Jayden sentía que su corazón latía de una manera desenfrenada, había rechazado el agua que Zinnia le había ofrecído para calmarse, incluso ignoraba las palabras de su doncella en un intento de calmarlo. Se sentía desesperado, se sentía temeroso, tenía miedo de que su esposo lo odiara, que incluso sintiera asco por él.
Había mantenido el hecho de su abuso en secreto, por miedo a que Aleksander lo odiara, incluso que la familia Románov, a la cual estaba comenzando a querer lo odiara.
Jamás se había sentido tan querido y tan amado en un lugar, como lo hacia en la Villa Bogdan, y como lo hacía la familia Románov. El omega había encontrando cariños que jamás pensó conocer, sobre todo el cariño de una madre, un hermano mayor, un amigo, un confidente, una hermana, y sobe todo un esposo.
Daba vueltas y vueltas por toda la habitación, mientras su corazón latía Conn fuerza, y su respiración se aceleraba. Si seguía así, su corazón volvería a doler, y no quería eso. Pero esta noche había tenido tantas sorpresas, tantas emociones, que ya ni siquiera podía controlarse.
— Mi señor debe calmarse — insistió Zinnia por quinta vez. — No debe alterarse, le hará mal al bebé — al oir esas últimas palabras Jayden se detuvo y se giro a mirar a su doncella.
Zinnia se acercó al omega que ya se encontraba calmado, y comenzó a ayudarlo a desvestirse, así cambiaría su atuendo por una ropa más cómoda y podría dormir.
— ¿Crees que mi esposo este molesto? — pregunto Jayden en un susurro, mirándose al espejo mientras Zinnia lo ayudaba a vestirse.
— El señor Aleksander lo quiere mucho, estoy segura de que lo entenderá si usted le dice la verdad — Jayden suspiro.
— Eso espero — susurro para si mismo.
Tenía miedo de que su esposo lo odiara, y como no hacerlo, si se había casado con un omega sucio, y repugnante que había sido tocado por al menos seis hombres. Todos miembros de la Organización Roja, y todos hombres de confianza de su madre.
En ese momento las puertas de la habitación fueron abiertas, Zinnia se apresuró a salir de la habitación, cuando Aleksander entró y el corazón de omega dio un vuelco al verlo.
Tenía el labio partido, y algunos golpes en la cara, también un pequeño moreton en el pómulo donde tenía la cicatriz.
— Viniste. — susurro el omega.
— Siempre — respondió el alfa. — Siempre vendré a ti.
Jayden corrio hacia los brazos de su alfa, y el Albino lo abrazo contra su pecho, escuchando los sollozos del omega.
— Lo siento — susurro el omega contra su pecho — Debi haberte dicho antes, pero tenía miedo, tenía miedo de que me odiaras, de que me tuvieras asco — sollozo y Aleksander dejó un beso en su frente.
— Eres mi omega — agarro el rostro de su esposo entre sus manos — eres mi esposo, y la madre de mi cachorro — puso una de sus manos en el vientre del omega. — Llevamos un año de casados, la mayoría de ese año peleando — bromeó y el omega soltó una pequeña risa — pero lo que resta del año, me di cuenta que te amaba, y más ahora, que estamos por formar una familia — acarició su mejilla—. Como mi historia con Lianna quedó en el pasado, todo lo que te sucedió también quedará en el pasado — dejó un beso sobre su frente. — Empezaremos desde el comienzó, sin mentiras, sin secretos. Si hay un problema, lo hablaremos hasta hayas una solución, pero lo haremos juntos. Tal vez tengamos peleas, tal vez pasemos por malos momentos, y nos desesperemos. Pero lo importante es que estaremos juntos — Aleksander dejó un pequeño beso en sus labios, e hizo alto que sorprendió al omega.
El albino se arrodilló ante el omega y dejó un pequeño beso en el vientre del omega. Provocando la risa de este.
