...Amelia...
El aire en la cripta aún resonaba con las palabras de la sombra, la entidad oscura que parecía ser la guardiana de secretos insondables. Cassian y yo compartíamos un silencio tenso, un espacio entre las lápidas que guardaban historias de vidas pasadas y pactos olvidados.
—¿Realmente pensaste que entrar sola en la mansión era una buena idea? ¡Podrías haber resultado herida o peor! —exclamó Cassian, su tono llevando consigo una mezcla de preocupación y frustración.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y en ese instante, la magnitud de mi imprudencia pesó sobre mí. Había subestimado la oscuridad que acechaba en la mansión, la peligrosidad de los secretos que desenterrábamos. Pero la chispa de valentía que me había llevado allí aún ardía en mi interior.
—Necesitamos respuestas, Cassian. No podemos permitir que la oscuridad gobierne este pueblo sin cuestionarla. —respondí, mi voz firme pero matizada por el reconocimiento de mi temeridad.
Cassian se pasó la mano por el rostro, como si estuviera lidiando con la tensión que se acumulaba entre nosotros. —Pero esto va más allá de nosotros, Amelia. ¿No entiendes que estamos lidiando con fuerzas que escapan a nuestra comprensión?
—Lo entiendo, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. Si hay una manera de cerrar la puerta que hemos abierto, debemos encontrarla y detener lo que sea que acecha en Villa Esperanza. —argumenté, mi determinación chocando con la cautela de Cassian.
La atmósfera se volvía cada vez más tensa, como si las sombras mismas estuvieran cerrando el espacio a nuestro alrededor. Y en ese momento, cuando la discusión alcanzaba su punto álgido, ocurrió algo inesperado.
Cassian, con una expresión que oscilaba entre la furia y la angustia, de repente se acercó a mí. La proximidad de su rostro al mío desencadenó una corriente de emociones que iban más allá de la discusión. Sus ojos, fijos en los míos, revelaban una tormenta interior que resonaba con la mía propia.
—No puedo soportar la idea de perderte por esta locura, Amelia —susurró Cassian, tomándome de la cintura, y en un acto impulsivo y apasionado, sus labios se posaron sobre los míos en un beso que rompió la barrera entre la discusión y la conexión emocional.
Fue un beso impetuoso, un destello de intensidad que desafió las sombras que nos rodeaban. En ese instante, la tensión que se había acumulado en la cripta parecía disolverse en la pasión compartida. Pero, al mismo tiempo, la sorpresa de aquel gesto impensado resonaba en el aire, dejándonos a ambos aturdidos por su inesperada naturaleza.
El beso se desvaneció tan rápido como había comenzado, dejando un eco de emociones contradictorias en el aire. Cassian retrocedió, sus ojos buscando los míos en un intento de entender la complejidad del momento.
—No puedo perderte, Amelia. Pero también necesito que entiendas que estamos en un terreno peligroso. —dijo Cassian, su voz reflejando la mezcla de pasión y precaución que colmaban su ser.
Las palabras resonaron en la cripta, creando un puente entre la conexión que acabábamos de compartir y los misterios que aún enfrentábamos. El beso, como una llamarada en la oscuridad, nos recordó que la vida estaba tejida con hilos impredecibles, incluso en medio de las sombras más densas. En Villa Esperanza, entre secretos y besos inesperados, nuestro destino continuaba desplegándose en un camino lleno de incertidumbre y revelaciones.
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