Capítulo 8 “Mansión de los Morgan”

...Amelia...

La mansión de los Morgan se alzaba como un espectro en la periferia de Villa Esperanza. Su arquitectura antigua resonaba con la majestuosidad de épocas pasadas, pero también estaba impregnada de una oscuridad que susurra historias olvidadas. Cassian y yo nos aventuramos hacia ese umbral de misterios, la mansión que podría contener las claves para desentrañar el enigma que amenazaba a nuestro pueblo.

El crujido de las ramas secas bajo nuestros pies resonaba en la noche silenciosa mientras nos acercábamos. La luz de la luna se filtraba entre las ramas de los árboles, lanzando sombras danzantes sobre la fachada decrépita de la mansión. El aire estaba impregnado con un dejo de humedad y un olor a antigüedad.

—La mansión ha sido testigo de siglos de secretos familiares y, según la leyenda, esconde más de lo que los ojos ven. Quién sabe cuántos susurros han resonado entre estas paredes —comenté, sintiendo la tensión en el aire a medida que nos adentrábamos en la oscuridad.

Cassian asintió con solemnidad. —La historia de los Morgan siempre estuvo velada en un manto de misterio. Si hay respuestas, es probable que las encontremos aquí.

El portón de hierro se abrió con un chirrido lúgubre, como si la mansión misma protestara por ser despertada de su letargo. Nos adentramos en el patio, donde las estatuas cubiertas de musgo parecían observarnos con ojos petrificados. La mansión se cernía sobre nosotros, imponente y enigmática.

El vestíbulo nos recibió con un eco sordo mientras nuestras pisadas resonaban en las paredes vacías. Los muebles cubiertos con sábanas parecían fantasmas del pasado, guardando los secretos que se ocultaban en cada esquina. El crujir de las escaleras nos instó a explorar los niveles superiores, donde la oscuridad parecía más densa.

—¿Crees que encontraremos algo aquí? —preguntó Cassian, su voz resonando en la vastedad del vestíbulo.

—Hay algo en el aire, Cassian. No puedo explicarlo, pero siento que estamos cerca de la verdad. Debemos seguir explorando —respondí, mi determinación guiándome hacia las sombras que se extendían por los pasillos laberínticos.

Cada puerta que abríamos revelaba más habitaciones olvidadas por el tiempo. Fotografías enmarcadas con rostros desconocidos y retratos que parecían seguirnos con la mirada adornaban las paredes. Cassian y yo avanzábamos como exploradores de un pasado enterrado, cada habitación una pista que nos acercaba al corazón del enigma.

—Esto es como un rompecabezas gigante. Cada habitación, cada objeto, nos cuenta una parte de la historia —comentó Cassian mientras examinábamos una serie de retratos familiares que adornaban un salón polvoriento.

—Los Morgan parecen haber vivido vidas plagadas de secretos. Pero lo que buscamos, la conexión con los crímenes, aún se escapa a nuestra comprensión —añadí, mi mirada fija en un retrato de una mujer con ojos que parecían reflejar un tormento oculto.

Nos dirigimos hacia la biblioteca, un rincón donde las palabras de los Morgan podrían revelar más de lo que susurra el viento entre los álamos. Los estantes estaban repletos de libros antiguos, algunos con tapas gastadas por el tiempo y otros con cerraduras que parecían desafiar nuestra curiosidad.

—Aquí, en la biblioteca, podríamos hallar respuestas —sugirió Cassian, su mirada centrada en un pergamino antiguo que reposaba en una mesa.

Desenrollamos el pergamino con cuidado, revelando un mapa detallado de los terrenos que rodeaban la mansión. Marcaciones precisas señalaban lugares específicos, entre ellos, una cripta escondida en el jardín trasero.

—La cripta podría ser la clave. Si hay algo que los Morgan quisieron ocultar, podría estar allí —dijo Cassian, su mirada fija en el mapa que se extendía ante nosotros.

Salimos de la mansión con la certeza de que la cripta nos acercaría a la verdad que se escondía en las sombras. La noche nos envolvía mientras avanzábamos hacia el jardín, donde las tumbas antiguas yacían en reposo, testigos silenciosos de secretos que aguardaban ser revelados.

El portón de la cripta se abrió con un gruñido metálico, como si el tiempo mismo protestara por nuestra intrusión. A medida que descendíamos por las escaleras de piedra, la oscuridad se cernía sobre nosotros como un manto espeso. La cripta, impregnada con el olor a humedad y el eco de susurros del pasado, nos instó a explorar los recovecos de su interior.

En la penumbra de la cripta, Cassian y yo avanzamos con la certeza de que, entre las sombras de los Villa Esperanza, encontraríamos la verdad que Villa Esperanza había mantenido oculta durante tanto tiempo. El enigma que se tejía entre el pasado y el presente se revelaría, pero aún no éramos conscientes de la oscuridad profunda que nos aguardaba en el corazón de la mansión.

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