Olvidada por su familia, utilizada por el imperio y traicionada por aquellos en quienes más confiaba… así terminó la vida de Liliane, la hija ignorada del duque.
Amada en silencio por un príncipe que nunca llegó a tiempo, y asesinada por el hombre a quien había ayudado a coronar emperador junto a su amante rival, Seraphine.
Pero el destino le ofrece una segunda oportunidad.
Liliane renace en el mismo mundo que la vio caer, conservando los recuerdos de su trágica primera vida. Esta vez, no será una pieza en el tablero… será quien mueva las fichas.
Mientras el segundo príncipe intenta acercarse de nuevo y Seraphine teje sus planes desde las sombras, un inesperado aliado aparece: el primer príncipe, quien oculta un amor y un pasado que podrían cambiarlo todo.
Entre secretos, conspiraciones y promesas rotas, Liliane luchará no solo por su vida, sino por decidir si el amor merece otra oportunidad… o si la venganza es el verdadero camino hacia su libertad.
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Capítulo 10: La máscara que cae bajo la luna
El palacio se transformó en una sinfonía de luces y seda. El gran salón resplandecía con candelabros de cristal, música de cuerdas y risas perfectamente ensayadas. Era la noche del Baile de la Noche de Plata, uno de los eventos más importantes del año, reservado solo para la élite de la nobleza imperial.
Liliane descendía las escaleras vestida con un vestido negro profundo, bordado con hilos plateados que brillaban como estrellas. Su cabello estaba recogido con una peineta en forma de ala, y sus ojos delineados con precisión. No había rastro de la joven ignorada: esa noche, ella era la protagonista… y todos lo sabían.
A su paso, las conversaciones bajaban de volumen. Nadie lo decía, pero todos la miraban. Algunos con respeto; otros, con miedo. Incluso aquellos que antes ni sabían su nombre.
Dama noble (murmurando a otra):
—¿Es ella? La hija menor del duque… Qué presencia.
Otra (en voz baja):
—Dicen que el segundo príncipe la ha favorecido últimamente… y que el primero ha vuelto por ella.
Liliane no sonrió. Solo caminó como lo hacen quienes conocen el filo del cuchillo. Porque esa noche no era para coquetear. Era para desenmascarar.
A lo lejos, Seraphine fingía estar conversando animadamente con un grupo de jóvenes nobles. Su vestido era rojo carmesí, como el vino más oscuro, y sus labios curvados en una sonrisa peligrosa. Pero sus ojos… sus ojos no se apartaban de Liliane.
Seraphine (pensando):
"Es ahora o nunca. Ya está envenenada. Solo falta el brindis."
Aiden apareció a su lado con un leve suspiro. Estaba más elegante que nunca, con un traje azul marino con detalles dorados, pero su rostro mostraba señales de tensión.
Aiden:
—Estás jugando con fuego.
Liliane (sin mirarlo):
—El fuego purifica, su Alteza. Y esta noche, alguien se quemará.
Él la miró con una mezcla de temor y fascinación.
Aiden:
—¿Sabes lo que te han preparado?
Liliane (con una leve sonrisa):
—Por supuesto. Seraphine no es tan original como cree.
Y entonces, cuando el reloj marcó la medianoche, el momento llegó.
El chambelán principal alzó la voz:
Chambelán:
—¡El brindis imperial por la prosperidad y la paz! Que cada noble levante su copa en honor al imperio.
Las copas se alzaron. Liliane recibió una en manos de una doncella. Reconoció el sello grabado en la base: era la copa marcada. La copa que Seraphine había mandado envenenar.
Y sin pestañear… la entregó a alguien más.
Liliane (con una sonrisa inocente, acercándose):
—Lady Seraphine, sería un honor que brindara por nosotras. Por el futuro de las damas nobles.
Seraphine dudó un segundo. Pero todos estaban mirando. Y ella jamás permitiría que la vieran retroceder ante Liliane.
Seraphine (tomando la copa):
—Por supuesto… por nosotras.
Y bebió.
Por un momento, el salón siguió lleno de música. Hasta que Seraphine dejó caer la copa.
El cristal se hizo trizas.
Los murmullos comenzaron. Seraphine intentó mantenerse en pie, pero sus labios ya se habían vuelto azulados. Cayó de rodillas, temblando.
Dama noble (alarmada):
—¡¿Qué ocurre?! ¡Alguien llame al médico imperial!
Liliane se agachó a su lado. Su voz fue baja… pero Seraphine la escuchó.
Liliane (susurrando):
—Las sombras… también muerden.
Los guardias se apresuraron. El baile se detuvo. El duque, padre de ambas, entró al salón con el rostro descompuesto.
Duque:
—¿Qué significa esto?
Liliane se volvió hacia él con toda la serenidad de una reina.
Liliane:
—Padre… me temo que intentaron envenenarme. Pero gracias al destino, la copa fue cambiada a último momento. Una tragedia, sin duda.
El duque la miró, paralizado. El segundo príncipe se adelantó.
Aiden(con autoridad):
—Investigaré esto personalmente. Nadie atentará contra Lady Liliane sin consecuencias.
Y entonces, desde los balcones superiores, una figura bajó lentamente.
Adrian.
Vestido de negro, con un medallón imperial en el pecho.
Adrian (con voz grave):
—Ya no se trata solo de Liliane. Hay fuerzas en este palacio que quieren reescribir la historia. Pero esta vez… no se les permitirá.
El salón enmudeció.
Liliane lo miró desde abajo, con una expresión que contenía cien emociones a la vez.
Liliane (pensando):
"Ahora todos han visto. Ahora todos saben."
Seraphine no murió esa noche. Pero fue arrestada.
La acusación: intento de asesinato. Las pruebas: las que Liliane había plantado cuidadosamente semanas antes. Frascos, testigos, registros falsificados. Todo estaba listo. Todo encajaba.
Esa noche, mientras la luna brillaba sobre la torre donde Seraphine era encerrada, Liliane regresó a su habitación.
Se miró al espejo. La sangre de la venganza aún no había terminado de secarse… pero la primera victoria era suya.
Liliane (en voz baja):
—Una serpiente cayó. Faltan dos.
Y esta vez… ni la muerte la detendría.