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El Peculiar Jardín De Joaquín

Prólogo

Como todas las dos noches antes de finalizar el mes, después de las nueve de la noche, las puertas del enorme edificio designado subterráneo se abren para nosotros los compradores. Camino con mis manos en los bolsillos, puesto que no me gusta tener mucho contacto piel con piel con los sujetos de este lugar.

No sé qué hicieron antes de venir aquí y no traigo conmigo mi gel anti-bacteria.

Logro divisar a Edward Higins más adelante, él es un pedófilo y asesino, y es un gran amigo mío. No confiaría mi vida en sus manos, estoy seguro de que en un descuido comenzaría a torturarme y cuando ya no hubiera más resistencia de mi parte me mataría, sin embargo, mi culo sí que estaría a salvo con él; sé que no le haría nada a mi agujero ya adulto. A su lado derecho se encuentra Manolo Fisterra, él es un violador y también es amigo mío.

¿Qué clase de gente somos?

Pues la gente no aceptada, los tachados de enfermos y los amantes de las parafilias; los malditos hijos de puta que nunca debieron nacer.

Es siempre la respuesta que me das al formular esa pregunta, ¿no tienes algo más?

Es la respuesta que la sociedad daría.

Gracias.

Nos detenemos dentro ya del lugar, puesto que el organizador de esta noche es quien nos asignará mesa y servicio, según logré averiguar. Su nombre es Franco Maya; ex convicto de la prisión de Rusia y originario de Nuevo México, fue detenido por la interpol. Fue acusado por tráfico de drogas en cadáveres de jóvenes adolescentes y ancianos, creo que también es un necrófilo, pero esto último sería normal siendo que convivía con mucha gente “dura”.

— Buenas noches, Señor Beck, es un gusto tenerlo de nuevo —su saludo consta de un asentimiento

de cabeza, al igual que mi respuesta.

— Espero traiga algo para mi deleite, Señor Maya.

Con una gran sonrisa, mostrando un diente de oro, me da la respuesta; está muy seguro de la mercancía que posee en sus manos y eso me resulta interesante. Señala el lugar el cual debo ocupar: es una silla de los años medievales, de tela terciopelo rojo y joyería, desde diamantes hasta rubíes, al igual que las demás sillas situadas en este lugar. Lo único diferente son las mesas que nos han designado a cada uno; mujeres u hombres desnudos han sido la elección del evento.

Me agrada. En la fecha pasada eran animales disecados y el pelo me causó una alergia espantosa, mis amigos siguen usando fotos mías como fondo de pantalla para sus celulares. Hijos de perra.

En mi caso me ha tocado una mujer, posiblemente mayor de treinta años; su cuerpo es firme de piel oscura y su cabello está sujeto en un moño semi desordenado, sobre su espalda ya reposa una taza con café, le han puesto granos de café como adornos y estos hacen contraste de la tez clara. Qué lindo y presentable.

Tomo lugar en el extravagante asiento y doy un trago a mi bebida, vuelvo a colocarla en su lugar y espero, sin mucha paciencia, a que la subastacomience. Hace varios eventos que no he comprado a nadie, mi última compra fue hace ya varios años, odio que no traigan algo nuevo.

Siempre lo mismo.

Es aburrido.

— Joaquín —Higins sonríe, ha tomado un asiento desocupado a mi lado derecho. Sus ojos castaños y piel canela hacen creer a uno que su sangre es Latina, pero eso es un error. Él es italiano, su cabello oscuro cómo la noche y su porte es lo único que podría darte esa información, también su forma de vestir—, ¿comprarás algo hoy?

— Eso espero; Margarita ya no me satisface, además de que Petunia ha decidido huir, de nuevo, y Girasol ha estado de mal humor.

— ¿Petunia se fue? Es una lástima —su boca se tuerce en una mueca, pero fue en el momento que mencione a Margarita que sus ojos se han opacado ¿Por qué?  ¿El cabrón ha tocado mi flor? —, parecía ser más inteligente que eso.

— Lo sé, también me he decepcionado. Otra vez.

— ¿Qué pasa con Girasol? —le observo sin entender bien su pregunta— Tú mismo dijiste que te fascinaban sus pechos.

— Y era verdad, pero... —Es aburrida. Se comporta extraño. Me aburre ahora. — ha perdido el toque con su constante mal humor. Ya no es interesante.

Cuando las luces se apagan, ambos nos quedamos callados y ponemos atención a nuestro frente, el escenario que se abre paso tras las cortinas que ahora nos permiten apreciar las bellezas de esta noche. Pieles morenas, blancas, tonos amarillos, rojas. Cabelleras negras, castañas, oscuras, pelirrojas, unas teñidas de colores fantasía, rubias y peliblancas.

Hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas, y ¿dos cadáveres? Creo que ambos son hombres, vienen embalsamados y lucen bastante grandes. También hay animales...

Esta subasta será todo un revuelo.

Hay de todo.

No estaría nada mal llevarnos algo hoy.

Yo sólo quiero escuchar gritos.

Con los nuestros bastan.

—     Buenas noches, damas y caballeros, ante ustedes nuestro más variado y mejor menú del

mes —Franco Maya sube al escenario, su traje negro luciendo reluciente bajo la luz de los reflectores y el sonido que hacen sus zapatos sobre la madera hace temblar a unos cuantos de la mercancia—. Me he dado la tarea de etiquetar con números a cada persona de venta aquí presente, entre más grande sea el número más grande es su precio, de igual forma sí el número es menor el precio también lo será.

El Señor Maya camina hasta quedar frente de un hombre de piel roja, lo sujeta de la cadena que porta del cuello y le pide con amabilidad caminar hacía enfrente, el largo cabello del hombre (indio, he de suponer) es negro y acaricia su cadera. Es excitante. Posee gran altura, su porte es de un guerrero, los hombros anchos y piernas gruesas, notablemente fuertes. Los labios, los cuales puedo apreciar gracias a las enormes pantallas arriba del escenario, se ven comestibles y deliciosos, ha de besar muy bien.

Nuestro anfitrión quita la única prenda que cubre al indio, dejándonos ver un pene de gran tamaño, grueso y venoso, podría ahogar a cualquiera con eso. Da un poco de miedo

— Su etiqueta es el número: 1038. Origen: Colorado, Estados Unidos. Edad: 37 años. Su precio inicial: 1000 dólares.

