José Augusto pretende ser el Ceo en la empresa de su padre, pero este le puso como condición que debía casarse en un año. De lo contrario otro ocuparía ese lugar.
Así que él buscaba afanosamente una esposa.
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Esposa de mentiras
Heliodoro y Katy se perdieron la inmensidad de la noche.
Graciela trataba de consolar a su madre. Pero esta no reaccionaba. Siempre habían sido muy unidos y una fatalidad tan grande como esta no la podía soportar. Estaba realmente devastada.
Ándale, mamá, tenemos que cremar a papá.
Por unanimidad y por los propios deseos de Álvaro, sería cremado.
Ya estaba todo listo, no hubo velorio. Los tres y José Augusto esperaban en una pequeña salita.
Rosaura, Óscar y Graciela estaba unidos en un abrazo mientras les entregaban las cenizas.
José Augusto permanecía impávido, sin saber como hablarles para disminuir un poco su dolor.
Una llamada rompió el silencio.
Con permiso, dijo José Augusto con educación.
Al salir... ¿Qué pasa, Miguel?
El auditor quiere hablar con usted.
Está bien, enseguida voy para allá.
Lo siento, voy a la empresa. Graciela, tómate el tiempo necesario.
Gracias, dijo ella, pero mañana mismo me presento a trabajar.
Está bien, como prefieras, puede regresar cuando gustes.
Mientras tanto, en otro lugar...
Por favor, Heliodoro, déjame ir. Yo no tengo nada que ver contigo.
Déjate de lloriqueos, nada va a cambiar mi forma de pensar. Tú permanecerás a mi lado hasta que a mí se me pegue la gana.
Casi la arrastró por el sendero que conducía hacia una hermosa casa muy apartada de la civilización, pero contrario a lo que pudieran pensar, la casa estaba perfectamente acondicionada. Habían llegado ahí en aventones de un coche a otro. Nadie sospechaba que eran prófugos.
Aquí nadie nos encontrará, en cuanto pueda sacar el dinero del banco nos iremos muy lejos, quieras o no; así que ve haciéndote a la idea.
Cuando entraron, este será tu cuarto, no intentes huir porque estamos muy lejos de todos, podrías llegar a perderte y los lobos te comerían inmisericorde.
¿Hay... lobos?, dijo Katy con temor.
Huy sí, tantos como no tienes idea. Así que no te vayas a arriesgar.
Y diciendo eso se fue a otro cuarto. Se acostó en la cama y se puso a meditar.
Buscaba la manera de sacar el dinero del banco sin levantar sospechas. Debía irse lo antes posible. No quería ser descubierto ni pasar sus días en prisión.
¿Qué debo hacer?", se dijo para sí mismo.
Katy se quedó pensando en lo que le acaba de decir Heliodoro. Ella le tenía pavor a los lobos. No estaba segura de que haya dicho la verdad, pero no se arriesgaría a averiguarlo de ninguna manera.
"Ni loca que estuviera", se dijo.
Esa noche no pudo dormir. No sabía cómo iban a suceder las cosas en adelante, pero estaba segura que no se quedaría de brazos cruzados ante tal situación.
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Muy temprano al día siguiente, Graciela se presentó a trabajar.
La auditoría había terminado, se descubrió una malversación de fondos a cargo de Heliodoro, y Katy como su cómplice.
José Augusto le estaba explicando eso a Graciela, pero su celar no dejaba de sonar.
Un mensaje le llegó en ese momento. Era de su padre.
"Te quedan 10 meses para que cumplas lo pactado, de lo contrario, te vas olvidando de ser el CEO, y mira que esto es serio", eso decía el mensaje recibido.
José Augusto observó a Graciela. Tenía que pedirle que se casara con él, pero ¿cómo?
¿Le pasa algo?, preguntó Graciela como si lo dijera para sí misma.
¿Podemos ir a comer para platicar?, yo sé que no es el momento, pero necesito decirte algo.
Graciela lo miró extrañada, no sabía de qué iba todo eso.
No me mires así, te aseguro que no es nada malo.
Está bien, solo deja guardar estos papeles.
Tiempo más tarde ambos personajes estaban en un restaurante de lujo.
Graciela, yo sé que no es el momento, pero quiero hacerte una proposición.
¿De qué se trata?
Te lo voy a explicar con pelos y señales para que me entiendas.
Tú sabes que pronto seré el CEO oficial.
Sí, ¿y?
Para eso mi padre me exige que me case.
¿Y?, volvió a decir Graciela.
Quiero pedirte que te cases conmigo.
Graciela abrió mucho los ojos y la boca.
Pero yo no tengo nada que ver con usted, ¿por qué habría de casarme?
Deja te explico. Fingiremos una boda, te prometo que solo será para calmar los ánimos de mi padre. Entre nosotros no habrá absolutamente nada.
Cuando yo haya firmado los papeles que me adjudican la presidencia, fingiremos un divorcio, y san se acabó.
Así como lo pones suena fácil (Graciela lo empezó a tutear sin darse cuenta), pero no creo que tu padre sea un tonto que no se dé cuenta.
Contrataré un actor de bajo perfil, él se encargará de armar todo escenario. Nadie dudará de nuestro matrimonio falso.
Mandaré a Miguel para que busque al indicado.
Aún no te doy mi respuesta.
Tengo diez meses para casarme, por favor, solo ayúdame.
Está bien, pero pondré mis condiciones. Nunca habrá sexo, dormiremos en habitaciones separadas, ante tu padre nos mostraremos como un matrimonio perfecto, pero en la intimidad cada quien se va a su cuarto. Aunque, no sé qué voy a ganar yo con esto.
Tendrás un puesto importante como la esposa del CEO. Serás vicepresidente. Además, recibirás un sueldo jugoso, amén de todos los beneficios que tendrás, simplemente por ser mi esposa, de mentiras, pero mi esposa.
Y, ¿por cuánto tiempo estaremos "casados"?, preguntó ella, poniendo cara de niña mimada.
De preferencia un año, después de eso cada quien será libre y podremos hacer lo que queramos.
Un año es mucho tiempo, dijo ella como pensando en voz alta.
Pasará rápido, no lo sentirás.
Bueno, pues ya qué.
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En la intimidad de su alcoba Graciela no podía olvidar lo que había acordado con José Augusto.
Su madre aún se encontraba de luto y no había visto la preocupación de su hija.
"Dios mío, ¿cómo irá a acabar todo esto? ¿Se tragará el cuento de nuestra boda don Gael?".
Realmente estaba preocupada por la decisión que había tomado. Para ella nada tenía sentido.
Sin embargo, le había dado su palabra a José Augusto, y ganaría bastante bien. Entonces, ¿por qué se sentía insegura?
"Bueno, solo será un año", se dijo.