La obsesión de Rebecca, la pintura.

Rebecca se encontraba en uno de los cuartos que hacía las veces de estudio. Había decidido que era el momento perfecto para retomar su antiguo hobby de la pintura, algo que había dejado atrás cuando se convirtió en vampiro. Vestía ropa poco común para alguien de su opulencia y presencia; había elegido un overol y una camisa holgada. Estaba trabajando en un nuevo retrato de su difunta hija Alexa. La habitación estaba llena de pinturas de la pequeña niña castaña con sus famosos ojos de Alejandría. Esos ojos habían sido uno de los motivos por los que la mafia rusa decidió separarla de las manos de su madre, Rebecca, en aquel entonces.

La vista de las pinturas era dolorosa para Rebecca, recordándole la pérdida de su amada hija y los terribles eventos que la llevaron a estar donde está hoy. A pesar de todo, la pintura era una forma de escape para ella, un momento para dejar de lado su papel como reina vampiro y perderse en su arte. Le hacía recordar que una vez había sido una humana con un propósito de vivir, y era su pequeña hija Alexa Solovier uno de los recuerdos que llegaban a su mente, días antes de que la mafia rusa se la arrebatara. Recordaba la conversación que tuvo con su pequeña y adorada hija en ese día, como si hubiera sido ayer. Habían salido de paseo por el parque una mañana por las antiguas calles de San Petersburgo de la década de los treinta, comentando lo entusiasmadas que estaban por el viaje a esa ciudad, ya que ambas pertenecían a la isla de Vasilievsky.

Rebecca acarició con ternura el cabello de su pequeña hija y le dijo:

―"¿Sabes, mi amor? Algún día serás tan fuerte y valiente como las princesas de los cuentos de hadas que tanto te gustan".

La niña sonrió, mirando a su madre con adoración y respondió:

―"¡Sí, mamá! ¡Seré una princesa valiente y lucharé contra los malos!"

Rebecca río suavemente y le dio un beso en la frente.

―"Sé que lo serás, mi niña. Y siempre estaré aquí para apoyarte y protegerte en todo momento".

Rebecca empezó a derramar unas lágrimas mientras estaba inmóvil, sumergida en sus recuerdos, aprieta el mango de sus pinceles con sus fuerzas vampírica. Además recordando el recuerdo que la mortifica cada día de su existencia. El día que fue apartada de su pequeña bebé.

―¡Mamá! ―Gritaba en llanto su pequeña niña, mientras dos hombres se la llevaban con la intención de venderla a una pareja de esposos desesperados por tener un hijo, esto con tal de saldarse la deuda de Rebecca, ya que había acudido a usureros de la mafia rusa. ―¡Dejen de golpearla! ―Gritaba la niña mientras luchaba para zafarse del agarre de sus captores al ver que su madre era golpeada con bate de beisbol por varios hombres de la mafia rusa, puesto que Rebecca al haberse quedado desempleada por la crisis económica de por la crisis económica ocasionada a nivel mundial por la Gran Depresión de 1929 había acudido a ellos por dinero, un grave error.

Rebecca recordaba ese día con claridad, el día en que la maldita mafia rusa se llevó a su preciosa hija. No había nada que pudiera hacer para evitarlo. Se había quedado sin trabajo debido a la crisis económica y había recurrido a pedir prestado a los prestamistas de la mafia rusa. Pero no pudo pagar a tiempo y se llevaron lo más valioso para ella: su hija.

Rebecca se sentía tan impotente y sola, a pesar de que habían pasado más noventa y tres años, desde día. Mientras continuaba con su pintura, la mente de Rebecca divagaba en sus tristes y traumáticos recuerdos humanos.

Luego el semblante de Rebecca se tornó sombrío y lleno de odio e ira, recordando lo que hicieron esos hombres con ella.

Inicio de Retrospectiva…

Después de haberla golpeado, torturarla y abusar sexualmente de ella hasta la muerte, la repugnancia invade a Rebecca al sentirse sucia, humillada y desolada, cómo la habían abusado en su propia cama mientras estaba aparentemente muerta y luego de haberla tirado a uno de los callejones cercanos a su casa

Para su suerte, un extraño vampiro la encontró moribunda en ese callejón de la antigua isla de Vasilievsky. Este vampiro, que había sido testigo de todo lo sucedido con sus fríos ojos, sintió compasión por la moribunda madre. Se acercó a su cuerpo frío e inmóvil y le dedicó una sonrisa mezclada de tristeza y odio por la crueldad de los humanos hacia su propia especie.

―"Pobre mujer, aquí tirada después de haber sido utilizada de la manera más nauseabunda y cruel por los hombres de tu misma especie. Siento lástima por ti" ―le dijo el vampiro, consciente de que la mujer aún respiraba, aunque su alma se desvanecía en medio de la desolada y fría noche. ―"Creo que mereces una oportunidad de vivir, para buscar a tu hija y vengarte de aquellos que te han hecho esto, pobre muchacha"―Continuó el vampiro mientras acariciaba suavemente la mejilla de Rebecca. Entonces, sacó a relucir sus dientes y mordió su muñeca, ofreciéndole su sangre a la moribunda mujer de veinticinco años. ―"Bebe de mi sangre, mi niña. Abandona tu humanidad para cobrar tu venganza. Siento en tu corazón los últimos latidos que claman por ella, siento una oscuridad muy fuerte y eso le complace al rey de los demonios y de las criaturas como yo. ―dijo el vampiro con voz solemne, incitándola a probar su sangre.

Rebecca arrastró su rostro sobre el áspero piso hasta alcanzar la mano del misterioso hombre de aura sombría pero atrayente. Después de eso, el vampiro bebió toda la sangre de la moribunda Rebecca, acelerando su proceso de muerte y convirtiéndola en una criatura de la noche. Desde entonces, el Vampiro Anciano la había adoptado a Rebecca como su lacaya.

Luego de haber pagado con la misma moneda a los hombres que le hicieron eso, torturándolos lentamente y finalmente degollándolos para hacer su muerte rápidamente, ni quería probar la sangre de esos viles hombres. Después de eso, Rebecca trató de encontrar pistas sobre dónde habían enviado a su pequeña hija sin éxito.

Sin embargo, un año más tarde, un grupo de cazadores logró encontrar la guarida de Vlad III y acabar con él, obligando a Rebecca a huir de la Isla y esconderse en las catacumbas subterráneas de San Petersburgo, desde ahí fue ganando poco a poco su título como la sucesora de Vlad III, descendiente de Vlad el Empalador, con su poder había tratado de buscar a su hija, sin éxito perdió la esperanza hacía más de veinte años. Pues para esa época su hija tendría 75 años, si tenía suerte de encontrarla con vida, a lo mejor no se acordaría de ella o quizás a lo mejor ya se encontraba bajo tierra.

Fin de la retrospectiva…

Se secó las lágrimas y se concentró en su pintura, continuaba pintando a su hija, tratando de capturar su belleza y su inocencia en el lienzo. Era lo único que le quedaba de ella.

―Ojalá pudiera regresar en el tiempo e impedir que te alejarán de mis brazos, mi dulce Alexa. ―Dice ella con mucha melancolía, por esa noche Rebecca sentía que su frío y muerto corazón latía con fuerza como si fuera humana de nuevo.

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