, no sé si quiero ser reina. No sé si quiero estar en el trono.

Mi madre me miró seria.

—Sofía, no tienes opción. Eres la elegida. Y debes cumplir con tu deber.

Me sorprendí con sus palabras. ¿La elegida? ¿Qué significaba eso? Pero no dije nada. Solo asentí y sonreí, tratando de parecer conforme.

Mi madre me sonrió de vuelta.

—Bueno, Sofía. Hablaremos más de esto luego. Ahora ve a descansar. Mañana es un gran día.

Me fui a mi habitación, sintiendo que mi futuro estaba siendo decidido sin mi consentimiento. ¿Qué significaba ser la elegida? ¿Qué papel iba a jugar en todo esto?

***

A la mañana siguiente, me levanté temprano para ensayar mi papel para el festival. Me dirigí al salón de ensayos, donde me encontré sola. Comencé a recitar mis líneas y a practicar mis movimientos, tratando de memorizar cada detalle.

Mientras ensayaba, sentí que alguien me observaba. Me detuve y miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. Seguí ensayando, pero la sensación persistió.

Finalmente, vi a Roy parado en la puerta, observándome en silencio. Me sentí sorprendida y un poco incómoda. ¿Qué hacía él aquí?

Roy no se movió, solo me siguió mirando con una expresión seria. Me sentí como si estuviera estudiándome, analizando cada movimiento mío.

Me concentre en seguir ensayando, tratando de olvidar la extraña sensación que me había dejado Roy. Recité mis líneas con más intensidad, tratando de meterme en el papel de la elegida.

—Estoy dispuesta a dar mi vida por la causa—, dije, tratando de convencerme a mí misma.

Pero mientras hablaba, no pude evitar sentir escalofríos. Mi papel era el de un mártir, alguien que estaba dispuesto a morir por una buena causa. Yo no quiero morir y creo que nadie quiere hacerlo. Mientras pensaba en esto recordé que antes de mí hubo muchas otras chicas que se vieron obligadas a asumir un papel que no querían.

— Esto es un infierno.

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