¿Qué harías si el personaje que creaste se materializa en tu habitación? bueno eso mismo le paso a nuestra querida Arianna... quien aun no sé explica como es que eso sucedió.
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capítulo 9
Al día siguiente…
Arianna esperó pacientemente a que su hermano se marchara de la mansión. No quería preguntas, mucho menos comentarios incómodos sobre el invitado que aún tenía escondido en su habitación. Una vez que el camino quedó libre, acompañó a Caleb hasta el baño, donde él tomó una ducha larga y se puso la ropa limpia que ella le había dejado sobre la cama. Después, le recordó tomar sus medicamentos, tal y como el médico había indicado.
Ambos bajaron juntos al comedor principal. A medida que descendían por las escaleras, los sirvientes de la mansión los observaban con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Nadie había visto entrar al joven, y ahora, allí estaba, caminando junto a Arianna con expresión serena pero atónita.
Caleb se sentó frente al desayuno y comenzó a probar los distintos platillos con cautela, como si cada bocado fuera una experiencia mágica. Sus ojos recorrían el salón, los muebles brillantes, las lámparas colgantes, las vajillas relucientes. Todo era completamente ajeno a su mundo, y cuanto más miraba, más convencido estaba de que estaba muy, muy lejos de casa.
—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó Arianna, dándole un sorbo a su café mientras lo observaba con una sonrisa divertida.
—No lo sé... seguir aprendiendo sobre este mundo, supongo —respondió Caleb, clavando los ojos en una tostadora que acababa de hacer saltar el pan.
Arianna rió y se puso de pie.
—Entonces prepárate, porque hoy vamos a conocer el reino del consumo: el centro comercial. Pero antes… te presentaré a mi noble corcel.
Lo condujo al garaje subterráneo de la mansión y, con un gesto dramático, señaló su deportivo rojo brillante.
—Te presento a mi corcel encantado —dijo con una sonrisa traviesa.
Caleb se acercó al vehículo y lo inspeccionó con admiración y desconcierto. Recorrió con la mano el capó curvado, maravillado por la textura metálica.
—¿Y dónde están los caballos?
—Este los tiene incorporados —respondió Arianna divertida—. Ponte el cinturón.
Caleb la miró con confusión. No entendía a qué se refería, así que ella se inclinó, invadiendo ligeramente su espacio personal, y le abrochó el cinturón ella misma. Caleb no supo cómo reaccionar. No estaba acostumbrado a que alguien se acercara tanto sin previo aviso. Pero no apartó la vista de ella, embelesado por su cercanía. Desde que despertó en aquel mundo, Arianna lo tenía completamente cautivado.
Arianna se incorporó, giró la llave y encendió el motor. El rugido del vehículo llenó el garaje y Caleb se sobresaltó, tensando todos los músculos, con los ojos como platos. En cuanto ella pisó el acelerador y salieron disparados por la rampa, el joven se aferró al asiento con una mezcla de nervios y euforia. No gritó, pero una sonrisa temblorosa se dibujó en su rostro mientras intentaba agarrarse de todos lados. Jamás había sentido algo así.
Las calles de Los Ángeles pasaban veloces frente a sus ojos. Caleb observaba con asombro los edificios altos, los carteles luminosos, la cantidad de vehículos que circulaban sin necesidad de caballos. Era un mundo imposible.
Pronto llegaron a un centro comercial. Arianna ingresó al estacionamiento y detuvo el auto con una maniobra ágil. Se volvió hacia él con una sonrisa satisfecha.
—¿Te gustó el paseo?
—Tienes que enseñarme a montar esta bestia hechicera —dijo Caleb, todavía tratando de recuperar el aliento.
Ella soltó una carcajada y negó con la cabeza, saliendo del auto. Le hizo un gesto para que la siguiera, y así comenzaron su recorrido por el centro comercial.
Pasaron horas caminando de tienda en tienda. Caleb probó ropa nueva, zapatos modernos, relojes de diseño. Cada artículo era una novedad absoluta. Arianna lo guiaba con paciencia, a veces divertida por sus reacciones. Incluso lo convenció de ir a una peluquería. Su largo cabello enredado daba una imagen de abandono que ella no pensaba permitir.