La mano de la Señorita Kim Lee Han es la primera en alzarse, de todas las personas aquí presentes deseo que ella no se lo lleve, es una confirmación y tiene fama de devorar a sus compras masculinas, ese hombre no

debe ser disfrutado de esa manera. Kim posee piel tan blanca, que el imaginarla comiendo humanos es igual que un lobo blanco destrozando un caribú. Un arte nada limpio.

Otra mano se alza, es el Señor Vins sin lugar a dudas; es un viejo de cincuenta años de edad, su cabello ya es cenizo y su cuerpo debe ser sostenido por un bastón, pero según los rumores sigue follando cómo un adolescente. He tenido curiosidad y me lo he encontrado en varias ocasiones, pero siempre se encuentra ocupado.

Con el paso de los minutos el número 1038, es comprado por Kim, quien ha dado por él 3000 dólares.

— Su mercancía ya estará lista en su casa, Señorita Kim —Franco hace una reverencia, vuelve a las mercancías y trae consigo un anciano, ellos se llevan la mejor parte, sólo son para muchos de nosotros como sirvientes— Etiqueta: 934. Origen: español. Edad: 75 años. Precio inicial: 300 dólares.

Cómo pasan las horas, la mercancía se va agotando y Higins y yo no hemos terminado nuestras bebidas, al parecer los niños está vez no le han llamado nada la atención.

Por último, queda una chica de cabello blanco, ojos miel y labios rojos, es una mujer con carne y posee un color

de piel sano. Las clavículas no son notorias, tiene pestañas largas y pechos grandes, su cintura es de modelaje y esa cadera es perfecta para una buena follada, la quiero.

— Etiqueta: 8000. Origen: europeo. Edad: 29 años. Precio inicial: 10,000 dólares.

Levantó mi mano, los ojos de Franco brillan y me señala con su mano derecha, entonces otras manos se levantan, ¡Hijos de puta! Es la única que me ha interesado en toda la maldita noche, ¡Es para mí! Sin embargo, a pesar de mi

silenciosa pelea contra ellos, después de diez minutos es vendida a alguien más porque han subido la venta a un precio que estoy seguro no lo vale. Hijos de su perra madre, ella era para mí.

Las luces se prenden.

— Y es todo por esta noche, mis amigos, los espero con ansias maña... — su voz se apaga al ver uno de los de seguridad caminar hacia él, este le comienza a susurrar algo.

— No me he llevado nada hoy —Higins suelta un suspiro y se coloca de nuevo sus lentes—, creo que tendré que asesinar a Carlota, ya tiene trece años, ya no me sirve.

— Es cruel que digas eso, puesto que ella te ama —tomo un grano de café y lo coloco en la taza, al igual que todos los demás. Al terminar, retiro la fina porcelana y la coloco en el reposabrazos izquierdo, palmeo el culo de la muchacha y está se levanta con mucho cuidado, creo que se le han dormido las piernas—. Buen trabajo, espero te paguen bien —ella asiente, toma la taza en sus manos y se marcha, que obediencia.

— Tienes razón, lo más razonable es que mate a aquel cabrón del banco.

— ¿El que estafó a tu hermana y cuñado?

— Ese mismo, les robó miles y yo le robaré su vida que vale miles para gente estúpida, disfrutaré mucho esta noche.

— No hagas que te atrapen —le digo en forma de despedida, puesto que ya se encamina a la salida.

— ¡Un momento! ¡Por favor!

La voz de Franco Maya nos hace girar a muchos, menos a Higins, él ahora tiene una misión que cumplir. Ahora ya no me importa él, sino la mercancía que trae Franco, el cabello todo revuelto, la piel lechosa y llena de marcas, ¿son quemaduras o cicatrices? Los ojos...

— ¿Es ciega? —cuestiona Kim, ya que las luces aún no se apagan, podemos hablar.

— No, sus ojos tienen este color azul bebé —le retira cabello de la cara, ninguna cicatriz la arruina y sus labios son pequeños, pero lindos, conquistan. La quiero.

— La quiero —Digo en voz alta, varios de los ahí presentes viéndome con rareza.

— ¿Joaquín, estás seguro? —Mariana, una mujer de cuarenta y tantos años, me mira con preocupación— Ve su estado, es obvio que no está sana.

— Aun así, la quiero —volteo hacía Franco— Dilo.

— ¿Di-disculpe?

— Su información, dila. Quiero saber —Franco asiente, parpadea repetidas veces antes de enderezar su espalda correctamente y verme con mirada firme.

— Etiqueta: 13. Origen: Desconocido —el hombre frunce el ceño, parece no creer lo que lee y es comprensible, el que no haya información de la mercancía es un caso muy raro—. Edad: aproximadamente 26 años. Precio inicial: 50

dólares.

— La quiero —volteo hacía los demás, espero hasta que todos posen sus ojos en mí y entrecierro los ojos al ver brillo en algún par de ellos, ¡esta vez no cabrones! —. Traten de competir o pelear por ella y les prometo que no despertaran.

Nadie se mueve, sólo asienten y se dan la vuelta, saliendo por donde hemos entrado. Yo en cambio ahora camino hacía mi compra, me quedo abajo del escenario y es Franco quien le pide con amabilidad que se coloque a mi altura.

Ella obedece, sus rodillas tocan mi estómago, y ya me he excitado con ese simple tacto, sus ojos azul bebé están vacíos, no hay nada ahí que me diga cómo se siente y me fascina.

— Tu nombre será: Gardenia —sonrió satisfecho, pues el nombre le queda como anillo al dedo—. Ahora eres mía, florecita.

¿Lo primero que veo en sus ojos al pronunciar eso?

Miedo.

Capítulo I

Las calles de la ciudad, a estas horas de la noche, en verdad son oscuras y desiertas, las luces de mi coche a

penas y alumbran dos metros más allá de mí. Ahora que lo pienso; está es la razón por la que no salgo a caminar, las calles son muy oscuras y me llevan a recuerdos que no quiero en mi día a día, pero ni si quiera en las mañanas salgo a pasear, no a menos que esté en mi carro o en compañía, prefiero el carro.

Sólo no me gusta estar en la calle sí existe la posibilidad de contacto con la gente y como eso es muy normal, no salgo a menos que sea muy necesario.

