Suspiré cansada cuando por fin el carruaje se detuvo frente a casa. Mi cabeza dolía como nunca, yo misma me regañaba por no poder hablarle al Duque, mis padres venían todo el viaje quejándose, dándome sus sermones y como si fuera poco, Maite no paraba de hablar desde que nos retiramos del baile, parecía un loro hablando sobre que el conde Keitte la invitó a bailar y la elogió.
Sin decir nada comencé a subir las escaleras, mi madre me llamó alterada.
-¿Cómo te atreves irte así después de lo que hiciste?- preguntó al borde de la histeria.
Papá pasó un brazo sobre sus hombros intentando contenerla, diciéndole que pronto lo solucionarían.
-Buenas noches- dije con pocas ganas y me dirigí a mi habitación.
¿Para qué preocuparme? Si ya sé lo que sucederá mañana.
Bostecé mientras jugaba con las cortinas de la ventana. El sol de la mañana ya entraba a mi habitación y hacía picar mi piel.
Miré de reojo a Karla, quién estaba buscando un vestido para el día. Hoy me sentía muy cansada, perezosa así que hice que ella eligiera mi vestimenta.
- Que no sea de un color muy alegre- indiqué
Siempre solía vestirme acorde a mi estado de ánimo. Esta vida no sería la excepción.
-¿Qué le parece este, señorita?- preguntó levantando un vestido color violeta y detalles grises.
Asentí y me acerqué al centro de la habitación, dónde siempre suelo cambiarme de ropa.
Karla comenzó a desajustar los cordones de mi camisón, al instante este calló al suelo acariciando la piel de todo mi cuerpo en el camino, ocasionado que los bellos de mi nuca se erizaran.
- Tiene que ir al comedor, la están esperando, señorita- avisó una sirvienta entrando a la habitación.
Cuando Karla terminó de acomodar mi vestido, salí de la habitación para bajar las escaleras acompañada de las dos sirvientas.
-Buen día- saludé al entrar al comedor.
Fruncí el ceño al notar que mis padres estaban notablemente felices. Era raro verlos así, siempre están regañándome.
Arrastré la silla y me senté frente a Maite, quién parecía una niña feliz mientras jugaba con su desayuno. La mayoría del tiempo parece que yo soy la adulta, la mayor y no al revés.
Sin decir nada y sin esperar que me dijeran algo, comencé a comer. Tenía mucha hambre, en estos días dónde no tengo tanto humor me da más hambre de lo normal.
- Caeli, tenemos algo que decirte- dijo papá apoyando sus cubiertos en el plato.
- ¿Qué sucede?- pregunté sin darle mucha atención.
Los trozos de fruta estaban muy dulces, ¿cómo lo hacían?
- Le mandamos una carta al Duque Waligtton ofreciéndole tu mano-
Sentí de inmediato cómo un trozo de fruta quedó atorado en mi garganta y comencé a toser de forma desesperada.
-¿Qué?- pregunté sorprendida
Bueno, en realidad no tendría que estar tan sorprendida porque esto lo leí en la novela, pero el problema es que fue lo último que leí. ¿Cómo se supone que Caeli reaccione?, ¿Tengo que negarme? Dios, ¿qué tengo que hacer?
- No nos importa tu opinión, niña. Tú solo tienes que comenzar a frecuentarte con él, enamorarlo, casarte y así ayudas a tu familia- dijo mi madre mirándome fijamente, sus ojos tenían una pizca de rencor y enojo.
¿Ayudar a la familia? Robarle al Duque de forma disimulada no es una ayuda decente y sincera que digamos.
Además, ¿estoy dispuesta a arriesgarme solo para que mi familia se beneficie?, ¿qué hicieron ellos por mí?, ¿en qué me beneficia a mí?
Tomé aire y buscando las palabras correctas los miré son seriedad para luego responder.
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Comments
Quica Romero
Y sobre todo eso, ¿cómo saben que el Duque les. va ayudar en algo?. ¿Sean puesto a pensar en èso?. Porque el estar casado con ella signifique que él mueva un dedo para beneficiarios.🧐🙄🤔
2024-02-18
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Quica Romero
¿Y que tal si mejor se pone a trabajar en vez de tratar de vender a sus hijas como un vulgar proxeneta?.🧐🤔🤨😤
2024-02-18
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Alex Rosa
tu comentario me dio mucha risa 🤣 😂 😅
2024-02-13
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