DIA 13 PARTE II DESPUÉS DE LA FIESTA

Lo cierto es que Eva hizo alejar de mi cabeza esos deseos de matar. Fue justamente sentado esa mañana en su sala que me puse a pensar. Ella tenía algo especial que me hacía sentir buena persona. Eso hizo que no me quisiera alejar de ella después. Sentirme como una persona y no como un monstruo era algo que anhelaba.

Mientras pensaba todo eso, la puerta del cuarto de Eva se abrió, ella salió corriendo al baño, cerró la puerta y todo volvió a quedar en silencio. Me sentía muy mal físicamente, sentía que me iba a morir, tenía náuseas, me dolía el pecho y un dolor fuerte en el estómago. Todo eso acompañado de un dolor fuerte de cabeza que no me dejaba moverla bien.

Al rato volvió a salir Eva, con una cara muy desencajada me dijo que le habían caído mal la faena y los tragos. Me preguntó si tenía hambre, le dije que solo quería beber algo para el dolor de estómago. Por eso le pregunté dónde quedaba una farmacia cerca, ella me dijo dónde quedaba, también me pidió que le trajera pastillas para su malestar.

Yo tomé el dinero y salí a la calle, creo que no me veía muy bien físicamente, pero eso era lo de menos. Me sentía como en una misión de supervivencia y esas pastillas me salvarían de morir. Llegué a la farmacia compré mis medicamentos y los de Eva. Cerca de allí vendían comida rápida, así que fui directo a allá, compré pan y jugos, estaba seguro de que eso me quitaría mi problema estomacal.

Volví al apartamento de Eva, y ella me abrió la puerta, me preguntó el porqué de la demora. Le dije que fue porque no tenían vueltas para el billete que había llevado. Ella entró a su cuarto de nuevo, yo quedé en la sala, pero ahora me atacaba un fuerte dolor de estómago, más agresivo que el que ya tenía y las náuseas me hicieron entrar de prisa al baño.

Jamás había vomitado de esa manera. No hablamos de lo que había pasado la noche anterior, como si tratara de ignorar lo sucedido. El arrebato con el que habíamos terminado la noche. Ella hizo el desayuno, hizo sandwiches y tomamos jugo de naranja. Luego yo regrese a mi casa.

Y así hemos tenido tiempo de disfrutar cada vez que se puede nuestra amistad, y de las ventajas de no estar comprometidos. Ella me da el espacio que necesito. Jamás pregunta que hago. Aunque creo que ella sospecha que hago cosas malas. Eso pude notarlo en su cara cuando vio la herida por la mordida de la bruja del callejón.

Volviendo al presente, después que ella suturó mis heridas, volví al apartamento. Le llevé ropa Nueva a la chica rubia, ella me lo agradeció. También notó que estaba herido, por lo que me preguntó que me había pasado, yo le respondí que me había atacado un perro. Ella jocosamente repuso que

-Debía haber Sido un perro muy grande.

Ahora la chica rubia sonreía, hasta me hacía bromas. Ya no era aquella chica que daba lástima para que la dejara ir. Había entendido que no le haría más daño, solo la tendría allí porque vio mi rostro, pero el solo hecho de que aún seguía con vida era una muestra de que no la mataría.

Su única petición fue que le diera una libreta y un bolígrafo, pues, según ella, se aburría mucho en la habitación.

Al menos con un lápiz podré dibujar y así distraerme. Dijo.

Yo accedí y le di una libreta y un bolígrafo, ella me lo agradeció.

Vaya, Tienes los ojos azules. Dijo ella.

Yo no le respondí nada, pues se me hacía incómoda y bizarra la situación y eso que yo tengo sangre para cosas extrañas.

Por eso, tome la decisión de, ya no verla, sino, hablar a través de un hueco que hice en la pared. Por allí le pasaría todo lo que necesitaría sin tener que ver su cara.

Esa noche Eva me llamó al móvil, dijo que le habían dado la noche libre, por lo que quería ir a mi apartamento. Yo obviamente le dije que no me sentía bien esa noche, que no sería buena compañía. Eva desistió de su idea y me dijo que saldría con unos amigos.

Me alivié de ya no tener que verla, pues ya empezaban a volver a mí los deseos de matar.

Había llegado a mi correo un nuevo mensaje en el que me recordaban que no había matado a Magdalena. Era cierto. Pero me estaba recuperando del ataque para volver al trabajo.

Lo haré, querido diario, terminaré de una vez con eso, y enfrentaré a esa sombra, no me dejaré atemorizar. Quiere hacerme enojar, pues felicidades lo consiguió. O mueren ellos o yo, pero de esta semana no pasarán.

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Lizalde Lopez Diana Lopez

Lizalde Lopez Diana Lopez

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2022-06-14

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