Me pasó la mano tras el cuello, no he hecho una buena compra, algo dentro de mí me lo dice y no es mi negro

corazón quien lo hace, siendo realistas los corazones ni hablan, así que todo bien.

Solamente te estas volviendo más loco.

Silencio.

Voy a darte tu silencio. 

El fuerte resonar de una palacontra un sartén suenan en mi cabeza, a esto se le unen las risas de todos más el chirrido que provocan las uñas al rasguñar un pizarrón escolar y el dolor se vuelve insoportable; estos cabrones les gusta joderme.

La canción Monster de Skillet suena alto dentro del auto, no he puesto el estéreo y eso sólo quiere decir que me están llamando, lo cual es molesto ¿Quién llamaría a esta hora de la noche? Mi madre no porqué su vejez ya la obliga a dormir a horas tempranas, así que podría ser Manolo… No, él tampoco. Ese primero llama a alguien más en este mundo que a mí; me siento un poco herido.

Tomo mi celular, deslizando el dedo por la pantalla y contesto, quiero quitarme la espina de la duda que yo mismo me he clavado.

— Habla con Joaquín De Beck, ¿con quién hablo?

— Soy Rogel.

— ¡Rogel! Pero que sorpresa, viejo amigo —doy vuelta en el siguiente cruce, sólo unas calles más al frente y dos a la izquierda y ya estoy en casa, lo que significa que dentro de poco estreno mercancía nueva—, ¿cómo has estado? Hace tiempo que no hemos hablado.

— Tienes razón en eso, pero la verdad es que llame para verificar si es cierto lo que he escuchado —su voz es tan calma, como un maestro de filosofía.

— ¿Y qué es eso que has escuchado?

— ¿Es cierto que has comprado mercancía barata?

Que boca más grande posees Manolo Fisterra.

Deberíamos castigarlo.

Ni siquiera sabemos si fue él quien fue de chismoso.

Es el único que estuvo ahí con nosotros y que conoce a Rogel.

Mierda, eso es verdad.

— Es verdad —los semáforos en verde y que haya poco tráfico hacen del trayecto rápido, por eso no me sorprende verme ya cerca de mi casa, en donde se encuentra una furgoneta color crema con líneas azules, entre más colorida menos sospecha para los vecinos—. La he llamado: Gardenia, ¿lindo, no lo crees?

— ¡Te ha costado sólo cincuenta dólares! De seguro está enferma o es estúpida, tal vez sea travestí, ¿y si resulta ser una amante de provocar incendios o matar gatitos? ¡No la quiero cerca!

— Si es que resulta ser travesti, no habría problema; me gusta meterla también en hombres: culos son culos —la puerta de mi garaje se abre, permitiendo mi entrada y la de la furgoneta, servicio a domicilio—. Te dejaré la mente tranquila: no es hombre, pues la presentaron totalmente desnuda —le escucho maldecir bajo y eso hace que sonría, es tan fácil de joderle—. En fin. Debo irme, hablaré contigo después. Necesito abrir mi regalo.

—  Estás demente —lo escucho soltar un suspiro.

— ¿Quién no lo está en este mundo? —finalizó la llamada, hablar con él es tan divertido.

Apago motor al estacionar frente de mi casa, me retiro el cinturón de seguridad y bajo del coche, dirigiéndome a la furgoneta con paso lento, realmente no hay prisa. Les indico que entren a la cochera que comienza a abrirse poco a poco, ellos no tardan en acatar la orden. Espero en la oscuridad con los nervios de punta, todos en mi cabeza hacen ruidos extraños y es porque también están emocionados.

Los empleados de Leah al estacionarse en la cochera bajan luciendo sus finos trajes y pasan a la parte trasera, ya han bajado y tienen las llaves tendidas, es obvio que son de la jaula donde portan a mi Gardenia.

Abren la puerta trasera y ahí está mi linda chica sucia, llena de pánico y heridas, rodeada de porquería y del caliente indio polla grande, es tan débil. También está la candente pelirroja, pudiste haber sido mía, pero ahora le perteneces a un asesino.

Lástima.

— Hola, Gardenia, bienvenida —abro la puerta de su pequeña jaula, apenas y puede estar en cuatro, les entregó las llaves a los trabajadores de Leah junto con cincuenta dólares—, yo me encargo de llevarla dentro. No se molesten.

Sujeto a Gardenia de sus axilas, jalando poco a poco y ella comienza a cooperar segundos después, ¿estará en shock? Es posible, tal vez fue secuestrada o violada, tendré que hacerle estudios médicos. Soy un enfermo, sí, pero eso ha contraer ETS no está conmigo. Dejando de lado que puede manchar mis demás flores y no puedo permitir eso, debo cuidarlas.

Cuando por fin está fuera de la jaula, la giró hacía mí y la pego a mi cuerpo, alejándola de la furgoneta para que ellos puedan salir.

— Que pase buena noche, Señor Beck —se despide el conductor, antes de echar reversa y salir de mi casa, una vez que la puerta del garaje ha vuelto a abrirse.

Gardenia está temblando, ¿frio? No, no lo creo, mi casa nunca está fría, siempre mantenemos la temperatura perfecta para el cuerpo debido al placer de la desnudez. Sin embargo, debo tomar en cuenta de que ella está baja de peso, no luce saludable y es posible que su último baño haya sido hace ya unas semanas… Mierda, me estoy arrepintiendo de haberla comprado.

Me retiro el saco con un movimiento de hombros, lo sacudo un poco para expandirlo correctamente y se lo coloco sobre los hombros, la tela cubriéndole hasta las nalgas. Ella tiembla y da un paso lejos de mí, marcando distancia; sus pequeños y tentativos labios se abren con lentitud, los tiene curtidos y de un color opaco. Está claramente deshidratada.

—  Primera regla —hablo primero de que ella, sellando su boca con mi mano al cubrirla—: sólo una pregunta por semana, no vas a hablar ni comentar nada más después; sólo haces esa pregunta y te callas.

¿Acaso he visto enfado en su mirada?

Si, lo es, y ha sido muy lindo.

¿Qué le pasa a está descarada?

¡Qué te hemos salvado, ojos podridos!