— Y criaremos, y amaremos a este bebé — volvió a dejar otro beso y Jayden río mientras acariciaba el cabello de su esposo. — Pero también quiero que sepas, que jamás podría tenerte asco o odiarte, no podría hacerlo — se puso de pie — ¿Como podría tener esos sentimientos y pensamientos cuando se que no es tu culpa? — volvió a acariciar con suavidad su mejilla limpiando las lágrimas que se deslizaban por las mejillas sonrojadas de su omega.
— Alfa... — el albino dejó un corto y pequeño beso en los labios de su omega.
— Sea lo que sea que haya pasado. No es tu culpa, jamás será tu culpa — los ojos del omega se llenaron de lágrima. — Y ese idiota, pagará por lo que te hizo, te lo aseguró.
— ¿Mancharías tus manos de sangre por mí? ¿Matarías por mí?
— Si.
El alfa ni siquiera había vacilado, ni por un momento. Aleksander mataría por él, estaba dispuesto a mancharse las manos de sangre por él. Porque lo amaba, lo adoraba, lo deseaba, lo añoraba.
Porqué eso era lo que sentía por el castaño. Adoración. Amor. Añoro. Anhelo. Afecto. Un conjunto de emociones que lo asfixiaban. Un conjunto de emociones que jamás había sentido, incluso estando con Llanta. Porque nunca antes había sentido algo así, algo como lo que estaba sintiendo en esos momentos. Jamás había sentido algo así por nadie.
No.
Si las había sentido.
Lo estaba sintiendo en ese momento. En ese instante. Instante en el cual el universo parecía detenerse, cuando sus brazos envolvían delicadamente a su omega en un abrazo tierno y protector. El roce de sus labios, suaves como la seda, despertaba en él sensaciones embriagadoras, más adictivas que la más pura nicotina, más intensas que la más potente anfetamina.
Era indudable que nadie más, aparte de Jayden, tenía el poder de hacerlo sentir de esa manera única y extraordinaria.
No existía lugar en el mundo donde quisiera estar, ni persona con quien quisiera sentirse de esta forma especial y apasionada. Solo él tenía la capacidad de encender todas las fibras de su ser, de hacerle vibrar cada célula de su cuerpo como si fuera una sinfonía de emociones inigualables.
Nadie más que él. Solo él.
En el silencio compartido entre ellos dos, sus ojos se encontraban, comunicándose en un lenguaje sin palabras. Un mar de sentimientos verdes y azules se reflejaba en ambos pares de miradas, traspasando las barreras de lo no dicho. En esos momentos, las palabras y las confesiones se quedaban atrapadas en sus gargantas, pero sus ojos eran capaces de expresar todo aquello que sus labios no podían pronunciar.
Roan estacionó el coche frente a la cabaña, sintiéndose sumido en la desolación y el dolor. A esas horas, no había ningún alma rondando por esos lugares, solo el eco de los recuerdos que le atormentaban. El alfa decidió adentrarse a la cabaña, buscando refugio en aquel hogar que alguna vez fue su santuario. Fue recibido por el cálido abrazo del fuego de la chimenea, un calor que jamás creyó volver a sentir. Mientras se acercaba a la habitación que antes compartían, un aroma familiar inundó sus sentidos, haciéndole estremecer.
— ¿Gael? — llamó su nombre con un nudo en la garganta, temiendo las respuestas que pudiera encontrar.
Cuando entró a la habitación, sus ojos se encontraron con aquel alfa que una vez le sacaba sonrisas y le llenaba de felicidad. Pero ahora, el ambiente estaba cargado de tensión y dolor.
— ¿Qué estás haciendo? — Roan preguntó confundido, viendo cómo Gael empacaba sus cosas rápidamente.
— No es de tu incumbencia. — respondió Gael de manera cortante, continuando con su tarea sin siquiera mirarlo. — Me iré.
Roan dio un paso hacia él, lleno de inquietud y angustia.
