El Peculiar Jardín De Joaquín

El Peculiar Jardín De Joaquín

Prólogo

Como todas las dos noches antes de finalizar el mes, después de las nueve de la noche, las puertas del enorme edificio designado subterráneo se abren para nosotros los compradores. Camino con mis manos en los bolsillos, puesto que no me gusta tener mucho contacto piel con piel con los sujetos de este lugar.

No sé qué hicieron antes de venir aquí y no traigo conmigo mi gel anti-bacteria.

Logro divisar a Edward Higins más adelante, él es un pedófilo y asesino, y es un gran amigo mío. No confiaría mi vida en sus manos, estoy seguro de que en un descuido comenzaría a torturarme y cuando ya no hubiera más resistencia de mi parte me mataría, sin embargo, mi culo sí que estaría a salvo con él; sé que no le haría nada a mi agujero ya adulto. A su lado derecho se encuentra Manolo Fisterra, él es un violador y también es amigo mío.

¿Qué clase de gente somos?

Pues la gente no aceptada, los tachados de enfermos y los amantes de las parafilias; los malditos hijos de puta que nunca debieron nacer.

Es siempre la respuesta que me das al formular esa pregunta, ¿no tienes algo más?

Es la respuesta que la sociedad daría.

Gracias.

Nos detenemos dentro ya del lugar, puesto que el organizador de esta noche es quien nos asignará mesa y servicio, según logré averiguar. Su nombre es Franco Maya; ex convicto de la prisión de Rusia y originario de Nuevo México, fue detenido por la interpol. Fue acusado por tráfico de drogas en cadáveres de jóvenes adolescentes y ancianos, creo que también es un necrófilo, pero esto último sería normal siendo que convivía con mucha gente “dura”.

— Buenas noches, Señor Beck, es un gusto tenerlo de nuevo —su saludo consta de un asentimiento

de cabeza, al igual que mi respuesta.

— Espero traiga algo para mi deleite, Señor Maya.

Con una gran sonrisa, mostrando un diente de oro, me da la respuesta; está muy seguro de la mercancía que posee en sus manos y eso me resulta interesante. Señala el lugar el cual debo ocupar: es una silla de los años medievales, de tela terciopelo rojo y joyería, desde diamantes hasta rubíes, al igual que las demás sillas situadas en este lugar. Lo único diferente son las mesas que nos han designado a cada uno; mujeres u hombres desnudos han sido la elección del evento.

Me agrada. En la fecha pasada eran animales disecados y el pelo me causó una alergia espantosa, mis amigos siguen usando fotos mías como fondo de pantalla para sus celulares. Hijos de perra.

En mi caso me ha tocado una mujer, posiblemente mayor de treinta años; su cuerpo es firme de piel oscura y su cabello está sujeto en un moño semi desordenado, sobre su espalda ya reposa una taza con café, le han puesto granos de café como adornos y estos hacen contraste de la tez clara. Qué lindo y presentable.

Tomo lugar en el extravagante asiento y doy un trago a mi bebida, vuelvo a colocarla en su lugar y espero, sin mucha paciencia, a que la subastacomience. Hace varios eventos que no he comprado a nadie, mi última compra fue hace ya varios años, odio que no traigan algo nuevo.

Siempre lo mismo.

Es aburrido.

— Joaquín —Higins sonríe, ha tomado un asiento desocupado a mi lado derecho. Sus ojos castaños y piel canela hacen creer a uno que su sangre es Latina, pero eso es un error. Él es italiano, su cabello oscuro cómo la noche y su porte es lo único que podría darte esa información, también su forma de vestir—, ¿comprarás algo hoy?

— Eso espero; Margarita ya no me satisface, además de que Petunia ha decidido huir, de nuevo, y Girasol ha estado de mal humor.

— ¿Petunia se fue? Es una lástima —su boca se tuerce en una mueca, pero fue en el momento que mencione a Margarita que sus ojos se han opacado ¿Por qué?  ¿El cabrón ha tocado mi flor? —, parecía ser más inteligente que eso.

— Lo sé, también me he decepcionado. Otra vez.