— Avanza, necesito enseñarte donde está la cocina y mi habitación, son los dos lugares en los que más vas a estar —acomodo tras su oreja izquierda un travieso rizo, el cual se siente grasoso y duro. Sí que está sucia—. De lo demás se encargará Girasol, no vayas a hacerla enfadar —sonrío, mostrándole el buen trabajo que hace mi dentista—, no pienso rescatarte.

Abrocho el último botón del saco y la instó a avanzar, dirigiéndonos dentro de mi casa. Al cruzar la puerta, Girasol ya está ahí esperando con una enorme sonrisa, la cual desaparece al ver a Gardenia.

Su cabello es demasiado largo, tanto que llega hasta la mitad de sus muslos y es rubio natural, Higins dijo muchas veces que a ella tuve que haberla llamado Rapunzel, pero es que mi Girasol no necesita ser salvada de ninguna torre. Sería sumamente imprudente entrar y creer eso, ella muy peligrosa. Sus ojos son cafés savia, su piel es bronceada y luce como caramelo, y aparte de eso, muy aparte, están sus grandes pechos.

Son deliciosos, están bien proporcionados y se sienten de maravilla cuando los amaso, pero ya no me satisfacen, es una lástima.

De cadera o culo no tiene mucho que presumir, para eso está Rosa, y benditos sean sus padres por haberle heredado esa genética. Y Margarita... ella es divertida. Me hace reír.

— Bienvenido, Señor, ¿le ha ido bien? —un tono tan neutral en una mujer es cómo las alarmas antes de que un misil toque tierra. Girasol es letal.

— Bastante bien, Girasol; me ha ido bastante bien —tomo la tela de las muñecas de mi traje y jalo a Gardenia más cerca de mí, casi pegándola a mi costado—. Te presento a mi compra del día de hoy: Gardenia —obligo a la pelirroja dar un paso, el cual es torpe y temeroso, lo que hace a Girasol alzar la barbilla con clara repugnancia—. Gardenia, ella es tu hermana, o nueva hermana sí es que ya tenías una.

— ¿Gusta que la lleve a tomar un baño?

¿Y qué la mate en el proceso? 

No, gracias.

Uy, oye, Gardenia y Girasol envueltas de vapor y con espuma en sus desnudos cuerpos no suena para nada mal.

— La bañará Margarita, no te molestes. Continua con lo tuyo.

Camino lejos del conflicto y posible bomba de celos, llevando conmigo a Gardenia. Es normal de que Girasol sea así, fue mi última compra, pero es la más madura en edad: tiene treinta y cinco años, debería ser normal para ella que la cambien por jóvenes. Las mujeres de esa edad son peligrosas, me lo dijo mi padre.

En el camino hacia la cocina, me encuentro con Rosa, quien está aseando el suelo con un trapo y cera, el piso de madera es difícil de mantener y estoy agradecido con la estricta educación que le dieron a ella. Sabe muchas cosas y es muy cuidadosa en todas ellas. Me manda un beso al verme, me río y continuó, evitando pisar envases de cera ya vacíos.

Gardenia intenta frenar, pero la sujeto con fuerza y sigo tirando, necesito que Margarita la bañe para después hacerle una debida inspección. También ya debo dormir, ya es pasada de la una. Al doblar en el siguiente pasillo, veo a mi salvación, pero con una cesta de ropa en las manos ¡Demonios!

— ¡Amo! ¡Ha vuelto! —grita emocionada, dando brincos y tirando ropa limpia en el proceso. Al ver a Gardenia, sonríe radiante y salta todavía más, haciendo más desastre del que ya ha hecho— ¡Una nueva!

— Si, su nombre es Gardenia, necesito que le des una ducha...

— Estoy lavando ropa, no puedo; estoy ocupada.

Y se va.

Ella siempre está con la cabra al monte.

Me gusta.

¡Hija de perra, vuelve!

¿Qué clase de Amo o Señor soy? He perdido las riendas de estas salvajes y lo peor es que me gusta mucho. Me río ante el chiste de persona que soy, puesto que la verdad es que esto pasa cuando las dejas mucho tiempo solas; los viajes de negocios y familia impiden una buena maestría a mis muchachas, bueno, dejando de lado a mi madre que las quiere muchísimo.

Sigo mi rumbo en dirección al baño. Está vez tendré que bañar yo la mercancía, hace mucho que no lo hago, no había necesidad. Deberé tener cuidado con su piel dañada, usar artículos naturales sin sales, para su cabello tendrá que ser igual, aunque creo no tener los productos necesarios para uno tan rizado, sin embargo, será mucha suciedad escurriendo.

Gardenia parece entender lo que está por pasar, puesto que intenta zafarse y anclar sus pies desnudos al suelo, pero entonces se queda quieta ¿por qué? Volteo y ahí está mi muchacho, su largo cuerpo peludo meneándose de un lado a otro.

— ¡Hunter! —le grito con emoción, viendo su adorable cuerpo moverse como si una corriente eléctrica lo atravesara.

Mi hurón salta emocionado, creo que lo ha sacado de Margarita o ella se lo ha copiado a él, y corre a recibirme. Sube por la tela de mi pantalón, pasa por mi camisa y llega hasta mi hombro, es ágil el cabrón y sumamente adorable. Acaricio su pequeña cabeza, sonriendo cuando su pequeña rosada nariz golpea mi mejilla así que lo presiono contra ella y le doy sonoros besos en la frente.

Miro a Gardenia, sus ojos no dejan de ver a Hunter cómo sí tuviera dos cabezas o una polla en la cabeza, creo que

tendré que quitarle ese miedo. Tal vez encerrándola con Hunter y su familia ayude, es una terapia pasivo-agresiva.

Reanudo mi andar con Hunter en mi hombro y tirando de Gardenia, llegó al baño y abro la puerta, está limpio y se

ve como sí el mismo presidente fuera a cagar ahí, no puedo quejarme de la limpieza con las niñas. Sería injusto. Hunter baja de mí por el mismo camino que ha usado para subir, huyendo del baño como si él fuera la razón de esa visita. Bueno, Margarita se encargará de él mañana.

Empujo a Gardenia dentro, cierro la puerta tras de mí y pongo el seguro, antes de caminar hacía la regadera y abrir la llave. Tendrá que ser agua tibia; caliente dañaría su piel y fría de seguro la mata, ambas cosas que no quiero que pasen tan rápido.

