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Lucía La Princesa De Rubí

Lucía La Princesa De Rubí

Status: En proceso
Genre:Amor en la guerra / Familias enemistadas / Batalla por el trono / El Ascenso de la Reina / Familia Ensamblada
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Atenea

La vida de Lucía era perfecta… hasta que invadieron el reino. Sus padres murieron, su hermano desapareció, y todo fue orquestado por su tío, quien organizó una revuelta para quedarse con el trono.
> Lo peor: lo hizo desde las sombras. Después del ataque al palacio, él supuestamente llegó para salvarlos, haciendo retroceder al enemigo y rescatando a la pequeña princesa, quedando así como un héroe ante todos.

> ¿Podrá Lucía descubrir la verdad y vengar a su familia?

NovelToon tiene autorización de Atenea para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La Espada No Pide Permiso

POV: Lucía (8 años)

El segundo día llegué antes que él. El cielo todavía estaba en sombras y el aire helado me erizaba los brazos, pero me mantuve firme junto al poste donde ayer me ataron una cuerda.

Tenía tierra bajo las uñas, una ampolla en la mano, y un músculo de la pierna que temblaba aunque yo no se lo pidiera. Pero me sentía orgullosa. Cansada, sí… pero orgullosa.

Saúl llegó sin decir palabra.

Se detuvo frente a mí. Traía algo envuelto en tela.

Lo desenvolvió lentamente: era una espada de madera.

No era bonita. No brillaba como la de él. Pero tenía el largo justo, y el peso era más real de lo que imaginaba.

—¿Para mí?

Él asintió.

La tomé con ambas manos. Mis dedos no cerraban del todo sobre la empuñadura, pero la sostuve firme.

—Hoy aprenderás a sostenerla… y a no dejarla caer —dijo.

Y así empezó.

Aprendí que las espadas, incluso las de madera, duelen al caer en los pies. Aprendí que mantener los codos tensos me robaba fuerza. Que respirar mal me hacía marearme. Que mirar el suelo era el primer paso hacia la derrota.

Y aprendí que Saúl no toleraba excusas… ni elogios.

Cuando terminé los ejercicios, temblando por el esfuerzo, él solo dijo:

—Mañana… tal vez puedas dar el primer golpe.

Y se marchó.

POV: Carlos

Era de noche. El palacio dormía envuelto en un silencio tibio, apenas quebrado por el crujido de las antorchas del corredor.

Estaba en la biblioteca, revisando mapas del norte, cuando escuché pasos diminutos. Pequeños… pero decididos.

Lucía.

Entró sin decir palabra. Llevaba una manta sobre los hombros, el cabello aún húmedo, los ojos más oscuros de lo normal.

—¿No puedes dormir? —pregunté, cerrando el pergamino.

—No… o tal vez sí, pero no quiero. Me duele todo.

Sonreí al escuchar su comentario.

—Eso quiere decir que entrenaste bien.

—Eso quiere decir… que sobreviví.

Se acercó sin pedir permiso y trepó al sillón junto a mí. Se acurrucó como cuando era más pequeña, apoyando la cabeza contra mi brazo. Sus dedos jugaban con los bordes de su manta, en silencio.

—¿Crees que pueda hacerlo?

—¿El qué?

—Volverme fuerte. Como mamá.

La pregunta me atravesó el pecho con filo silencioso.

—Lucía… tú ya eres más fuerte que muchos adultos. No por la espada, sino por seguir de pie.

Guardó silencio. Me miró. Y entonces dijo:

—A veces tengo miedo. De que si un día me hago guerrera… deje de ser yo.

Le acaricié la cabeza, despacio, sintiendo la suavidad de su cabello aún húmedo entre mis dedos.

Y mientras lo hacía, una verdad me cruzó como un eco maldito:

Sé lo que buscas… y yo soy el culpable, mi princesa.

—Lo importante es que no olvides por qué empezaste —le susurré, tratando de no quebrarme—. Una espada sin alma solo es metal. Pero tú, pequeña, tienes fuego.

Y el fuego… el fuego no se forja. Se cuida.

