Bonitos ojos

Maelok se halla en la sala del departamento de Loraine, sosteniendo a la pequeña mujer en su regazo, teme que si la suelta algo malo pueda pasarle. Es un brujo de mil años que jamás se preocupó por nadie más que por él mismo, y ahora llega esta humana que se ha convertido en su protegida.

- No vuelvas a correr como una loca, humana irresponsable - la regaña.

- Lo siento, lo siento, lo siento - es lo único que dice entre llanto.

- Te llevaré a tu habitación, necesitas descansar.

La lleva a su habitación y la acuesta en su cama, pero al intentar alejarse la mujer lo sostiene de la muñeca.

- No me dejes sola, por favor - su tono suplicante desarmó al malvado brujo.

Se acostó al lado opuesto de la cama, la profesora lo mira entre con esos ojos que parecen querer descubrir cada secreto en el alma del hombre frente a ella. En un impulso la mujer se echa sobre el pecho de él, quien se queda estático sin saber como reaccionar.

- Gracias, por haber salvado mi vida, es la primera vez que alguien se preocupa por mí - dice en un hilo de voz.

Sin saber qué responder, solo acarició un poco su cabello.

La mañana los sorprendió abrazados como si fueran una pareja de amantes que se compenetran perfectamente uno al otro. El primero en despertar fue Maelok quien observó el rostro impasible de la bella pecosa, miró sus labios rosas y quiso saber qué sabor tendrían estos.

- Si me sigues mirando así, voy a pensar que estás enamorado de tu tonta socia humana - bromea con el brujo, aunque estaba realmente nerviosa por la firmeza de su mirada.

- ¿Y si así fuera? - pregunta él.

- Un ser tan bello como tú, jamás miraría a una pobre mujer como yo, solo soy una mentira - sus palabras estaban cargadas de dolor, ¿quién la había dañado tanto?

- Pues a mis ojos eres una bella criatura que con gusto haría mía.

Esa afirmación la hizo estremecer, la mirada de Maelok no era igual que en días pasado, parecía que algo cambió de ayer a hoy entre ellos. El brujo acercó su rostro a la chica y la besó, primero como si temiera al rechazo, pero luego el beso subió de nivel, hasta calentar a ambos cuerpos.

- Si no me detienes te haré mía para siempre - le dijo besando su cuello.

Aquella afirmación le calentó no solo su cuerpo, también lo hizo con su alma.

- Hazme tuya, entonces.

Volvieron a besarse uniendo sus lenguas de manera frenética, pero con hambre voraz. Bajó despacio por el cuello y pecho de la castaña. Liberó uno de los pechos blancos de la mujer, no pudo evitar saborearse ante el rosado pezón.

- Eres bellísima - dicho esto, llevó su boca al lugar y allí se deleitó por largo rato, mientras ella se retorcía por el placer recibido. Jamás había permitido que tocaran sus inmaculados senos, empero, este hombre estaba haciendo con ella lo que quisiera.

- Maelok, por Dios, me vas a enloquecer, te necesito, por favor.

Su nombre sonaba tan bien de la boca de la mujer.

- Te daré lo que pides, pequeña humana - entró en ella con movimientos en principio suaves, para luego volverse salvajes, tan profundos que la llevaron al séptimo cielo cosa que jamás había ocurrido con ninguno de sus anteriores amantes - ahora me perteneces y jamás te dejaré.

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