— ¿Qué pasa con Girasol? —le observo sin entender bien su pregunta— Tú mismo dijiste que te fascinaban sus pechos.

— Y era verdad, pero... —Es aburrida. Se comporta extraño. Me aburre ahora. — ha perdido el toque con su constante mal humor. Ya no es interesante.

Cuando las luces se apagan, ambos nos quedamos callados y ponemos atención a nuestro frente, el escenario que se abre paso tras las cortinas que ahora nos permiten apreciar las bellezas de esta noche. Pieles morenas, blancas, tonos amarillos, rojas. Cabelleras negras, castañas, oscuras, pelirrojas, unas teñidas de colores fantasía, rubias y peliblancas.

Hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas, y ¿dos cadáveres? Creo que ambos son hombres, vienen embalsamados y lucen bastante grandes. También hay animales...

Esta subasta será todo un revuelo.

Hay de todo.

No estaría nada mal llevarnos algo hoy.

Yo sólo quiero escuchar gritos.

Con los nuestros bastan.

—     Buenas noches, damas y caballeros, ante ustedes nuestro más variado y mejor menú del

mes —Franco Maya sube al escenario, su traje negro luciendo reluciente bajo la luz de los reflectores y el sonido que hacen sus zapatos sobre la madera hace temblar a unos cuantos de la mercancia—. Me he dado la tarea de etiquetar con números a cada persona de venta aquí presente, entre más grande sea el número más grande es su precio, de igual forma sí el número es menor el precio también lo será.

El Señor Maya camina hasta quedar frente de un hombre de piel roja, lo sujeta de la cadena que porta del cuello y le pide con amabilidad caminar hacía enfrente, el largo cabello del hombre (indio, he de suponer) es negro y acaricia su cadera. Es excitante. Posee gran altura, su porte es de un guerrero, los hombros anchos y piernas gruesas, notablemente fuertes. Los labios, los cuales puedo apreciar gracias a las enormes pantallas arriba del escenario, se ven comestibles y deliciosos, ha de besar muy bien.

Nuestro anfitrión quita la única prenda que cubre al indio, dejándonos ver un pene de gran tamaño, grueso y venoso, podría ahogar a cualquiera con eso. Da un poco de miedo

— Su etiqueta es el número: 1038. Origen: Colorado, Estados Unidos. Edad: 37 años. Su precio inicial: 1000 dólares.

La mano de la Señorita Kim Lee Han es la primera en alzarse, de todas las personas aquí presentes deseo que ella no se lo lleve, es una confirmación y tiene fama de devorar a sus compras masculinas, ese hombre no

debe ser disfrutado de esa manera. Kim posee piel tan blanca, que el imaginarla comiendo humanos es igual que un lobo blanco destrozando un caribú. Un arte nada limpio.

Otra mano se alza, es el Señor Vins sin lugar a dudas; es un viejo de cincuenta años de edad, su cabello ya es cenizo y su cuerpo debe ser sostenido por un bastón, pero según los rumores sigue follando cómo un adolescente. He tenido curiosidad y me lo he encontrado en varias ocasiones, pero siempre se encuentra ocupado.

Con el paso de los minutos el número 1038, es comprado por Kim, quien ha dado por él 3000 dólares.

— Su mercancía ya estará lista en su casa, Señorita Kim —Franco hace una reverencia, vuelve a las mercancías y trae consigo un anciano, ellos se llevan la mejor parte, sólo son para muchos de nosotros como sirvientes— Etiqueta: 934. Origen: español. Edad: 75 años. Precio inicial: 300 dólares.

Cómo pasan las horas, la mercancía se va agotando y Higins y yo no hemos terminado nuestras bebidas, al parecer los niños está vez no le han llamado nada la atención.

Por último, queda una chica de cabello blanco, ojos miel y labios rojos, es una mujer con carne y posee un color

de piel sano. Las clavículas no son notorias, tiene pestañas largas y pechos grandes, su cintura es de modelaje y esa cadera es perfecta para una buena follada, la quiero.

— Etiqueta: 8000. Origen: europeo. Edad: 29 años. Precio inicial: 10,000 dólares.