— ¿Te irás? ¿A dónde? — las palabras salieron entre susurros, implorando por una respuesta que pudiera darle esperanza.
— Lejos de ti — admitió Gael, alzando la vista para encontrarse con los ojos de Roan — Lejos, muy lejos. Donde no pueda verte, donde no tenga un instante para pensarte. Me iré de la Villa, de Rusia... Me iré lejos.
Las palabras cayeron sobre Roan como un golpe que le dejó sin aire. Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, pero luchó por mantener la compostura, a pesar del dolor que le oprimía el pecho.
— Pero tu familia... tus obligaciones... la villa... — intentó argumentar, buscando una razón que pudiera retener a Gael a su lado.
Gael soltó un irónico risa llena de amargura.
— La villa y mi familia estarán mejor en las manos de Aleksander que en las mías — afirmó, con voz cargada de desesperanza — Un alcohólico, un borracho bueno para nada. Un pedazo de basura — cada palabra la escupió con dolor, revelando el intenso sufrimiento que llevaba dentro — Alguien como yo, alguien que le da vergüenza incluso a su propia madre, no merece ser el heredero de los Románov, mucho menos un líder. ¿No fue eso lo que me dijiste tú?
Roan apretó sus manos en puños, sintiendo cómo cada palabra de Gael le perforaba el corazón. Sabía que esas palabras eran verdaderas, él había sido quien las pronunció en el pasado, cargado de ira y desilusión. Intentó acercarse, buscando una manera de reparar el daño, pero Gael retrocedió y negó con la cabeza.
— No te acerques — los ojos del albino se llenaron de lágrimas, un brillo de dolor que partía el alma — Me has hecho mucho daño...
La primera lágrima recorrió la mejilla de Gael, y Roan se sintió consumido por la culpa y el remordimiento.
— Yo jamás quise lastimarte — susurró, en un intento desesperado por mitigar el sufrimiento que había infligido a su amado.
El alfa albino dejó escapar una risa llena de amargura, como si no pudiera creer en las palabras que salían de boca de Roan.
— Es la peor mentira que he escuchado, Roan — bramó enfadado, sintiendo cómo el dolor se convertía en rabia — Y yo solo estoy perdiendo mi tiempo...
Agarró su maleta y salió de la habitación, dispuesto a alejarse de aquel lugar que alguna vez fue su hogar. Mientras Gael descendía las escaleras, Roan corrió frenéticamente detrás de él, desesperado por retenerlo.
— ¡Huye! ¡Huye como siempre, cobarde! — Gael se detuvo al oír esas palabras, sintiendo cómo cada una de ellas le hería en lo más profundo de su ser. Se volteó en el final de las escaleras, subiendo su vista para encontrarse con la mirada de Roan.
— ¿Cobarde? ¿Me llamas cobarde a mí? — rió con desdén — No soy un cobarde, Roan. No como tú... No miento, no finjo interés por una persona... No vivo para complacer los deseos de los demás sobre mi propia felicidad. No obedezco a mi madre solo porque ella es una maldita inestable — exclamó, refiriéndose a Victoria, subiendo un escalón tras otro — Primero estoy yo, y luego están los demás. Primero es mi felicidad y luego la de los demás — continuó, acercándose cada vez más a Roan — Me llamas cobarde, pero yo jamás me acobardé... Jamás oculté tu nombre a mis hermanos, jamás oculté las marcas que me hacías en la piel... Al contrario, me sentía feliz, me sentía orgulloso... Porque sabía que, en este mundo de mierda, al menos había alguien que me quería — Gael se encontraba en el último escalón, a punto de enfrentarse cara a cara con Roan.
La tensión en el ambiente era palpable, como un eco de tristeza que envolvía cada rincón de aquella habitación. Roan, pronunció unas palabras que resonaron en el corazón de Gael como dagas afiladas.