Ella cerró los ojos. Su respiración se hizo más lenta. Se quedó dormida allí, en el sillón, con el rostro en paz y las manos aún aferradas a la manta.

La dejé estar. No quise moverme.

Y mientras la observaba, supe que algún día, cuando levantara esa espada… el mundo tendría que aprender a inclinarse.

Y quizás… yo también.

POV: Lucia (8 años)

Soñé con el jardín.

Mamá estaba allí, arrodillada como siempre, como en ese momento. Pero esta vez, yo estaba frente a ella. Tenía una espada en las manos. Pesaba más que nunca. Mis brazos temblaban, pero no por el esfuerzo… sino por el miedo.

El hombre apareció. Oscuro. Alto. Sin rostro. Solo una silueta afilada.

Avanzó hacia ella. Yo grité. Le grité que corriera. Que se levantara. Pero mamá no se movía.

Y yo… yo no podía dar un paso.

La espada que sostenía estaba pegada a mis manos como si fuera parte de mí. Pero no podía usarla. Estaba clavada en el suelo. Yo también.

El hombre levantó su arma.

Yo cerré los ojos justo cuando mamá se volteaba a mirarme.

Fue entonces que desperté.

Estaba jadeando. Mis mejillas estaban húmedas. Apreté los puños con fuerza bajo las mantas.

Mañana caeré más rápido, me dije… pero hoy… hoy voy a golpear de verdad.

⋄⋄⋄

El campo de entrenamiento estaba envuelto en neblina cuando llegué.

Saúl ya estaba allí, como si nunca durmiera. Apoyado contra un poste, con los brazos cruzados y la espada de madera en el suelo junto a él.

Cuando me vio, no dijo nada. Pero sus ojos me recorrieron de arriba abajo, como si supiera que había tenido una mala noche.

—Hoy das tu primer golpe —dijo.

Se apartó para mostrarme un espantapájaros improvisado, con saco relleno de paja y una especie de casco oxidado colgando donde iría la cabeza.

Me entregó la espada de madera.

—Tus manos... arriba. No tan tensas.

Lo intenté. Pero el peso era distinto ahora. No como la escoba.

Di un paso al frente. Y golpeé.

El golpe fue torpe. El filo apenas rozó el muñeco y mis brazos se sacudieron con el rebote.

—Otra vez —ordenó él.

Volví a intentarlo. De nuevo. Y otra vez. Pero no era suficiente. Se me resbalaba la espada, o me balanceaba mal. Saúl no decía nada. Solo observaba, su sombra quieta en medio del polvo.

Empecé a sentir rabia.

¡Golpea!, me dije a mí misma. ¡Hazlo bien!

Pero fallé. Me tropecé al girar, caí sentada, y la espada se me escapó de las manos.

Quise gritar.

Saúl se acercó. Recogió la espada. Me la ofreció.

—¿Te vas a rendir?

—¡No! —dije, con la voz temblorosa.

—Entonces ponte de pie y empieza otra vez.

Me levanté. Más lento que antes, pero más firme.

Saúl me miró en silencio, luego dijo con voz baja pero firme:

—A la espada no se le pide permiso. O mandas con ella… o ella te traiciona.

Respiré hondo. Vi al espantapájaros. Pero en mi mente, ya no era de paja.

Era el hombre del sueño.

Grité, sin pensarlo, y lancé el golpe con toda la fuerza que tenía.

El casco oxidado salió volando, y parte de la paja se desparramó por el suelo.

Hubo un silencio.

Bajé la espada con el corazón retumbando en mi pecho.

Saúl no aplaudió. No sonrió. Solo asintió. Pero fue suficiente.

1
Marta Aleida Sagarra Casamayor
Si la princesa supiera, quien asesino a sus padres.
Atenea
"Gracias, me alegra que les guste 🤗."
Limaesfra🍾🥂🌟
esta historia es impactante, cada capitulo.es mejor que el.otro
Alcira Castellanos
está muy interesante
Its_PurpleColor
Tu talento es inigualable, no detengas🙌
🦩NEYRA 🐚
Quiero más😃
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