CAPÍTULO 9: NORMAL AYANA

Antes que mis últimas lágrimas, salga, veo como una luz, penetra mis ojos, espero que en la otra vida pueda conocer gente buena — ¡Ayana! — una voz me está llamando — ¡Dios, ¿eres tú? — algo muy mojado pasa por mi cara, Como puedo me lo quito moviendo la cara, ya que es lo único que puedo mover, pero la misma cosa mojada pasaba por todo mi cuerpo.

—¡ag!, déjame morir en paz —la luz se hace más fuerte — Dios — me muero de un lado a otro —¡DEJAME EN PAZ!

Abro mis ojos poco a poco teniendo dificultad para ver, dejando que la luz penetre mis ojos, trato de moverme, pero me duele el cuerpo, suelto un suspiro, miro al techo que me estaba dando vuelta, de un solo jalón, me siento en la cama, mirando alrededor, estoy al principio del sueño donde Ogro me despierta. Será que otra vez estoy soñando.

Esta todo tal cual, como el sueño, echo un brinco al escuchar un ruido proveniente de la ventana, volteo, no es nada menos que un pájaro, dando con el pico al vidrio, no entiendo que es lo que esta pasando.

—¡Pa! — doy un brinco de la cama, viendo que una cesta se había caído rápido, me levanto de la cama, mirando para los lados, en busca de algún objeto para defenderme.

Observó todo a mi alrededor, no me queda más de otra que agarra una chancleta.

Doy unos pequeños pasos en silencio, cada paso que daba estaba más cerca, al lugar del hecho.

Me detengo por un momento viendo la ropa subir y bajar, ¿qué es eso?, dándome un escalofrío en todo mi cuerpo.

Me acerco tocando con mi pie, siento algo peludo, al sentir mi toque se remueve, haciendo que toda la ropa se mueva.

Abro mis ojos como un plato, cuando veo que el bulto de ropa crece — ¡Dios Míos?, ¡hasta aquí llegó Ayana! — no me quedó de otra que lanzarle mi chancleta y salir corriendo — ¡miau! — ¡Q...U...E!.

Agarro la ropa que se había caído, excavando, hasta llegar donde se encuentra la cosa peluda, solo se trataba de un gato, lo agarro, ya que me encantan los animales.

— ¿Creo que alguien se ha perdido? —le pregunto al gato —¡Miau!, Ayana — me echo para atrás — ¡Q...U...E! —abro mi boca como un limón —Ayana, soy yo, el perro que estuvo contigo en los sueños — ¡Q...U...E! — ayudándote a escapar.

—¡está bien papá!, pero primero déjame despertar Ayana, se le va a ser tarde —la puerta se abre, conectando sus ojos con los míos —¡Ayana mi amor!, ¿qué haces en el suelo —mi miro de arriba hasta abajo —¡estoy aquí!, por qué el gato se ha metido en la ropa —mi frente suda frio —¿Cuál gato Ayana? —coloco mi mano en el pelaje del gato —está aquí el gato —señaló con mi mano.

—Yo no veo ningún gato, ¡Ayana te estás tomando tus pastillas— fruñe su ceño —¡pues no! —bajo mi cara — Ayana es mejor que te eches un baño, y te vayas, tu padre te debe estar esperando para el festival —muerdo mis labios — ¡pero Melisa no ves el gato!, ¡ESTÁ AQUÍ! — señaló el gato, odio que me trate de mentirosa, cuando no es así.

— Ayana mi amor, por qué

—MELISA — agarro el gato por el pescuezo, poniéndoselo en la cara — ¡Ayana, mi amor!

— ¡MELISA NO VES EL GATO!

—Ayana ella no puede verme solo tú, por tu descendencia familiar —suelto el gato, escuchado un gruñido —¿Qué acabas de decir? —fruño mi ceño —Ayana por tu decendencia, me puedes entender, pero ella no —señala a Melisa, mirándome como una loca, pero al mismo tiempo preocupada — ¿quién son mi descendencia? —susurro.