NovelToon NovelToon
Esencia De Oso

Esencia De Oso

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Hombre lobo / Apoyo mutuo
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: IdyHistorias

Un chico se queda solo en un pueblo desconocido después de perder a su madre. Y de repente, se despierta siendo un osezno. ¡Literalmente! Días de andar perdido en el bosque, sin saber cómo cazar ni sobrevivir. Justo cuando piensa que no puede estar más perdido, un lince emerge de las sombras... y se transforma en un hombre justo delante de él. ¡¿Qué?! ¿Cómo es posible? El osezno se queda con la boca abierta y emite un sonido desesperado: 'Enseñame', piensa pero solo sale un ronco gruñido de su garganta.

NovelToon tiene autorización de IdyHistorias para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Nosotros cambiamos..la ropa no

Nos despedimos rápidamente de mi tía Dana y de Claire, quien me lanzó una mirada de advertencia por irme sin quedarme más tiempo. Luego, Ámbar y yo subimos al auto. El trayecto hacia el pueblo fue tranquilo, y el zumbido del motor llenaba el silencio incómodo que había surgido entre nosotros. Yo estaba distraído, pensando en Claire, en el trabajo, y en todas las expectativas que sentía sobre mis hombros. A veces parecía que mi único propósito era resolver los problemas de los demás, cargar con todo lo que no podían soportar. Tal vez esa era mi función: ser el que ayuda, el que nunca flaquea.

Ámbar interrumpió mis pensamientos al extenderme un llavero pequeño con un par de llaves algo desgastadas.

—Son de mi apartamento en la ciudad —dijo, sin mirarme directamente—. Por si alguna vez puedes pasar a revisar que todo esté bien.

Tomé las llaves, frunciendo el ceño.

—¿Entonces... planeas dejarlo? —pregunté.

Ella asintió, mordiéndose el labio.

—Llamé al trabajo y dije que estaba enferma. Pero sé que no puedo seguir así por mucho tiempo. Volkom me ofreció ayudar en la cafetería, pero... —hizo una pausa, con un tono de resignación—. Quizás termine renunciando si no mejoran las cosas.

Guardé silencio por un momento, observando cómo el paisaje pasaba rápidamente por la ventanilla. Aunque entendía su situación, no quería que se sintiera atrapada sin opciones.

—Si necesitas ayuda para recoger tus cosas, puedo tomarme un par de días —ofrecí, sin quitar la vista del camino. La idea de regresar a la oficina el martes no me resultaba muy atractiva de todos modos.

Ámbar negó con la cabeza rápidamente.

—No hace falta. —Hizo un esfuerzo por sonreír—. Puedo ir sola en bus algún día, no te preocupes.

La miré de reojo, captando la forma en que apretaba los labios. Algo en su actitud me preocupaba.

—No me refería a que no puedas hacerlo sola. Pero, ¿te da miedo regresar a la ciudad? —pregunté con suavidad, sabiendo que no era algo fácil de admitir.

Ella desvió la mirada hacia la ventana, donde las luces del pueblo empezaban a vislumbrarse.

—Un poco... —confesó, casi en un susurro—. No me controlo del todo aún, y... no quiero hacer algo de lo que luego me arrepienta.

Asentí lentamente, sintiendo que comprendía más de lo que quería admitir. La incertidumbre, el miedo a perder el control, no eran emociones ajenas para mí. Sabía muy bien lo que era sentirse al borde, incapaz de confiar en uno mismo.

—Bueno, si cambias de opinión, me avisas —dije—. El martes tengo que ir a la ciudad para una reunión, y podría llevarte. Ordenas lo que necesites, y cuando termine, te paso a buscar. Así no tendrás que preocuparte por el bus o por estar sola.

Ámbar giró la cabeza para mirarme, con una mezcla de sorpresa y gratitud.

—¿No sería una molestia? El trabajo...

Sonreí, restándole importancia.

—No te preocupes. Necesito cambiar de ambiente de todas formas. Y si eso te hace sentir más segura, vale la pena.

Por un momento, sus hombros se relajaron y asintió levemente.

—Lo pensaré, gracias. De verdad.

La conversación se desvaneció en el aire, pero había algo en el alivio en su expresión que me hizo sentir que tal vez ella confiaba en mi.

Era lunes por la mañana, y había terminado las últimas correcciones antes de enviar el correo. Apenas me sentía satisfecho con el trabajo cuando Tobias y Dean decidieron arrastrarme fuera de la casa para un paseo por el bosque. Protesté un poco, pero al final acepté. Claro, me gustaba caminar por el bosque; había algo en esos espacios abiertos que ahora me reconfortaba de una manera que antes no comprendía.

