DÍA 13 PARTE I

Querido diario, aquí me tienes de nuevo tratando de desahogarme. Porque solo tú puedes saber mis secretos sin acusarme. La chica rubia sigue en el sótano de mi casa, no la he matado... aún, ahora me da miedo solo mirar su cara, siento que su mirada me fusilaría. Bajo al sótano, le llevo ropa, comida y artículos de aseo, no he vuelto a tocarla desde aquella vez en el bar. Tampoco puedo soltarla, ya vio mi rostro, dejarlas ir no es mi estilo.

Aquella mujer en el callejón casi me mata, tuve que automedicarme, como no puedo ir a un hospital, busqué por internet todo sobre medicamentos que ayudan a desinflamar heridas abiertas. Una vez compré los artículos pensé en decirle a la chica rubia que me cogiera unos puntos y me limpiara las heridas. No, no haría eso.

Decidí ir donde Eva, ella es bartender, pero sabe bastante de suturas gracias a mí. Ella sufre de obesidad, odia su cuerpo, aunque a mí me parece muy atractivo. Suele usar vestidos largos que de cierto modo ocultan su figura, pero de uno u otro modo la silueta siempre termina mostrándose.

Hemos cogido casualmente varias veces en su apartamento. Es una mujer soltera e independiente, cuando quiere divertirse me llama, o yo la llamo. Salimos pasamos momentos agradables juntos. Ella es mi gordita hermosa, confieso que la quiero mucho.

Al inicio solo había una amistad entre nosotros. Después de hacer mis trabajos más difíciles, suelo visitar un bar llamado Avaricia, allí trabajaba ella. Me servía tequila y whisky suave. Hasta que una noche, ella me preguntó si tenía pareja, pues siempre iba solo a ese lugar.

Yo le dije que no había encontrado a la persona correcta, ella me dijo que su novio la había dejado por otra. Así fue como la conocí. Esa noche bebimos después que terminó su turno, hablamos de todo, de la vida, de la muerte, vaya la muerte, de los amores fracasados.

Ella y yo éramos, dos fracasados en el Amor, en la vida, en todo. Pero seguíamos luchando, cada quien a su manera lo hacía, teníamos esperanza. Esa noche decidimos ir a otro lugar que tuviese mejor ambiente.

Entramos y era un espectáculo de luces, el humo, el sonido, todo era fantástico. Ella pidió bebidas, minutos después una muchacha las trajo en una charola. Nos sentamos a beber y a hablar, teníamos muchas cosas en común, al menos de mi otra personalidad, sí.

De un momento a otro, mientras estábamos tomando, ella acercó su silla donde estaba yo, y su cuerpo relleno lo puso en mi costado. Me miró fijamente y me besó. Hasta ese punto yo no la había visto de manera se×ual. Pero desde que rompió esa barrera, vi claramente las cosas. Me gustaba su cuerpo gordo, sus piernas rellenas y boludas.

Le dije que ella también me gustaba, y le pedí que fuésemos rápido a su habitación, que no estaba lejos de allí. Ella pagó la cuenta

Salimos y por el camino nos íbamos besando, estábamos tan ansiosos que ella se tiró en un Césped y quería hacerlo allí. Yo le dije que se levantara y siguiéramos.

Llegamos a su apartamento, todo estaba muy ordenado. Ella entró al baño, yo quedé en la sala quitándome la ropa. Ya estaba sin ropa de la cintura para abajo. Cómo tenía sed, entré al baño para preguntarle dónde estaba el refrigerador. Ella estaba sentada en el inodoro haciendo pipí. Cuando me vio la entrepierna dijo, -Dios mío, qué cosa grande tienes Ross. Y se lo llevó a la boca.

Pero yo tenía mucha sed, entonces le dije que me diera la dirección dónde estaba el refri de nuevo. Me dijo dónde estaba. Yo salí, tomé un vaso de la vajilla y bebí agua. Ella salió del baño sin nada de ropa, jamás había visto una mujer gorda con un cuerpo tan sexy. Empezamos jugando en su cama, pero hacía mucho ruido. Ella me dijo: - Te daré lo que tú quieras esta noche Ross. Y así fue.

Ambos estábamos muy intoxicados por el alcohol de varias bebidas mezcladas. Hicimos Muchas locuras. Salimos del cuarto y terminamos enredados en la sala. Yo no lograba llegar al éxtasis por más que lo intentaba y amalaba por lo intoxicado que estaba. Ella gritaba de puro gozar, al tiempo que me decía:

No te enamores de mí, Ross. Decía ella con gran ruido.

Quien creería que aquella bartender silenciosa hiciera tanto ruido en la cama.

Lo último que recuerdo de esa noche, es que, estaba sobre su gran cuerpo como gelatina en el agua, bien en lo profundo.

Amanecí sin ropa, tirado en su sala. Me despertó el timbre de la casa, unos pastores de la iglesia a la que asiste Eva la fueron a visitar esa mañana de domingo. Yo les dije que ella no estaba y ellos se fueron.

Supongo que los pastores me vieron allí donde estaba a través del vidrio de las ventanas. (Tiempo después me enteré de que ellos tenían las llaves de la casa, y entraron esa mañana, pero se volvieron a salir para tocar de nuevo y así dar la impresión de apenas haber llegado) Eva, a pesar de su trabajo en la licorería, tenía reputación de una mujer religiosa y conservadora.

Luego me senté en un sofá, traté de asimilar todo lo que había pasado la noche anterior, vaya que locura. No había visto a Eva, imaginaba que seguía en su cuarto, tal vez un poco avergonzada por lo que pasó.

Sin embargo, había sido espontáneo, no hubo que forzar nada, como si el destino mismo nos condujera hasta ese momento. Tenía nervios de volver a ver a Eva esa mañana. En cualquier momento saldría del cuarto y no sabía cuál iba a ser su reacción esa mañana.

Querido diario y así fue como esa noche agitada, surreal, fantasiosa, húmeda conocí a Eva. La que me ha ayudado a recuperarme después de que casi me mata aquella cosa en el callejón.

Ahora querido diario conoces mi pasión por las gorditas.

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