LAYLA (Cap. 10)

Llegamos al asiento y siento un aliento cálido en mi oído.

* Te lo dije muchas veces, te gusta mi cuerpo. Con lo magnánimo que soy, te dejaré tenerlo, pero primero debes invitarme a cenar. Soy un chico inocente de casa.

Estoy a punto de sacudirme, cuando siento su nariz en mi cuello. Lo escucho aspirar y hace un sonido de apreciación. Por primera vez, a mis 23 años, comprendo lo que decían mis amigas. Hay acciones que hacen que te derritas.

* Me encanta como hueles...

Su voz me saca de mi ensoñación. Me separo suavemente. No quiero que piense que me afecta, pero siento un calor en las mejillas. Maldición, otra primera vez, nunca me había sonrojado, pero ese calor debe significar que estoy de un bonito tono tomate.

- No te acerques a mi de esa manera. No me gusta que invadan mi espacio personal. Se puede saber, ¿qué demonios haces aquí?.

Me siento un poco agitada y mi voz no oculta nada. Maldición.

* Ya te lo dije, estoy aquí por ti. Estoy inscrito en todas tus clases.

Me encanta que su mirada no vague por todo mi cuerpo y se quede fijo en mis ojos. Doblemente maldición.

- Si eres nuevo, ¿cómo pudiste ingresar a los últimos cursos de ambas ca...rre...ras...

Voy perdiendo el volumen de mi voz. Y tanto mi cerebro, como sus ojos, dicen algo: Dah.

Me toco la frente y pienso lo fácil que debió ser para él jugar con el sistema de administración. Me arrepiento no volver seguro mi entorno, volví a pecar de confiada. Bueno, no hay de otra.

- Que afortunada, seré la única alumna que tenga permitido tener mascota en el campus. Sentémonos, Firulais.

* jajaja...

Escucho su risa y no me queda de otra que reir también. Nos miramos a los ojos y empiezo a sentir de nuevo ese calor en las mejillas. Aparto la mirada y busco sentarme. Debo tener una conversación silenciosa con la parte de mi cuerpo que regula mi inesperada e indeseada pigmentación.

Nos sentamos uno al lado del otro y siento como su pierna choca con la mía. Me giro para decirle que no se pegue, pero me agarra la mano, mientras mira con ojos fríos hacia la puerta. Volteo a ver y es un joven pálido, asiático, con ojeras y mirada viciosa. Está recorriendo a todos con esa mirada enferma y antes de chocar con la mía, Cruz gira mi cabeza.

Antes de preguntar qué hace, mis labios están demasiado ocupados para hablar, ya que sus labios se encuentran en el camino. Así debe sentirse al ser golpeado por un taser. Me cosquillea todo el cuerpo y me pierdo en la suavidad de esos labios. Dejando mi virginidad autoimpuesta, tengo mucha experiencia en besos. Entonces, ¿por qué siento como si fuera la primera vez?. No debería ser así, nunca lo fue. Besar es genial, pero nunca fue tan placentero y maravilloso como lo siento ahora. Suelto un jadeo inconsciente y él se aleja despacio, pero su frente toca la mía. Miro sus ojos y es como plata líquida. Mi mente vuelve con el mismo pensamiento: estoy realmente, completamente, jodida.

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