Por fin me sonríe la vida.

Diana.

Después de horas de viaje llegué a Millán, es hermoso, mi corazón estaba partido en dos, pero no importa, debo seguir adelante, llegué al lugar que me dijo Andrea y una señora muy amable me recibió, me enseñó mi habitación y era hermosa y acogedora todo era de color marfil y los muebles marrones, me dispuse a descansar y comencé a llorar, saque todo mi dolor todo lo que tenía acumulada luego de eso me dispuse a dormir.

El día siguiente fui a buscar trabajo, pregunté en todos lados y al fin encontré en una cafetería, tenía un poco de miedo, no sé si esto le haría daño al bebé, pero debía conseguir suficiente para mudarme, ya que solo así podría empezar el negocio que tenía en mente.

Los primeros días en la cafetería los veía forzado, por el hecho de que doblaba turnos, pero luego me fui acostumbrado poco a poco me gane el cariño de unos y el odio de otros, había dos chicas que me hacían la vida imposible hasta que dos meses después les contaron al jefe que yo estaba embarazada ese día me llamaron a la oficina del jefe.

— Buenas tardes, jefe en qué le puedo servir.— Dije un poco nerviosa.

— Señorita Diana, es cierto que estás embarazada.— Dijo mi jefe el señor Rafael Bernocchi viéndome serio.

— Si señor Bernocchi y acepto si quiere despedir...—

— siiiiii, seré tía.— se escuchó la voz de Laila detrás de mí, ella es la hija del señor Contreras.

— Que dice, señorita Diana, no la despediría por eso, solo que debió decirnos, usted no puede doblar turnos, no puede estar cargando las bandejas muy cargadas y caminando de aquí para allá.— dijo mi jefe con su semblante tranquilo, yo solo Asentí, él tenía razón.

— Sabes que te queremos mucho, Diana no debiste ocultarnos tu embarazo.— dijo Laila muy sonriente.

— Ahora dime Diana, por qué doblas turnos sabemos que tu bebé está en camino, pero para qué necesitas tanto.— pregunto el señor Rafael.

—Verá, señor Rafael, en unos meses no podré trabajar, así que necesito dinero para poder montar mi negocio y trabajar desde mi casa y para eso debo dejar de vivir de arrimada en dónde estoy.

— no te preocupes hermosa, yo tengo un apartamento que me regalaron en mi cumpleaños, pero mi hermano me regaló otro, así que ese es tuyo, vamos por tus cosas.— dijo Laila hablando muy rápido.

— no por supuesto que no dejaré de estar arrimada en dónde vivo para irme de arrimada contigo.— le dije a Laila y está se rio.

— ese bebé de tu pancita será mi ahijado, tómalo como un regalo para él o después me lo pagas, aunque no creo que acepte el dinero.— decía está riéndose.

— Diana, siéntate dime de qué va el negocio que quieres poner — preguntó curioso el señor Rafael.

Le empecé a contar que estudie diseño y que me considero muy buena en lo que hago y que si no busqué en una empresa fue por qué al hacerme los exámenes para entrar no me iban a recibir embarazada.

El señor Rafael miró a su hija Laila y ambos sonrieron.

— Me alegra escucharte decir, eso sabes por qué, por qué este no es mi único negocio, es el más tranquilo, pero tengo más, hoteles, centro comerciales, más cafetería y empresas, entre esas está una de modas y ando buscando a una nueva promesa del diseño, que dices te unes.— dijo el señor Rafael y salte de alegría.

— Es en serio señor Rafael, por supuesto que quiero trabajar para usted.— dije muy feliz.

— Bueno, no sería para el sí, no para el ogro, pero descuida no está el país y no creo que venga, así que señorita haremos un excelente equipo, pues yo soy modelo y quiero que me hagas brillar con tus diseños.— Dijo aplaudiendo y gritando Laila es tan divertida.

— Señorita Diana, me complace decirle que usted está despedida, pero contratada para la empresa Modas Bernocchi.

Fui ese mismo día a buscar mis cosas y nos fuimos directo al apartamento que están muy cerca de él, otro que ella tenía, era hermoso, tenía varias habitaciones, unas hermosas escaleras, la cocina era hermosa, toda la decoración era en colores blancos y marfil con algunos muebles en tonos negro y marrón era precioso.

— Bueno, mi querida comadre estás en tu casa, que te parece.— dijo y la abracé, enseguida mis lágrimas salieron.

— Gracias Laila, no sabes cuánto te lo agradezco.— ella limpió mis lágrimas y me abrazo más duro.

— No agradezcas, tú sabes que eres mi amiga y te considero mi hermana, esa que nunca tuve, por qué solo tengo a un hermano y es un ogro.— dice y nos reímos.

Ese día me instalé, fui con Laila e hicimos un mercado, estaba feliz por eso ya tenía algo propio y pronto lo pagaría así, ella no quisiera.

Al día siguiente fui a la empresa, llegamos y todos me veían raro, ella me instaló en mi nueva oficina y era un sueño, era de color blanco y todos los muebles eran de color negro, tenía una gran ventana hermosa, un sofá y hasta una habitación y no se para que todo estaba espectacular.

— Bueno, mi reina te dejo para que trabajes en tres horas, abra una junta y quiero que expongas tus ideas, ya que todos expondrán sus ideas también.— Dijo y se fue sonriente.

Me dispuse a trabajar en nuevos diseños, pero dependiendo de lo que digan en la reunión los muestro por el hecho de que tengo otros ya hechos desde hace mucho tiempo.

El momento de la reunión llegó y todos me miraban por arriba del hombro, pues, mis fachas no eran las de una diseñadora con talento, vi sus trabajos y eran buenos, pero eran más de lo mismo, dos clientes presentes en la reunión no les dieron el visto, bueno luego Laila me presento y mostré mis bocetos casi lloro a todos le gustaron mis diseños y los clientes estaban literalmente peleando por mis diseños.

— Señores tranquilos, hay más de donde salió ese.— dije y mire a Laila esta me sonrió.

Y así fue como en mi primer día de trabajo ya tenía a dos fans, después de ese día empecé a trabajar de lleno y no solo creaba, sino que también supervisaba a otros, la vida al fin se apiadaba de mí.

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