Mico brilla bajo las luces de los escenarios, Tina vive entre raíces sencillas y reale. Sus mundos nunca debieron haberse cruzado, pero lo hicieron; entre secretos y la presión de la fama, tendrán que decidir si lo que sienten vale el riesgo de perderlo todo.
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capitulo 10: Momentos incómodos
El rodaje del día siguiente comenzó como cualquier otro, pero para Tina todo se sentía diferente. Cada sonido de cámara, cada luz que parpadeaba, parecía recordarle lo que había pasado la noche anterior. Intentó concentrarse en sus tareas, en llevar guiones, organizar materiales y mantener la compostura. Sin embargo, cada vez que Mico pasaba cerca, su corazón se aceleraba y un nudo extraño se le formaba en el estómago.
—Tina, ¿podés traerme esto? —pidió Mico, sin mirarla, mientras revisaba una lista de notas frente al espejo.
Tina asintió, tomando la carpeta, pero sintió que las manos le temblaban. Caminó hacia ella y se detuvo un momento, observando cómo Mico parecía tan enfocada, tan perfecta, y aun asi vulnerable. Por un instante, pensó en el beso de ayer, en cómo había cambiado algo entre ellas.
—Aquí tenés. —dijo, apoyando la carpeta con cuidado.
—Gracias —respondió Mico, sin levantar la vista.
El “gracias” sonó más frío de lo habitual, pero Tina sabía que no era desprecio. Era esa distancia que ambas intentaban imponer, un escudo para protegerse de lo que sentían.
El resto de la mañana transcurrió con normalidad aparente. Tina corría de un lado a otro, organizando guiones y ajustando detalles, mientras Mico se movía entre cámaras y maquillaje. Sin embargo, los silencios entre ellas eran incómodos y cada mirada rápida que cruzaban estaba cargada de significado.
Cuando Mico se sentó a revisar una escena, Tina decidió acercarse.
—¿Cómo te sentís hoy? —preguntó, intentando sonar casual, aunque la voz le temblaba ligeramente.
—Bien —respondió Mico, sin mirarla, y luego agregó con un suspiro— Más tranquila que ayer, creo.
Tina la miró con curiosidad. Había algo en esa frase que revelaba más de lo que Mico quería mostrar.
—¿Más tranquila? —repitió— ¿Por qué?
Mico tardó en contestar. Finalmente, levantó la vista, y por un segundo sus ojos se encontraron con los de Tina.
—Porque, no hay nadie mirándome como tu lo hiciste—dijo, bajando la mirada otra vez.
El corazón de Tina se aceleró. No era un cumplido típico; era sincero y vulnerable.
—No hice nada. —murmuró, intentando restarle importancia, aunque una parte de ella sabía que sí había hecho mucho.
—Sí hiciste —respondió Mico, firme— Me viste de verdad, y eso da miedo.
El comentario dejó a Tina sin palabras. Caminó hacia la ventana, mirando cómo la luz del sol se filtraba entre las persianas. Por un momento, se permitió respirar, dejar que sus emociones fluyeran, sin que nadie lo notara.
A media mañana, mientras Mico ensayaba una escena, Tina se acercó para entregarle una botella de agua. Al hacerlo, sus manos rozaron por accidente. Ambas sintieron un pequeño escalofrío que recorrió sus cuerpos, se miraron fijamente durante unos segundos. Ninguna dijo nada, pero el aire estaba cargado de electricidad.
—Gracias —dijo Mico, con una pequeña sonrisa, más suave esta vez.
—De nada —respondió Tina, tratando de sonar indiferente, pero su corazón latía tan rápido que creía que todos en el set podían escucharlo.
Los minutos pasaban, y cada interacción era un pequeño desafío. Cada palabra, cada gesto, estaba cargada de significado. Mientras organizaba guiones, Tina se dio cuenta de que miraba a Mico más de lo que debía. Observaba cómo se movía, cómo se ajustaba el maquillaje, cómo su expresión cambiaba según la emoción que debía transmitir. Y, aunque intentaba negarlo, su mente seguía regresando al beso.
Por su parte, Mico también estaba consciente de Tina. Cada vez que la veía trabajar, ayudando a otros, resolviendo problemas, sentía una mezcla de admiración y deseo. Deseo de acercarse, de tocarla de nuevo, de sentir que podía ser ella misma con alguien que la comprendiera. Pero también miedo. Miedo de exponerse, miedo de que el mundo no aceptara lo que sentía, miedo de que Tina se asustara y se alejara.
El almuerzo llegó y el equipo se dispersó. Mico y Tina se encontraron en una esquina del set, apartadas de todos; por primera vez en todo el día, pudieron respirar sin tanto ruido alrededor.
—¿Querés sentarte un rato? —preguntó Tina, ofreciendo un asiento en la escalera lateral.
Mico asintió y se sentó, mirando a Tina con cautela. Había algo en ese gesto que decía mucho más que cualquier palabra.
—¿No vas a decir nada? —preguntó Tina, rompiendo el silencio.
—¿Decir qué? —respondió Mico, intentando sonar casual, aunque sus ojos no mentían.
—Sobre nosotras —dijo Tina, la voz apenas un susurro.
Mico tragó saliva, mirando hacia el suelo.
—No sé si puedo —comenzó, y luego suspiró— No puedo arriesgar todo lo que tengo. No solo mi carrera, todo el mundo me juzgaría.
—Lo sé —dijo Tina, suavemente— Yo también tengo miedo. Mis padres nunca aceptarían esto. Pero eso no significa que no importe.
Mico la miró, sorprendida por la honestidad de Tina. Por un momento, el mundo desapareció otra vez. Ambas estaban allí, compartiendo un espacio y un momento que nadie más podía tocar. Sus manos se rozaron otra vez sin querer, y ambas sintieron un calor reconfortante.
—A veces quisiera que todo fuera más fácil —dijo Mico— Que no tuviéramos que escondernos ni preocuparnos por lo que otros piensen.
—Yo también —respondió Tina, con una sonrisa pequeña y triste— Pero al menos tenemos esto, ¿no? Este momento.
Mico asintió, sin poder apartar la mirada de ella. Las horas pasaron con pequeñas conversaciones, gestos, risas contenidas y miradas prolongadas. Ninguna de las dos hablaba del beso, pero la tensión estaba allí, constante, creciendo con cada segundo.
Cuando finalmente el equipo comenzó a reorganizarse para la siguiente escena, Tina y Mico intercambiaron un vistazo. No había palabras, pero ambas entendieron que algo había cambiado para siempre. El silencio incómodo se convirtió en un lenguaje propio: miradas, respiraciones, sonrisas tímidas y la certeza de que lo que sentían era más que un simple capricho.
Y aunque el mundo seguía ahí afuera, lleno de cámaras, luces y juicios, por primera vez en mucho tiempo, ambas se sintieron vistas, entendidas y cercanas de verdad.