— Gardenia, ven —sólo da una pequeña vacilación antes de hacer caso, se coloca frente de mí y baja la mirada—. No hay necesidad de que bajes la mirada, aquí no es Leah o de donde sea que vengas, pero la segunda regla es: mantenerse limpia; no te quiero sucia por toda mi casa —le retiró el saco, le colocó la mano en la espalda baja y la adentro al baño, sisea al sentir el agua, pero entonces su tierno cuerpo se relaja y toma un tono rosado, está agarrando calor—. Después de tu ducha, comerás algo muy leve, nada de carnes ya que eso sería sobrecargar tu estómago, tal vez una fruta y pan integral con mantequilla de maní.

Ella asiente, escucho el gruñir de su estómago y sé que él no está de acuerdo, pero es lo mejor. Me deshago de mi

ropa y entro a la ducha, ella parece querer quejarse, pero guarda sus palabras. Es muy buena haciendo caso y eso me confunde un poco, ¿por qué entonces sería castigada? Tuvo que haber hecho algo diferente entonces.

Lavo el cabello de mi Gardenia antes que el mío, dejando que actúe más tiempo el acondicionador que he colocado de medias a puntas, lo tiene muy maltratado y no me gusta eso. Quiero que sea brillante y suave al tacto. También talló su cuerpo con una suave toalla húmeda, a la cual rocío jabón y gotas de aroma, quiero que huela delicioso.

Me veo con la necesidad de usar mis manos al notar las heridas abiertas.

—     Mira que tenemos aquí, otra cicatriz —brazos, cuello, espalda, piernas, muslos e incluso su vagina posee marcas, es más de lo que alguna vez vi en mis pasadas compras—, no te preocupes, Gardenia, mi madre dice que: "sólo los idiotas notarán la fealdad ante una belleza maltratada."

Dejo al agua retirar el jabón de su cuerpo y el acondicionador de su cabello, enjuagando correctamente cada parte de su cuerpo.

Me termino de duchar rápido, cierro las llaves del paso de agua y agarró mi bata, me la coloco y después tomó una toalla grande, con la cual envuelvo el maltratado cuerpo que ahora huele bien. Ambos salimos del baño y la guío a la recamara que denomine “jardín”, al entrar una suave alfombra de largo material color verde lima impide que nuestros pies sigan tocando el frio suelo.

La enorme cama matrimonial ya está siendo ocupada por Girasol y Margarita, ambas abrazándose y completamente dormidas, lo cual no me molesta, pero esperaba ser servido un poco. Rosa está frente el tocador cepillando su castaño cabello que posee hebras doradas, al verme sonríe y se pone de pie, se encamina al closet, extrayendo un poco de su ropa y me la tiende en el sillón de dos metros de largo y medio metro de ancho. Uno que no ocupa espacio dentro de la enorme habitación.

Mi casa fue hecha por un gran arquitecto, un conocido de Leah; es un maravilloso trabajo, limpio y fue entregado a tiempo con todas mis peticiones hechas al pie de la letra: los muros gruesos que impiden el sonido salir de cualquiera de las habitaciones, vidrios a prueba de balas y un estupendo jardín para las reuniones familiares.

Asiento en agradecimiento hacia Rosa, siento a Gardenia en la esquina del sillón y tomó la braga color violeta

de encaje talla M, me coloco de cuclillas frente de mi reciente compra y sus ojos de azul bebé me observan con suma atención. Demasiada. Es como si quisiera leer mis movimientos para estudiarlos, para saber si soy de confiar o no y eso es estúpido porque claramente no lo soy.

Elevo una de sus piernas sujetándola del talón para meterla en el orificio correspondiente y hago lo mismo en la

otra, colocándole la prenda sin tocarla de más. Después la visto con una blusa de tirantes suelta, una que posee demasiado escote y apenas cubre las aureolas de sus pechos. Son pequeños, sí, y estoy seguro de que puedo tomarlos fácilmente con mis manos, pero eso no los hace menos. Me gustan.

Tomo la toalla y seco su cabello, está maltratado, pero con el tiempo será hermoso y podré arreglárselo como es debido.

— Bien, Gardenia, está será tu cama por ahora, aún no estás limpia lo suficiente como para acostarte conmigo así que dormirás aparte.

Dejo de lado la húmeda toalla, veo sus cortadas y cicatrices, me molesta que sean más de las que tenía previsto.

Voy al tocador y abro el segundo cajón de la izquierda, tomando un pequeño frasco color turques.

Contiene una vieja pomada casera, la cual hace mucho tiempo no usaba, pero siempre es bueno tener este tipo de

cosas a la mano. Vuelvo a Gardenia deteniéndome frente de ella, abro el frasco y el aroma del contenido hace a mi compra arrugar la nariz; tiene razón, no huele nada bien. Tomo un poco de la pomada usando mi dedo índice, me coloco de cuclillas y con la zurda le hago abrir sus piernas, dejando expuestas las cortadas de sus muslos.

Unto el ungüento en cada una de ellas, incluso en las que no son graves o ya han hecho costra.

— No me gustan las cicatrices —digo en voz baja, no queriendo molestar el sueño de Margarita y Girasol—, así que ten cuidado de ahora en adelante —Volteo hacía Rosa, ella yace a un lado de mí de pie todavía—. Trae una manzana picada, por favor.

— ¿Cuadros o rodajas? —pregunta con su voz neutral.

— Rodajas, muy finas.

Asiente con la cabeza saliendo de la habitación a cumplir mi pedido. Rosa vale lo que pague por ella, nunca he

tenido quejas al respecto de su comportamiento ni de sus habilidades, por lo que estoy agradecido de haber cedido ante los caprichos de Rogel. Mi atención vuelve a Gardenia, tomó sus manos e ignoro el temblor que recorre todo su cuerpo; no hay piel dañada en el interior de sus muñecas, será perfecto.

— ¿Te gustan las mariposas?

Cuestiono y ella en respuesta asiente, chica lista. No ha olvidado lo que le he dicho respecto a hablar. Cuando

Rosa trae lo que le he pedido, le ordeno que ya se acueste y ella obedece, colocándose junto a Margarita, quien luce feliz de dormir entre dos de mis mejores flores.