Levantó mi mano, los ojos de Franco brillan y me señala con su mano derecha, entonces otras manos se levantan, ¡Hijos de puta! Es la única que me ha interesado en toda la maldita noche, ¡Es para mí! Sin embargo, a pesar de mi

silenciosa pelea contra ellos, después de diez minutos es vendida a alguien más porque han subido la venta a un precio que estoy seguro no lo vale. Hijos de su perra madre, ella era para mí.

Las luces se prenden.

— Y es todo por esta noche, mis amigos, los espero con ansias maña... — su voz se apaga al ver uno de los de seguridad caminar hacia él, este le comienza a susurrar algo.

— No me he llevado nada hoy —Higins suelta un suspiro y se coloca de nuevo sus lentes—, creo que tendré que asesinar a Carlota, ya tiene trece años, ya no me sirve.

— Es cruel que digas eso, puesto que ella te ama —tomo un grano de café y lo coloco en la taza, al igual que todos los demás. Al terminar, retiro la fina porcelana y la coloco en el reposabrazos izquierdo, palmeo el culo de la muchacha y está se levanta con mucho cuidado, creo que se le han dormido las piernas—. Buen trabajo, espero te paguen bien —ella asiente, toma la taza en sus manos y se marcha, que obediencia.

— Tienes razón, lo más razonable es que mate a aquel cabrón del banco.

— ¿El que estafó a tu hermana y cuñado?

— Ese mismo, les robó miles y yo le robaré su vida que vale miles para gente estúpida, disfrutaré mucho esta noche.

— No hagas que te atrapen —le digo en forma de despedida, puesto que ya se encamina a la salida.

— ¡Un momento! ¡Por favor!

La voz de Franco Maya nos hace girar a muchos, menos a Higins, él ahora tiene una misión que cumplir. Ahora ya no me importa él, sino la mercancía que trae Franco, el cabello todo revuelto, la piel lechosa y llena de marcas, ¿son quemaduras o cicatrices? Los ojos...

— ¿Es ciega? —cuestiona Kim, ya que las luces aún no se apagan, podemos hablar.

— No, sus ojos tienen este color azul bebé —le retira cabello de la cara, ninguna cicatriz la arruina y sus labios son pequeños, pero lindos, conquistan. La quiero.

— La quiero —Digo en voz alta, varios de los ahí presentes viéndome con rareza.

— ¿Joaquín, estás seguro? —Mariana, una mujer de cuarenta y tantos años, me mira con preocupación— Ve su estado, es obvio que no está sana.

— Aun así, la quiero —volteo hacía Franco— Dilo.

— ¿Di-disculpe?

— Su información, dila. Quiero saber —Franco asiente, parpadea repetidas veces antes de enderezar su espalda correctamente y verme con mirada firme.

— Etiqueta: 13. Origen: Desconocido —el hombre frunce el ceño, parece no creer lo que lee y es comprensible, el que no haya información de la mercancía es un caso muy raro—. Edad: aproximadamente 26 años. Precio inicial: 50

dólares.

— La quiero —volteo hacía los demás, espero hasta que todos posen sus ojos en mí y entrecierro los ojos al ver brillo en algún par de ellos, ¡esta vez no cabrones! —. Traten de competir o pelear por ella y les prometo que no despertaran.

Nadie se mueve, sólo asienten y se dan la vuelta, saliendo por donde hemos entrado. Yo en cambio ahora camino hacía mi compra, me quedo abajo del escenario y es Franco quien le pide con amabilidad que se coloque a mi altura.

Ella obedece, sus rodillas tocan mi estómago, y ya me he excitado con ese simple tacto, sus ojos azul bebé están vacíos, no hay nada ahí que me diga cómo se siente y me fascina.

— Tu nombre será: Gardenia —sonrió satisfecho, pues el nombre le queda como anillo al dedo—. Ahora eres mía, florecita.

¿Lo primero que veo en sus ojos al pronunciar eso?

Miedo.

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Comments

Kennia Rios

Kennia Rios

Ya espero la siguiente actualización, me engancho este capítulo, muchas gracias, siempre me enamoran sus novelas, son bellísimas <33

2023-01-28

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