En esta vida parece que el mundo te protege, pero... eres la única que no sabe lo que pasó en la vida anterior, podrás perdonar o será muy tarde para hacerlo.
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Cap. 9 Pequeño señor
Tras los eventos de la noche, el Juez de Almas se retiró a sus aposentos, pero algo más profundo lo perturbaba: la presencia de Elian. Aquel hombre era un ser poderoso, majestuoso, y cada vez que lo miraba de pies a cabeza, sentía que estaba frente a una bestia milenaria lista para atacar. Lo más inquietante era cómo dominaba a los demás clanes con apenas un gesto.
Mientras el Juez se perdía en sus pensamientos, la Jueza Morena regresaba a su habitación. Recién salida del baño, aún llevaba el cabello húmedo cuando un olor intenso la alertó.
Antes de que pudiera reaccionar, una mano refinada, pero letal, la agarró del cuello y la estrelló contra la pared con fuerza brutal. Al enfocar la vista, reconoció a Shania, cuya belleza solo igualaba a su ferocidad.
—Mujer miserable —susurró Shania, apretando su cuello con dedos que parecían garras—, que te quede claro: no vuelvas a mirar al Rey Dragón de esa forma. No sabes con quién te estás metiendo.
La Jueza forcejeó, pero Shania solo sonrió, una expresión perversa que heló su sangre.
—Tú, una mujer llena de prejuicios, ni siquiera merece dirigirle la palabra —continuó Shania, acercando su esbelto rostro al de la Jueza. Su nariz, fina y perfecta, olfateó el miedo de la mujer como si fuera una bestia a punto de devorarla
—Vaya... hueles a carne, hueso y osamenta. ¿Cuántas almas habrán partido por estas manos? —preguntó, mirando con desprecio las manos de la Jueza, que se aferraban a su brazo en un intento inútil por liberarse.
Shania soltó un bufido y la dejó caer. Se limpió la mano como si hubiera tocado algo inmundo y ponzoñoso.
—No te preocupes —dijo, enderezándose con elegancia—. No seré yo quien te mate. Pero recuerda: somos los clanes más antiguos de este mundo, más antiguos que tu Dios, y no permitiremos que una mujer insignificante como tú se interponga en nuestro camino —Con eso, se dio la vuelta y se marchó por el pasillo, erguida como la digna heredera del Clan Dragón que era, dejando a la Jueza Morena petrificada contra la pared.
Algo en ese lugar la perturbaba profundamente. Pero lo que más la atormentaba era cómo la mirada de Shania le había recordado todos los asesinatos que había cometido a lo largo de su vida.
Las atrocidades que cometió en su vida las había justificado con su fe, pero ahora, esa casi inexistente conciencia se retorcía dentro de ella.
*_*
En las sombras de la biblioteca prohibida, tres figuras se reunieron bajo la tenue luz de un farol de hierro:
Elian, con los brazos cruzados y su camisa abierta y su pecho descubierto. Jonier, hojeando un libro de cuentas con dedos inquietos. Serafín, envejecido prematuramente por el peso de sus secretos. La alianza con los Dragónes es peligrosa pero necesaria.
—El Juez no se retirará —murmuró Serafín, escudriñando las sombras—. Hay traidores entre nuestros sirvientes —advirtió el hombre tratando de entender el plan de Elian, no lo entiende y no lo acepta, pero no puede hacer nada.
Jonier arrancó una página del libro y la arrojó al fuego.
—La doncella de Dely informó que la Jueza husmeaba cerca de sus habitaciones hoy —Elian apretó los puñales en su cinturón. Era la misma doncella que ahora la peinaba. Gisela es del clan Fénix, es de bajo don, no puede quemar nada, pero es buena calentando el vaso de leche de Dely.
—Shania juega su propio juego, tiene sus propias misiones —dijo, con voz más áspera de lo usual. Shania está cerca de él por un acuerdo entre familias, pero sus tratos son más comerciales que sentimentales. Entre Dragónes, eso del amor no existe.
—Pero no es mi prometida —aseguró mientras sigue observando el mapa, las banderas de los ejércitos de los clanes están marcadas.
Los otros dos lo miraron, sorprendidos. Jonier lo miró incrédulo. En la vida pasada, Shania se había mantenido a su lado como una prometida devota y su pobre hermana sufría lo indecible.
—Entonces, ¿por qué...? —dijo Jonier, en la otra vida, Shania había sido un gran problema y más aún en día fatal.
—Porque su clan lo exige —cortó Elian. La supervivencia de Shania dependía de este compromiso.
—Pero si toca a Dely… —El crujido de sus nudillos ahogó la amenaza. Elian conoce a los Dragónes, si algo se interpone en sus intereses, pueden actuar impulsivamente y todo podría complicarse.
*_*
Mientras, en los aposentos de Dely…
La doncella Gisela trenzaba el cabello castaño de su señora con manos que apenas disimulaban su temblor. Ya le habían dicho sobre la presencia de la prometida del Rey Dragón.
—Mi señorita —susurró—, esa tal Shania amenazó a la Jueza por mirar al Rey Dragón. ¿Y usted...?
Dely fingió indiferencia, pero su pulso acelerado delataba la mentira. La vio llegar, elegante, como una reina despiadada, con una belleza que podría petrificar a un hombre de inmediato, ¿celos?, claro que sí.
—No es asunto mío con quien se case ese lagarto —refunfuñó ella con una notable irritación. Dely con un puchero, se sentía agraviada, pero era su carcelero y para colmo andaba en malos pasos.
Gisela no se convenció. Todos sabían que Elian pasaba las noches en la habitación de Dely, aunque jamás la tocaba. Solo la observaba dormir, como si temiera que desapareciera.
—Pero... ¿Por qué la mantiene aquí si tiene prometida? —Gisela preguntaba asustada. Podía ver a leguas las intenciones pervertidas de ese rey Dragón.
Dely apretó los dientes. Esa era la pregunta que la quemaba por dentro.
*_*
La madrugada pintaba el cielo de un azul oscuro cuando Elian entró sigilosamente en la habitación de Dely. Habían pasado horas planeando estrategias con Jonier y Serafín, y solo ahora, cuando el castillo entero dormía, podía permitirse un momento de vulnerabilidad.
El ejército Dragón estaba listo. Aunque ya no eran legión como en los tiempos antiguos y la esterilidad los había diezmado—, cada uno de sus guerreros valía por cien. Los demás clanes también se preparaban, conscientes de que si el Juez de Almas atacaba, sería una batalla por la supervivencia de todos.