Damian Dufort, un empresario con un gusto a las prácticas del BDSM, en una salida conocerá a una mujer que cambiará su mundo, sin embargo en el camino deberán atravesar dificultades, pero las pasiones prohibidas los unirán, enseñando que hay fuerzas más fuertes que la maldad.
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capítulo 10:
Damian.
Andrés me hizo señas, me levanté de la silla y camine a su dirección, comunico que tenía todo preparado para mi tortura hacia Anna y que ya Claudia se encontraba en la oficina.
La forma en la que conocí a Anna fue, por medio de Claudia su prima, la cual trabaja en mi empresa de secretaria de Andres.
Ella sabe mi gusto sobre la práctica del BDSM y también conoce de la existencia de mi club, de esa manera me pidió trabajo para su prima Anna, acepte hacerle el favor, debido a que es una chica confiable y discreta, ¡lastima que su prima Anna no salió de la misma manera!.
En una ocasión Claudia pidió hablar algo importante conmigo, me sorprendió con la seriedad que me pidió que ella quería experimentar una escena del BDSM impuesta por mí, y que yo le quitara su virtud, quería tener su primera vez conmigo, y con la seriedad que lo pidió también dijo que sería algo profesional, solo seria esa vez, ella conocía su lugar y no pretendía conseguir algo de mí.
En esa ocasión la observé detenidamente viendo la determinación que expuso su propuesta, pero me negué diciendo que era una mujer joven hermosa que no sabía lo que pedía, que se conservará para una persona que la fuera a valorar como mujer.
Pero esta vez dejaría mi lado amable y saldría mi lado egoísta debido a que también me enteré que su prima Anna sentía lo mismo que ella, en aquella ocasión la envió a declararse a mi para observar mi actitud, Anna según, un informante cercano a ellas siempre ha envidiado todo de Claudia, lo que Claudia desea ella lucha por obtenerlo para pasar por encima de su prima.
Esta vez su prima va a obtener algo que ella jamás pudo y no podrá ¡tener una experiencia conmigo!
Mis bodegas suelen ser lugares amplios en lugares retirados de la ciudad y otros en lugares estratégicos en barrios y comunas donde darían la vida por mí.
Suelo ser una persona sádica e inhumana, pero solo con los que lo merecen.
En las bodegas está el lugar organizado con todo lo necesario para sacar información a mis enemigos, en la que estamos hoy fue modificado hace poco por la sorpresa que le preparamos a Anna, hay dos sillas, de metal, en la que ella se encuentra atada y donde estaba yo sentado, a un extremo de la larga habitación hay una mesa larga donde puede caber el cuerpo de una persona en una esquina hay una malla de metal junto a unos cables para poder dar cariños eléctricos a los desafortunados que llegan a este lugar, arriba de la silla donde ella se encuentra sentada hay unas cadenas que sirven para alzar su cuerpo si queremos que quede escoltado, al fondo de la habitación hay una puerta corrediza que da a la oficina que acostumbro tener en cada bodega.
Así son mis bodegas pero esta tiene un objeto que no acostumbro tener, “una cruz de San Andrés” donde Anna estará la siguiente horas de su vida.
La cruz de San Andrés se puede rodar y poner de la manera deseada, se encuentra posicionada de una manera que la persona atada pueda ver todo lo que está pasando de frente donde la coloquen que esta ocasión va ser la oficina.
Lo que se hable en la oficina se escuchará claramente aquí por medio de un micrófono, pero lo que aquí se hable o grite en la oficina no se escuchará.
En medio de la oficina y la bodega hay un túnel que separa las dos partes y en ese lugar están las luces que permiten ver claramente todo lo que se haga en la oficina.
Anna estaba de espalda a la oficina y el micrófono estaba apagado, así que no se había percatado de la llegada de Claudia.
Dos de mis hombres rodaron la cruz y la pusieron al lado de Anna, Andrés empezó a soltarla, en el momento que la soltó, ella empezó a forcejear, Andrés le dio una fuerte bofetada dejándola aturdida, ella tomó el lugar donde él la golpeó empezado a llorar suplicando que no la golpeara.
Andrés la jaló fuerte de una de sus manos y la ató a un extremo de la madera, así fue haciendo hasta que la dejó atada de pies y manos, la cruz tenía una madera en el lado de atrás con unos grilletes y una correa para atarle la cabeza y no la pueda rodar.
Luego de dejarla bien amordazada le dio vueltas a la cruz permitiéndole ver a la oficina, su mirada se clavó a la persona que se encontraba sentada en un pequeño mueble y al lado del mueble había una pequeña cama con sus sábanas blancas al lado de la cama una mesa con una botella de vino en un cubo de hielo.
Empecé a caminar y me puse al frente de Anna la observe de pies a cabeza, mis hombres salieron dejando solo a Andrés, Anna que se encontraba atada y a mi persona.
Andres fue a la puerta y le hizo seguro para que nadie pudiese entrar, Anna me observó desconcertada.
Andres llegó al lado de nosotros le dije que no permitiera que cerrará los ojos, quería que disfrutará de todo el espectáculo que le tenía preparado.
Andres sonrió y acertó con su cabeza.
—¿Qué piensas hacer? gritó Anna.
Sonreí, camine unos pasos sin dar importancia a la pregunta hecha por ella, me quite la máscara y el buzo, los coloque en la mesa larga, dejando de ser Vicenzo Olivieri, quedando en una camisa blanca, una corbata con el nudo medio suelto, dos botones de la camisa sueltos, pase mis dedos por mi cabello acomodando mi peinado, empezando a ser Damian Dufort.
Camine a la entrada directamente al callejón que dividía las dos partes, Anna empezó a dar gritos que me detuviera y un puñetazo en su estómago que le propinó Andrés la dejó sin aire y en silenció.
Cerré la puerta del callejón, volteé, miré a Anna con una sonrisa de medio lado y abrí la otra puerta entrando a la oficina.
Claudia al verme bajó el rostro sin decir una palabra.