LAYLA (Cap. 7)

No puedo escucharla llorar, ella no falló en nada. Todo el mundo le falló a ella y yo no iba a aumentar la carga que ya le había puesto.

- Mamita, no llores. Mira es año nuevo y te prometo esto. Si veo a alguien bueno, lo intentaré. Quién sabe, tal vez me enamoré y te de nietos rápidamente.

* Tampoco te pases, estás muy joven para ser madre, ya te dije que debes cuidarte. Siempre me cuentas que paras de fiesta en fiesta y que por tus venas corre alcohol y no sangre. Soy muy joven para ser abuela.

- Entonces piensa bien lo que deseas. Te quiero mucho, mami. No te mantengo despierta tanto tiempo, debes descansar.

* Hasta luego, tesoro.

Inicia mi último semestre y solo tengo unos pocos cursos. Incluso tengo varios proyectos ya acabados y listos para presentar. No pienso pasar este tiempo solo comiendo, estudiando y durmiendo.

Ingreso al salón. No hago mas que pasar la puerta y los alumnos, que llegaron temprano, guardan silencio y voltean a verme. Después de varios años, ya estoy acostumbrada. Tu me ves y parece que estoy lista para iniciar una pelea, pero soy la número 1 de la clase. Me gusta describirme como una hermosa contradicción. Piel ligeramente bronceada rosa beige, cabello castaño y ojos color avellana. Pequeña de 165 cm, pero con cuerpo atlético. Siempre me gustó practicar deportes.

- Ya llegué, mis súbditos, pueden continuar con lo que estaban haciendo.

Digo mientras miro a cada uno con una sonrisa.

Los que ya han llevado clase conmigo ruedan los ojos, pero me saludan con una sonrisa. Saben que a pesar de lo escandalosa que me muestro, siempre ayudo a quien pida un repaso de cualquier curso. Los que no han tenido la dicha de tenerme como compañera, me reciben con todo tipo de miradas: tímidas, hastiadas, sorprendidas; pero la que me sorprende es la de un chico, apoyado en el último pupitre ubicado en la pared opuesta a la puerta. Mientras me voy acercando a él, veo su sonrisa de oreja a oreja y sus ojos (sí, son grises) con un brillo travieso. No le quito los ojos de encima y no porque me parezca guapo, aunque lo es: 186 cm aprox, cabello negro hasta el hombro con las puntas un poco ondedas y piel oliva.

Mis 2 mejores amigas me han dicho que intimido mucho, pero no le muevo ni un pelo al chico nuevo. No solo me sostiene la mirada, sino es como si buscará retarme.

Me detengo frente a él.

- Estás en mi sitio.

* No veo tu nombre en el, por ningún lado, muñeca.

Automáticamente pienso en condenado, pero sacudo la cabeza. No hay forma de conocerlo en persona, aunque muero por hacerlo. Cuánto quisiera, pero tengo prioridades. El extraño me observa y su sonrisa se ensancha.

* Parece que pensaste en alguien especial que te quita el sueño.

Tiene una voz grave y suave, con efecto envolvente que me energiza. Siento correr una sensación, para nada desagradable, por mi cuerpo.

- No, solo me dio una indigestión. Déjame mencionarte que todos se sientan adelante y el sitio de la esquina es para las personas haraganas como yo. No te conviene asociarte conmigo o el profesor te pondrá en la mira.

* Entonces eres mi tipo de chica, pero lástima que llegué primero. El asiento es mio, pero te invito a sentarte a mi lado o si quieres el asiento, mis piernas están disponibles.

Su aliento mentolado, roza mi oreja y cuello y mi corazón se acelera.

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