Observó en silencio a Gardenia devorar la manzana, al terminar se acuesta en el sillón y se hace ovillo, cerrando los ojos. La miro hasta que su respiración se acompasa y se le relaja el cuerpo, se ha quedado dormida. Sonrío, me pongo de pie y tomo del armario una sábana y una cobija de lana gruesa, vuelvo con ella y la cubro con ambas, no queriendo que pesque un resfriado por la noche.

Beso su frente con suavidad no queriendo despertarla, me despojo de mi bata y me acuesto con mis flores, un

jardín erótico que me envuelve con sus piernas y brazos, aferrándose con uñas a mi carne.

Sólo faltas tú, Gardenia.

Espero que no tarde mucho en llegar ese momento.

¡Demonios! ¡Debía de llamar a Rogel!

Ya lo haces mañana.

Si, por ahora sólo durmamos, estoy cansado. 

Tercera regla: se duerme temprano bajo este techo; solo para no escucharlos.

Capítulo II

Son las cuatro y quince de la mañana, lo he revisado en el reloj que descansa sobre el muro y los gritos dentro de mi cabeza protestando por volver a dormir me impiden hacerlo, eso y la sorpresa con la que me he encontrado: Gardenia no está donde yo la he dejado antes de dormir. No me encuentro decepcionado, de hecho, es algo que sucede normalmente.

Rosa y Margarita también lo hicieron en su momento, el intentar huir, incluso la primera intento matarme clavándome un cuchillo en el estómago mientras dormía… Solo por Rogel es que ella sigue con vida y ahora el aprecio es mutuo, valoro todo lo que hace y ella se ha comportado como una linda damita, sin embargo, es normal. Cuando traspasas flores a un nuevo jardín ocurren dos cosas: florecen o se marchitan.

Estoy tan cansado, que flojera ir a buscarla, aunque mi casa no sea de dos pisos; es grande, bastante. Retiro la pierna de Rosa que descansaba encima mío, está mujer me vendrá cortando la corriente sanguínea si sigue usando su extremidad de esa forma en mí. Aunque Margarita no se queda atrás, pues ella me rodea el cuello con los brazos y se aferra como koala a tronco. Tengo el cuidado de salir de la cama; no quisiera irrumpir el sueño que ahora toman mis flores para que dentro de unas horas estén de mal humor.

Pongo los pies en el suelo y la sensación de la alfombra me hace quedarme ahí por un par de segundos más, observando a la nada en la oscuridad interrumpida por una pequeña luz proveniente de fuera, en verdad odio levantarme a estas horas; malos recuerdos vienen a estas horas y dentro de mi cabeza los ruidos de aquella época son constantes.

Me levanto a buscar a esa flor traviesa, ¿habrá ido a la cocina? Espero y sí, no quisiera tener que usar con ella la fuerza tan rápido, pero lo haré si es que se ha portado mal, obvio. Aunque si se ha salido de la casa, tendré que llamar a los Cuervos y será un papeleo más… Oh, mierda, que siga adentro, por favor.

Mi cerebro a estas horas es una mierda, no funciona bien; ellos se ponen más inquietos de lo que ya son, la luz me molesta muchísimo y el ruido igual, tanto el que ocurre dentro y fuera de mi cabeza. Al entrar a la cocina con lo único que me encuentro es a Hunter dormido dentro del tazón de frutas y éstas están esparcidas por el suelo, hurón de mierda. Te quiero mucho.

Cruzo los brazos, viendo sobre el hombro hacia el pasillo, tal vez Gardenia este en el baño y espero que sea así. Espero que la fruta le haya caído un poco pesada, espero que le haya dado dolor estomacal y por eso no la he encontrado en donde la he dejado porque ha ido al baño a vaciar el estómago, pero ¿Desde hace cuánto tiempo?

Al estar frente de la puerta que se encuentra cerrada, pero bajo la ranura se cuela luz del interior y dentro de mi cabeza todos gritan al ver la sombra que interrumpe el paso de la luz, sujeto la perilla y abro. Ella está ahí, abrazada al inodoro.

Ladeo un poco la cabeza, estoy seguro de haber visto su sombra bajo la ranura del baño, ¿iba a salir cuando las arcadas volvieron a atacarla? En ese caso, prohibidas las manzanas a tan altas horas de la noche, pero que yo sepa el estómago tarda veinte minutos en saber que hay alimento, al momento de saberlo comienza a deshacer con ácidos y sí el nutriente no sirve o es dañino, el cerebro manda la orden de vomitar.

Por lo tanto...

—    ¿Cuánto tiempo llevas aquí, Gardenia? —pregunto, caminando hacia ella para colocarme tras suyo. Su espalda encorvada hace que su columna se marque al ser tan delgada, sus hombros temblando y los rizos de color fresa yendo a todas direcciones— ¿Te sientes bien?

No responde nada, sigue abrazada al inodoro y la única acción que realiza es formar sus manos en puños, está molesta. Tiene miedo, ¿será eso? ¿Está asustada?

—    Si la manzana es lo que te ha caído de peso, lo cual afirmó al verte abrazar con tanto "amor" al inodoro,

cálculo yo que has de estar aquí desde hace tres horas ¿dos, tal vez? —doy un paso a su lado, colocándome de cuclillas. Retiro con sumo cuidado el cabello de su cara y no la veo pálida, tampoco hay olor a vómito— Gardenia, ¿has venido al baño porque te sentías mal? —sujeto sus rizos en un puño y sus ojos de ese bello azul brillan con miedo— ¿Es acaso que la nueva flor de mi jardín ha intentado huir?

Sus ojos se alzan y en ellos está la respuesta, he acertado. Jalo con fuerza su cabello hacia atrás y la tiro al suelo, su cuerpo causando un sonido espectacular al golpear y al haber golpeado su espalda primero, el aire sale de sus pulmones. Grita, muy fuerte, tanto que logra ganarle a los que se encuentran en mi cabeza.

Me coloco sobre su vientre, mi peso siendo suficiente para mantenerla contra el suelo, y pongo mis manos en su cuello, apretando con fuerza hasta que solo se encuentra luchando por respirar. Sus rodillas golpean contra mi espalda, intenta separar su cadera del suelo, pero le es imposible.