El problema era que Tobias y Dean eran... demasiado. Un lince y un lobo corriendo como lunáticos mientras yo quedaba atrás. No era tan rápido como ellos, y tampoco lo necesitaba. Barret me había dicho una vez, con su tono inquebrantable, que debería pasar más tiempo con otros osos. Que vivir con Tobias era, en sus palabras, “un desbalance en tu esencia”.

No entendía del todo esa preocupación. Con Tobias, sentía una especie de mezcla extraña, como si fuera parte hermano, parte mentor y parte protector. Le debía mucho y lo apreciaba profundamente, pero había una conexión genuina y cálida que me mantenía cerca de él. Sin embargo, cuando se trataba de estar con otros osos, la cosa cambiaba. Podía manejarme bien si estaba con Claire, mi tía, o algunos amigos cercanos. Pero en una reunión grande, rodeado de demasiados de nosotros, me sentía... fuera de lugar, casi sobrecargado.

También estaba el asunto de mis gustos, que se habían transformado con mi nueva realidad. En mi forma de oso, el pez fresco recién atrapado en el río era un manjar, algo que disfrutaba sin pensar demasiado. Pero en mi forma humana, ni siquiera podía considerar comerlo crudo; lo prefería bien cocinado, sazonado y a la parrilla, con el sabor y el calor que me recordaban lo que era ser simplemente Derek.

Mientras regresábamos, aún en mi forma animal, sentí que el paseo había sido lo que necesitaba. Era como si hubiera soltado parte de la carga emocional que me había estado pesando los últimos días. Pero el ambiente relajado se interrumpió al llegar a la casa, donde Tobias y Dean estaban en el porche... discutiendo, o al menos eso pensé hasta que escuché las risas. Se mezclaban con la de Volkon, lo que me hizo fruncir el ceño.

Al acercarme, la razón quedó clara. Ámbar estaba sentada a mitad de la escalera, cubriéndose el rostro con las manos mientras mi "adorable" grupo de amigos se encontraba completamente desnudo tras haberse transformado de vuelta.

Gruñí, dejando escapar un rugido bajo de molestia. Mi sonido bastó para interrumpir su diversión, pero no lo suficiente como para hacer que dejaran de reírse mientras corrían al interior a buscar ropa. Volkon observando a Ámbar con una sonrisa que mezclaba pena y diversión.

—Ellos cambian a animal, pero la ropa no —le explicó Volkon, encogiéndose de hombros—. Así que ya sabes: si ves a algún hombre desnudo en el bosque, es más que probable que sea un cambiaforma.

Ámbar seguía roja como un tomate, aunque trataba de disimularlo. Volkon se giró hacia mí.

—¿Y tú, pequeño oso? ¿No piensas cambiar?

Negué con firmeza, manteniéndome en mi forma de oso. No iba a transformarme frente a Ámbar; ya era suficiente con lo que acababa de presenciar. Además, en mi forma humana no era menos intimidante, y lo último que quería era que se sintiera más incómoda.

Ámbar me miró con los ojos todavía un poco abiertos por la sorpresa, sus labios formando mi nombre con una mezcla de curiosidad e incertidumbre.

Volkon soltó una risa suave.

—Tranquila, irás reconociendo a cada uno con el tiempo.

Desde la ventana, Tobias lanzó mis pantalones, que cayeron directo sobre mi cabeza. Resoplé y me aparté hacia un lado de la casa, fuera de la vista de Ámbar, para poder transformarme y vestirme.

Cuando regresé ya vestido, Ámbar me saludó con un tímido “hola”. Estaba visiblemente avergonzada por el espectáculo que habían armado mis amigos, y no podía culparla.

Volkon explicó que habían traído a Ámbar para que practicara sus habilidades en el bosque, pero que terminaron cerca de nuestra casa.

Aprovechando la situación, Ámbar me miró con más seriedad y preguntó:

—¿De verdad puedes acompañarme estos días? Creo que es mejor darme de baja en el trabajo y recoger mis cosas.

Asentí sin dudar.

—Claro que sí. Pediré unos días libres. No te preocupes, nos organizamos para ir el martes y regresamos cuando termines.

El viaje hacia la ciudad comenzó tranquilo, con música suave de fondo y Ámbar sosteniendo su termo de unicornios, con esa sustancia que no quería pensar demasiado en lo que realmente contenía. La conversación pronto tomó un giro inesperado cuando ella soltó un comentario que no esperaba:

—Debe ser genial ser un cambiaformas y no un intento de vampiro.

Por un momento, pensé en todas las veces que yo mismo había deseado ser algo diferente: un Umbral, un Tejedor de Esencia, o incluso otro tipo de cambiante. Pero antes de que pudiera responder, ella siguió hablando.

—Quiero decir, mírame, Derek. Soy literalmente un cliché andante. Antes mi vida ya era deprimente y caótica, y ahora esto... —Alzó el termo con una sonrisa amarga.