— Jamás te quise. Jamás te ame — afirmó Roan, su tono dejando claro el desprecio que sentía hacia Gael.
El albino, herido por aquella confesión tan fría, sintió cómo su pecho se contraía, ahogando el aire que intentaba respirar. Negó con la cabeza, intentando comprender cómo pudo haberse equivocado tanto en sus sentimientos hacia Roan. Las lágrimas comenzaron a amenazar con escaparse de sus ojos, pero las contuvo con fuerza, decidido a no mostrar su dolor ante aquel hombre que había tomado su corazón y lo había destrozado sin remordimiento alguno.
— Lo sé. Me he dando cuenta — musitó Gael con voz quedada, sintiendo cómo las palabras se le clavaban como puñales en el alma. — Tú, Roan Borges, eres un niño arrogante y un títere, una diversión para los demás. Eres el títere de tu madre, el niño perfecto, siempre intentando ser mejor, incluso mejor que Jayden, cuando en realidad, no le llegas ni a los talones.
Las venas del cuello de Roan se hincharon de rabia y, sin pensarlo, reaccionó de forma brusca y violenta. Agarró a Gael por el cuello de la camisa y lo estampó con fuerza contra la pared, dejando que el dolor físico fuera una representación de lo que sentía en su interior.
El alfa moreno escuchó atentamente las palabras de Gael, pero en lugar de admitir su error, optó por recriminarle a su vez.
—Dejarte entrar en mi vida fue el mayor error que cometí, Gael Románov — soltó con disgusto.
Las lágrimas amenazaron nuevamente con escaparse de los ojos de Gael, pero esta vez no pudo evitar que algunas traicioneras gotas se deslizaran por sus mejillas pálidas. Sin embargo, luchó por no permitir que su voz se quebrara, manteniendo aquel manto de frialdad que tanto le había costado construir.
— Hice bien en no enamorarme de ti, Roan Borges —, respondió Gael, sintiendo cómo las palabras salían solas, como un último intento de protegerse a sí mismo de más dolor.
Aquellas palabras penetraron en lo más profundo de Roan, erosionando su ya debilitada fortaleza emocional. Finalmente, lo soltó y se alejó tres pasos, incapaz de soportar la cercanía de Gael en ese momento. La habitación se convirtió en un campo de batalla de emociones desgarradoras, donde los corazones rotos peleaban por encontrar una verdad que ya parecía perdida.
— Eres una basura, Románov — masculló Roan, su voz temblorosa, antes de girar sobre sus talones y bajar las escaleras con desesperación. — ¡Eres una basura! — gritó nuevamente antes de que la puerta se abriera y cerrara.
El albino cerró sus ojos con fuerza, intentando bloquear el dolor que se agolpaba en su pecho. El sonido del portazo resonó en su mente. El silencio de la habitación se convirtió en compañero indeseado del albino, mientras las lágrimas finalmente caen sin cesar.
— Cuando tenía seis años, mi madre se había comprometido con Danil. Pero él tenía varios asuntos que resolver, así que se fue del país. En ese entonces, Nikolai y Ashton venían con frecuencia a la casa. — musito sintiendo las caricias de su alfa en su brazo, mientras mantenía la cabeza apoyada en su pecho desnudo. — Al principio, solo fueron miradas, luego fueron insinuaciones y por último fueron roces, todo siguió hasta que cumplí siete años. — Aleksander dejó un beso en su caballera castaña — Fue el día de mi cumpleaños, fue el día de mi cumpleaños cuando abusaron de mí — sus ojos se llenaron de lágrimas y Aleksander lo apartó de su pecho para mirarlo. — Luego,fueron sus amigos, los amigos de Ashton y los de Nikolai. Ellos dijeron que si rogaba para que me soltaran lo harían, y ya no me volverían a tocar.
— ¿Y lo hiciste? — pregunto en un susurro el alfa.