Las uñas de sus manos se clavan en mi muñeca, creando medias lunas rojas y entonces las desliza, haciendo líneas irregulares de piel dañada. Es una luchadora, ya entiendo porque estaba tan en malas condiciones.

Aprieto con más fuerza su delicado cuello, gime por aire y solo quejidos salen de entre sus labios; sus ojos se llenan de lágrimas y cuando sus manos me sueltan cansadas de pelear, yo la suelto. Comienza a toser, intentando recuperar el aire y gira el rostro a un lado, pero que patética imagen da en estos momentos.

Suelto un suspiro, en verdad no quería hacerle eso... Bueno, sí, sí quería, pero es porque se lo merecía. Las reglas estaban claras, ¿Qué le costaba seguirlas?

—    Gardenia, te he comprado, te he dado comida, un baño y un techo, es justo que tú me pagues con lealtad —acuno su rostro entre mis manos, tiene las características pecas que los pelirrojos poseen y viendo más de cerca, también posee en hombros, no las había visto; le da el toque infantil que tanto Higins ama. Deberé tener cuidado—. Eres mía, entiende eso —limpio sus lágrimas con mis pulgares—. No hay mejor lugar en esta ciudad para ti, una vez que has sido mercancía de Leah te vuelves la puta de todos y las personas de este infierno lo saben, ¿crees que un hombre te tenderá la mano una vez sepa dónde has estado? No, Gardenia, él no lo hará —ella solloza y

todos hacen un sonido de dolor, les duele verla así—. A quien pidas ayuda te escupirá en la cara, te dirá de hasta de lo que te vas a morir y si eso no le basta, te violará.

Las lágrimas surcan su rostro nuevamente, salen lloriqueos en pequeños hipos de sus labios entreabiertos, los cuales tiemblan al igual que todo su cuerpo y sus manos se aferran a mis muñecas, no con uñas; es solo un fuerte agarre, como si buscara algo firme de donde sostenerse y eso es estúpido, sujetarse de mí buscando salvación es como meter el brazo a la jaula de leones.

¿Está asustada? Es comprensible, fue mercancía de ese sitio. Estar en Leah es el mismo caliente, bizarro y puto infierno, por lo que salir de ahí bien de la cabeza es un sueño imposible, sin embargo, ¿hay algo en todo lo que le he dicho que le haya recordado algo en específico?

—    Mi pobre florecilla, ¿fuiste secuestrada? —le acarició la mejilla derecha, mientras que con la otra mano le peino sus largos rizos. Sus ojos se traban con los míos, que color más inocente posee. Se ven realmente bellos al ser enmarcados por pestañas húmedas de las lágrimas— Lo tomaré como un sí, pero ¿sabes? eres tan fea en este momento que lo poco bello que hay en ti me ha conquistado hasta el alma —confusión, ira, rabia se arremolina en su mirada; son emociones demasiado fuertes y aun así las controla como si estuviera acostumbrada a ello—. Has conquistado un monstruo, felicidades, Gardenia.

Bajo mi rostro al suyo y deposito un beso en la frente, no en los labios que se encuentran maltratados. Se queda quieta bajo el contacto de mis labios, la escucho soltar un suspiro y al alejarme sus ojos están cerrados, su respiración poco a poco se acompasa y su cuerpo está completamente relajado.

Está dormida, roncando levemente en el suelo de mi baño y con sus manos todavía sujetando mis muñecas.

—    Valías más que sólo cincuenta dólares, Gardenia.

Debe ser una broma, por favor que lo sea, pero si no es así tengo lista un arma con la cual destruir mi cráneo y dejar un desastre en mis paredes, suelo y muebles. Doy un trago al café amargo; son las seis de la mañana y a las seis y media tendré visita, ¿por qué tan temprano? Porque mis padres son madrugadores, son tan cabrones que les encanta ir temprano a la casa de cada uno de sus seis hijos y joderlos, pero son un verdadero amor de personas.

Bajo la taza, colocándola sobre el pequeño plato de porcelana, y doy vuelta a la hoja del documento que leo, la información de Gardenia que Leah me ha entregado. No viene su nombre, su edad es sólo un aproximado y origen es falso, han colocado el lugar donde han logrado obtenerla.

Leah no hace trabajos tan puercos como esto, con Rosa hasta me dieron su dirección y lugar de nacimiento,

el nombre de sus padres y su certificado de vacunación.

Recuerdo cuando me uní a ellos; joven, con ganas de destruir todo a mi paso y con un hambre voraz por el mundo, por las mujeres y hombres, por lo prohibido. No creo que me haya echado a perder más de lo que ya estaba, lo mío vino desde casa.

—    Señor —Rosa se coloca a tras de mí, pasando sus brazos por mis hombros y abrazándose a mi cuello, depositando un sonoro beso en mi mejilla. Puedo sentir su sonrisa contra mi piel; es la más dulce: su tacto, su olor, su apariencia, pero también tiene espinas, dolorosas y peligrosas como cualquier rosa de jardín—, buenos días.

—    Buenos días, Rosa.

—    Se ha despertado muy temprano —desliza sus brazos fuera de mí, colocándose a mi lado derecho de pie y me observa con humor—, ¿algún motivo del cual pueda saber?

—    Si, mis padres vendrán —cierro el folder y lo deslizo hacia mi lado izquierdo; no quiero que Rosa lo lea, sólo porque no me complace eso ahora, tampoco es lo más importante—. Necesito que avises a Girasol y Margarita, ellas saben cuál es su papel, pero Gardenia no, te la encargó. Cubre su cuerpo con un vestido largo o ropa de invierno para que sus cicatrices no se vean. Espero que le agrade a mi madre y no le esté preguntando cosas extrañas.

—    ¿Le avergüenzan las cicatrices de Gardenia?

—    No, ahora que ella es mía esas cicatrices también lo son. Mías para sanar, mías para cuidar y mimar, también para crearles nuevas amigas, por lo tanto, no quiero que nadie más las vea.

Rosa toma mi mandíbula en su mano izquierda, gira mi rostro hacia ella ya que no hemos realizado contacto visual y pone sus labios sobre los míos, besándome. Se endereza con un ligero suspiro y dulzura destella en su mirada. Arqueo una ceja, sonriendo de lado.

—    Usted es tan dulce.

