Novela Ligera de Aventura y Artes Marciales
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Capítulo 7 – Fuego en la Penumbra
Los días se convirtieron en semanas. Las semanas, en meses. Tres lunas llenas habían pasado desde que Han Fei fue lanzado por el maestro misterioso al Valle de las Bestias Olvidadas, un rincón casi inaccesible, plagado de criaturas salvajes, plantas venenosas… y secretos olvidados por la historia.
Han Fei no habría sobrevivido ni una noche si no hubiera sido por ese loco, travieso y parlanchín mono, que tras lanzarle una fruta podrida en la cara, se convirtió en su inesperado salvador y compañero.
—¡Esa no se come, tonto humano! ¡Te daría diarrea de cinco días! —le gritó el mono aquella primera noche—. ¡Sígueme si no quieres ser la cena de un Lagarto Cazador!
Desde entonces, el Mono-Parlante se convirtió en su guía. Le enseñó a moverse entre los árboles sin hacer ruido, a distinguir hongos venenosos de hongos curativos, a hacer trampas, a robar frutas de las criaturas más peligrosas del valle y, más importante aún, a sobrevivir sin perder la cabeza.
—¿Tú por qué hablas? —le preguntó Fei un día, con la cara llena de barro y el cuerpo cubierto de rasguños.
—¡Porque tú no dejas de preguntar, humano! —bufó el mono mientras masticaba una raíz—. Aunque… tal vez sea porque los dos estamos conectados por algo que aún no comprendes.
Fei frunció el ceño. Había momentos en los que ese mono parecía saber más de lo que decía. Como si hubiera estado esperándolo.
Durante el segundo mes, Han Fei comenzó a sentir un cambio.
Mientras entrenaba, con el cuerpo molido por las caídas y los golpes, una llama —diminuta al principio— comenzaba a arder en su interior. No era fuego físico. Era… algo más antiguo. Más salvaje.
Una noche, mientras meditaba bajo una cascada con los músculos entumecidos y las manos sangrando, una chispa carmesí danzó en su palma.
—Finalmente, lo estás escuchando —dijo el mono con una sonrisa extrañamente nostálgica—. Tu fuego está despertando.
Pero no era fácil. Cada vez que intentaba usarlo, el fuego lo consumía por dentro. Su piel se agrietaba. Su respiración se cortaba. Su mente se llenaba de visiones: dragones encadenados, ojos carmesí en la oscuridad, gritos... sangre.
Sin embargo, no se detenía.
Cuando sentía que iba a rendirse, recordaba a sus abuelos.
—No sabemos de dónde vienes, pequeño… pero si estás vivo, es porque tienes una razón. —le decía su abuela mientras le curaba las heridas.
—Un guerrero no es quien gana siempre… sino el que no se rinde nunca. —le decía su abuelo mientras le enseñaba a levantar una espada de madera.
Esos recuerdos, esos momentos llenos de ternura y lucha, lo mantenían en pie. No entrenaba solo para sí mismo. Entrenaba por ellos. Para protegerlos. Para que jamás volvieran a ser alcanzados por el fuego de otros.
El maestro misterioso apareció como una sombra entre los árboles, silencioso como siempre. Han Fei apenas si notó su presencia, tan acostumbrado ya a ese extraño ser como a los gruñidos del Mono-Parlante cuando dormía.
—Has cambiado —dijo el maestro, observando la pequeña llama que danzaba en la palma de Fei.
—Aún no soy lo suficientemente fuerte… —respondió él con la voz ronca por el esfuerzo—. Pero al menos ahora sé que puedo empezar a caminar mi propio destino.
El maestro asintió.
—Con eso basta... por ahora.
Silencio.
Han Fei, aún con el cuerpo adolorido, aprovechó la calma para mirar al hombre encapuchado.
—Oye… llevas ayudándome todo este tiempo. Me has entrenado, me has empujado a un valle de monstruos, casi muero seis veces… pero nunca me dijiste quién eres. ¿Cómo debería dirigirme a ti?
El maestro soltó una leve risa, casi imperceptible.
—Mi nombre no debe ser mencionado. Hacerlo… podría desatar una tormenta sobre este mundo que ni tú, ni yo, podríamos detener.
Fei parpadeó. El Mono-Parlante levantó una ceja.
—¿Una tormenta? —repitió Fei—. ¿Qué, acaso te llamas “Desastre Final” o “Señor del Juicio”?
—No —respondió el maestro con calma—. Pero es un nombre… que arrastra cadenas, pactos, traiciones y guerras olvidadas.
El Mono-Parlante estalló en carcajadas.
—¡JAJAJA! ¡Este sí que se toma en serio su marketing! ¿No será que simplemente te llamas “Pepe” y te da vergüenza?
—Silencio, bestia —respondió el maestro, sin perder la compostura.
—¡“Señor Pepe del Juicio Final”! ¡Tiene un ring épico! —gritó Fei ya medio riendo, medio frustrado.
El maestro suspiró.
—Te estás distrayendo de lo importante.
—¿¡AH, CIERTO!? —Han Fei se levantó de un salto, desesperado—. ¡El examen práctico! ¡¿Cuándo es?! ¡¿Cuánto tiempo tengo?!
—Una semana.
—¡¿UNA SEMANA?! ¡No, no, no! ¡Estoy muerto! ¡No tengo apuntes! ¡No sé qué entra! ¡Me van a sacar de la Academia! ¡Y si eso pasa, el Consejo me hace puré!
—Probablemente —dijo el maestro encogiéndose de hombros—. Sería una pena. Apenas habías empezado a ser útil.
—¡NO ME AYUDES ASÍ!
El Mono-Parlante ya se revolcaba en el suelo, muerto de la risa.
—¡Prepárate, Fei! ¡Tu mayor enemigo no es un dragón! ¡Es la hoja de respuestas de opción múltiple!
—¡Te odio! —le gritó Fei al mono mientras corría en círculos—. ¡Tú no tienes que hacer exámenes, maldito peludo!
—¡Ni estudiar “Botánica Avanzada para No Morir Intoxicado”! —añadió el mono entre carcajadas—. ¡Recuerda cuando te comiste esa flor azul y no paraste de gritar “¡Soy fuego, soy fuego!” durante tres horas!
—¡NO ERA GRACIOSO! —gritó Fei con lágrimas en los ojos.
—Lo fue. Mucho —susurró el maestro, y por primera vez, sonrió con los ojos.
Han Fei lo miró jadeando, entre rabia, vergüenza y ansiedad académica.
—Entonces… ¿cómo te llamo?
El maestro lo pensó un momento y luego respondió con voz grave:
—Llámame como quieras. “Maestro”, “Señor del Silencio”, “Aquel que No Debe Ser Nombrado”…
—¿Y si te digo “Don Capucha”? —replicó Fei, entre dientes.
—Te haré correr veinte vueltas por cada vez que lo digas.
—¡Entonces “Maestro” está bien! —saltó el chico de inmediato.
—Buen chico. Ahora, regresa a clases. Y trata de no quedar de último… otra vez.
Fei se desplomó de espaldas en el suelo, con los brazos abiertos al cielo.
—¡Estoy condenado…!
—Sí —dijeron el maestro y el mono al mismo tiempo.
Y así, entre risas, nervios y una desesperación muy humana, Han Fei terminaba su entrenamiento… y regresaba al caos de la Academia.