— Tenía siete años, les creí — Aleksander apretó su mandíbula con fuerza, se sentía furioso, quería moler a golpes a todos lo que le habían hecho daño a su omega.
— ¿Tu madre...?
— Ella lo sabía, dijo que debía de guardar silencio. Que esperaba que hubiese aprendido algo de como complacer a los hombres. — las lágrimas bajaron por su mejilla. — El abuso duro tres años, una vez que cumplí los diez, Danil volvió. Y fue entonces que él peleó con Nikolái, y los hecho de la Organización. — Aleksander acarició su mejilla — Danil me salvó, tal vez no de Victoria pero si de esos hombres. — el albino lo abrazo.
Jamás había sentido tanta rabia como la que estaba sintiendo en ese momento. Saber que su omega había abusado por múltiples hombres durante tres años, fue lo peor. Nada de lo que sentia en ese momento era comparado con lo qué sintió cuando Nikolái le corto el rostro, casi dejándolo ciego.
— ¿Tus problemas de salud, tienen algo que ver con eso? — Jayden asintió.
— Nací enfermizo desde que era un bebé, pero los doctores me mantenían estables. Mi condición empeoró, cuando mi madre, por no poder complacer bien, a esos hombres me prohibió tomar mi medicina, lo cual me provocó los ataques de asma. — cerro sus ojos ante el suave tacto de Aleksander en su mejilla — Luego, por los golpes que recibía, de su parte, y de parte de los hombres con los que debía acostarme, comencé a tener huesos frágiles, algunos se rompían con tanta facilidad que daba miedo. — Aleksander suspiro.
— ¿Como lo haces? — Jayden fruncio el ceño.
— ¿Hacer que? — inquirió.
— ¿Como dices algo tan doloroso Colosio fuera la cosa más normal del mundo? — Jayden se encogió de hombros.
— No lo sé. Creo que me acostumbre. — Aleksander lo abrazo.
— Nadie debería acostumbrarse a algo así. — musito acariciando el cabello rizado y castaño de su omega. — Mucho menos tú — levanto con delicadeza el mentón de su omega y depósito un pequeño pero tierno beso en sus labios.
— Gracias....— susurro y Aleksander volvió a besarlo.
Unos golpes en la puerta sacaron de su burbuja a la pareja. Aleksander se separó de su omega, y se puso sus pantalones negros, antes de ponerse de pie y acercarse hacia la puerta, al abrirla se encontró con Zinnia. La doncella bajo la cabeza, y Aleksander le dio el permiso para que entre a la habitación.
— ¿Sucede algo? — pregunto Jayden saliendo de el cuarto y acercándose a su doncella, mientras se cubría con una camisa de Aleksander, una camisa negra que le llegaba un poco más bajo de los muslos.
— Han llegado noticias de la Villa, mi señor. — Jayden la miro indicándole que contiene — Su hermano, el joven Alaric, tuvo un accidente, cayendo de las escaleras. Fue trasladado al hospital.
Jayden retrocedió al oir esas palabras salir se la boca de su doncella, Aleksander se apresuró a ir hacia él y sostenerlo.
— ¿Co...como? — preguntó.
— Según, su vieja nana, la señora Victoria lo golpeo, él resbaló así que cayó por las escaleras. Lo siento. — Jayden nego.
— ¿Como se encuentra ahora? — preguntó Aleksander, ignorando el hecho de que su esposo tenga espías en la villa Belov.
— Su estado es criticó — miro al omega — Posiblemente no sobreviva.
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Comments
zeelikebee
Exclamó el rey de los cobardes
2025-03-23
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zeelikebee
alv, ya no te odio, así de fácil caigo 🫦
2025-03-23
0
leli thv
estoy destruida mentalmente, duele ver como sufren cada uno por la culpa de alguien más, maldito ROAN se que te arrepentirás de esto y luego lloraras lágrimas de sangre y ahí no vas a tener el Consuelo de tu "madre" la que tanto obedeces😤😔
2023-09-07
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