No dije nada de inmediato. Ella había mencionado en alguna ocasión, medio en broma, su preferencia por el tipo A positivo en bromas, como si fuera una forma irónica de intentar sonar como una "vampiresa", pero sabía que en el fondo no le gustaba nada de eso. No me atrevía a profundizar más en el tema, no quería hacerla sentir peor ni enfrentar la realidad de lo que eso implicaba.

Ámbar, pareciendo darse cuenta de mi silencio, añadió:

—No te preocupes. No es tan malo como parece... solo un poco asqueroso al principio.

Sonreí con incomodidad y, para desviar la conversación, comencé a contarle sobre cómo conocí a Tobias y descubrí que era un oso cambiaformas adolescente, perdido y solo en medio del bosque. Le expliqué que, a pesar de lo aterrador que fue al principio, con el tiempo me acostumbré y encontré una familia que me aceptaba.

Pero, en cambio, Ámbar no había tenido esa suerte.

—Mi padre... bueno, "padre" es un término generoso —dijo, soltando una risa amarga—. Era un Umbral, creo. Tuvo su aventura de una noche y dejó a mi madre embarazada.

Había algo en su tono que me hizo sentir un nudo en el pecho. No era rabia ni tristeza, solo una resignación profunda.

—Mi mamá tampoco era la mejor persona. No sé si fue por mí o porque simplemente no sabía cómo ser madre, pero prefirió su vida loca. La última vez que la vi fue en su funeral. Sobredosis.

—¿Y tus abuelos? —pregunté suavemente.

—Ellos me criaron. Fueron lo mejor de mi vida, pero... ya no están.

No supe qué responder. Solo asentí en silencio, sintiéndome impotente.

Al llegar a la ciudad, mi teléfono sonó. Era la oficina adelantando la reunión que tenía programada para el martes. Suspiré.

—No voy a tener tiempo de dejarte en tu departamento primero.

—No hay problema —respondió con tranquilidad—. Puedo esperarte en el auto.

Acepté. Mientras subíamos al piso de mi oficina, le pedí que me esperara en recepción. Le prometí que sería rápido, solo una hora a lo mucho. Era una reunión de las habituales después de entregar los archivos finales: los departamentos de marketing y sistemas se encargarían del resto, y los diseñadores junior podían manejar cualquier ajuste menor.

Mientras firmaba algunos documentos y adelantaba el papeleo para tomar mis días libres —quince, porque ya tenía acumulados más de lo que pensaba—, un pensamiento cruzó mi mente: este descanso era justo lo que necesitaba.

Cuando salí hacia la recepción, vi a Ámbar sentada, visiblemente incómoda, con dos chicos de otra área intentando conversar con ella. Se acercaban demasiado, hablando en voz baja, pero sus movimientos eran demasiado evidentes. Ámbar no parecía tener idea de cómo manejar la situación, su mirada iba de un lado a otro, sin saber cómo reaccionar.

Me acerqué de inmediato.

—¿Los niños de contabilidad te están molestando?

Mi tono y mi tamaño bastaron para hacer que ambos se enderezaran y, tras un segundo de duda, salieran casi corriendo. Ventaja de ser un oso grande: cara de malo, brazos en jarras, y listo.

Ámbar suspiró aliviada.

—Gracias. Uno de ellos salía con una amiga mía del trabajo. Antes no me molestaba... pero ahora...

Le sonreí con suavidad.

—No necesitas explicarme nada.

Esperábamos el ascensor cuando el susurro de Karla, una compañera de trabajo, llegó claro a mis oídos:

—Pobrecita. Qué decepción se va a llevar al ver que algo tan grande no sepa usarse.

Sentí cómo el color subía a mi cara en un segundo. Apreté los puños, pero no dije nada. Miré de reojo a Ámbar, quien claramente también había escuchado.

Por un momento pensé que diría algo, pero en lugar de eso solo suspiró y mantuvo el silencio. Entramos al elevador, y por suerte ninguno de los dos mencionó el comentario.

Cuando finalmente habló, fue para decir:

—¿Podemos pasar antes a comprar algunas cajas?

Asentí, agradeciendo internamente que cambiara de tema.

—Claro. Lo que necesites.

El resto del trayecto fue en calma, y yo, por primera vez en mucho tiempo, me sentí realmente agradecido por la empatía de alguien que sabía cuándo dejar las cosas así.

1
Martha Martina
x favor escritora continúa con la historia xq es brillante y muy hermosa 😭x favor 👏
Martha Martina
increíblemente hermoso espero que la autora siga contando la historia xq es taaaan buena muchacha felicidades hermosísima historia 😢😘❤️♦️❤️
IdyHistorias: La autora se fue de vacaciones pero ya volvió … 🫣
total 1 replies
~§~*NAY*~§~
llore😭
Greiselyn lisbeth
se ve interesante 😉
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play