—    Deberé ir a que te revisen tus papilas gustativas —rio bajo y llevo mi mano derecha a su acentuada cadera, acariciándola sobre la tela—. Tú quieres que ese cabrón me mate, ¿verdad?

Ella suelta una risilla baja, niega con la cabeza y se marcha a cumplir mi pedido; recuerdo el día que la compré, el cómo era en aquellos días y las veces que tuve que adiestrarla, más bien, las veces que Ellos tuvieron que ponerla en su lugar. Querían corregir lo asqueroso de su lenguaje, la forma tan torpe y estúpida en cuidar su cuerpo, la estupidez de su cerebro y forma de expresarse, eso fue lo que corregimos y transformamos en una hermosa flor.

No fue fácil.

No que no.

Pero dio unos ricos

frutos…

Que otro se come.

Uno nunca sabe para quién

trabaja.

Vuelvo a centrarme en leer el documento de Gardenia, revisando las fotos que le tomaron y es increíble que en tan poco tiempo ella se haya ganado tantas palizas. El timbre suena y hago una mueca; cerrare los ojos y cuando vuelva a abrirlos estaré en mi cama, con mis flores y disfrutando de mi jardín, el rocío de ellas en mi cara y sus pétalos por todo mi cuerpo, después se unirá Gardenia...

Suena de nuevo el horrible timbre, arruinando una linda fantasía.

Me pongo de pie y me encamino a la entrada, al estar ya en la puerta, he contado más de cinco timbrados, mi madre debe estar muy desesperada por contarme algo o pasar al baño. Como siempre.

Abro la puerta.

—    Bienvenida madre, bienvenido padre —saludo a ambos.

—    ¡Joaquín! ¡Mi bebé bello! —los labios de mi madre se plantan en mi mejilla izquierda y luego en la derecha, sé por experiencia que me dejara su beso marcado con ese colorete rojo brillante— Tan presentable como siempre  mi camisa blanca manga corta ceñida a mi cuerpo, el pantalón de mezclilla clara y un calzado deportivo, eso para mi madre es que yo luzca presentable. Se desmaya el día que me vea cómo voy vestido a las subastas.

—    ¿Cómo les ha ido en su viaje?

—    Fue hermoso, tan lindos todos. Tu padre degustó todo el tequila que pudo —entonces me entrega, como siempre pasa cuando vienen a visitarme después de un viaje, las bolsas de regalo. Luego va en busca de sus favoritas de la casa.

—    Es bueno verte, Joaquín —saluda mi padre, su porte relajado mientras viste de camisa de cuadros y pantalón de vestir me hacen formar una sonrisa, luce como siempre—, y no le hagas caso a tu madre, ha sido ella quien estuvo a punto de comprar un cultivo de maguey.

—    Me lo imaginaba —suspiro— ¿A qué horas? —Sé lo que viene, lo sé.

—    Tu madre la ha organizado a las seis de la tarde, quiere comenzar a cocinar desde las cinco y arreglar a todos a las cuatro y veinte, espero no tengas nada qué hacer en tres días.

—    No, no lo tengo. Empezaré a llamar, pasa.

Al volver al comedor, freno mis pasos y mi padre hace lo mismo estando a mi lado; ya mi madre tiene entre manos el rostro de Gardenia, el cabello peinado en una coleta alta y la blusa manga larga blanca, junto con la falda y mallas negras le dan a mi floruna apariencia bastante joven, bien hecho Rosa.

Mi padre se acerca a la escena, palmea el hombro de Gardenia con sumo cuidado y sonríe a ella de forma paternal, mi flor solo se encoge un poco y es mi madre quien la anima con bellos cumplidos a su cabello y color de ojos, a sus lindas pecas y delicado rostro.

El chillido de emoción de Margarita alerta a mis padres, quienes voltean a verla y se apartan gentilmente de Gardenia para recibir a mi pequeña graciosa flor, quien corre hacia ellos y los saluda con más amor que yo. Su vestido azul celeste de estampado con pequeñas flores amarillas la hacen lucir jovial.

Mis padres la quieren, así que está todo bien.

—    Les he traído regalos a mis niñas —dice mi madre, pellizcando con adoración las mejillas de Margarita—, pero sólo a: Girasol, Rosa y mi linda Margarita —Voltea a verme, sus ojos sentenciándome a muerte—, ¿por qué no me hablaste de ella? —señala a Gardenia— ¿Quién es esta dulzura? —vuelve a encaminarse a ella, tomándola de las manos.

—    Lo siento madre, era muy noche cuando logré salvarla de las calles y su garganta está dañada, no puede darnos su nombre ahora —Gardenia voltea a verme, frunce el ceño y vuelve su atención a mi

madre.

—    Pobre hermosura, pero no te preocupes; ya estás a salvo —La flor nueva de mi jardín sonríe a mi madre, sus pecosas mejillas llenándose de rubor—. Tienes unos ojos en verdad hermosos. Joaquín, lleva los regalos a la habitación y después te quiero aquí conmigo, necesitaré tu ayuda para el banquete que planeo organizar dentro de tres días.

—    ¿Puedo incluir a mis amigos en tu gran banquete, mamá?

—    ¡Claro! —mi madre toma del brazo a Gardenia, lo cual toma por sorpresa a mi compra; luce desconcertada— Hace tiempo que no veo ni al joven Fisterra ni a Higins, son buenos los dos y tan chistosos.

Mi madre lleva a Gardenia a la cocina, seguramente planeando hacer algo de desayunar, mi padre está sentado donde con anterioridad yo me tomaba un café y saca sus cartas, dispuesto a jugar un solitario.

Margarita, Rosa y Girasol, quien lleva consigo un vestido largo color amarillo de tirantes, me ven expectantes.

Suspiro y alzo las bolsas, ninguna duda en correr hacia mí y hacerse de los obsequios, corriendo ahora hacia el cuarto que le corresponde a cada una para ver qué les ha traído mi madre.

Yo, por otro lado, me hago de mi celular para enviar mensaje a Fisterra y Higins, quienes inmediatamente aceptan la invitación y comienzan una absurda, pero aceptable apuesta. El primero ha dicho que habrá una pelea al final de la noche, una que será protagonizada por uno de mis hermanos, mientras que el segundo señala que habrá que llamar a los cuervos para limpiar el desastre que haré.

Hijos de puta, se divierten tanto en estas fiestas.

Igual que yo.

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