—Solo un corte de puntas —le prometió con una sonrisa.
Pero todos sabían lo que significaban esas palabras en boca de una estilista con tijeras entusiastas.
Cuando salieron de la barbería, Caleb se tocaba el cuello con expresión confusa. Miró de reojo a Arianna, que se estaba mordiendo los labios para no reír.
—Lo siento… Caleb, el chico se confundió de corte.
—Casi me deja calvo —se quejó él con seriedad—. Siento frío en el cuello.
Arianna no pudo aguantar más y estalló en carcajadas.
Estaban a punto de marcharse al departamento de Arianna cuando el celular de ella comenzó a sonar. Contestó sin mirar la pantalla.
—¿Qué sucede, hermano?
—La junta para la licitación del bloque petrolero se adelantó —dijo Víctor al otro lado.
Arianna frunció el ceño y miró la hora. Apenas faltaba una hora para la supuesta reunión.
—¿Cómo que se adelantó?
—El representante llamó. Dijo que estaría en veinte minutos.
—Y no pudiste decirle que esperara, ¿verdad? Bien. Voy para allá, estoy cerca.
Colgó con un suspiro. Caleb, que la observaba curioso, señaló el dispositivo.
—¿Qué es eso? Ayer vi al sanador con uno de esos también...
—Es un teléfono —le explicó—. Ven, vamos a comprarte uno y luego te enseñaré a usarlo.
Tras una breve parada en una tienda de tecnología, salieron con un celular nuevo para Caleb y se dirigieron directamente a la empresa familiar. Al llegar, la presencia del joven llamó nuevamente la atención. Los empleados lo miraban de reojo, fascinados por su porte extraño y su mirada inocente.
En el ascensor, Caleb se pegó a la pared, nervioso.
—Tranquilo —le dijo Arianna—. Son seguros. Y créeme, es mejor que subir veinte pisos por las escaleras.
Él no dijo nada. Solo cerró los ojos y respiró hondo mientras el elevador ascendía.
Cuando llegaron al piso ejecutivo, Arianna lo condujo a su oficina.
—Espérame aquí. Tengo que atender un asunto importante y luego nos iremos. ¿Quieres algo? ¿Café, té?
—Un té estaría bien.
—Lía —llamó Arianna. Una joven de cabello negro ingresó rápidamente.
—Tráele un té a mi invitado y procura que se quede aquí hasta que yo regrese.
Lía asintió sin hacer preguntas. En cuanto Arianna se marchó, se dirigió a la oficina de su hermano, donde la esperaban. Víctor le informó que el representante ya estaba en planta baja.
La reunión sobre los consorcios energéticos y la licitación del bloque petrolero se alargó más de lo esperado, pero finalmente todo resultó a su favor.
Al salir de la sala, Arianna se encontró con su padre, Lucios Lauren, y con Mauricio, quien venía hablando con él sobre temas de negocios. Al verla, ambos se acercaron.
—Lo siento, padre. Tengo asuntos que atender —dijo ella rápidamente.
—¿Qué asuntos son esos? Vamos a almorzar. Acompáñanos —sugirió Lucios.
—Me encantaría, pero… no estoy sola.
Esa simple frase despertó la curiosidad inmediata de los tres hombres.
—¿Lo trajiste a la empresa? —preguntó Víctor, alzando una ceja.
—Estaba con él cuando me llamaste —respondió ella con tranquilidad.
—¿Él? ¿De quién hablan? —inquirió Lucios, intrigado.
Arianna sonrió con un brillo pícaro en los ojos. Había algo de diversión maliciosa en su tono cuando respondió:
—De mi novio. Ayer se lo presenté a Víctor… y hoy, cuando me avisó que la junta se adelantaba, no me quedó más remedio que traerlo conmigo. Espero que eso no te moleste, padre.
La revelación cayó como una bomba.
Lucios y Mauricio quedaron mudos. Víctor solo bajó la mirada, disimulando una sonrisa resignada. Caleb, el misterioso joven al que todos habían ignorado hasta ahora, se estaba volviendo el centro de atención.
Y eso era solo el comienzo.
Gracias por esto...
La Felicito Autora.